lunes, 21 de febrero de 2022

2 X 1: "EL PRESIDENTE" y "UN MONO EN INVIERNO" (Henri Verneuil)

El presidente (Le président, 1961)


Sin abandonar la serie de cintas que el finado Bertrand Tavernier eligió para su muy recomendable Las películas de mi vida (Voyage à travers le cinéma français, 2016), seguimos hoy con otro par de filmes nombrados por Tavernier en el documental, de nuevo protagonizados por Jean Gabin (leer aquí las otras dos cintas reseñadas anteriormente). En esta ocasión, Gabin fue dirigido por Henri Verneuil, director nacionalizado francés, pero armenio de nacimiento, en dos largometrajes muy atractivos y diferentes entre sí a comienzos de los años sesenta.
El primero, El presidente, se basa en la novela homónima de Georges Simenon. No es un caso del comisario Maigret, aunque sí lo protagoniza el mismo actor que otras veces encarnara al celebre policía: Gabin es ahora un expresidente de Francia, jubilado, de salud delicada, pero aún con influencia en las esferas de poder. La inminente visita del candidato a primer ministro, Philippe Chalamont (Bernard Blier), y las memorias que Gabin está escribiendo, le hacen recordar dos delicados momentos del pasado en el que tuvo que lidiar con Chalamont mientas estaba en activo.

La estructura narrativa, por tanto, se fractura un par de veces cuando la trama recurre a sendos flashbacks con el enfrentamiento entre los dos políticos como tema central. El primero trata de la decisión de devaluar la moneda y del uso especulativo que hace Chalamont con la información obtenida gracias a su posición privilegiada; y la segunda se centra en la batalla dialéctica entre ambos líderes en el parlamento galo respecto a las ventajas e inconvenientes de la Unión Europea.

 

La cinta tiene cierto aire crepuscular, y quizás por eso recuerda mucho a la excelente El último hurra (The Last Hurrah, John Ford, 1958), con otro político (Spencer Tracy) como protagonista, de pelo blanco y en su última campaña. Un veterano en sus últimos días, también viudo como Gabin, pero igual que él todavía con carácter y la fuerza necesaria para enfrentarse a sus enemigos con vigor.

En El presidente, el realizador maneja con soltura la cámara, tanto en los espacios cerrados, con el regate corto de los dos actores, como en el parlamento abarrotado y con encuadres generales donde se desarrolla la mejor secuencia de todo el filme. Es el discurso antológico de Jean Gabin abogando por la entrada en la Comunidad Económica Europea. En ese sentido, se trata de una película de época, si se quiere costumbrista y de cierto aire propagandista, con la recién creada CEE como centro de atención. Aun así, la trama política es de lo más actual. No hay más que ver a diario las noticias de los informativos.


 

Un mono en invierno (Un singe en hiver, 1962)

El segundo largometraje de Verneuil tiene de nuevo a Jean Gabin como protagonista esta vez acompañado de Jean-Paul Belmondo en plena explosión como actor. Basada en otra novela, en este caso de Antoine Blodin, Un mono en invierno cuenta la historia de Albert (Jean Gabin), el dueño de un restaurante-hostal, bebedor durante la guerra y la ocupación alemana, que en su vejez echa de menos sus viajes por oriente. Al final de la contienda, Albert le promete a su mujer dejar la bebida y, desde entonces, se mantiene sobrio. La llegada del joven Gabriel (Jean-Paul Belmondo), que busca a su hija, lo cambia todo.

Albert se deja engatusar por las aventuras que cuenta el joven, que dice ser un famoso matador de toros y ensalza todo lo español. Ambos se emborrachan una y otra vez y montan la de San Quintín en el pueblo con fuegos artificiales y todo. Mientras tanto, a la mujer de Albert no le queda más remedio que dejar que su marido se desfogue, y que eche una cana al aire (en realidad muchas canas, tantas como blanco es el pelo de Gabin).

Comedia algo alocada, y por momentos surrealista, con Belmondo toreando peligrosamente a los coches en la carretera y Gabin siguiéndole la corriente. Una cinta que solo tiene en común con la anterior su tono crepuscular cuando el protagonista recuerda y añora los tiempos pasados en la juventud, los que el joven Gabriel le recuerda con su presencia.

