lunes, 2 de junio de 2014

OBJETIVO: BIRMANIA (Objective, Burma! de Raoul Walsh, 1945)

El próximo 6 de junio se celebra el setenta aniversario del Desembarco de Normandía, una operación aliada que significó el comienzo del fin para el régimen nazi y el inicio de la liberación de Europa. Nos hacemos eco del acontecimiento con una reseña sobre una de las películas bélicas más famosas, legendaria diría yo, también de más calidad, que sobre la Segunda Guerra Mundial se haya hecho jamás, dirigida por un verdadero especialista en el género: Raoul Walsh.






















Objective, Burma! sirve muy bien a nuestro propósito porque su estructura parece resumir todo el conflicto a nivel global y no sólo la campaña en Birmania: el inicio, con la rápida derrota aliada; el desarrollo, que simboliza el esfuerzo titánico de guerra (el núcleo de la película con las aventuras del capitán Nelson (Errol Flynn) y sus hombres); y, finalmente, la conclusión, con la invasión de las fuerzas conjuntas semejante a la de Normandía.

Al indudable tono propagandístico que reina en la película se le une el característico sello trágico de Walsh: El director deja que el drama se apodere de la cinta progresivamente, a través de la evolución de los personajes, pero también de las imágenes. El optimismo del inicio, con la inclusión de las pocas concesiones al humor que Walsh permite en el largometraje, continúa con la rápida y limpia operación de la estación de radar, sin ninguna victima norteamericana, y con el uso de la banda sonora y encuadres convencionales. A partir de ahí, con el desengaño producido por la fallida evacuación, arranca el deambular del pelotón por la selva birmana. Los encuadres comienzan a ser más barrocos, la iluminación rebaja su tono y los personajes se desesperan.


Walsh utiliza el paisaje como elemento dramático para reflejar la angustia de la guerra y lo desplazado del americano de su entorno natural. El vadear de los ríos ya no es tan fácil como al principio y el agua cada vez les llega más al cuello. La jungla se convierte en el verdadero enemigo y la guerra entre japoneses y americanos pierde su sentido cuando no se comprenden las órdenes, cuando de lo único que se trata es de llegar a un punto determinado en el mapa sin saber por qué. Así, la batalla entre dos bandos se transforma en una lucha entre hombres y naturaleza donde lo único que importa es sobrevivir.

Pasado el ecuador del metraje, el filme se vuelve tan oscuro como anclado el capitán Nelson en el aislamiento que le confiere su condición de jefe. El personaje se une a la larga lista de héroes trágicos y solitarios de Walsh, mientras que la película se reafirma como otra cinta más de itinerario del director; acaso la más representativa de todas ellas: los soldados penetran en una región prohibida de la que intentan salir; dan vueltas y más vueltas en un lugar cerrado, en un entorno que les agobia como si de una moderna Ilíada se tratase.  


En esta tragedia shakesperiana en la que finalmente se transforma la cinta, dos son las secuencias que destacan, ambas con la notable participación del director de fotografía, James Wong Howe: la batalla nocturna del final y la escena de la muerte del teniente Jacobs. En ambas, Howe experimenta con la fotografía en ambientes de poca luz y consigue deformar las expresiones de los rostros de los militares que esperan aterrorizados la llegada de los japoneses. Por su parte, Walsh rueda con acierto encuadres generales de los soldados cavando las trincheras como si de sus propias tumbas se tratase, o gestiona primeros planos de los actores que muestran temor, ansiedad, o sufrimiento, que se debaten, como el capitán Nelson, entre matar al teniente Jacobs (William Prince) para que no sufra o dejarle morir. Walsh no muestra el cuerpo de Jacobs y deja que el espectador se imagine horribles mutilaciones. Una sutileza que parece extraída de las mejores cintas de terror donde lo implícito, lo que se sugiere, es más terrible que lo explícito.

La invasión de los aliados, en la resolución del filme, libera al pelotón de sus enemigos —y al espectador de la tensión— y despoja la película de su manto trágico. Sin embargo, Walsh se resiste a dejar las cosas así: en uno de los últimos planos, Nelson ofrece a su superior las chapas de identificación de los caídos. Sus palabras son amargas, “aquí está el precio de la misión, no mucho en realidad, sólo un puñado de norteamericanos”. La crítica del director anticipa su cinta más cruda sobre la guerra, Los desnudos y los muertos (The Naked and The Dead, 1958), y distorsiona con toda la intención el mensaje patriótico. La conclusión de Objetivo: Birmania siembra de dudas al espectador que, en 1945, ya no necesitaba de falsas propagandas a favor de la guerra más cruel que haya existido nunca.

Trailer original:


(Un análisis más extenso de la película y de su autoremake Tambores Lejanos se puede leer en el capítulo V de El Autoremake en el cine. ¿Obsesión o repetición?, un libro que está disponible hasta el 15 de junio en la Feria del Libro de Madrid, en la caseta nº185)


domingo, 1 de junio de 2014

NOTICIAS LITERARIAS (Continuación)

FERIA DEL LIBRO DE MADRID

Se nos olvidaba algo importante: La Feria del libro en la capital. Del 30 de mayo al 15 de junio en el Retiro, se celebrará esta exposición anual de literatura, encuentro entre autores y lectores, con las última novedades.
El Autoremake en el cine. ¿Obsesión o repetición? no se pierde el evento y se podrá adquirir en la caseta 185. Os esperamos.

(Un adelanto del libro, con algunas páginas y sus fotografías se pueden ver aquí)

Un abrazo.



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