Arranca el mes de marzo, treinta y un días larguísimos, sin puentes, ni fiestas, ni nada (tranquilos luego vendrá abril, con su Semana Santa y su Feria, y entonces nos reiremos), pero con interesantes películas en su primera semana. Lawrence de Arabia, Cautivo del deseo, El Tercer Hombre (segunda vez que la anuncian en Veo TV, esperemos que no llegue a la tercera para hacer honor a su título), El Hombre que sabía demasiado, Tesis, Picnic y Ricardo III presiden un conjunto de cintas que si yo fuera vosotros me haría con ellas.
Pinchar en la tabla para verla mejor (las películas en rojo no son necesariamente las mejores, son las que se comentan más abajo)
Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:
Las Campanas de Santa María (The Bells of St.Mary’s de Leo McCarey, 1945). Bing Crosby, Ingrid Bergman. (Telemadrid, sábado 28 a las 01:15)
Segunda parte de las aventuras del Padre O'Malley, un cura con sombrero de paja, que aparece -y se va- de forma inesperada, como si fuera un enviado directo de Dios a la Tierra. Lo que sorprende es que su misión no sale de la Iglesia: siempre llega para resolver algún problema dentro de su propia "empresa". Esta vez se trata de un colegio en ruinas, regentado por una monja cabezota (Ingrid Bergman).
Entre otras cuestiones, el padre “Crosby” tendrá que ayudar a que un multimillonario acceda a donar un edificio nuevo; intentará unir una familia separada; y solucionará los conflictos entre dos muchachos de la escuela. Logrará salir adelante con el equipaje habitual: las canciones y los consejos disfrazados de parábolas.
A destacar la interpretación de los dos protagonistas, que fueron nominados al oscar y no lo consiguieron por culpa de los siete premios de su antecesora, la exitosa Siguiendo mi camino (Going my Way, del mismo director, un año antes). De los números musicales no perderse el villancico que da título a la película; de las secuencias cómicas, las lecciones de boxeo a cargo de Ingrid Bergman; y del conjunto de la cinta, el emocionante final.
La Decisión de Sophie (Sophie’s Choice de Alan J. Pakula, 1982). Meryl Streep, Kevin Kline, Peter MacNicol. (Punt 2 y TV3, sábado 28 a las 22:00 y domingo 1 a las 23:30, respectivamente)
Interesante cinta del director y productor Alan J. Pakula, pero que resulta irregular debido a la evolución de la propia trama y al casting. Basada en la novela homónima de William Styron, los momentos cumbres de la película coinciden cuando la secuencia es conducida de la mano de una magnífica Meryl Streep (que gana el oscar); las caídas son provocadas por los excesos de Kevin Kline, que no se adapta demasiado bien a su papel, y por la presencia del soso Peter MacNicol. Pero también la acción sufre esos altibajos. Los flash-back del campo de concentración están muy conseguidos y predominan sobre algunas escenas cotidianas que no están muy bien rodadas. De todas formas el filme se recuerda con agrado gracias a una estudiada conclusión, donde los acontecimientos del presente son consecuencia directa de los impactantes sucesos del pasado.
Antes del Atardecer (Before Sunset de Richard Linklater, 2004). Ethan Hawke, Julie Delpy. (TvCanaria, domingo 1 a las 17:25)
¿Se ha preguntado alguna vez que habría ocurrido si Rick e Ilsa se hubieran encontrado de nuevo, después de su despedida en Casablanca? ¿No se quedó con la duda de si Jesse y Celine acudirían a su cita, después de aquel día juntos en Viena? Para la segunda pregunta el propio director, Richard Linklater, dirigió una secuela casi diez años más tarde.
En esta ocasión los protagonistas de Antes del Amanecer (Before Sunrise, 1995) coinciden en París, donde Jesse (Ethan Hawke) está promocionando su libro, basado en su breve, pero intenso encuentro con Celine (Julie Delpy) casi una década antes. Ella acude a la firma de la novela con la esperanza de volver a verle. Y se encuentran.
La cinta vuelve a centrarse en los diálogos entre la pareja, esta vez con la capital de Francia como telón de fondo y con los personajes sensiblemente cambiados. Linklater utiliza casi la misma técnica que en el rodaje en Viena. Estructura la conversación por temas y los presenta a lo largo de varios paseos por las calles de París. Los sigue en una cafetería, en un viaje por el Sena en barco, en un trayecto en automóvil y finalmente en el apartamento de Celine. De esta forma el espectador no se cansa y atiende a una amena conversación donde los sentimientos van aflorando hacia una situación verdaderamente emotiva. Además, a diferencia del primer filme, el realizador hace coincidir el tiempo diegético con el real. Que la acción transcurra en los ochenta minutos que dura la película es otro elemento más para que una cinta basada en el diálogo no resulte pesada (les estoy cogiendo verdadera manía a esos largometrajes que duran casi tres horas).
En Antes del Atardecer se habla de ecología, política, religión o sexo, enlazando muy bien los temas pero siempre con el amor como sustento de una relación que comenzó en aquel encuentro en Austria. Linklater no se resiste a utilizar a los protagonistas para que simbolicen la vieja Europa y la joven América. Casi siempre es Celine la que inicia un tema de conversación, con una manera de ver la vida más progresista que Jesse, que de alguna forma se deja llevar por el carácter tan agradable de su compañera. El director aporta un mensaje optimista y opina que se puede hablar de cualquier tema siempre que presida la tolerancia.
Por otro lado los larguísimos travellings, con un plano medio como encuadre, sirven para que los actores disfruten de lo que parece una conversación entre amigos y no de un cansado día de rodaje. Y es que el mérito de esta secuela -y lo que la hace situarse a la altura de la primera película y por momentos superarla- es precisamente la simbiosis personajes-actores: el espectador presencia el reencuentro entre Jesse y Celine, pero también asiste a la reunión entre dos viejos amigos, Ethan y Julie. Ambos profesionales parece que estén recordando juntos su trabajo de nueve años atrás. Han cambiado: "estas más delgada, con el pelo recogido", "y tú, tienes una arruga nueva, justo entre las cejas".
