domingo, 23 de enero de 2022

EL AUTOREMAKE EN EL CINE. CAPÍTULO V (VI)

5.1.2. Juntos hasta la muerte (Colorado Territory de Raoul Walsh, 1949).

 Si hubo un estudio especializado en remakes en la década de los cuarenta ese fue la Warner Brothers. Respaldados por antiguos éxitos de taquilla y obligados por la reducción de costes, los productores de la compañía solían encomendarse a viejas historias que habían dado resultado en el pasado.[1] En este ambiente de continuo revival participaban directores como Raoul Walsh, que solo querían trabajar y que se sentían parte del sistema de producción. No es de extrañar, por tanto, que el realizador aceptara el encargo de volver a filmar su éxito de 1941, La Pelirroja (Strawberry Blonde) pero en clave musical. La cinta se tituló One Sunday Afternoon (1948),[2] pero no consiguió, ni de lejos, igualar a su antecesora. La historia, muy querida por Walsh,[3] le permitía recrear el ambiente de su infancia, con el que tanto soñaba, y, sobre todo, recordar a su madre.

Si en la decisión de filmar One Sunday Afternoon no participó Walsh, no ocurrió lo mismo con Juntos hasta la muerte: Tras rodar Fighter Squadron (1948), película en la que debutaba un joven actor llamado Rock Hudson, Walsh estuvo a punto de implicarse en Montana.[4] Después de dirigir algunas escenas de acción, el cineasta abandonó la producción, pero no el deseo de realizar un western.

Walsh, habituado, como decimos, a la política de repetición sistemática del estudio se planteó volver a El último refugio, pero cambiando el género. Aprovechando que Jack Warner no hacía otra cosa que rechazar guiones, que  “estaba atascado, sin tener claro cuál sería el siguiente lanzamiento”, le propuso la idea y éste le contestó: “De acuerdo, empiezas mañana” (Moss 2011, p.283). 

Sin dudar de que las cosas sucediesen de esa forma, hay un hecho que pudo ser definitivo para que Warner tomara la decisión: ese mismo año, el estudio ya había probado con éxito la fórmula propuesta por Walsh de transformar una trama policíaca en una película del oeste. Nos referimos a South of St. Louis (Ray Enright, 1949), un western que retomaba la historia de gánsteres de Walsh, Los violentos años veinte (1939), y que también contaba con el protagonismo de Joel McCrea y Dorothy Malone. 

Demasiados puntos en común entre South of St. Louis y Juntos hasta la muerte para que en la determinación de filmar la segunda no hubiese intervenido la experiencia de la primera (de hecho, el primer título que se barajó para el remake de High Sierra fue el de North of the Rio Grande, sospechosamente parecido al del largometraje de Enright). Lo que no está claro es si Walsh también se dejó influenciar por South of St. Louis o si la propia historia de El último refugio, con un final tan afín a las películas del oeste, fue suficiente para sugerir el cambio de género.

En cualquier caso, la trama de Colorado Territory, que así se llamó definitivamente el remake (aquí se tituló Juntos hasta la muerte), es esencialmente la misma que la de El último refugio. John Twist y Edmund H. North fueron los encargados de reescribir el guion de Huston y Burnett para adaptarlo al nuevo género: El gánster Roy Earle se convierte ahora en el pistolero Wes McQueen (Joel McCrea). McQueen sale de la cárcel para dar el último golpe antes de retirarse. Se trata de un robo planeado por su viejo amigo Dave que se está muriendo. Para llevar a cabo el trabajo, Wes se alía con Duke y Reno, dos bandidos que se pelean por la mestiza Colorado (Virginia Mayo). Al tiempo que prepara el robo, Wes se enamora de Julie Anne (Dorothy Malone) la hija del colono Fred Winslow (Henry Hull).[5] Tanto el golpe como Julie Anne se tuercen. Wes huye con el botín y con Colorado hasta que los agentes de la ley los acorralan y acribillan en los aledaños de un poblado fantasma.

Como vemos, el argumento de Juntos hasta la muerte es calcado al del filme original. Digamos que el esqueleto, el armazón por el que se sustenta la cinta, es el de El último refugio, mientras que las diferencias se encuentran en el relleno.

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[1] Aparte de las cintas dirigidas por Raoul Walsh, hay multitud de ejemplos: Castle on the Hudson (1940) es un remake de Veinte mil años en Sing Sing (1932), Escape to the Desert (1945) es una versión de El bosque petrificado (1936), The Unfaithful (1947) repite la historia de La Carta (1940), etcétera.

