Lo es a pesar de tratarse de una adaptación literaria: el realizador galo se basa en la novela “Une Morte en Trop”, de Dominique Roulet, y se alía con él para escribir el guión y así transformar la historia en un policíaco de suspense al estilo Chabrol. El resultado es de color negro, nada maniqueo, dentro del tradicional polar francés. Con mucho humor; y con entorno y personajes muy reconocibles por el asiduo a su cine:
En un pueblo, las fuerzas vivas representadas por el médico, el notario y el carnicero –no podía faltar-, forman una sociedad inmobiliaria que pretende hacerse con los terrenos de las afueras y especular con ellos. Los planes se ven obstaculizados por Madame Cuno (Stephane Audran), que no se deja convencer para vender su propiedad. La viuda está resentida con el pueblo, y con el mundo entero. Pegada a su silla de ruedas no tiene nada que perder y está dispuesta a todo con tal de no dar su brazo a torcer. Además, aprovecha el trabajo de su hijo (es el cartero de la villa) para espiar la correspondencia de sus enemigos y conseguir sacar alguna ventaja de ello. Chabrol plantea así la trama, y le da el giró conveniente, para hacerla avanzar, con un accidente -¿asesinato?- y varias desapariciones.
Con el guión muy enrevesado, y con casi la mitad de la cinta a sus espaldas, el director manda un personaje nuevo a la historia: El Inspector Lavardin. Es lo que parece, un enviado directo de Chabrol para resolver el caso a su manera. Con métodos poco ortodoxos, violento, pero educado, y sobre todo cínico, el policía va atando cabos; y lo hace con nudos corredizos entorno a los cuellos de algunos sospechosos. Es la primera aparición del agente de la ley que es a la vez investigador, juez y verdugo. La frase “La Policía puede hacer de todo” es su declaración de intenciones. Sus aventuras, siempre interpretadas por Jean Poiret, continuarán con la secuela El Inspector Lavardin (Inspecteur Lavardin, 1986) y con una serie de televisión donde también participará Chabrol dirigiendo algunos episodios.
Pero lo que realmente nos interesa –nos apasiona- es la forma de rodar de Claude Chabrol. Como en la boda del arranque de El Carnicero, en los créditos de Poulet au Vinaigre ya sabemos quien maneja los hilos: una secuencia de una fiesta de cumpleaños presenta personajes, intriga y victima. Enseguida conoceremos la figura central del drama: la viuda Cuno. El cineasta insiste en un plano magnífico cuando coloca a Stephane Audran (siempre excelente la musa de Chabrol) de espaldas, en primer término, presidiendo el encuadre, dirigiendo la vida de su hijo. La actitud posesiva del personaje se ha dicho que recuerda al de Eleanor Parker en El Hombre del brazo de oro ( The Man With the Golden Arm de Otto Preminger, 1955); nosotros también queremos ver a la madre de Norman Bates en un posible antecedente de Psicosis. Sobre todo en el final, más que un guiño al cine de terror. Recordemos la admiración y el respeto que Chabrol tenía por Hitchcock.
El seguimiento a las sutilezas de Chabrol es recompensado con cambios de eje cuando se revelan importantes sucesos del pasado; con reflejos en espejos para certificar la subversión y las pulsiones de los personajes; o con ligeros travellings que son pistas para el espectador avispado.
Y, claro, no podía faltar la afición culinaria del realizador galo. Chabrol se gusta con platos elaborados en diferentes secuencias: Hojaldres de molleja con setas, Ave de corral con salsa Mornay, Profiteroles, Foie-gras y, con especial insistencia en los Huevos fritos con pimentón de los desayunos de Lavardin. Además, como buen sumiller que es, recomienda regar su menú particular con excelentes caldos. Allí las burbujas del Pipper del 76 o el buqué del Chateauneuf du Pape del 81 son algunos de los protagonistas. Champán y varios para una buena y apetitosa película.
Ver Ficha de Pollo al Vinagre.
Y ahora las tapas:
LA CAVA DEL EUROPA (Puerta de la Carne, 6, Sevilla)
Esta vez recomendamos un bar de lujo, situado en el centro de Sevilla, en el recorrido turístico de la ciudad. Lugar frecuentado por extranjeros y españoles, La Cava del Europa destaca por su cocina elaborada y por su carta variada. De obligada visita en cualquier estación, solemos acercarnos en la temporada estival para cenar justo antes de asistir a la proyección del cine de verano de La Diputación.
Allí podemos degustar tapas galardonadas (Wantún de Sanfaina, premio 2003 en la Feria de la Tapa) y tapas por premiar. Yo le daría el Oscar por ejemplo al Taco de Merluza con Papas Panaderas o al Lomo Alto de Novillo Argentino. Aunque me gusta especialmente el Huevo de Codorniz con Chorizo Picante. También hay que estar atentos al guiso del día: una Cazuela de Alubias o de Espinacas con Garbanzos puede competir dignamente con los suculentos manjares. La cocina tradicional también tiene su sitio.
Para beber, lo que guste el cliente dada la muy selecta y diversa carta de vinos. Un Rioja Glorioso le recomendarán cuando se siente en la terraza, en la barra o en las mesas del interior. No lo rechace.
Por último, destacar el buen hacer de la joven de nacionalidad argentina que trabaja tras la barra. Igual de agradable que efectiva, encabeza el personal de La Cava del Europa y consigue que recordemos el bar tanto por sus viandas como por el trato recibido.