Hasta la música es diferente. Para subrayar esa excelente confusión entre ficción y realidad, es la propia Julie Delpy la que aporta sus canciones a la banda sonora y Celine las que dice haberlas compuesto e incluso se atreve a cantar una, con un título muy apropiado: "A Waltz for a Night". Ideal para bailarlo justo antes del atardecer.
jueves, 26 de febrero de 2009
martes, 24 de febrero de 2009
COLABORACIÓN: La conversación (The Conversation de Francis Ford Coppola, 1.974)
En 1.974, el mismo año en el que en Estados Unidos se destapa el escándalo del Watergate, Francis Ford Coppola dirige La conversación, un estupendo drama de intriga y suspense ambientado en el mundo del espionaje industrial – en su momento al director se le tachó de oportunista por recuperar para ese momento puntual un guión que llevaba años durmiendo en un cajón el sueño de los justos. Aquel 74 es también definitivamente el gran año de Coppola que no sólo obtiene con esta película la Palma de Oro de Cannes sino que se convierte en el gran triunfador de la noche de los Oscars gracias a las 6 estatuillas conseguidas por El Padrino II. En aquella ceremonia, además el cineasta está nominado por partida doble, y una de las principales rivales con las que se encuentra la ganadora final es precisamente el film del que vamos a hablar a continuación.
Rodada justo entre los dos primeros "padrinos" y con un presupuesto sensiblemente inferior al que suele manejar en otras películas de esa época, La Conversación es uno de los títulos de la carrera de su director que más le enorgullecen según él mismo ha confesado en alguna ocasión.
La película tiene como protagonista a Harry Caull, un prestigioso detective privado experto en seguridad que recibe el encargo, en principio banal, de vigilar a una pareja por un presunto caso de infidelidad. En un principio las conversaciones entre los amantes resultan totalmente intrascendentes, pero cuando Harry descubre que el cliente que lo ha contratado se niega a identificarse empieza a sospechar que la vida de éstos y la de él mismo corre peligro. Sin duda la clave del film está en el certero retrato psicológico que se hace de su protagonista principal, decisivo para el posterior desarrollo de la trama. El carácter obsesivo de Harry en busca permanente de la redención – arrastra un sentimiento de culpa por un suceso cometido tiempo atrás por el cual murieron varias personas- le condena a una irremediable soledad y le lleva a embarcarse en su propia paranoia que al final resultará también la nuestra. Con una tensión que va "in crescendo" pero que al mismo tiempo es casi imperceptible, Coppola consigue que al final el espectador del film acabe casi tan agobiado como su protagonista. Uno de los principales apoyos con los que cuenta el realizador para alcanzar su propósito lo encontramos en la prodigiosa y medida interpretación de Gene Hackman, bien secundado aquí por John Cazale y Allen Garfield, dos rostros imprescindibles en el cine de los setenta, y por un jovencísimo Harrison Ford muy alejado en esta ocasión de los papeles de galán o de héroe a los que nos acostumbrará más adelante.
Buena prueba de esa tensión "in crescendo" que recorre el film la encontramos ya en su primera y magistral secuencia. Arranca la misma con el plano general desde el cielo de un gran parque en el que a modo de tablero de ajedrez se van organizando los distintos actores de la trama. La cámara va cayendo en un lento y progresivo picado, casi como el vuelo de un moscardón, que termina por posarse en cada uno de esos actores. A continuación se desarrolla la conversación que da titulo al film y que desencadena la historia. Esta conversación será el leif motiv del film y se irá repitiendo a lo largo del mismo hasta convertirse en algo recurrente, algo así como las variaciones musicales de una misma pieza musical, algo así como esas variaciones que el propio Harry interpreta con su saxo en distintos momentos del film. Es la reiteración constante de todos esos elementos la que nos sumerge en la paranoia en la que al final se convierte la película – con una última escena demoledora en la que se mezclan sentimientos como soledad y claustrofobia. La conversación es un film de esos que dejan en el espectador la extraña sensación de haber visto algo apasionante e incómodo al mismo tiempo, un sabor agridulce que tal vez sólo está al alcance de las grandes obras maestras.
Rodada justo entre los dos primeros "padrinos" y con un presupuesto sensiblemente inferior al que suele manejar en otras películas de esa época, La Conversación es uno de los títulos de la carrera de su director que más le enorgullecen según él mismo ha confesado en alguna ocasión.
La película tiene como protagonista a Harry Caull, un prestigioso detective privado experto en seguridad que recibe el encargo, en principio banal, de vigilar a una pareja por un presunto caso de infidelidad. En un principio las conversaciones entre los amantes resultan totalmente intrascendentes, pero cuando Harry descubre que el cliente que lo ha contratado se niega a identificarse empieza a sospechar que la vida de éstos y la de él mismo corre peligro. Sin duda la clave del film está en el certero retrato psicológico que se hace de su protagonista principal, decisivo para el posterior desarrollo de la trama. El carácter obsesivo de Harry en busca permanente de la redención – arrastra un sentimiento de culpa por un suceso cometido tiempo atrás por el cual murieron varias personas- le condena a una irremediable soledad y le lleva a embarcarse en su propia paranoia que al final resultará también la nuestra. Con una tensión que va "in crescendo" pero que al mismo tiempo es casi imperceptible, Coppola consigue que al final el espectador del film acabe casi tan agobiado como su protagonista. Uno de los principales apoyos con los que cuenta el realizador para alcanzar su propósito lo encontramos en la prodigiosa y medida interpretación de Gene Hackman, bien secundado aquí por John Cazale y Allen Garfield, dos rostros imprescindibles en el cine de los setenta, y por un jovencísimo Harrison Ford muy alejado en esta ocasión de los papeles de galán o de héroe a los que nos acostumbrará más adelante.