 

Cambio de registro casi de 180 grados de Gabin, donde demuestra su versatilidad como actor, bien secundado por Belmondo y por un elenco que enriquece la trama: personajes secundarios como el tendero al que llaman Landrú, como el célebre asesino en serie (porque se ha quedado viudo dos veces), o el dueño del cabaret de enfrente, antiguo compañero de borrachera de Albert.

Película simpática y entrañable, con estupendos diálogos de Michel Audiard ⸺presente en numerosas películas de Gabin, también en El presidente⸺, en la que destaca el arranque con el voto de volverse abstemio si el protagonista y su mujer logran sobrevivir a la guerra. Una secuencia para enmarcar es la de la cogorza de Gabin durante la ocupación germana, donde consigue hacer navegar una maqueta de un barco en un bar en el que la barra inundada de alcohol simula ser el río Amarillo.



domingo, 6 de febrero de 2022

EL BARCO FANTASMA (The Ghost Ship de Mark Robson, 1943)

Hablar de misterio y terror en Hollywood y no nombrar a Val Lewton sería una temeridad. Lewton, de ascendencia rusa (se llamaba en realidad Vladimir Leventon), trabajó unos cuantos años con David O. Selznick antes de ser contratado por la RKO en 1942 para producir películas de terror de serie B. En competencia directa con la Universal, los largometrajes de Lewton resultaron más sofisticados que los de sus oponentes. Realizados con menos dólares y menos monstruos, pero con más inteligencia, Lewton demostró que sugerir las imágenes era mejor que mostrarlas. Lo implícito ganaba a lo explícito gracias al poder de imaginación del espectador, un elemento con el que contaba el productor para suplir la falta de presupuesto.


Después de una primera etapa donde predominaban las historias de mujeres amenazadas por toda clase de peligros (La mujer pantera, Yo anduve con un zombi, La séptima víctima, etc.), Lewton quiso cambiar de tercio y produjo una cinta totalmente diferente. En El barco fantasma era un hombre el perseguido por las fuerzas del mal:

Recién salido de la Escuela Naval, Tom Merriam (Russell Wade) embarca como tercer oficial en el “Altair”, un carguero que se dirige a la costa oeste sudamericana para transportar ganado. El destino de Merriam ha sido solicitado por el capitán Stone (Richard Dix) que ve en el nuevo oficial un retrato de sí mismo cuando era joven. Antes de salir a la mar, Merriam descubre que su anterior en el cargo ha fallecido en extrañas circunstancias, además uno de los marineros ha sido encontrado muerto en cubierta, presumiblemente de un ataque al corazón... 


A pesar de que el director de la cinta es Mark Robson, la película tiene todo el sello de Val Lewton. Es un filme angustioso que transcurre en su mayor parte a bordo de un mercante cuyo demente capitán tiene unas ideas acerca de la autoridad propias de un paranoico megalomaníaco. El suspense se apoya en ruidos, luces y sombras, puertas que se abren o cierran, pensamientos atronadores, miradas, y diálogos inquietantes. Para muchos, la técnica de Lewton de mostrar lo menos posible es un antecedente claro de la estética del cine negro.

En filmes anteriores y posteriores de Mark Robson también se ve la mano “invisible” de Val Lewton. Tanto Robson como Robert Wise, se foguearon en la sala de montaje de la RKO justo cuando comenzaban a trabajar para Lewton. Los dos participaron en la edición de El cuarto mandamiento de Orson Welles, y Robson, además, fue el montador de Estambul, también de Welles. Es curioso observar la cantidad de puntos en común que hay entre Estambul y El barco fantasma; ambos largometrajes destilan una atmósfera insana, a bordo de un barco, en el que el héroe lucha por su vida, pero nadie le hace caso.


El post es un extracto corregido para la ocasión del capítulo dedicado a El barco fantasma en mi libro: CINE Y NAVEGACIÓN. Los 7 mares en 70 películas





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