lunes, 16 de diciembre de 2019

EL IRLANDÉS (The Irishman de Martin Scorsese, 2019)

No creemos que la reciente película de uno de los grandes directores ––casi una leyenda, el viejo Martin Scorsese–– sea el epitafio a una larga y exitosa carrera, pero sí se parece mucho a una despedida. Quizás no a la suya, sino a una manera de hacer cine. Me explico:


Scorsese elige una cinta del género que mejor domina, el de gangsters, para dar el salto a, quién sabe, el nuevo cine que viene ––que ya está aquí–– y el adiós al más que centenario que se va, y lo hace con la trama adecuada: con un argumento crepuscular basado en hechos reales que adaptan la novela de Charles Brandt. Para tal evento, el realizador se rodea de sus actores fetiche, con los que le han acompañado en este recorrido como si fuera un homenaje a todos ellos; ya saben, De Niro, Keitel, Pesci… Me imagino que habrá sido un proyecto irresistible para un cinéfilo como él.

Una producción que, ya es hora de decirlo, no nos satisface del todo. En primer lugar, por la excesiva duración. Tres horas y media ––dicen que el metraje original era de ¡más de cuatro horas!— es demasiado para cualquier espectador, aunque sea uno sentado en el sofá de su casa con la oportunidad de hacer un par de pases. Y aquí viene el segundo de los problemas: la película ha sido financiada, producida y distribuida por una plataforma televisiva. El sempiterno enemigo del cine al final se lo ha comido, podría ser el comentario de algún alarmista apocalíptico, al que no le faltaría algo de razón. Está claro que los que amamos el cine nos tendremos que acostumbrar a verlo desde distintas plataformas. Lo haremos. De hecho, ya lo hacemos.


Lo que será más difícil de tragar, es la progresiva sustitución de algunos de los elementos que configuran el cine desde que nació. Uno de ellos tan importante como es el de la interpretación. En El irlandés asistimos al rejuvenecimiento de los personajes gracias a los efectos digitales. Algo que ya se viene haciendo desde El curioso caso de Benjamín Button, pero nunca con tanta repercusión en trama y metraje. En la cinta que nos atañe, en más de dos terceras partes del filme (que ya es decir, debido a la duración) el protagonista parece más un avatar que otra cosa. Hasta Scorsese ha reconocido que dichos avances tecnológicos harán desaparecer el maquillaje. Se ha quedado corto. Qué quieren que les diga: nos chirría tanto el truco que perdemos hasta el hilo de la historia preguntándonos cuánto faltará para prescindir completamente de los actores.

No obstante, 210 minutos dan para mucho, hasta para brillantes secuencias, para detalles del buen realizador que es Martin Scorsese. Los hay a lo largo del metraje, lo que en parte compensa aguantar hasta el final. Destacamos dos aspectos muy relacionados entre sí, que de alguna manera representan una novedad: el extremado realismo en las escenas de los asesinatos, que Scorsese presenta con toda su crudeza, sobriedad e inmediatez para provocar un efecto de rechazo en el espectador. El mismo, y aquí viene el segundo elemento, que el distanciamiento de la hija del irlandés. El punto de vista de la pequeña a lo largo de la historia es el de la sociedad misma, que lejos de engrandecer la figura del héroe de la cinta, lo que hace es ponerlo en el lugar que le corresponde. Algo parecido a lo que Hawks hizo al final de Scarface con aquel mensaje que alertaba a la audiencia para que nadie viera en el personaje un ejemplo a seguir.

Antes de finalizar (vale, Martin, todos nos pasamos de tiempo), habría que comentar la interpretación de Robert De Niro. El actor, prisionero de él mismo en las últimas décadas, con trabajos que rozaban la sobreactuación al repetir una y otra vez el mismo registro, ya sea en parodias o en dramas, aquí, sin embargo, presenta un trabajo contenido en la línea de aquel lejano de la excelente El Padrino II. Bien por De Niro. Una actuación más que digna… 

Pero de quién: ¿de Robert De Niro, o de su avatar?



lunes, 2 de diciembre de 2019

EN LA PLAYA DE CHESIL (On Chesil Beach de Dominic Cooke, 2017)

Han pasado casi diez años desde que se anunciase la adaptación a la gran pantalla de “Chesil Beach”, la premiada novela de Ian McEwan. Después de numerosos retrasos, de directores que abandonaron el proyecto antes de que este arrancase, y de productores que retiraron el dinero por diversos motivos, después de tanto tiempo, por fin hemos podido ver la esperada cinta. Dirigida por Dominic Cooke ––su primer largometraje–– y protagonizada por una de las actrices de moda, Saoirse Ronan. La película no acaba de ser redonda del todo, pero contiene algunos aspectos interesantes que vamos a analizar.


La trama de En la playa de Chesil en un principio es bastante simple: una noche de bodas fallida da al traste con la prometedora relación entre Edward (Billy Howle) y Florence (Saoirse Ronan). De una premisa tan sencilla, McEwan desarrolla una historia tan compleja como complejo es el ser humano. Y no solo por el hecho de la dificultad intrínseca que habita en toda relación de pareja, sino por la influencia de terceros, del contexto social, de la educación recibida y de la lucha generacional.

La historia ambientada al principio de los años sesenta, navega por ese mar de dudas que distinguió a los jóvenes nacidos durante la Segunda Guerra Mundial. La nula educación sexual de los protagonistas se une al enrarecido ambiente familiar causado por la diferencia de clases. Florence, la hija mayor de un acomodado empresario, aspira a concertista mientras que Edward, de familia obrera, se somete a trabajar en la fábrica de su suegro. Prejuicios sociales, diferentes ambiciones ––o la carencia de ellas––, insalvable distancia generacional entre padres e hijos, incertidumbre relacionada con el contexto de una guerra fría en pleno auge, son algunos de los elementos apuntados por el novelista Ian McEwan, a la sazón guionista de la película. El escritor de Expiación (adaptada al cine en 2007 por Joe Wright, con bastante más brillantez, y también con la presencia de Saoirse Ronan en el reparto), veterano, pues, en estas lides, contrasta con la inexperiencia del director, Dominic Cooke, que, no obstante, sale bien parado en la conducción de una película nada fácil de gestionar.


