Marius y Jeannette (Marius et Jeannette,
1997)
El
caso del director Robert Guédiguian es único en la abundancia de realizadores
personales de lo que hemos llamado “cine de autor”, surgidos en los años
ochenta, y consolidados en los noventa, para caracterizar el cine francés del siglo XXI. Un tipo de cine posmoderno que debe sus orígenes
a la tan traída nouvelle vague, del
que se desmarca, con buen criterio, Guédiguian.
De
alguna forma, el director marsellés intenta redescubrir el cine con un sistema
de rodaje, digamos, convencional. Elegantes movimientos de cámara, luz
artificial, sonido limpio, fotografía cuidada, puesta en escena y montaje de
libro…, es decir, lo que en Hollywood se estila desde siempre. Un tipo de cine
con una evocación lírica que huye del formalismo rompedor de los jóvenes de la
nueva ola para situarse en la retaguardia de ellos, concretamente en el Realismo Poético de los años treinta;
tan clásica y atractiva nos parece su propuesta.
No
obstante, si lo que Guédiguian plantea es un cine clásico en su aspecto formal,
la intención no puede ser de lo más actual. Sus tramas siempre se apoyan en
denuncias sociales de la clase trabajadora, se sitúan en su Marsella natal o en
los alrededores, en pueblecitos pesqueros sumidos en la depresión y el paro,
con la especulación inmobiliaria engulléndolo todo, incluyendo antiguas fábricas
que se hunden o simplemente se encuentran abandonadas.
Ese
es el entorno en el que se mueven casi todos sus filmes, como ocurre con Marius
y Jeannette, la película que le dio a conocer en nuestro país, para
muchos su mejor obra hasta la fecha (a nosotros nos gusta tanto, o más, la
reciente La casa junto al mar, 2017). Una cinta de personajes, donde brilla
con luz propia la pareja que conduce la trama, y que simboliza la denuncia
social antes referida: Marius (Gérard Meylan) es un vigilante que se hace el
discapacitado para conservar su trabajo en una cementera medio abandonada, mientras
Jeannette (Ariane Ascaride) es una cajera de supermercado que apenas le da para
vivir y sacar adelante, ella sola, a sus dos hijos. Marius y Jeannette disfrutarán y sufrirán con sus encuentros y desencuentros en la humilde pedanía de L’Estaque, a las afueras de
Marsella. Los vecinos del barrio también tendrán mucho que decir, y que aportar, en la relación que acaba de surgir.
Con
la apariencia de un drama, pero con el recurso del humor, y sin grandes
aspavientos proselitistas de un director que fue un antiguo comunista, se
desarrolla este agradable largometraje con un tono crepuscular, también marca
de la casa, que deja un muy buen sabor de boca.
De todo corazón (À la place du coeur, 1998)
En su siguiente película, justo después de Marius y Jeannette, Robert Guédiguian regresa a Marsella ––de
donde nunca se ha ido–– para filmar otra cinta personal; otro largometraje característico
del estilo del realizador, a punto de ser una secuela del anterior; y es que,
como sucede con Woody Allen, el director francés parece estar siempre rodando la
misma cinta.
Aunque el eje de la trama
de De
todo corazón es algo diferente (la supervivencia dentro de la gran
ciudad de una relación interracial), no lo es en absoluto el entorno por el que
se desarrolla el argumento de la película y la descripción de los personajes.
En esta nueva maravilla de película, Guédiguian narra la angustia de la pareja,
ella blanca, el negro, a partir de que el segundo ingrese en la cárcel acusado
de un crimen que no cometió. Pronto, el cineasta traslada el protagonismo de la
cinta de la joven pareja a sus amigos y familiares cercanos. Estos intentarán demostrar
la inocencia del muchacho frente al policía racista y celoso que lo denunció.
Guédiguian sabe de lo que
habla. El propio director es hijo de inmigrantes (de padre armenio y madre
germana) y conoce bien los problemas de desigualdad, de racismo e intolerancia
que sacuden Europa. Así, la desnudez de los jóvenes transmite sinceridad,
mientras que el aspecto ario del gendarme retrata a un neonazi.
Para conducir este drama,
el director recurre de nuevo a sus personajes tipo y al elenco de actores con
el que lleva trabajando más de treinta años, como si fuera una compañía de teatro.
Desde sus comienzos, a principios de los ochenta, hasta la actualidad, Guédiguian
sigue contando con ellos, lo que seguramente facilitará mucho las cosas a la
hora de la improvisación y de la dirección de actores en general. El director
marsellés incluso se puede permitir el lujo de utilizar secuencias pretéritas
en filmes actuales en aras de lograr un mayor realismo (como sucede en la
citada La casa junto al mar).