Buena prueba de esa tensión "in crescendo" que recorre el film la encontramos ya en su primera y magistral secuencia. Arranca la misma con el plano general desde el cielo de un gran parque en el que a modo de tablero de ajedrez se van organizando los distintos actores de la trama. La cámara va cayendo en un lento y progresivo picado, casi como el vuelo de un moscardón, que termina por posarse en cada uno de esos actores. A continuación se desarrolla la conversación que da titulo al film y que desencadena la historia. Esta conversación será el leif motiv del film y se irá repitiendo a lo largo del mismo hasta convertirse en algo recurrente, algo así como las variaciones musicales de una misma pieza musical, algo así como esas variaciones que el propio Harry interpreta con su saxo en distintos momentos del film. Es la reiteración constante de todos esos elementos la que nos sumerge en la paranoia en la que al final se convierte la película – con una última escena demoledora en la que se mezclan sentimientos como soledad y claustrofobia. La conversación es un film de esos que dejan en el espectador la extraña sensación de haber visto algo apasionante e incómodo al mismo tiempo, un sabor agridulce que tal vez sólo está al alcance de las grandes obras maestras.
domingo, 22 de febrero de 2009
LA LAGUNA NEGRA (Arturo Ruiz Castillo, 1952)
En los Campos de Castilla, allá donde nace el Duero, existe una laguna oscura, espejo traidor de los desafiantes riscos que la protegen. Un refugio que guarda secretos de envidias, odio y crimen. De esas historias, de ese paisaje, debió quedar impresionado Antonio Machado cuando, viajando de Soria a Cidones, en busca de las fuentes del Duero, decidió escribir un poema ya legendario: “La Tierra de Alvargonzález”. El romance, que resuena por los Picos de Urbión, inspiró a Arturo Ruiz Castillo, para realizar una película teñida de oscuro: La Laguna Negra
Pues sí, en un día como hoy preferimos no hablar de los oscar, nos atrae más el septuagésimo aniversario del fallecimiento de uno de los grandes escritores españoles de todos los tiempos. La cinta que nos ocupa no es la única basada en una creación de Antonio Machado. Dos obras de teatro suyas, y de su hermano Manuel, fueron llevadas al cine con desigual acierto: La Lola se va los Puertos (Juan de Orduña, 1947), con Juanita Reina, dentro del interminable ciclo del folclore patrio; La Duquesa de Benamejí (Luís Lucía, 1949), a mayor gloria del star system español, con la pareja de moda Jorge Mistral y Amparito Rivelles; y una posterior versión de La Lola… con Rocío Jurado de estrella, pero bastante inferior a la original. De todas ellas destaca esta trama de tintes expresionistas, muy bien realizada por Ruiz Castillo que ya había dirigido alguna notable adaptación literaria como Las Inquietudes de Shanti Andía (1946).
La acción de La Laguna Negra transcurre en el seno de una familia de campesinos, donde dos de los hijos (y una de las nueras) han decidido heredar antes de tiempo. El filme, igual que el romance de Machado, arranca con el fratricidio y con la presión insoportable que ejerce el paisaje (el lago) sobre los asesinos. La Laguna y la hacienda. El hogar también se revela contra ellos: Arturo Ruiz inserta con habilidad planos detalles del sillón vacío, que preside la cada vez más hostil sala principal, recordando la ausencia del padre; reclamando una digna sepultura.
El barroquismo de la puesta en escena y la técnica utilizada, contrastan con la sobriedad del relato. Los contrapicados que resaltan la culpabilidad, se refuerzan con una interpretación muy cercana al realismo imperante en el cine europeo de la época. Las luces -y sobre todo las sombras-, en conjunción con una evolución angustiosa de los personajes, ayudan a configurar uno de los dramas más tenebrosos del cine español. Las llamas reflejadas en Candela (nombre adecuado para la instigadora del crimen) son más propias del cine de terror que del melodrama. Y es que Maruchi Fresno hace el papel de su vida. Su personaje crece con el relato para, finalmente, saturar la pantalla. La escena del incendio, con la cámara situada detrás del fuego y el plano centrado en los tres culpables, parece rodada desde el propio Infierno.
Ruiz Castillo aprovecha el entorno y la ambientación de la historia para rodar algunas secuencias costumbristas; y lo hace con un doble propósito: relajar el ambiente y servir de homenaje al poeta. Si bien es cierto que no se resiste a observarlas con un tono dramático, para no perder la continuidad que la cinta exige. Así, las labores de cosecha o los bailes de las fiestas populares, tienen como telón de fondo un castillo en ruinas que se erige amenazante e inquieta con su sola presencia.
Creo que La Laguna Negra consigue aproximar la obra de Antonio Machado al gran público. Y provoca que se produzca el milagro para los que se acercan al poeta: al leer el romance las imágenes acuden a nuestra mente, la historia toma forma y todo cobra sentido.
Pues sí, en un día como hoy preferimos no hablar de los oscar, nos atrae más el septuagésimo aniversario del fallecimiento de uno de los grandes escritores españoles de todos los tiempos. La cinta que nos ocupa no es la única basada en una creación de Antonio Machado. Dos obras de teatro suyas, y de su hermano Manuel, fueron llevadas al cine con desigual acierto: La Lola se va los Puertos (Juan de Orduña, 1947), con Juanita Reina, dentro del interminable ciclo del folclore patrio; La Duquesa de Benamejí (Luís Lucía, 1949), a mayor gloria del star system español, con la pareja de moda Jorge Mistral y Amparito Rivelles; y una posterior versión de La Lola… con Rocío Jurado de estrella, pero bastante inferior a la original. De todas ellas destaca esta trama de tintes expresionistas, muy bien realizada por Ruiz Castillo que ya había dirigido alguna notable adaptación literaria como Las Inquietudes de Shanti Andía (1946).