Parte del éxito de Cooke descansa en el excelente trabajo de Saoirse Ronan. Actriz que suma una buena actuación más a su dilatada carrera, con tres nominaciones a los Óscar cuando apenas cuenta con veinticinco años. Es cierto que no suele apartarse de su registro más característico, el de joven díscola, pero contenida en su actuación. El que le vimos cuando encarnaba a la niña que provocaba el drama en la citada Expiación; el de la adolescente protagonista de, quizás su mejor interpretación hasta el momento, Lady Bird (Greta Gerwick, 2017); o, ahora, el de la líder de un cuarteto de cuerda, que, sin embargo, se muestra insegura, por momentos aterrorizada, frente al sexo.

Buena, por tanto, la dirección de actores de Dominic Cooke, que, si bien se estrena en la realización, no es ni mucho menos ajeno al mundo del espectáculo. Director de teatro consagrado (nada menos que miembro de la Orden del Imperio Británico) se nota su paso por las tablas en la puesta en escena de En la playa de Chesil. Aunque la propia trama pide una película intimista, el intento de “airear” la narración por parte de Cooke no funciona mal: en primer lugar, utiliza el recurso del flashback para ir desgranando poco a poco los motivos por los cuales la pareja fracasa en el primer día de su flamante boda. En segundo lugar, se adapta muy bien al formato panorámico tanto en las tomas interiores, como en las exteriores. Además, se apoya en la música de forma más que adecuada: clásica, cuando se trata de describir aspectos de la vida de Florence, y moderna, cuando la imagen se centra en Edward, en su transitar por una vida sin aspiraciones. Un personaje, este, que encajaría perfectamente en cualquier película del Free Cinema; aquel movimiento cinematográfico británico de los años sesenta que tan memorables filmes dejó.

Pero, sin duda, lo mejor del largometraje, es la secuencia que transcurre en la playa del título. Una escena simbólica que resume toda la trama. Es la metáfora que refleja las dificultades por las que atraviesa la pareja, y el intento fallido por superar la crisis. La playa desierta, sin arena, solo de piedras, por donde camina Florence con dificultad, y la barca varada en el pedrisco, donde ella se sienta, no auguran nada bueno. Una singladura que no arranca; un problema que se presenta desmedido, sin solución, o al menos sin que Edward se sienta capaz de resolverlo cuando, en uno de los mejores planos de la cinta, se desespera insignificante ante el inmenso piélago azul que es la mar.
 






lunes, 18 de noviembre de 2019

PALMARÉS DEL XVI FESTIVAL DE CINE EUROPEO DE SEVILLA 2019

Sin darnos cuenta ha finalizado, casi de repente, el certamen cinematográfico de este año. Ha sido de sopetón, pues ya estábamos acostumbrados a la ––bendita–– rutina de ir al cine como mínimo dos veces al día. La última película a la que hemos asistido es la nueva propuesta de Roy Andersson, visitante asiduo del festival, que nos ha dejado su típica obra ácida a base de sketches. Sobre lo infinito es una sucesión de cuadros satíricos marca de la casa, donde Andersson se mueve como pez en el agua. Quizás menos brillantes, incluso más serios (el público sonreía, pero no reía, al menos no siempre), que en otras ocasiones, pero igual de ingeniosos que siempre.

Antes de presentar el palmarés del festival, y a modo de conclusión general, tengo que decir que ha sido una fantástica experiencia debido a las muy buenas producciones a las que hemos tenido la suerte de asistir. Sin duda, uno de los mejores años. Dicho esto, acabamos de recibir de la organización del festival el fallo de los distintos jurados, y la lista de los premios otorgados es la siguiente:

GIRALDILLO DE ORO | GOLDEN GIRALDILLO
Película | Film: MARTIN EDEN
Dirigida por | Directed by: Pietro Marcello

GRAN PREMIO DEL JURADO | GRAND JURY AWARD
Película | Film: TECHNOBOSS
Dirigida por | Directed by: João Nicolau

PREMIO A LA MEJOR ACTRIZ | BEST ACTRESS AWARD
Actriz | Actress: Ex aequo Marta Nieto y Zorica Nusheva 

PREMIO AL MEJOR ACTOR | BEST ACTOR AWARD
Película | Film: EL TRAIDOR
Actor | Actor: Pierfrancesco Favino

PREMIO A LA MEJOR DIRECCIÓN | BEST DIRECTOR AWARD
Película | Film: SINÓNIMOS 
Dirigida por | Directed by: Nadav Lapid

PREMIO AL MEJOR GUION | BEST SCREENPLAY AWARD
Película | Film: LA GOMERA 
Guionista | Screenwriter: Corneliu Porumboiu

PREMIO A LA MEJOR DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA | BEST CINEMATOGRAPHY AWARD
Película | Film: ATLANTIS
Director de Fotografía | Cinematographer: Valentyn Vasyanovich 

MENCIÓN ESPECIAL DEL JURADO | JURY SPECIAL MENTION
Dirigida por | Directed by: Lorenzo Mattotti 

PREMIO A LA MEJOR PELÍCULA DE LA SECCIÓN LAS NUEVAS OLAS | THE NEW WAVES SECTION BEST FILM AWARD
Película | Film: ABOU LEILA
Dirigida por | Directed by: Amin Sidi-Boumédiène

PREMIO ESPECIAL LAS NUEVAS OLAS | SPECIAL AWARD THE NEW WAVES
Película | Film: A RUSSIAN YOUTH
Dirigida por | Directed by: Alexander Zolotukhin