En De todo corazón, Ariane Ascaride,
a la sazón mujer de Guédiguian, es de nuevo el personaje más destacable junto a
Gérard Meylan. Ambos gobiernan la trama, alternándose con la joven pareja
protagonista, y se encuentran muy bien secundados por los habituales Jean-Pierre
Darroussin (el necesario contrapunto de comedia), y por Jacques Boudet (el personaje
que suele aportar los mensajes de mayor calado, como quien no quiere la cosa).
Una estructura exacta a la de Marius y Jeannette.
Interesante e ilustrativa reseña de ambos films.
ResponderEliminarEl cine de Guédiguian es muy reconocible (excepto alguna que otra película como la biográfica sobre Miterrand) y muy agradable de ver, estupendamente rodado e interpretado, con una luz especial, la de Marsella, y siempre con el mar de fondo. Muy "limpio", me recuerda al de Kaurismaki.
EliminarQue tal Ethan!
ResponderEliminarDesconocia estas dos peliculas, me las anoto. La verdad que son cientos las que nos perdemos, a veces creo que haria falta mas de una vida para ver todo el cine filmado hasta la fecha, y aun asi nos faltarian horas.
Saludos y feliz semana!
Es cierto, imposible estar a todo. Además, el cine de Guediguian no se ha distribuido muy bien en España. Quizás estas dos que reseño son de las pocas que se han estrenado en nuestro país. De hecho, la segunda ganó varios premios en el festival de San Sebastián de 1998. Hasta hace muy poco la estupenda "La casa junto al mar" ha estado en cartelera. Saludos, igualmente.
EliminarPues no he visto ninguna de las dos. Apuntadas quedan, pero como te leo más arriba en el comentario que has escrito "imposible estar a todo". Es así. Que con tanta cosa por ver, leer, escuchar...o por no hacer, que también está bien.. no tenemos tiempo para nada.
ResponderEliminarCuando las vea, regreso por aquí y te digo qué tal.
Un saludo.
A ver qué opinas cuando las veas. A mí la sensación que me da después de ver tres películas de Guédiguian es la de pertenecer a ese mundo donde se repiten actores, personajes y situaciones, como si disfrutaras de una suerte de complicidad con todo el elenco. Mérito del director, claro.
Eliminar¿Sabes qué me estaba mosqueando? Ahora que dices lo de que se repiten actores, personajes y situaciones.
EliminarQue me acabo de dar cuenta de que sí vi una película de Guédiguian y creo que usa a los mismos personajes de la de "De todo corazón". La de "Las nieves del Kilimanjaro". Lo que recuerdo es que no me convenció. Y eso que lo tenía todo para encantarme, porque la pareja era comprometida, encantadora, buena gente. No recuerdo qué narices me pasó, que algo no me convenció de la peli y no pude entrar.
Sé cuál es la película, y es verdad que están todos sus actores, pero no la he visto así que no te puedo dar mi opinión. De todas formas, el cine de Guédiguian es muy particular y puede que no guste a todo el mundo.
EliminarHola Ethan! Me ocurre lo mismo que a Fran, y con todas las que tengo anotadas y que te debo, necesito dos o tres vidas más
ResponderEliminarSuena interesante el cine de Guediguian
Abrazo!
Sí, es un cine muy interesante, y cercano, en cierto modo costumbrista y realista, pero sin perder nunca el objetivo: el de entretener, "al fin y al cabo el cine es espectáculo, aunque sea cine de autor" (esa frase es del propio Guédiguian).
EliminarSaludos.
De Guèdiguian sólo he visto "El ejército del crimen" basada en el poeta Manouchian que lideró un grupo de resistentes durante la ocupación nazi. Muy buena, aunque supongo que estas películas que mencionas son más personales. De momento voy a ver "La casa junto al mar" de la que me han hablado muy bien.
ResponderEliminarSaludos!
Borgo.
"La casa junto al mar" merece mucho la pena. De nuevo todos sus intérpretes, un pequeño pueblo pesquero cerca de Marsella, el problema de los inmigrantes, todo muy reconocible en el director, pero a la vez muy original cuando la trama, de repente, se parte en dos. Ya me contarás.
EliminarVi la primera hace años pero me las anoto las dos y las busco,necesito ahora mismo este tipo de cine honesto que deja una rendija por la que se atisba la luz.
ResponderEliminarUn abrazo
Muy buena definición: el cine de Guédiguian es eso, una rendija de luz, un remanso de paz, una isla en el caos actual de cine de autor y del cine en general.
EliminarAbrazos.
También soy de las que necesito más vidas...pero siempre anoto tus sugerencias. Un cine sin artificios es algo revitalizante, fresco.
ResponderEliminarSi las consigo te digo algo
Gracias, Ethan.
Un abrazo
Los artificios que usa Guédiguian los usa con buen criterio. Nada dogmas ni realismos de cámaras al hombro sin sentido. Cine de calidad para argumentos de hoy, se podría resumir.
EliminarAbrazos