domingo, 20 de abril de 2025

EL NAVEGANTE (The Navigator de Buster Keaton y Donald Crisp, 1924)

A partir de 1923 y hasta su fichaje por la Metro, Buster Keaton realizó las doce películas que le permitieron entrar en la leyenda. Cintas estructuradas de forma inteligente, repletas de secuencias bien planificadas donde la condición atlética de Buster lograba que saliera bien parado de situaciones harto complicadas. Entre aquellas películas, en la cima de ellas, se sitúa El navegante, cuya trama no puede ser más disparatada:













Se ha declarado la “insignificante” guerra entre dos pequeños y lejanos países. Uno de los gobiernos ha comprado el buque de carga “Navigator” mientras el otro quiere impedir que el enemigo lo pueda utilizar. Los conspiradores sueltan las estachas y el barco queda a la deriva únicamente con dos pasajeros a bordo: Betsy (Kathryn McGuire) y Rollo (Buster Keaton). A la mañana siguiente ambos recorren el barco, pero se dan cuenta de que están solos. Los primeros días son horribles, no saben nada de navegación, ni de ninguna cosa, ya que a ambos les sobra el dinero y nunca han tenido que trabajar... 

En El Navegante, Keaton le da un matiz nuevo a su personajillo cuando lo viste de multimillonario, de joven rico que jamás ha hecho nada por sí mismo. Su vecina, Betsy, es otra “niña bien” que tampoco ha dado, nunca mejor dicho, un palo al agua. Tras una serie de mal entendidos ambos serán los únicos pasajeros y tripulantes de un barco a la deriva, “The Navigator”.

Como en los mejores filmes del humorista, el mercante, los elementos del atrezo y el decorado en general interaccionan con el personaje proporcionando la materia de la acción. Los conflictos de Buster con objetos y máquinas que no domina, o con la naturaleza hostil (en este caso con el océano, pero también con el viento y la lluvia) son la causa del conjunto de los muy bien conectados y excelentes gags. Con el agravante de que, en esta ocasión, a la habitual condición patosa del protagonista se le une lo perdido que se encuentra el señorito sin nadie que le sirva o cuide de él.

Sin duda, lo más divertido vendrá cuando el total desconocimiento de la pareja en casi todo, y en especial en lo referente a la navegación, les haga ser más atrevidos de lo normal, con el peligro —y las risas— que eso conlleva. “La ignorancia es la felicidad”, reza uno de los intertítulos de la película que resume la trama a la perfección. Sin que nadie les oriente, el aprendizaje por intuición de Rollo finalmente le acerca al surrealismo cuando no entiende lo diferente que es el medio acuático con respecto al terrestre. 

En la secuencia submarina, el buzo se coloca la escafandra con un cigarrillo en la boca, lía un hatillo con las herramientas, prepara un letrero de “peligro, hombres trabajando” y se lleva el almuerzo como si de un albañil se tratase. Bajo el agua, Keaton utiliza un cubo para lavarse las manos, usa una langosta para cortar un cable, y se sirve de un pez espada para luchar contra otro en un duelo de mosqueteros. 

Y todo esto sin inmutarse. Su seriedad era el sello del artista —su contrato le obligaba a no sonreír nunca en las películas ni en público—; para la crítica, El navegante es uno de los filmes importantes de Buster Keaton. Para el propio humorista era el mejor; y eso es decir mucho. 

 

El post es un extracto corregido para la ocasión del capítulo dedicado a El Navegante en mi libro: CINE Y NAVEGACIÓN. Los 7 mares en 70 películas






lunes, 7 de abril de 2025

EL AUTOREMAKE EN EL CINE. CAPÍTULO III (VIII)

Ese afán por finalizar todas las subtramas es otro punto negativo de Un Gangster para un Milagro. Y por explicarlas hasta la saciedad, por repetir frases aclaratorias que en su redundancia terminan por cansar. La buena suerte de las manzanas en boca de uno y otro personaje, la presencia física del cónsul español[1] o la referencia explícita al cuento de la Cenicienta por parte del mayordomo, son claros ejemplos de la preocupación por dejar todo bien claro y mascado al público. Da la impresión de que Capra había olvidado aquella idea de que la audiencia era suficientemente inteligente como para suplir con su imaginación la falta de información. 