RECONOCIMIENTO A LA DIRECCIÓN CINEMATOGRÁFICA | AWARD TO THE CINEMATOGRAPHIC DIRECTION
Película | Film: ARIMA
Dirigida por | Directed by: Jaione Camborda

MEJOR PELÍCULA LAS NUEVAS OLAS-NO FICCIÓN | THE NEW WAVES-NON FICTION BEST FILM AWARD
Película | Film: ZUMIRIKI 
Dirigida por | Directed by: Oskar Alegria 

MENCIÓN ESPECIAL | SPECIAL MENTION
Película | Film: SPACE DOGS 
Dirigida por | Directed by: Elsa Kremser y Levin Peter 

PREMIO DELUXE AL MEJOR DIRECTOR ESPAÑOL DE LAS SECCIONES COMPETITIVAS | DELUXE AWARD TO THE BEST SPANISH DIRECTOR OF THE COMPETITIVE SECTIONS
Película | Film: BARZAKH 
Dirigida por | Directed by: Alejandro Salgado 

MEJOR PELÍCULA REVOLUCIONES PERMANENTES | ENDLESS REVOLUTIONS BEST FILM AWARD
Película | Film: BAIT 
Dirigida por | Directed by: Mark Jenkin 

PREMIO CINÉFILOS DEL FUTURO | CINEPHILES OF THE FUTURE AWARD
Película | Film: LA VIDA ESCOLAR
Dirigida por | Directed by: Grand Corps Malade, Mehdi Idir

PREMIO EUROPA JÚNIOR | JUNIOR EUROPE AWARD
Dirigida por | Directed by: Lorenzo Mattotti

GRAN PREMIO DEL PÚBLICO | GRAND AUDIENCE AWARD
Película | Film: AND THEN WE DANCED 
Dirigida por | Directed by: Levan Akin

PREMIO EURIMAGES A LA MEJOR COPRODUCCIÓN EUROPEA | EURIMAGES AWARD TO THE BEST EUROPEAN COPRODUCTION
Película | Film: DE REPENTE, EL PARAÍSO
Dirigida por | Directed by: Elia Suleiman

PREMIO ROSARIO VALPUESTA AL MEJOR CORTOMETRAJE PANORAMA ANDALUZ | THE BEST ANDALUSIAN PANORAMA SHORT FILM ROSARIO VALPUESTA AWARD
Película | Film: LITORAL
Dirigida por | Directed by: Juanjo Rueda

PREMIO ESPECIAL ROSARIO VALPUESTA A LA CATEGORÍA ARTÍSTICA DE PANORAMA ANDALUZ/CORTOMETRAJES | SPECIAL ROSARIO VALPUESTA AWARD FOR ARTISTIC CATEGORY OF THE ANDALUSIAN PANORAMA/SHORT FILMS
Película | Film: FOREIGNER
Dirigida por | Directed by: Carlos Violadé

XII PREMIO EUROPEO DE CINE – GUION CORTOMETRAJE
‘UNIVERSIDAD DE SEVILLA’ 2019, MODALIDAD FICCIÓN | XII EUROPEAN FILM AWARD ‘UNIVERSIDAD DE SEVILLA’ 2019, FICTION
Película | Film: MI VIDA AL PRINCIPIO
Dirigida por | Directed by: Ana Puentes

XII PREMIO EUROPEO DE CINE – GUION CORTOMETRAJE 
‘UNIVERSIDAD DE SEVILLA’ 2019, MODALIDAD NO FICCIÓN | XII EUROPEAN FILM AWARD ‘UNIVERSIDAD DE SEVILLA’ 2019, NON FICTION
Película | Film: FUERA DE LA LEY
Dirigida por | Directed by: Rafael Giner

PREMIO ASECAN A LA MEJOR PELÍCULA DE LA SECCIÓN OFICIAL | OFFICIAL SEC-TION ASECAN BEST FILM AWARD 
Película | Film: EL REFLEJO DE SIBYL 
Dirigida por | Directed by: Justine Triet

PREMIO WOMEN IN FOCUS MEJOR PELÍCULA DE LA SECCIÓN OFICIAL | ‘WOMEN IN FOCUS’ BEST FILM OF THE OFFICIAL SECTION AWARD
Dirigida por | Directed by: Teona Strugar Mitevska

MEJOR ÓPERA PRIMA DE LAS SECCIONES OFICIAL Y NUEVAS OLAS | BEST FIRST FILM AWARD OF THE OFFICIAL AND THE NEW WAVES SECTIONS
Película | Film: TAKE ME SOMEWHERE NICE
Dirigida por | Directed by: Ena Sendijarevic

PREMIO OCAÑA A LA LIBERTAD | OCAÑA AWARD TO FREEDOM 
Película | Film: AND THEN WE DANCED
Dirigida por | Directed by: Levan Akin

Además de las buenas propuestas de este año, tengo que decir que estamos bastante de acuerdo con el reparto de premios o, mejor dicho, con el listado de las películas que han obtenido galardón por uno u otro motivo.

Que Martin Eden se haya llevado el Giraldillo de Oro ha sido una satisfacción porque la cinta, sin duda se lo merece. En palabras del jurado, el largometraje de Pietro Marcello ha conseguido el galardón “Por la intensa y vibrante forma en la que retrata el arco vital de su protagonista en continuo diálogo con la historia de Italia y por su decidida apuesta por el potencial narrativo del material de archivo en el contexto de una película de ficción”.

También ha sido justo premiar el buen guion de La Gomera, y las excelentes actuaciones de Marta Nieto (Madre) y Zorica Nusheva (Dios existe, su nombre es Petrunya), que se han llevado ex aequo el premio a la mejor actriz. No menos increíble ha sido la interpretación de Pierfrancesco Favino (El traidor), merecedora del galardón al mejor actor por “La manera en que su interpretación obliga a la audiencia a preguntarse: ¿De dónde viene esta súbita honestidad? ¿Cuánto tiempo será capaz de mantenerla? ¿Qué hondura alcanza dicha honestidad?”. 



