lunes, 17 de febrero de 2020

2 X 1: "LA DAMA DE PICAS" y "SECRET PEOPLE" (Thorold Dickinson)

La dama de picas (The Queen of Spades, 1949)

Si hablamos de Luz que agoniza, o de Luz de gas, como prefieran, enseguida nos viene a la mente la excelente película de George Cukor (1944), con papeles inolvidables para Ingrid Bergman y Charles Boyer. Sin embargo, cuatro años antes, se realizó Gaslight, la primera versión para la gran pantalla de la obra de teatro homónima de Patrick Hamilton. Una cinta tan buena como la de Cukor, a cargo de un director británico en absoluto desdeñable: Thorold Dickinson.

Precisamente, de Dickinson vamos a comentar hoy dos interesantes filmes que dirigió en los años de la posguerra. Un realizador con gran habilidad para contar historias de misterio e intriga, que se nos antoja muy en la línea del cine británico formal tan caro a Alfred Hitchcock o a Carol Reed. De hecho, el primer largometraje que nos atañe, La dama de picas, bien podría haberlo firmado cualquiera de ellos.

El guion de La dama de picas, basado en el relato corto de Alexander Pushkin, narra la historia de un hombre obsesionado por la leyenda de la mujer que vendió su alma al diablo. La lady en cuestión ansiaba conocer el secreto de los tres naipes que proporcionan la fortuna en el juego.



Para conseguir el objetivo de hablar con aquella mujer condenada (ahora ya una anciana), el protagonista no duda en seducir a la sobrina que vive con ella. Esa, y no otra, es la verdadera víctima del drama: la joven que piensa que sus días de soledad han terminado y finalmente alguien se ha enamorado de ella.

Un libreto muy atractivo, con un excelente decorado de Oliver Meseel, que se podría encasillar dentro del melodrama gótico o del cine fantástico. Incluso del cine de terror, si nos atenemos al último tercio de la película y a la actuación de Anton Walbrook. La presencia siempre inquietante del actor austríaco hace que la cinta gane en interés ––ya colaboró con Dickinson en Gaslight, con excelentes resultados––. En La dama de picas, el personaje que encarna Walbrook se siente casi más atraído por el poder que da el hecho de hacer un trato con Satanás que por la ambición más prosaica de hacerse rico.


 

Secret People (1952)

Estamos en Londres, en el período entreguerras. Un terrorista vuelve con su antigua novia después de años desaparecido. Lo que parece un encuentro casual, no lo es tanto cuando el asesino pretende incluirla en su plan de matar a un dictador extranjero; precisamente al responsable de la muerte del padre de ella.

Thorold Dickinson propone de nuevo un thriller, pero en este caso de rabiosa actualidad. ¿El terrorismo puede estar alguna vez justificado? Es la pregunta que se hace el director a lo largo de la trama. Una cuestión que lejos de eludir, la responde con una historia realista, inusual por dos motivos: por el año en el que se encuentra rodada, justo después de una guerra tan devastadora causada por un dictador al que nadie le paró los pies; y dos, por la valiente opinión del realizador.

La oscuridad del tema respalda las angulaciones extremas, los claroscuros y los fundidos encadenados que Dickinson gestiona tan bien como hizo en La dama de picas. Igual que en esa cinta y que en Gaslight, el director vuelve al tema de la mujer engañada por un hombre, que se vale del amor que ella siente para lograr sus objetivos.




Es decir, de nuevo melodrama y cine de género en una trama que mezcla ambas modalidades como un todo. Un filme con intérpretes tan solventes como Serge Reggiani y Valentina Cortese, en especial esta última en un original doble papel.

Aunque la verdadera sorpresa es la agradable presencia de Audrey Hepburn, justo antes de su revelación en Vacaciones en Roma (Roman Holiday, William Wyler, 1953). Dado su talento para el ballet, la futura estrella se hace a la perfección con el papel de la inocente hermana de la protagonista, una joven bailarina que intenta abrirse camino en el difícil mundo del baile clásico.








jueves, 6 de febrero de 2020

KIRK DOUGLAS (1916-2020)

Ha muerto Kirk Douglas. Para nosotros era el símbolo de un cine que amamos. Uno de los responsables de nuestra cinefilia irredenta, del coleccionismo incluso obsesivo por las películas pertenecientes a la edad dorada del séptimo arte.

Su gigantesca figura comenzó a deslumbrar desde el primer filme en el que participó como actor secundario: El extraño amor de Martha Ivers, (The Strange Love of Martha Ivers de Lewis Milestone, 1946) junto a Barbara Stanwyck, otro mito, también con una larguísima carrera.



Esa primera cinta perteneciente al cine negro, fue el  fulgurante pistoletazo de salida para una filmografía repleta de largometrajes inolvidables, de todos los géneros, que hemos visto una y otra vez; que seguiremos viendo. 

