viernes, 13 de junio de 2008

EL GRAN FLAMARION (The Great Flamarion de Anthony Mann, 1945)

Seguramente, Anthony Mann sea recordado por las películas que realizó en los años cincuenta y, en especial, por aquellos maravillosos western protagonizados por James Stewart, donde los rodajes en exteriores cobraban una importancia no vista hasta entonces. Sin embargo, este gran director, comenzó su carrera con filmes de serie B, generalmente policíacos, para modestas productoras y con actores de segundo nivel. Eran películas de gran calidad, muy bien realizadas por Mann que, de esta forma, supo ganarse la confianza de los grandes estudios. De todas estas cintas rodadas en los años cuarenta destaca una en especial: El gran Flamarion.



El largometraje contaba la historia de un tirador excepcional (Flamarion, interpretado por Erich Von Stroheim) al que un matrimonio le servía de blanco en su número circense. Fuera de los escenarios el tirador se convertía en la victima de las intrigas de la siniestra pareja; en especial de la mujer, Connie (Mary Beth Hughes), una femme fatale que “coleccionaba hombres” y quería deshacerse de su marido. El guión era una adaptación de la novela “The Big Shot” de Vicki Baum. En manos de Mann, el libro traspasaba el género del drama y se adentraba en el suspense, en el cine negro y hasta en el fantástico. Esa metamorfosis supongo que sería propiciada por el éxito de cintas tan legendarias como Perversidad (Scarlett Strett de Fritz Lang, 1945) o El ángel azul (Der Blaue Engel de Josef Von Sternberg, 1930). Ambas coincidían con Flamarion al tratar el mismo tema: lo bajo que puede caer un hombre introvertido y solitario en manos de una mujer sin escrúpulos.

Lejos de su espectacular forma de rodar, por la que se haría famoso, Mann se encierra en decorados claustrofóbicos y utiliza las luces y las sombras de forma sorprendente. Algunos ejemplos: cuando nos presenta a los personajes del drama, el número de tiro resulta ser un mal presagio de lo que iba a suceder en realidad; o mientras Connie habla con Flamarion –al que engaña-, podemos ver, detrás de ellos, las sombras de la actuación de un equilibrista encima de su monociclo, un equilibrista que acaba de formar parte de la colección de Connie.


El gran Flamarion contiene multitud de detalles que no son los habituales en una película de bajo presupuesto. Así, Mann introduce diversos planos a lo largo del metraje donde los espejos dan un significado que va más allá del simple reflejo de los personajes. También se recrea en aspectos tan avanzados como la forma de seducir de Connie mientras acaricia un revolver; símbolo fálico que utilizará Arthur Penn en Bonnie and Clyde... ¡más de veinte años después!

El hecho de presentar la acción entre bambalinas hace que The Great Flamarion, gracias a esa atractiva forma de tocar varios géneros, también pertenezca a la serie de filmes que surgieron después del estreno de El fantasma de la ópera. Directores tan hábiles como Todd Browning (Freaks, 1932) o Edmund Goulding (El callejón de las almas perdidas, 1947) supieron aprovechar el filón y consiguieron verdaderas obras maestras. La cinta de Anthony Mann mantiene esa misma línea y no duda en poner en boca de sus personajes una muy conocida metáfora: “La vida es un teatro y todos tenemos un papel en ella”.

Ver Ficha de El Gran Flamarion.

2 comentarios:

  1. Erich Von Stroheim y su cuello de buey....
    Cuanto desprecio salía por la boca de esa femme fetale.
    En "Freaks" le pasa algo parecido al pobre Hans, recuerdas?...
    Que ingenuos somos los hombres!!....(bueno, algunos hombres) ;)

    PD:Mi socio es el doble de Flamarion,jajaja

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  2. Cierto, y lo mismo le pasó a Edward G. Robinson en "Perversidad" (o a Michel Simon en la versión de Renoir: "La Golfa") y a Emil Jannings en esa maravilla que es "El Angel Azul" de Von Sternberg.

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