Asimismo nos alegramos de la mención especial (y premio Europa Junior) a esa maravilla que es La famosa invasión de los osos en Sicilia; del premio EURIMAGES a De repente, el paraíso; y del galardón Women in Focus a Dios existe, su nombre es Petrunya.

Reconocemos que el trío formado por Martin Eden, El traidor y Madre, era nuestro favorito para repartirse los premios de la Sección Oficial. La primera por lo original de la propuesta, la segunda porque nos dejó noqueados y pegados al asiento las dos horas y media que duró el brillante metraje de Marco Bellocchio; y la tercera, porque creo que la cinta de Sorogoyen ha sido el mejor arranque del festival desde que asisto a él, y ya van diez años. Justo palmarés, pues, y fortuna para nosotros que hemos podido asistir a la mayoría de las películas que han obtenido los premios importantes de la muestra. Solo nos queda esperar que el año que viene sea, como poco, igual que este. Por nuestra parte, intentaremos estar aquí para contarlo.




domingo, 17 de noviembre de 2019

LA FAMOSA INVASIÓN DE LOS OSOS EN SICILIA (The Bears' Famous Invason of Siciliy de Lorenzo Mattoti, 2019); EL TRAIDOR (Il traditore de Marco Bellocchio, 2019)

NOTA: La famosa invasión de los osos en Sicilia fue uno de los largometrajes seleccionados en el canal de cine online de Filmin, Ventana cinéfila, durante el XIX festival de cine europeo de Sevilla 2022.

Última jornada del XVI Festival de Cine Europeo de Sevilla, que dio bastante de sí con un par de producciones italianas que compiten por el Giraldillo de Oro en la Sección Oficial. Ambas muy diferentes en género y temática, pero con un nexo en común: las dos se desarrollan en Sicilia. La primera de ellas, La famosa invasión de los osos en Sicilia, es una fábula animada con el particular sello del veterano ilustrador Lorenzo Mattotti. El director, que debutaba en la gran pantalla, presentó su obra con ilusión en una sala entregada. Seguro que a los aficionados a la animación no les defraudó la espectacular estética de este cuento infantil con jugosas referencias a algunos males de nuestra sociedad: gobiernos para las minorías, injusticias sociales, discriminación racial, lucha generacional, y algunas más que a nadie se le escapan.

No obstante, nuestro interés iba por otro lado, por la nueva película de otro cineasta veterano, Marco Bellocchio, con una trayectoria impecable, que cuenta con obras maestras como Las manos en los bolsillos (I pugni in tasca, 1965) ––nuestra preferida de siempre–– hasta películas recientes como Buenos días, noche (2003).


Precisamente, en la línea de Buenos días…, que narra el secuestro y posterior asesinato de Aldo Moro, se sitúa su reciente película, basada también en hechos reales: El traidor. Un biopic de los últimos años de vida del capo de la Cosa Nostra, Tommaso Buscetta, centrado en la célebre delación del criminal al no menos famoso juez Falcone, gracias a la cual se pudo dar un golpe casi mortal a la organización criminal siciliana. Los que tenemos ya algunos años, recordamos perfectamente aquel juicio. Nombres como Totò Riina, el propio juez Giovanni Falcone ––algunos también se acordarán de aquella película sobre el magistrado interpretada por Michele Placido––, o el político Giulio Andreotti, fueron tan familiares como los terribles asesinatos que se cometieron después de la sentencia.

Para desarrollar esta excelente película, Bellocchio la estructura en cuatro partes, a cada cual mejor: a saber, la primera es una especie de prólogo padriniano, donde el director parafrasea a Coppola ––y a Shakespeare–– con unos festejos que sirven de presentación de los personajes de la tragedia. La segunda parte se ocupa de las entrevistas y de la relación entre Buscetta y Falcone; la tercera se centra en el juicio; y la última en las consecuencias de la condena a los mafiosos.




Bellocchio lleva ya unos cuantos años con un cine más convencional, digamos menos personal, que el de sus primeras cintas, lo cual no quiere decir que sea peor. Sin embargo, con El Traidor (igual que con la tan citada Buenos días, noche), ofrece destellos de sus comienzos con algunas escenas como las de los interrogatorios a Tommaso por parte de Falcone (esa cajetilla de tabaco que va y viene); o las secuencias de las detenciones (Riina dando vueltas a una rotonda mientras una hiena hace lo mismo en la jaula de un zoo).

Son detalles de buen cineasta, que parece revivir aquellos años sesenta y setenta donde una verdadera marea de películas de denuncia política inundaba las pantallas italianas. Filmes tan buenos como El caso Mattei, Sacco y Vanzetti, Excelentísimos cadáveres, Investigación sobre un ciudadano libre de toda sospecha, Salvatore Giuliano, y un largo etcétera, fueron realizados por directores de la generación de Bellocchio, como Giuliano Montaldo, Elio Petri o Francesco Rosi. Cineastas de ayer y de hoy que siguen dando su opinión acerca de la Mafia o de la corrupción de los que nos gobiernan, que a veces son la misma cosa.

Nota: Al escribir estas líneas aún no se había comunicado el palmarés del festival. Ha sido una agradable sorpresa conocer que La famosa invasión de los osos en Sicilia ha ganado dos premios: Mención especial del jurado y el premio Europa Junior. Mientras que El traidor se ha llevado, con todo merecimiento, el premio al mejor actor para Pierfrancesco Favino por su excelente trabajo al dar vida a Tommaso Buscetta.




