viernes, 11 de enero de 2008

CARTAS DESDE IWO JIMA (Letters from Iwo Jima de Clint Eastwood, 2006)

Letters from Iwo Jima forma parte de un proyecto de enormes dimensiones –y de gran calidad- que comenzó con Banderas de nuestros padres (Flags of our fathers, 2006) para finalizar con esta joya del séptimo arte. Clint Eastwood y Steven Spielberg han creado una de las referencias futuras del cine con dos largometrajes que no sólo tienen en común la batalla que da nombre al título, también comparten el mismo “tono”: una fotografía muy dura, con una baja saturación de color, rozando el blanco y negro; y un uso continuado del flash-back para proyectar al presente –y al pasado- lo acontecido en Iwo Jima.



Eastwood, Spielberg y… Paul Haggis. Cada uno aportando lo que mejor sabe hacer para lograr un todo armonioso, una obra maestra. Así, la estructura coral, con sucesivos saltos del punto de vista; los distintos recursos efectistas de agudo guionista, como el de la “faja protectora” -que recuerda mucho al traje “invisible” utilizado en Crash (2005)-, son algunas de las excelentes aportaciones del escritor –y oscarizado director- Paul Haggis. Apasionante tarea la de descubrir los elementos propios de cada uno de los dos cineastas restantes. Vamos a ello:

De Spielberg, el realismo -los silbidos de los disparos, como en Salvar al soldado Ryan (Saving Private Ryan, 1998) y el sonido metálico de los cañones son muy cercanos a los verdaderos- y la mezcla de efectos para introducir al espectador en ese infierno. Pero además, el “mago”, seguro que ha influido con su varita para dar forma a dos de los personajes principales de la historia. Uno de ellos es el soldado “a la fuerza” (Saigo), ajeno a ese mundo de horror, de falso honor y de angustia. Tan perdido como E.T. en nuestro planeta o Tom Hanks en la terminal de un aeropuerto.

El otro personaje es el coronel de caballería Nishi. Un oficial sensato, un Schlinder en Iwo Jima que respeta a sus subordinados y también al enemigo, al que asiste, prácticamente, como un sacerdote -escenificación religiosa que tanto le gusta al director-; siempre de blanco en la batalla (símbolo de la bondad, pero también de la muerte) contraste perfecto con la oscuridad reinante de los túneles donde resisten los japoneses.



Si Saigo y Nishi tienen mucho de Spielberg, no me cabe la menor duda que el carácter que se le da al general Kuribayashi es obra de Clint Eastwood. Es el protagonista y viene de fuera para salvar a una comunidad en peligro gobernada por una pandilla de inútiles. Sus arengas, el intimismo del personaje, las cartas, su actitud ante la vida, todo ello encaja con el discurso personal del realizador presente en algunas de sus mejores películas.

Eso sí, Eastwood es capaz de pasar de los emotivos primeros planos del general a la presencia casi fantasmal del enemigo. Para lograr este efecto el genial director no nos deja ver las caras de ningún soldado americano (a excepción del herido que entabla contacto con Nishi). Los marines son casi irreales –como los protagonistas de El jinete pálido (Pale Rider, 1985) o Infierno de cobardes (High Plain Drifters, 1973)- Son seres del exterior, prácticamente extraterrestres para los japoneses; sus rostros son sólo sombras macabras. Todos y cada uno de ellos representan lo mismo: la muerte.

Sin duda la conjunción de los elementos citados es lo que confiere a Cartas desde Iwo Jima la categoría de obra importante. Sinergia que se ve reflejada en el brillante plano final; el que justifica todo lo realizado anteriormente; el que nos deja ese buen sabor de boca.


Ver Ficha de Cartas desde Iwo Jima.

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