La acción de La Laguna Negra transcurre en el seno de una familia de campesinos, donde dos de los hijos (y una de las nueras) han decidido heredar antes de tiempo. El filme, igual que el romance de Machado, arranca con el fratricidio y con la presión insoportable que ejerce el paisaje (el lago) sobre los asesinos. La Laguna y la hacienda. El hogar también se revela contra ellos: Arturo Ruiz inserta con habilidad planos detalles del sillón vacío, que preside la cada vez más hostil sala principal, recordando la ausencia del padre; reclamando una digna sepultura.
El barroquismo de la puesta en escena y la técnica utilizada, contrastan con la sobriedad del relato. Los contrapicados que resaltan la culpabilidad, se refuerzan con una interpretación muy cercana al realismo imperante en el cine europeo de la época. Las luces -y sobre todo las sombras-, en conjunción con una evolución angustiosa de los personajes, ayudan a configurar uno de los dramas más tenebrosos del cine español. Las llamas reflejadas en Candela (nombre adecuado para la instigadora del crimen) son más propias del cine de terror que del melodrama. Y es que Maruchi Fresno hace el papel de su vida. Su personaje crece con el relato para, finalmente, saturar la pantalla. La escena del incendio, con la cámara situada detrás del fuego y el plano centrado en los tres culpables, parece rodada desde el propio Infierno.
Ruiz Castillo aprovecha el entorno y la ambientación de la historia para rodar algunas secuencias costumbristas; y lo hace con un doble propósito: relajar el ambiente y servir de homenaje al poeta. Si bien es cierto que no se resiste a observarlas con un tono dramático, para no perder la continuidad que la cinta exige. Así, las labores de cosecha o los bailes de las fiestas populares, tienen como telón de fondo un castillo en ruinas que se erige amenazante e inquieta con su sola presencia.
Creo que La Laguna Negra consigue aproximar la obra de Antonio Machado al gran público. Y provoca que se produzca el milagro para los que se acercan al poeta: al leer el romance las imágenes acuden a nuestra mente, la historia toma forma y todo cobra sentido.
jueves, 19 de febrero de 2009
SILENCIO SE... GRABA (Semana del 20 al 26 de febrero de 2009)
Con los premios de la Academia Hollywoodense a las puertas, la semana entrante nos ofrece algunas cintas merecedoras de estos galardones, acompañando a otras que los han ganado o han sido nominadas. Son películas tan buenas como El Padrino III, Testigo de Cargo, El Tercer Hombre, Tú y Yo o El Apartamento, entre muchas otras. Tampoco faltan largometrajes contemporáneos interesantes como el filme de Tony Gilroy, la fábula de Tim Burton o el biopic de James Mangold. Saludos a todos y que los dvd vayan calentando motores.
Pinchar en la tabla para verla mejor (las películas en rojo no son necesariamente las mejores, son las que se comentan más abajo)
Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:
Gunga Din (George Stevens, 1939). Cary Grant, Victor McLaglen. (Castilla-La Mancha TV 2, viernes 20 a las 00:30)
La cinta está basada en un poema de Ruyard Kipling sobre la historia de un héroe hindú del ejército británico, que era un simple aguador, pero deseaba ser un soldado. Sin embargo, dicho argumento queda en un segundo plano, por detrás de la historia de tres sargentos y sus aventuras en la India. Pensada en un principio para que la dirigiera Howard Hawks, finalmente la realizó George Stevens con indudable maestría, como se demuestra en el montaje que él mismo hizo de las escenas de acción. El resultado es claro: una de las mejores películas de aventuras del Hollywood dorado.
Sin embargo, el director, recordando su participación en algunas de las cintas de “El Gordo y el Flaco”, no se resistió a incluir escenas cómicas. Hay tantas situaciones divertidas, y son tan buenos los gags, que el filme casi puede considerarse una comedia, con Cary Grant como humorista aventajado. La fordiana secuencia de la fiesta, con el ponche como protagonista, y la de la curación del elefante, son memorables. Pero también lo es el clímax final, con la batalla filmada en Lone Pine, en el desierto de California.
El largometraje ha servido de referencia a cineastas tan importantes como Steven Spielberg, que se dejó influenciar para llevar a cabo su exitosa serie de Indiana Jones; a Blake Edwards, en el arranque de El Guateque (The Party, 1968); o a John Huston en la obra maestra El Hombre que pudo Reinar (The Man who would be King, 1975).
La Pantera Rosa (The Pink Panther de Blake Edwards, 1963). Peter Sellers, David Niven. (CARTV y TV3, sábado 21 a las 01:00 y domingo 22 a las 18:25, respectivamente)
Primera entrega de la famosa serie del torpe Inspector Clouseau (Peter Sellers). Debe su fama tanto al protagonista de la película como a los dibujos animados de los créditos, obra de Fritz Freeleng, y a la música de Henry Mancini. No es lo mejor de Blake Edwards, pero se convierte en un éxito en todo el mundo. Quizás la segunda parte, El nuevo caso del Inspector Clouseau (A shot in the dark, 1964), y la quinta, La Pantera Rosa ataca de nuevo (The Pink Panther strikes again, 1976), sean mejores que ésta. A pesar de no haber envejecido bien tiene algunos gags muy buenos, como el de la habitación del hotel o la escena final, y, sobre todo, un gran reparto.
El Último Caballo (Edgar Neville, 1950). Fernando Fernán-Gómez, Conchita Montes, José Luís Ozores. (Castilla-La Mancha TV 2, domingo 22 a las 00:30)
Una de las primeras aproximaciones del cine español al Neorrealismo. Y no podía ser otro que Edgar Neville, un director muy apreciado hoy en día, que ya llevaba a sus espaldas obras tan personales como La Torre de los siete jorobados o El crimen de la calle de Bordadores.