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sábado, 16 de noviembre de 2019

GLORIA MUNDI (Robert Guédiguian, 2019)

Cuando un director nos atrae especialmente, solemos avisar al comienzo de la correspondiente reseña porque quizás la crítica no sea muy imparcial que digamos. Es el caso del siguiente comentario:


Robert Guédiguian es un director adictivo, al menos para nosotros: cuantas más películas vemos de él, más nos gustan (ver otras reseñas aquí). Y eso que las cintas son parecidas, con la misma estructura, como si fueran remakes unas de otras o secuelas, precuelas, o cualesquiera de los palabros que deseen. Casi todas se desarrollan en Marsella, ciudad donde nació; tratan de dramas sociales en barrios marginales: problemática obrera, discriminación racial o de sexo, o de cualquier tipo; y siempre con el mismo trío de actores desde los años ochenta (Arian Ascaride, que es la pareja de Guédiguian, Jean-Pierre Darroussin y Gérard Meylan).

Todo esto se cumple en Gloria Mundi, aunque con matices. El nuevo guion que propone Guédiguian se centra en la humilde familia Benar y arranca cuando nace la nieta del matrimonio formado por Sylvie (Ariane Ascaride, excelente, ganadora con todo merecimiento de la copa Volpi a la mejor actriz en Venecia) y Richard (Jean-Pierre Darroussin), ella limpiadora y él conductor de autobús. La llegada del nuevo miembro familiar coincide con la salida de la cárcel de Daniel (Gérard Meylan), el primer marido de Sylvie. La vida de los Benar es difícil, pero más lo es la de su hija mayor, la madre del bebé, que apenas llega a fin de mes; todo lo contrario que la pequeña de los Benar, empresaria y dueña de varias tiendas.




A Guédiguian le sucede algo parecido a lo que le ocurre a los hermanos Dardenne (lo comentamos en una reseña reciente de los directores belgas): parece que la edad le afecta en sus convicciones, por las que siempre luchó, y en la intensidad de la narrativa, tanto a la hora de describir a los personajes como a la acción. Todo más explícito y exagerado, menos sutil. Así, los problemas crecen con las nuevas generaciones. Los jóvenes son más intolerantes, amorales y egoístas que sus mayores. Se suceden las infidelidades, las adicciones, la falta de solidaridad y hasta los crímenes. Por otro lado, los mayores se muestran cansados y adolecen de contradicciones (quién le ha visto a Gédiguian y quién lo ve): las huelgas solo sirven para morirse de hambre; los delegados sindicales son unos aprovechados; o los taxistas son unos terroristas frente al respetable capitalismo de los VTC.

Como en otras cintas ––la mayoría––, el trío de actores fetiches de Guédiguian acuden al rescate para salvar a la familia; y a la película. Igual que siempre, las mejores escenas son las que se desarrollan con ellos en pantalla. Las que demuestran la complicidad que existe entre personajes-actores, y el buen hacer del responsable, de Robert Guédiguian, que sabe sacar lo mejor de cada uno de ellos. Son diálogos o silencios estructurados por parejas, o con los tres en el plano, donde predomina el tono crepuscular, ahora cargado de pesimismo, que nos dice lo cansados que se encuentran de luchar por lo mismo de siempre, sin que nada cambie; o si cambia es para ir a peor.




viernes, 15 de noviembre de 2019

DIOS EXISTE, SU NOMBRE ES PETRUNYA (Gospod postoi, imeto i’ e Petrunija de Teona Strugar Mitevska, 2019)

Continuamos con el realismo más descarnado en las propuestas cinematográficas que nos llegan del Este, aquí en el festival de cine europeo de Sevilla. En esta ocasión son dos películas con un nexo en común: la religión. La primera viene de Letonia para narrar las desventuras de Oleg (así se titula la cinta), un carnicero que busca mejores oportunidades en Bélgica, como miles de inmigrantes. Las cosas no le pueden ir peor al protagonista cuando, después de quedarse en paro en el país extranjero, va a parar al seno de una mafia polaca, que explota a gente como él para utilizarlos como esclavos en diversos actos delictivos. Lo original de la producción no viene de la denuncia de actividades que son el pan nuestro de cada día, sino de cómo se lo toma Oleg, que cree que es el Cordero de Dios revivido, que su existencia es un Vía Crucis y su destino el sacrificio.

El otro filme es el que más nos interesaba por competir en la Sección Oficial. Una cinta dirigida por Teona Strugar Mitevska, nacida en Macedonia, de donde también procede Dios existe, su nombre es Petrunya.


Petrunya es una joven licenciada en historia, de familia humilde, que ya ha cumplido la treintena, pero sigue desempleada. En la última entrevista de trabajo la han rechazado porque “no sirves ni para que me acueste contigo”. Desesperada, se cruza con una popular ceremonia religiosa donde un pope ortodoxo lanza un crucifijo sagrado al río. La tradición dice que el primer hombre que lo rescate de las aguas tendrá un año de buena suerte. La sorpresa es que ha sido una mujer ––Petrunya–– la que ha realizado la gesta.

Si piensan que la película es una reivindicación feminista, aciertan, pero se quedan cortos porque el filme se basa en hechos reales. Va más allá cuando el fuerte personaje principal se niega a devolver la cruz. «Ha robado la cruz, la ceremonia no es para ellas», dicen los curas, los policías y los que se lanzaron al río. Sin saber a qué atenerse, lo primero que hacen los hombres en un país de hombres, es detener a Petrunya, luego ya veremos.



La misma directora nos presentó la película en una sala abarrotada: “Mi madre decía que si no tienes nada que contar, no nos hagas perder el tiempo”. Pero Teona sí tiene algo que contar tres lustros después de que se distribuyera en España el último largometraje macedonio (Antes de la lluvia de Milko Manchevski, 1994). Una mujer se lanza a un río lleno de hombres es la metáfora con la que arranca el filme de Teona, que transcurre en su mayor parte entre las cuatro paredes de una comisaria. Dependencias policiales que se ven amenazadas por una muchedumbre de machistas ofendidos, que esperan poder linchar a Petrunya.

