V
RAOUL WALSH
—Remember
what Johnny Dillinger said about guys like you and him? He said you were just
rushing toward death.
Doc (Henry Hull) advierte
a Roy Earle (Humphrey Bogart) en High
Sierra (1941).
5.1. El salto
de la liebre.
5.1.1. El último
refugio (High Sierra de Raoul
Walsh, 1941).
Si con Capra y Hawks llegamos a la conclusión de que sus repeticiones no son otra cosa que una consecuencia directa de su carácter de autor cinematográfico, con Raoul Walsh casi se puede decir lo mismo, aunque no lo parezca en una primera aproximación: Walsh, en la mejor época de su carrera, la que transcurre como asalariado de la Warner Brothers, y en la que se concentran sus mejores cintas, era el prototipo de director bajo contrato de unos grandes estudios donde los guiones, el reparto y la mayoría de los elementos de la producción solían escapar casi siempre a su control directo. Una situación que para nada molestaba al realizador, muy a gusto con dicho sistema; de hecho, el inicio de su decadencia vino a raíz de la inestabilidad que supuso el dejar de trabajar para la Warner. Podríamos decir que Walsh era el realizador con el que soñaban los grandes magnates de la industria cinematográfica: un profesional que manejaba cualquier género, eficiente en su trabajo y con muy buenos resultados en taquilla.
Dicho esto, y conscientes de no ser inmunes a la polémica habitual que suele acompañar a cualquier trabajo sobre Walsh,[1] somos de la opinión que detrás de este artesano se escondía un verdadero autor: un cineasta con un estilo concreto dentro de la variedad argumental de sus largometrajes, un director que le daba su impronta personal a personajes y situaciones, que aún partiendo de géneros opuestos, de tramas totalmente diferentes, fue capaz de realizar una obra compacta repleta de caracteres reconocibles y elementos constantes. Las mejores pruebas que respaldan nuestra opinión las tenemos en este capítulo, en los cuatro filmes que vamos a analizar, todos pertenecientes a su mejor etapa como director, todos ellos de excelente factura.
Nacido en
Nueva York, en 1887, Albert Edward Walsh tuvo una infancia feliz al lado de su
madre, española de nacimiento, y de su padre, un irlandés, empresario del sector
textil, que se enriqueció en la guerra Hispano-Americana fabricando uniformes.
Su niñez, idealizada siempre por el director, se truncó repentinamente a la muerte
de su madre, cuando él apenas tenía quince años. El trágico suceso le cambió
tanto la vida que decidió vivirla lejos de casa. Como ocurrió con la mayoría de
los pioneros del cine, la entrada de Walsh en la profesión fue precedida de los
más diversos oficios: desde marino mercante a cowboy, pasando por oscuros trabajos relacionados con los bajos
fondos. Walsh, siempre empujado por su espíritu aventurero, entró en la
industria en 1913 como extra en películas de género de la Biograph gracias a su
condición de jinete experto. Allí fue actor y ayudante de dirección de Griffith[2] que, al poco tiempo, le propuso
realizar sus propias películas.
En su carrera, Walsh llegó a tratar a personalidades
tan influyentes y famosas como Mark Twain, Jack London, James Corbett, Wyatt
Earp o Pancho Villa, al que dirigió en un biopic
sobre la vida del legendario militar mexicano (The Life of General Villa, 1914).[3] En 1915, Walsh se unió al
proyecto de William Fox con, entre otras, Regeneration,
un antecedente del cine de gangsters
muy apreciado hoy en día. En su periodo silente, Walsh no sólo trabajó para la
Fox, sino también para compañías independientes, algunas fundadas por actores-productores
como Douglas Fairbanks y Gloria Swanson. Gracias a éxitos como El ladrón de Bagdad, producido por el
primero, Walsh sí gozó en el cine mudo del control directo de todos los
elementos de la producción.[4] Así, en La frágil voluntad (Sadie Thompson, 1928), cinta financiada con dinero de la Swanson,
Raoul Walsh dirigió, escribió el guion e incluso interpretó uno de los papeles
principales.
La llegada del
sonoro fue, como para la mayoría de los cineastas, un punto de inflexión en la
carrera de Walsh, en este caso negativo por lo que significó de inestabilidad
en su obra y por el accidente que sufrió mientras dirigía En el viejo Arizona,[5] su primera talkie: el director buscaba
localizaciones para la película cuando una liebre, deslumbrada por los faros
del vehículo, saltó y atravesó el parabrisas destrozando el ojo derecho de
Walsh. Desde entonces, el parche en el rostro del realizador, como en los de
John Ford o Nicholas Ray, siempre acompañaría a su estampa de director clásico
de Hollywood.[6]
[1]
Terenci Moix titula su capítulo sobre el director: “Artesano o Maestro” (1996,
p.576). José María Latorre también hace referencia a las “estériles y
envejecidas discusiones” sobre si Walsh fue un autor o no (2008, p.13).
[2] En
1915, Griffith le dio a Walsh el papel de John Wilkes Booth, el asesino de
Lincoln, en su obra maestra, El
nacimiento de una nación.
[3]
Codirigida con Christy Cabanne.
[4] En Regeneration, además de dirigir y
producir, Walsh también escribió el guion.
[5] En el viejo Arizona fue finalizada en
1929 por Irving Cummings y protagonizada por Warner Baxter que, igual que
Cummings, estaba sustituyendo a Walsh. Como en La frágil voluntad, las pretensiones de Walsh eran encargarse de la
realización y de la interpretación. Ambos sustitutos tuvieron suerte: el primero
fue nominado por su trabajo, el segundo se llevó el Óscar.
[6] Un
accidente que aceleró su ceguera en los últimos años de vida. La enfermedad de
Walsh, igual que la de Fritz Lang y otros, fue provocada por culpa de la
exposición continuada a la luz de las lámparas Klieg usadas en los rodajes.