El director madrileño aborda una comedia costumbrista, con interesantes aportaciones realistas, que se agradecen al separase -no mucho- de los clásicos proyectos cinematográficos del régimen franquista. Su guión narra las desventuras de un soldado (Fernando Fernán-Gómez), recién licenciado, que no quiere abandonar a su caballo; de hacerlo lo que le espera al animal es morir destripado en cualquier corrida de toros. Por salvarlo tiene que enfrentarse a su novia; recurrir a la portería, como cuadra de emergencia; o dejárselo a su compañero de mili (José Luís Ozores, qué gran actor), un bombero cuya mayor ilusión es tener un piano de cola.
La película gana muchos enteros por su carácter documental. Los paseos a caballo, con Fernán-Gómez de chaqueta y corbata y sombrero de ala ancha, como un Buster Keaton moderno, ajeno al asombro que despierta a su paso, son una entrañable excusa para recorrer las calles del Madrid de final de los años cuarenta.
Toda la cinta se convierte en una reivindicación ecologista, cuando los protagonistas (el dúo de compañeros más Conchita Montes, la actriz fetiche de Neville, que esta vez encarna a una simpática florista) reniegan del mundo moderno; ese que ha motorizado el regimiento, motivo por el que los caballos ya no tienen cabida en él; o el que ha transformado la ciudad en un lugar hostil para los nobles animales que antaño circulaban por sus calles.
La protesta de los personajes se extiende y alcanza su propia existencia. Y es que el verdadero mérito de Neville reside en denunciar ciertos comportamientos sociales y más de una miseria, todos presentes en la España de la posguerra. Así, la vida en la oficina, o en el parque de bomberos, no es más que una prolongación de la rigidez del cuartel; la eterna novia -y la suegra- no pueden ser más materialistas; y hasta las medicinas que necesitan para salvar al caballo las tienen que buscar de estraperlo.
Pinchar en la tabla para verla mejor (las películas en rojo no son necesariamente las mejores, son las que se comentan más abajo)
Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:
Gunga Din (George Stevens, 1939). Cary Grant, Victor McLaglen. (Castilla-La Mancha TV 2, viernes 20 a las 00:30)
La cinta está basada en un poema de Ruyard Kipling sobre la historia de un héroe hindú del ejército británico, que era un simple aguador, pero deseaba ser un soldado. Sin embargo, dicho argumento queda en un segundo plano, por detrás de la historia de tres sargentos y sus aventuras en la India. Pensada en un principio para que la dirigiera Howard Hawks, finalmente la realizó George Stevens con indudable maestría, como se demuestra en el montaje que él mismo hizo de las escenas de acción. El resultado es claro: una de las mejores películas de aventuras del Hollywood dorado.
Sin embargo, el director, recordando su participación en algunas de las cintas de “El Gordo y el Flaco”, no se resistió a incluir escenas cómicas. Hay tantas situaciones divertidas, y son tan buenos los gags, que el filme casi puede considerarse una comedia, con Cary Grant como humorista aventajado. La fordiana secuencia de la fiesta, con el ponche como protagonista, y la de la curación del elefante, son memorables. Pero también lo es el clímax final, con la batalla filmada en Lone Pine, en el desierto de California.
El largometraje ha servido de referencia a cineastas tan importantes como Steven Spielberg, que se dejó influenciar para llevar a cabo su exitosa serie de Indiana Jones; a Blake Edwards, en el arranque de El Guateque (The Party, 1968); o a John Huston en la obra maestra El Hombre que pudo Reinar (The Man who would be King, 1975).
La Pantera Rosa (The Pink Panther de Blake Edwards, 1963). Peter Sellers, David Niven. (CARTV y TV3, sábado 21 a las 01:00 y domingo 22 a las 18:25, respectivamente)
Primera entrega de la famosa serie del torpe Inspector Clouseau (Peter Sellers). Debe su fama tanto al protagonista de la película como a los dibujos animados de los créditos, obra de Fritz Freeleng, y a la música de Henry Mancini. No es lo mejor de Blake Edwards, pero se convierte en un éxito en todo el mundo. Quizás la segunda parte, El nuevo caso del Inspector Clouseau (A shot in the dark, 1964), y la quinta, La Pantera Rosa ataca de nuevo (The Pink Panther strikes again, 1976), sean mejores que ésta. A pesar de no haber envejecido bien tiene algunos gags muy buenos, como el de la habitación del hotel o la escena final, y, sobre todo, un gran reparto.
El Último Caballo (Edgar Neville, 1950). Fernando Fernán-Gómez, Conchita Montes, José Luís Ozores. (Castilla-La Mancha TV 2, domingo 22 a las 00:30)
Una de las primeras aproximaciones del cine español al Neorrealismo. Y no podía ser otro que Edgar Neville, un director muy apreciado hoy en día, que ya llevaba a sus espaldas obras tan personales como La Torre de los siete jorobados o El crimen de la calle de Bordadores.
El director madrileño aborda una comedia costumbrista, con interesantes aportaciones realistas, que se agradecen al separase -no mucho- de los clásicos proyectos cinematográficos del régimen franquista. Su guión narra las desventuras de un soldado (Fernando Fernán-Gómez), recién licenciado, que no quiere abandonar a su caballo; de hacerlo lo que le espera al animal es morir destripado en cualquier corrida de toros. Por salvarlo tiene que enfrentarse a su novia; recurrir a la portería, como cuadra de emergencia; o dejárselo a su compañero de mili (José Luís Ozores, qué gran actor), un bombero cuya mayor ilusión es tener un piano de cola.
La película gana muchos enteros por su carácter documental. Los paseos a caballo, con Fernán-Gómez de chaqueta y corbata y sombrero de ala ancha, como un Buster Keaton moderno, ajeno al asombro que despierta a su paso, son una entrañable excusa para recorrer las calles del Madrid de final de los años cuarenta.