El puñetazo en la mesa de Petrunya ––y el de Teona–– por la igualdad de sexo se narra desde dos puntos de vista: desde el de la directora, claro, pero también desde la cámara de la periodista que asiste al drama, es decir, desde la audiencia, desde el espectador. La realizadora se escuda en el ojo público para saltarse las normas de encuadre, foco y luz y hacer más tensa e intensa la acción, que muchas veces se desarrolla fuera de cámara. Es como si la cineasta, con dicha técnica, se pusiera del lado de Petrunya: enfrentándose a las normas, saltándoselas.





jueves, 14 de noviembre de 2019

LITTLE JOE (Jessica Hausner, 2019)

En la mitad del recorrido del festival de cine europeo de Sevilla, hemos asistido a un nuevo proyecto de la peculiar directora austriaca Jessica Hausner. La realizadora prueba suerte de nuevo en la Sección Oficial después de haber ganado el Giraldillo de Oro en 2009 con Lourdes.


Con Little Joe, la realizadora abunda en la línea aséptica en la forma y en el interés por lo fantástico y lo místico en la temática. Ambos elementos ya vistos en Lourdes, aunque su nuevo filme sea algo diferente: Alice (Emily Beechan, a la sazón flamante ganadora del premio a mejor actriz en Cannes) es una científica que gracias a la biotecnología y a la Ingeniería Genética acaba de crear una planta revolucionaria a la que le ha puesto el nombre de su hijo: Joe. En teoría, el aroma de la flor de dicho vegetal genera felicidad a todo aquel que lo aspira. Sin embargo, algo parece haber fallado cuando el cambio que se experimenta al oler la fragancia es tan radical que nadie parece ser la misma persona.

A partir de aquí la trama evoluciona hacia un remedo de La invasión de los ladrones de cuerpos (Invasion of the Body Snatchers, Don Siegel, 1956), pero con humor desdramatizado, si es que se puede decir así, tal es el estilo frío, congelado, de Jessica Hausner. El espectador ––y un servidor–– se pregunta cuál es el mensaje que nos quiere transmitir la directora, cuál es la metáfora, si es que la hay. En la cinta de Siegel estaba claro que los alienígenas eran trasuntos de los soviéticos en plena Guerra Fría; en la de Hausner mucho nos tememos que la comedura de coco tiene que ver con las nuevas tecnologías.


Little Joe es, por tanto, una película que podría pertenecer a la ciencia-ficción, pero también a la nueva línea de cintas europeas que navegan entre el surrealismo y la comedia. Obras como las del griego Yorgos Lanthimos, por ejemplo. De hecho, Ben Whisham, el actor que le da la réplica a Emily Beechan en Little Joe, formó parte del elenco de Langosta (Lobster, 2015), uno de los largometrajes más locos y mejores de Lanthimos, cineasta también asiduo al certamen sevillano.

Lanthimos, Hausner (¿incluimos a Ruben Ostlund?), generación de directores que quieren explicar los males de la sociedad actual, el contexto tecnológico y el político con guiones originales que rozan el absurdo. Son historias narradas desde una austeridad muy estudiada y desde el minimalismo más radical en la puesta en escena para darle todo el protagonismo a la imagen. Y, sobre todo, con bastante humor, pero con el suficiente dramatismo para que la crítica no caiga en saco roto y nos haga, sonreír sí, pero también pensar.





miércoles, 13 de noviembre de 2019

MARTIN EDEN (Pietro Marcello, 2019)

Cuarto día e interesante filme el que hemos visto en la Sección Oficial del festival de cine europeo de Sevilla: una coproducción franco-italiana dirigida por Pietro Marcello, que aborda de una forma curiosa el clásico de Jack London, Martin Eden.


No es la primera vez que se lleva a la pequeña y a la gran pantalla la novela de London. Mientras El barco de la muerte (The Adventures of Martin Eden de Sidney Salkow, 1942), acaso la más célebre de todas las adaptaciones, incluye bastante metraje acerca de las aventuras náuticas del protagonista, en la flamante película de Pietro Marcello es la vida, digamos amorosa y político-filosófica del protagonista la que centra la atención del realizador.

La trama de Martin Eden es conocida y se supone que es una autobiografía no admitida por su autor:  Eden (Luca Marinelli) es un marinero sin estudios ni educación, que conoce a una aristócrata y se enamora de ella. Del amor surge el afán de querer pertenecer a la misma clase social que su amada. Para conseguir su propósito, dedica todo su tiempo a leer y a estudiar. Actividades que le forman política y socialmente, e incluso logran elevar sus aspiraciones. Las cosas cambian, cuando le confiesa a su novia que quiere ser escritor.

Lo original de la versión del realizador italiano es la forma en cómo resuelve la ambientación de la cinta: lo hace de forma atemporal con una suerte de saltos anacrónicos desde las luchas sociales de primeros de siglo XX (contemporáneas a London) hasta la actualidad, pasando por la llegada del fascismo. Editado todo ello sin aparente orden, como si el cineasta quisiera decirnos que la influencia de las ideas nietzscheanas y el individualismo acérrimo del protagonista ––el de la novela, y el que le achacaron al propio London, aunque él siempre lo negó––, a pesar de que fueron utilizados por los fascistas para subir al poder, parece que han llegado a nuestros días intactos.