[2] Ambos filmes, La Pelirroja y One Sunday Afternoon, se basan en la obra de teatro de James Hagan y son sendos remakes de La mujer preferida (One Sunday Afternoon de Stephen Roberts, 1933). Las dos películas de Walsh reúnen, por tanto, las condiciones para haber sido abordadas en el presente ensayo, sin embargo hemos preferido obviarlas al alejarse de la temática (películas de itinerario y de acción)  que relacionan a las cuatro cintas objeto de análisis en este capítulo.

[3] Walsh solía decir que La Pelirroja era su película preferida.

[4] Montana la finalizó Ray Enright y no se estrenó hasta 1950.

[5] Henry Hull, el veterano secundario, repite colaboración con Walsh, si bien, en Juntos hasta la muerte hace de colono y en El último refugio de doctor. Luego veremos que también actuó en Objetivo: Birmania.




domingo, 9 de enero de 2022

EN UN LUGAR SALVAJE (Land de Robin Wright, 2021)

La carrera de la actriz Robin Wright ha tenido dos picos estelares: uno en sus inicios —con la excelente película de Rob Reiner, La princesa prometida (The Princess Bride, 1987)—, y el otro en los últimos años con el éxito mundial de House of Cards (2013-2018). Precisamente, la confianza que le ha dado haber dirigido algunos episodios de la serie de televisión es la que ha propiciado su debut como realizadora de cine. Robin Wright dijo que sentía que había vuelto a empezar, que dirigir era como si estuviera disfrutando de otra nueva vida en Hollywood. «Estoy en modo comprar algo para dirigir», llegó a decir en una entrevista. Así es como eligió el guion de Land (aquí titulada En un lugar salvaje), a la vieja usanza, después de leer varios libretos:

Edee (Robin Wright), mujer traumatizada por una tragedia, huye de la ciudad para vivir aislada en la montaña, en una cabaña lejos del pueblo más cercano, sin vehículos y solamente con unas cuantas provisiones. Cuando los alimentos se acaban y llega el invierno, Edee se ve incapaz de sobrevivir. A punto de morir, Miguel (Demián Bichir), un cazador, y Alawa (Sarah Dawn Pledge), una enfermera, descubren la cabaña y cuidan de ella. Una vez recuperada, insiste en que quiere vivir sola, pero sin saber cazar, ni pescar, ni cultivar la tierra, sus posibilidades de sobrevivir son escasas...

El guion de Jesse Chatham y Erin Dignam le llegó a Robin Wright en 2018 y enseguida despertó el interés de la actriz. En la película, gracias a la argucia de los guionistas para enganchar a la audiencia, no sabemos hasta el final qué es lo que le pasó a la familia de la protagonista; tampoco se explica hasta el último momento la razón por la que Miguel ayuda desinteresadamente a Edee. Según Robin Wright, el largometraje «cuenta la odisea de una mujer tras sufrir una experiencia que cambia su vida, y que decide sanar a su manera y bajo sus propios términos». 

En realidad, Edee se retira a un lugar inhóspito, no con el propósito de curarse de la depresión que la atenaza, sino de abandonarse a su suerte. Es una especie de suicidio asistido por la naturaleza. No huye para "sanar", como asegura la directora, huye para dejarse llevar al mínimo contratiempo. Claro que un “contratiempo” en un lugar como ese, es una sentencia de muerte. 


Una cinta, pues, de supervivencia, de aprendizaje y amistad, donde la naturaleza es un personaje más al que no hay que menospreciar. Wright denuncia con su película la arrogancia y soberbia del ser humano, que se cree capaz de vencer a los elementos por su mera presencia como dominador del planeta. Es algo en lo que han insistido varios directores en los últimos años en películas más o menos ecologistas.

Por poner solo dos ejemplos, en Cuando todo está perdido (All Is Lost, J. C. Chandor, 2013), un navegante solitario interpretado por Robert Redford lo tiene muy complicado para sobrevivir; mientras que en Everest (Baltasar Kormákur, 2015), con la participación de Robin Wright en el reparto, se narra la historia real de la tragedia ocurrida en la ascensión a la célebre montaña en mayo de 1996. Todas ellas con una destacable fotografía, que también es el aspecto más notable del filme de Wright cuando las excelentes imágenes ayudan a encuadrar la historia en cada época del año. Lo curioso es que la cinta se rodó en Canadá, en otoño, en una ventana de apenas un mes donde estaba previsto que se dieran en Alberta todas las condiciones meteorológicas (lluvia, nieve, sol, viento) de cada una de las estaciones.

Tema sencillo, pero bien expuesto, rodaje convencional, organización clásica, estupendo equipo y brillante fotografía son los componentes que conforman la primera piedra en el camino de una directora a la que habrá que seguir muy de cerca. 





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