Toda la cinta se convierte en una reivindicación ecologista, cuando los protagonistas (el dúo de compañeros más Conchita Montes, la actriz fetiche de Neville, que esta vez encarna a una simpática florista) reniegan del mundo moderno; ese que ha motorizado el regimiento, motivo por el que los caballos ya no tienen cabida en él; o el que ha transformado la ciudad en un lugar hostil para los nobles animales que antaño circulaban por sus calles.
La protesta de los personajes se extiende y alcanza su propia existencia. Y es que el verdadero mérito de Neville reside en denunciar ciertos comportamientos sociales y más de una miseria, todos presentes en la España de la posguerra. Así, la vida en la oficina, o en el parque de bomberos, no es más que una prolongación de la rigidez del cuartel; la eterna novia -y la suegra- no pueden ser más materialistas; y hasta las medicinas que necesitan para salvar al caballo las tienen que buscar de estraperlo.
Por último, el rechazo a las corridas de toros es total: el realizador aprovecha la tensión dramática de la trama para presentar unos planos generales donde los astados embisten contra los indefensos caballos. Lo que consigue es una prueba contundente de lo salvaje que realmente es la llamada "Fiesta Nacional".
viernes, 13 de febrero de 2009
COLABORACIÓN: DIARIOS DE MOTOCICLETA (The Motorcycle Diaries de Walter Salles, 2003)
Querido tío Ethan:
Sí, soy yo, Dexter, tu amigo, tu compi, tu fiel seguidor ¡¡ por fiiiiin¡¡ Hace unos meses recibí en el buzón de mi correo electrónico un amable mensaje tuyo en el que me invitabas a formar parte del grupo de colaboradores que escriben y opinan de cine en tu blog. Como recordarás aquella vez me negué y te di con la puerta en las narices aduciendo excusas que ahora no vienen muy bien al caso. Pasó el tiempo, me lo pensé mejor, reconsideré mi postura y entonces fui yo el que de forma lastimosa se arrastró ante ti suplicándote un hueco entre tus blogueros. Fíjate que yo creía que ibas a devolverme la pelota y esta vez ibas a ser tú el que me diera con la puerta en las narices –debiste haberlo hecho en pago a mi desconsideración- pero no, te mostraste encantado con la idea y me dijiste que adelante. Y bueno, aquí me tienes, uff qué nervios dispuesto a empezar. Para agradecerte la confianza, voy a hacerlo con una película que yo adoro y sé que tú también puesto que así me lo has hecho saber en alguna otra ocasión. Se trata de Diarios de motocicleta de Walter Sayles, una maravilla que a pesar de tener sólo un lustro de antigüedad ha entrado ya a formar parte del selecto grupo de películas de mi vida.
Cinco años después de triunfar en todo el mundo con la excelente Estación Central del Brasil, el director Walter Salles acepta en 2.003 la propuesta que le hace el actor, director y productor Robert Redford para llevar al cine los diarios de juventud del legendario guerrillero argentino Ernesto Che Guevara. La historia que nos cuenta el film transcurre en los años inmediatamente anteriores al nacimiento del mito, justamente aquellos en los que éste se forjó. Estamos en 1.952, el joven Ernesto Guevara, estudiante de medicina de 28 años y su íntimo amigo Alberto Granados, bioquímico de 29, emprenden un viaje a través de toda Sudamérica, de la Patagonia al sur de Venezuela, a bordo de una vieja y destartalada motocicleta apodada "La Poderosa"- si bien de poderosa tenía poco. Al principio, los dos amigos salen al mundo movidos por su sed de aventura y emociones, pero al final del viaje descubren que éste ha sido una experiencia vital única que ha cambiado para siempre sus vidas y su manera de ver el mundo. Antes de embarcarse en el viaje, Guevara, interpretado por un enorme –a pesar de su estatura- Gael García Bernal en el mejor papel de su carrera, era un burguesito perteneciente a una familia de clase media alta, de posición acomodada y dotado de una nula conciencia social; lo que vino después del viaje forma parte ya de la Historia.
El film adopta la estructura de una "road movie" que relata el viaje iniciático de sus dos protagonistas. A través de él y en paralelo con Guevara y Granados vamos descubriendo la riqueza social, cultural y física de todo un continente. Al igual que los dos amigos, vamos conociendo la sencillez de sus gentes, la mayoría pobres desheredados que no tienen nada y que a cambio están dispuestos a ofrecerlo todo, y la majestuosidad de unos paisajes irrepetibles, frente a los cuales el ser humano no puede más que sentirse pequeño, y que sin embargo y de forma paradójica empiezan ya a sufrir el devastador efecto que produce la mano del hombre. Diarios de motocicleta es una llamada directa a la emoción, a la alegría de vivir, a la utopía. Quizá sólo usando los dictados del corazón logremos, como cantaba Drexler, ver la luz al otro lado del río.
Sí, soy yo, Dexter, tu amigo, tu compi, tu fiel seguidor ¡¡ por fiiiiin¡¡ Hace unos meses recibí en el buzón de mi correo electrónico un amable mensaje tuyo en el que me invitabas a formar parte del grupo de colaboradores que escriben y opinan de cine en tu blog. Como recordarás aquella vez me negué y te di con la puerta en las narices aduciendo excusas que ahora no vienen muy bien al caso. Pasó el tiempo, me lo pensé mejor, reconsideré mi postura y entonces fui yo el que de forma lastimosa se arrastró ante ti suplicándote un hueco entre tus blogueros. Fíjate que yo creía que ibas a devolverme la pelota y esta vez ibas a ser tú el que me diera con la puerta en las narices –debiste haberlo hecho en pago a mi desconsideración- pero no, te mostraste encantado con la idea y me dijiste que adelante. Y bueno, aquí me tienes, uff qué nervios dispuesto a empezar. Para agradecerte la confianza, voy a hacerlo con una película que yo adoro y sé que tú también puesto que así me lo has hecho saber en alguna otra ocasión. Se trata de Diarios de motocicleta de Walter Sayles, una maravilla que a pesar de tener sólo un lustro de antigüedad ha entrado ya a formar parte del selecto grupo de películas de mi vida.