Buena, por tanto, y actual adaptación del libro con otro activo importante: la excelente actuación de Luca Marinelli, que ya consiguió la Copa Volpi al mejor actor en Venecia. Marinelli borda los dos registros, casi antagónicos, del personaje: el de joven marinero enamorado y ansioso por aprender, con toda la vida por delante; y el de escritor consagrado, autodestructivo, embriagado por sus propias ideas, y asqueado de todo y de todos.





martes, 12 de noviembre de 2019

EL JOVEN AHMED (Le jeune Ahmed de Jean-Pierre y Luc Dardenne, 2019)

En el tercer día de cine europeo, aquí en el festival sevillano, pudimos ver dos películas muy diferentes: una de la sección oficial, la otra de la EFA, la primera compite por el Giraldillo de Oro, la segunda por el premio del público. La Gomera es el título de la película del director rumano Corneliu Porumboiu que aspira al galardón dorado. Una cinta entretenida de cine negro, con mucho humor del mismo color, y con una trama y estructura confusas, muy propias del género. Los giros inesperados de La Gomera son tan cambiantes como lo es la personalidad de cada uno de los protagonistas. Nada ni nadie es lo que parece en una historia que gira alrededor del…¡silbo!, lenguaje en el que se comunican los canarios que viven en la Gomera.

A pesar de una sesión tan divertida, pero convencional, nuestra primera opción en este día era ver el nuevo filme de los hermanos Dardenne: El joven Ahmed. Reconocemos nuestra afición al realismo que practican los belgas y de ahí la expectación ante una cinta que venía con el premio al mejor director de Cannes bajo el brazo.


Luc y Jean-Pierre Dardenne tienen un estilo personal inconfundible. Si uno tiene la suerte de asistir a alguna de sus producciones, no harían falta créditos para enseguida encuadrar el largometraje entre su ya extensa y excelente filmografía. En El joven Ahmed la cámara sincera de los Dardenne sigue y persigue al personaje del título de forma casi subjetiva y obsesiva, como obsesiva es la radicalización del joven adolescente.
  
En efecto, el chaval, que debería estar saliendo con sus amigos, jugando al fútbol, o ligando con niñas de su edad, sin embargo, se dedica a rezar las cinco veces al día obligatorias de la religión musulmana, a seguir las aviesas indicaciones de su imán, o a coleccionar cuchillos o cualquier cosa que sirva como arma blanca con los que castigar a los infieles.



A pesar de que, como digo, la forma ––realista–– y el fondo ––social–– de la cinta es muy reconocible como perteneciente al cine de los Dardenne, con El joven Ahmed algo parece haber cambiado en el acento, en el tono narrativo de los realizadores. Si comparamos la nueva cinta con obras anteriores suyas como, por ejemplo, El hijo (Le fils, 2002) ––tema parecido: pequeñas/grandes tragedias, niños problemáticos, correccionales, educadores, etc.––, observamos mayor énfasis, explicitud e intensidad en lo que proponen; como si fueran pintores veteranos y estuvieran pasando por una época donde los colores son más vivos.

Suponemos que los recientes hechos acaecidos en su país tienen que ver con tal circunstancia. Porque la cinta es más pesimista que la citada El hijo; porque el suspense y la pertenencia a un género como el thriller se hace más evidente; y porque nadie, ni siquiera ellos, se creen el forzado final ¿feliz? 




lunes, 11 de noviembre de 2019

MR. JONES (Agniezska Holland, 2019)

Segunda jornada aquí en el festival de cine europeo de Sevilla, y primera aproximación al apartado de las películas preseleccionadas para los premios de la European Film Academy (EFA). Precisamente, ayer se anunciaron los nominados de estos galardones y, aunque Mr. Jones, la cinta que vimos el sábado, finalmente no se encuentra entre ellos, sí que nos fuimos satisfechos después de asistir al estreno.


Película histórica, del convulso período de entreguerras y basada en hechos reales, es la ultima obra de la directora polaca Agnieszka Holland. La trama gira alrededor del viaje que hizo a la URSS el periodista galés Gareth Jones con el propósito de entrevistar al mismísimo Stalin. Jones había sido asesor del primer ministro británico y previamente había entrevistado a Hitler; sus consejos sobre la guerra que se avecinaba por desgracia nunca fueron escuchados.

Lo que Jones pretendía era investigar por su cuenta, ya sin el apoyo del gobierno inglés. El reportero intentaba averiguar de dónde procedía la financiación de tanta industria nueva en Rusia y, en especial, de tantos carros de combate. Stalin se preparaba para una guerra, pero las cuentas no salían en un país inmerso en una crisis sin precedentes. Todo parecía indicar que la respuesta se encontraba en Ucrania…

Igual que un buen largometraje polaco precedente, Katyn (Andrzej Wajda, 2007) ––no en vano Wajda fue el mentor de Agnieszka Holland––, Mr. Jones escarba en el pasado para denunciar hechos cruentos que no han sido tenidos demasiado en cuenta, que, digamos han pasado desapercibidos. Los realizadores polacos tienen mucho que reivindicar en su particular memoria histórica. Curiosamente, su punto de mira suele mirar más hacia el Este, hacia sus vecinos eslavos, que hacía el Oeste.


  
El conocido axioma de que la historia la escriben los vencedores tiene mucho que ver en lo oscuro que se encuentran unos hechos que estremecen ahora que salen a la luz. El cine es una herramienta poderosa para poner las cosas en su sitio. La directora polaca, responsable de películas tan importantes como Europa, Europa, lo sabe perfectamente. Por eso ha reunido todos los recursos que le proporciona el medio (imagen, música, sonido, excelentes actores, puesta en escena), y toda su energía de gran cineasta, para rodar con vigor una historia que, por momentos, se transforma en la lucha de Mr. Jones por sobrevivir. Una trama que posee la fuerza necesaria para denunciar ante el mundo la catástrofe humana que inspiró a un tal George Orwell para ponerse a escribir “Rebelión en la granja”.