 

Por las subtramas innecesarias y por el diálogo reiterativo, la sutileza y el ingenio conseguidos en Dama por un día se pierden con su actualización, pero también por el cambio en personajes como el citado mayordomo. Interpretado por el veterano secundario, Edward Everett Horton, abandona su hiriente parquedad de la versión original para obtener mayor protagonismo. Su complicidad con el Juez (Thomas Mitchell) (3.15), en lo que parece la reunión de dos viejos amigos de la gran pantalla,[2] hace que ambos pierdan su gracia como personajes individuales, en especial el criado que en la cinta de 1933 se mantenía en un segundo término y sólo destacaba cuando lanzaba algunas de las frases más ingeniosas del guion de Riskin, como aquella en la que resu­mía su personalidad: “si tuviera que batirme con usted, elegiría la oratoria como arma”. La frase se la lanzaba a Happy, la mano derecha de Dandi, interpretado en 1961 por Peter Falk. El actor, conocido más tarde por su serie de televisión Colombo (Columbo, 1971-2003), es uno de los pocos que se salvan del extenso reparto. Falk hace un Happy[3] más sobreactuado que el de Ned Sparks, también con demasiada presencia, pero que esta vez se agradece al resultar tan gracioso o más que su antecesor. 

La razón que explica tales cambios (el mayor protagonismo de los actores que oscurece la labor del guionista) es la misma que motivó el uso del technicolor, el excelso vestuario,[4] la inclusión de un número musical en la trama (el de la debutante Ann Margret) (3.16), o el rodaje en formato panorámico: todo para ganar la lucha de medios frente a la competencia televisiva al ofrecer mejores prestaciones.

Tampoco la puesta en escena y el manejo de la cámara destacan en Un Gangster para un Milagro. Los movimientos del objetivo ya no persiguen la misma finalidad dramática que en la versión original. Si nos ceñimos a lo apuntado en el epígrafe anterior, veremos que el punto de giro se mantiene en la visita de los mendigos a Dandi, pero ahora es un contrapicado nada espectacular el que lo subraya (compárese 3.17 con 3.8); en el mismo sentido, se pierde el efecto de suspense en la ejecución de los dos travelling protagonizados por May Robson en Lady for a Day. De hecho, en el remake, el primero se convierte en una panorámica y el último, el más trágico, simplemente desaparece.

Sólo cuando Capra rueda como Capra, cuando mantiene el ritmo de la primera cinta y respeta el guión de Riskin, consigue transmitir sensaciones parecidas a las de Dama por un día. Así, la secuencia dramática de Annie escribiendo a su hija, o la simpática escena de la banda de Dandi ensayando para la recepción, ambas calcadas a las originales, son de lo mejor del filme. También lo es una novedad con respecto al primer largometraje: la escena en la que Annie se viste para la gala y se mira al espejo (3.18). Bette Davis no reconoce su imagen reflejada y tiene que volver a coger su cesta de manzanas y gritar “¡manzanas, manzanas!”. Capra utiliza el espejo para desdoblar al personaje en sus dos vertientes, la real y la imaginaria. 


 

A pesar de algunas escenas tan notables como ésta, para la mayoría de críticos no hay duda de que la película no mejora al original. Capra, sin embargo, mantuvo por un tiempo su preferencia por Pocketful of Miracles, quizás para promocionarla. Las malas lenguas aseguran que incluso se mostró reticente a la hora de sacar a la luz el único negativo que quedaba de Lady for a Day para impedir la comparación entre las dos versiones,[5] para evitar que el público se diera cuenta de que la más reciente era mucho peor (McBride 2011). Sea como fuere, una vez retirado de la profesión, en su etapa de conferenciante y de comentarista de sus propias películas, el propio Capra reconoció, en las citadas entrevistas con Schickel, por lo que tuvo que pasar para realizar el remake:

  Un Gangster para un Milagro no funcionó, me vi excluido del negocio porque me negué a que los actores supervisaran mi trabajo, a dejarles que me dijeran cómo hacer una película. Así de simple. Me alegré de dejar de trabajar”.


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[1] En la versión doblada al castellano, tanto el conde español, como su hijo, el prometido de Louise, y el cónsul, son de nacionalidad italiana.

[2] Para Thomas Mitchell, otro de los secundarios con más experiencia de Hollywood, Un Gangster para un Milagro significó su despedida del cine: murió al año siguiente.

[3] Aquí se llama “Joy” y en la versión española “Alegre”. La actuación de Peter Falk se considera de las mejores de su carrera: consiguió por esta película su segunda nominación al Óscar. Un papel, el de Joy, que es una parodia del realizado un año antes cuando recibió la primera nominación por el gánster de El Sindicato del Crimen (Murder, Inc. de Burt Balaban y Stuart Rosenberg, 1960).

[4] La película consiguió otras dos nominaciones a los Óscar en las categorías de mejor diseño de vestuario y mejor canción original: “Pocketful of Miracles”, letra de Sammy Cahn y música de Jimmy Van Heusen.

[5] El original se quemó en un incendio, Capra mantenía una copia en su poder que fue la que se utilizó en certámenes y retrospectivas.





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