Esto no quiere decir que la película haya de leerse en clave política ni mucho menos, no es éste el objetivo que perseguían su director y sus responsables. Quien vea aquí un panfleto politizado y propagandístico se equivoca de pleno; allá ellos, por el camino se pierde poder disfrutar con la belleza de una obra inigualable. Lo que Salles pretende simplemente es mostrarnos la historia de un joven que se asoma por primera vez al mundo y descubre las miserias que lo pueblan. Diarios de motocicleta es un canto a la juventud, la ecología- se nota que Redford respalda el proyecto- y el idealismo, y se aleja bastante en este sentido de la reciente recreación que de la figura del revolucionario ha realizado este año el norteamericano Steven Soderbergh.
El film adopta la estructura de una "road movie" que relata el viaje iniciático de sus dos protagonistas. A través de él y en paralelo con Guevara y Granados vamos descubriendo la riqueza social, cultural y física de todo un continente. Al igual que los dos amigos, vamos conociendo la sencillez de sus gentes, la mayoría pobres desheredados que no tienen nada y que a cambio están dispuestos a ofrecerlo todo, y la majestuosidad de unos paisajes irrepetibles, frente a los cuales el ser humano no puede más que sentirse pequeño, y que sin embargo y de forma paradójica empiezan ya a sufrir el devastador efecto que produce la mano del hombre. Diarios de motocicleta es una llamada directa a la emoción, a la alegría de vivir, a la utopía. Quizá sólo usando los dictados del corazón logremos, como cantaba Drexler, ver la luz al otro lado del río.
jueves, 12 de febrero de 2009
SILENCIO SE... GRABA (Semana del 13 al 19 de febrero de 2009)
Comenzamos la semana en viernes 13, pero como no somos supersticiosos vamos a repasar lo que nos ofrecen las cadenas de televisión autonómicas y nacionales: algunas obras maestras de Coppola, Eastwood o Bergman; junto con otras cintas no menos interesantes de Don Siegel, John Carpenter, Regis Wargnier, Stanley Donen o Sam Mendes. Nos alegra ver la representación del cine español, que al menos en reposición por televisión puede competir en calidad con otros filmes extranjeros. Así, podremos disfrutar de películas de Mario Camus (excelentes las dos), de Berlanga o de Chicho Ibáñez Serrador.
Pinchar en la tabla para verla mejor (las películas en rojo no son necesariamente las mejores, son las que se comentan más abajo)
Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:
Muerte de un ciclista (Juan Antonio Bardem, 1955). Alberto Closas, Lucía Bosé. (Popular TV, viernes 13 a las 16:15)
Un largometraje importantísimo en la filmografía española de la Dictadura por lo que conlleva de disensión y por la calidad de la cinta.
En primer lugar, la trama se aparta descaradamente del código moral, digamos "correcto", de los largometrajes de la época: una pareja que mantiene una relación adúltera, atropella a un ciclista, pero callan su crimen para no ser descubiertos. Las dudas del protagonista (Alberto Closas, recuperado para el cine español, procedente del exilio) y, sobre todo, la actitud amoral de ella (Lucía Bosé, espléndida), que se aferra a la seguridad que le proporciona su matrimonio y que sólo acepta ofrecer un donativo a la familia del ciclista, son el arma perfecta de Bardem para arremeter contra la clase dominante. Una burguesía acomodada que contrasta con la pobre situación en la que se encuentra el entorno de la victima.
Con habilidad, y andando de puntillas por el guión, Bardem utiliza el empleo del personaje que interpreta Closas (profesor de Universidad) para conseguir que Muerte de un ciclista sea la primera cinta donde se atisba un movimiento estudiantil inconformista con su situación, aunque, por supuesto, sin hacer mención al régimen franquista.
No sólo el significado histórico y político es destacable, también el buen hacer del director, con un excelente manejo de la puesta en escena y un montaje muy estudiado, repleto de transiciones efectivas. Así, el humo de los cigarrillos pasa de la boca de uno al rostro del otro; una botella que lanza un personaje, en una reunión social, da paso a una piedra arrojada por un estudiante en la facultad; o la madre del protagonista habla de la muerte, y Bardem encadena el plano con la cara de Lucía Bosé.
A pesar de que la rígida censura impone a Bardem un final moralizante, la película concluye de tal forma que resulta un todo perfecto -prácticamente acaba como empieza, pero cambiando los papeles de los protagonistas- donde el director aprovecha la intromisión, le da la vuelta y la utiliza para incluir una simbología no prevista: la clase obrera triunfa sobre la alta burguesía.
La Gran Evasión (The Great Scape de John Sturges, 1963). Steve McQueen, James Garner, Richard Attenborough, Charles Bronson, Donald Pleasence, James Coburn. (7RM, sábado 14 a las 01:30)
Pinchar en la tabla para verla mejor (las películas en rojo no son necesariamente las mejores, son las que se comentan más abajo)
Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:
Muerte de un ciclista (Juan Antonio Bardem, 1955). Alberto Closas, Lucía Bosé. (Popular TV, viernes 13 a las 16:15)
Un largometraje importantísimo en la filmografía española de la Dictadura por lo que conlleva de disensión y por la calidad de la cinta.
En primer lugar, la trama se aparta descaradamente del código moral, digamos "correcto", de los largometrajes de la época: una pareja que mantiene una relación adúltera, atropella a un ciclista, pero callan su crimen para no ser descubiertos. Las dudas del protagonista (Alberto Closas, recuperado para el cine español, procedente del exilio) y, sobre todo, la actitud amoral de ella (Lucía Bosé, espléndida), que se aferra a la seguridad que le proporciona su matrimonio y que sólo acepta ofrecer un donativo a la familia del ciclista, son el arma perfecta de Bardem para arremeter contra la clase dominante. Una burguesía acomodada que contrasta con la pobre situación en la que se encuentra el entorno de la victima.