No voy aquí a enumerar aquellas películas, lo mejor es verlas. Tampoco pretendo escribir una biografía del actor, seguro que hoy se publicaran cientos de ellas, --aunque sí recomendamos leer su autobiografía: "El hijo del trapero"--, y muchos y mejores artículos que el que podamos escribir desde esta tribuna. Lo que sí me gustaría es recordar a los lectores del blog una sección de este portal que inauguramos hace tres años con motivo del 100 cumpleaños del actor.

Valga este recordatorio no solo como homenaje, sino como gratitud por tantos personajes, tantas historias, tanto disfrute ante una pantalla de cine. 

Gracias Kirk. Nos seguiremos encontrando en donde eres inmortal: en el cine.







lunes, 3 de febrero de 2020

2 X 1: "SIEMPRE ESTOY SOLA" y "LA SOLITARIA PASIÓN DE JUDITH HEARNE" (Jack Clayton)

Siempre estoy sola (The Pumpkin Eater, 1964)

Si se acuerdan cuando iniciamos esta sección “dos por uno”, una de las condiciones que establecíamos, además de comentar dos películas del mismo director, a ser posible no demasiado conocidas, era que las cintas tuvieran elementos en común y que fueran más o menos consecutivas, como si estuvieran incluidas en un programa doble. Pues bien, hoy nos saltamos esta limitación, ya que entre los dos largometrajes seleccionados hay bastante tiempo, y lo hacemos por un doble motivo: porque el autor, Jack Clayton, fue un cineasta que se prodigó más en la producción que en la dirección (solo siete películas en toda su carrera), y porque el tema de fondo de ambos filmes es el mismo: la soledad.

Así, Siempre estoy sola, es una película basada en la novela “The Pumpkin Eater”, de Penélope Mortimer, que narra los problemas matrimoniales entre Jo (Anne Bancroft) y Jake (Peter Finch), causados por la obsesión de Jo por tener más descendencia, por la negativa de él, que antepone su trabajo y, finalmente, por las infidelidades de Jake.

El largometraje no se limita a mostrarnos el conflicto de la pareja, sino que ahonda en los sentimientos y las contradicciones del personaje interpretado por la gran actriz Anne Bancroft, en uno de sus mejores papeles para la gran pantalla (fue nominada al Óscar y se llevó el Globo de Oro, entre otros galardones). El título en español es bastante significativo de los temores a los que se enfrenta Jo, que ve cómo se precipita hacia su tercer matrimonio fracasado, y hacia la locura.



El realismo del filme justifica su inclusión dentro del movimiento free cinema, en el que muchos críticos han encuadrado a Jack Clayton, seguramente debido más a su primera película, Un lugar en la cumbre (Room at the Top, 1958), que al resto.

La cinta destaca sobre todo por el buen trío de actores, los dos comentados en la sinopsis y el tercero en discordia, James Mason, que actúa como desencadenante de la crisis al ser el marido de la amante de Jake. A pesar de los pocos minutos que Clayton le concede a Mason, su interpretación se encuentra a la altura de siempre, e incluso robando las escenas en las que sale, tanto a Anne Bancroft como a Peter Finch.




La solitaria pasión de Judith Hearne (The Lonely Passion of Judith Hearne, 1987)

Con más de veinte años entre una y otra película, Jack Clayton vuelve al mismo tema con igual maestría, aunque ahora desde el punto de vista de una mujer en la tercera edad casi resignada a no compartir su vida con otra persona. Se trata del proyecto que a la postre será el canto de cisne del realizador británico, su última cinta para la gran pantalla.

La solitaria pasión de Judith Hearne se basa en la célebre novela “Judith Hearne” del escritor irlandés Brian Moore. Ambientada en el Dublín de los años cincuenta, narra el fallido romance de una solterona, la mujer del título, que ansía contraer matrimonio con el hermano de su casera. Una relación que nace viciada, pues el hombre, algo más joven que Judith, solo busca el dinero de ella para crear un negocio. De nuevo el fantasma de la soledad ronda por la mente de Judith, que aplaca sus temores con el alcohol.

Jack Clayton no fue el primero que intentó llevar la novela al cine, varias producciones anteriores, más cercanas en el tiempo al libro, finalmente no cuajaron. Así, John Huston, Irvin Keshner y otros directores quisieron adaptar la obra, pero tuvieron que desistir debido, sobre todo, a problemas en la financiación. Cuando el realizador británico por fin se hizo con el proyecto, ya habían pasado más de tres décadas desde que la novela fue escrita.



No obstante, Clayton logró ––al final de su carrera–– una de sus mejores películas, y otra vez gracias a la brillante interpretación de los dos personajes principales: Maggie Smith (el centro de la trama, gran actriz que ya tuvo un papel secundario en Siempre estoy sola) y Bob Hoskins, también genial. Una cinta que se podría catalogar de claustrofóbica por el ambiente de la pensión, contaminado por la peor condición del ser humano, donde inquilinos y dueños son a cada cual más repulsivos.

Entorno insano, pues, para un drama realista, con un realizador experimentado al frente de un duelo de actores en su mejor etapa, la madura.






Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...