El estilo de Holland es potente, y cinéfilo, con escenas de transición deudoras de movimientos cinematográficos como el de los realizadores de vanguardia europeos, los que filmaban obras maestras como La rueda (Abel Gance, 1923) en aquellos años de locura y crisis. Holland recurre a esas secuencias para tomar carrerilla ante lo que se avecina. Cada vez que Jones se embarca en un viaje, la cámara nerviosa de la realizadora entra en escena; también cuando la mente del protagonista se vuelve turbia como consecuencia de una orgía humana. Orgías de cualquier clase, todas como consecuencia de la decadencia del ser humano; de la humanidad.



domingo, 10 de noviembre de 2019

DE REPENTE, EL PARAÍSO (It Must Be Heaven de Elia Suleiman, 2019)

La segunda película de la sección oficial que hemos visto en el festival de cine europeo de Sevilla, ha resultado ser un experimento desigual, no del todo fallido, que por momentos arranca las risas del público.


El palestino Elia Suleiman escribe, dirige y protagoniza una comedia surrealista al estilo de las películas de Roy Andersson (del que, por cierto, esperamos ver aquí, en pocos días, su última propuesta). Sin apenas palabras, el realizador árabe asiste perplejo a escenas cotidianas en diversos países mientras espera conseguir financiación para una película; para esta misma cinta.

Suleiman no tiene mucho éxito. Las razones por las que le rechazan su obra tienen que ver con una trama que podría ocurrir en cualquier país (como si Palestina no fuera cualquier país), y no lo que se supone debe acontecer en un pueblo sometido, prácticamente en guerra. Los sucesivos productores esperan que la cinta de un director palestino haga referencia a la intifada, a los atentados, a la invasión hebrea, al bloqueo económico o a la reivindicación como nación.

El cineasta, a modo de sátira, se queda perplejo con esta situación, y con todo lo que presencia lejos de su patria; pero también en su propia ciudad, donde deja algún títere con cabeza. Ahí reside lo irregular de su obra: la crítica es parcial. El ejemplo más claro es el del arranque. Quizás el episodio más gracioso, casi lo mejor de la película, una broma con la religión católica de fondo. Bien, pero ¿dónde está la denuncia de la otra parte?



Aunque la ejecución resulte algo intencionada, la idea de partida es buena: para los habitantes de París o Nueva York, un palestino puede sonar muy lejano, como de otro planeta. Es normal que se asocie con el conflicto árabe-israelí, y que su presencia pueda parecer hostil o, como poco, exótica y extraña. Sin embargo, con De repente, el paraíso, Suleiman le da la vuelta a dicha premisa cuando se interpreta a sí mismo, desconcertado (acierta la organización del festival al compararlo con Tati o con Buster Keaton), con la mirada impasible asegura que el mundo llamado occidental es aún más bizarro que el de su patria.

Organizado en sketches, el largometraje toma la apariencia de falso documental y, progresivamente, distorsiona la realidad para demostrar la tesis del director. Así, se suceden las persecuciones policiales, como si fueran coreografías de un musical; o la violencia, las restricciones a la libertad, la desigualdad social y racial son tan habituales como las armas que portan los ciudadanos, igual que si fueran complementos de moda. Hasta la irónica música del final va en ese mismo camino: los locos son los otros; o, lo que es lo mismo: los palestinos son personas como todas las demás.







sábado, 9 de noviembre de 2019

MADRE (Rodrigo Sorogoyen, 2019)

Arranca el XVI festival de cine europeo de Sevilla con una buena película española, la última dirigida por Rodrigo Sorogoyen. El realizador madrileño ha logrado extender su multipremiado corto homónimo ––recordemos que Madre (2017) fue nominado al Óscar al mejor corto–– hasta conseguir un largometraje muy atractivo que inaugura con buen pie la sección oficial del certamen andaluz.


El comienzo de la cinta es exacto al del corto: un thriller intenso con introducción, desarrollo y conclusión. Una mujer (Marta Nieto) recibe la llamada de su hijo de seis años desde una playa en algún lugar cercano a la frontera entre Francia y España. El niño disfruta de unas vacaciones junto a su padre, el ex de la protagonista. La inocente y alegre comunicación, de un verano en un principio luminoso, como lo es el apartamento de la joven madre, se transforma progresivamente en algo más serio y del todo inesperado: el niño está solo en una playa vacía, no hay rastro de su padre y se está quedando sin batería...

Comienzo, sin duda, inquietante apoyado en un largo plano secuencia que cumple el doble objetivo de proporcionar la adecuada tensión a la escena, y el de aplicar la síntesis narrativa que requiere la trama, o, como dirían otros, el tour de forcé técnico para lucimiento del realizador. Los dos valen, y la secuencia finaliza en un pasillo oscuro; la cinta también. A continuación, Sorogoyen propone un viaje en el tiempo, que parece más un salto a una realidad paralela. ¿Qué habría pasado si hubieras perdido a tu hijo?, se puede preguntar el espectador.



La respuesta es Madre. A partir de ahí, el filme evoluciona de nuevo, esta vez de un thriller a un drama donde nunca se abandona el suspense. Entonces, el director nos habla del descenso a los infiernos de la intolerancia y la locura, del abandono en el dulce sopor de la apatía y la nostalgia; pero también de las segundas oportunidades y, claro, del amor. Del amor materno, del adolescente, del desamor… de prácticamente un recorrido por todas las posibles facetas de ese sentimiento tan afín al ser humano; a veces tan incomprendido por el que no lo ha experimentado.

Conseguida la atención del público con ese espléndido arranque, Sorogoyen puede dedicarse a una estudiada puesta en escena y a un guion circular que se desarrolla entre ambos países, fronterizo, pero no solo en el sentido literal. Porque Madre es una película de contrastes donde se enfrentan la penumbra de los platós con la claridad del paisaje marino; donde se lucha a brazo partido en el interior de la protagonista: salir del pozo o seguir en él.

Buena película, por tanto, a la que auguramos próximo éxito en cartelera para un director que vive en estado de gracia desde aquel corto, y desde que El reino se hiciera con nada menos que siete goyas. Atentos, pues, a Madre.



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