Con habilidad, y andando de puntillas por el guión, Bardem utiliza el empleo del personaje que interpreta Closas (profesor de Universidad) para conseguir que Muerte de un ciclista sea la primera cinta donde se atisba un movimiento estudiantil inconformista con su situación, aunque, por supuesto, sin hacer mención al régimen franquista.
No sólo el significado histórico y político es destacable, también el buen hacer del director, con un excelente manejo de la puesta en escena y un montaje muy estudiado, repleto de transiciones efectivas. Así, el humo de los cigarrillos pasa de la boca de uno al rostro del otro; una botella que lanza un personaje, en una reunión social, da paso a una piedra arrojada por un estudiante en la facultad; o la madre del protagonista habla de la muerte, y Bardem encadena el plano con la cara de Lucía Bosé.
A pesar de que la rígida censura impone a Bardem un final moralizante, la película concluye de tal forma que resulta un todo perfecto -prácticamente acaba como empieza, pero cambiando los papeles de los protagonistas- donde el director aprovecha la intromisión, le da la vuelta y la utiliza para incluir una simbología no prevista: la clase obrera triunfa sobre la alta burguesía.
La Gran Evasión (The Great Scape de John Sturges, 1963). Steve McQueen, James Garner, Richard Attenborough, Charles Bronson, Donald Pleasence, James Coburn. (7RM, sábado 14 a las 01:30)
Fabuloso reparto para una de las películas más comerciales de todos los tiempos, con una música que forma parte ya de la historia del cine… leer más
La Reina de Nueva York (Nothing Sacred de William A. Wellman, 1937) Carole Lombard, Fredric March. (Veo TV, sábado 14 a las 23:00)
La Reina de Nueva York (Nothing Sacred de William A. Wellman, 1937) Carole Lombard, Fredric March. (Veo TV, sábado 14 a las 23:00)
Una mujer de provincias, Hazel Flagg (Carole Lombard, la reina de la comedia) se hace pasar por una enferma terminal para ver cumplido su sueño de viajar a Nueva York… leer más
El Héroe del Río (Steamboat Bill Jr. de Charles F. Reisner, 1928). Buster Keaton, Ernest Torrence. (Popular TV, lunes 16 a las 00:30)
Comedia dirigida por Charles F. Reisner, pero con Buster Keaton como alma de la película. Apartado de la dirección, después de la poca rentabilidad de la excelente El Maquinista de la General (The General, 1927), a estas alturas nadie duda que fuera el genial humorista el verdadero realizador de El Héroe del Río.
Keaton interpreta a su célebre personajillo esta vez procedente de Boston y, de nuevo, en un ambiente que desconoce: el del Sur. La trama es la típica de sus películas más célebres, es decir el patoso enamorado de la chica equivocada. Por conseguirla tendrá que luchar con múltiples obstáculos: contra su padre, desilusionado por ver que su hijo se ha convertido en un petimetre del Norte; contra su futuro suegro, cacique del pueblo y rival en los negocios, propietario de un barco mucho más nuevo que el del padre de Keaton; y, en general, contra el ambiente naval y la propia Naturaleza.
La habilidad de Buster -todo un atleta- nos hace creer que no puede evitar que las estachas, cabos, mangueras y obenques del barco de su padre se le enreden por doquier. Y es que la acción de la fuerza gravitatoria parece que afecta más a Keaton que al resto de los mortales. Además está la presencia hostil del propio río, que ejerce tanto poder de atracción sobre los personajes que éstos se pasan más tiempo sumergidos entre sus aguas que en tierra firme.
Pero si la cinta puede considerarse una obra maestra es por su último cuarto de hora, cuando se desata un temporal apocalíptico de viento y lluvia. Es la catarsis humorística más grande jamás filmada. Una enorme parodia de las películas de catástrofes, casi antes de que se inventaran. Los edificios van deshaciéndose literalmente al paso del inexpresivo Búster, que no entiende lo que ocurre. Los planos generales de esta larga secuencia son ya leyenda y, vistos hoy en día, no pierden nada de su atractivo. Al revés, ganan en efectividad al comparar sus artesanales efectos visuales con los "tramposos" digitales de las películas modernas.
Bronco Billy (Clint Eastwood, 1980). Clint Eastwood, Sondra Locke. (TV3, martes 17 a las 18:20)
El Héroe del Río (Steamboat Bill Jr. de Charles F. Reisner, 1928). Buster Keaton, Ernest Torrence. (Popular TV, lunes 16 a las 00:30)
Comedia dirigida por Charles F. Reisner, pero con Buster Keaton como alma de la película. Apartado de la dirección, después de la poca rentabilidad de la excelente El Maquinista de la General (The General, 1927), a estas alturas nadie duda que fuera el genial humorista el verdadero realizador de El Héroe del Río.
Keaton interpreta a su célebre personajillo esta vez procedente de Boston y, de nuevo, en un ambiente que desconoce: el del Sur. La trama es la típica de sus películas más célebres, es decir el patoso enamorado de la chica equivocada. Por conseguirla tendrá que luchar con múltiples obstáculos: contra su padre, desilusionado por ver que su hijo se ha convertido en un petimetre del Norte; contra su futuro suegro, cacique del pueblo y rival en los negocios, propietario de un barco mucho más nuevo que el del padre de Keaton; y, en general, contra el ambiente naval y la propia Naturaleza.
La habilidad de Buster -todo un atleta- nos hace creer que no puede evitar que las estachas, cabos, mangueras y obenques del barco de su padre se le enreden por doquier. Y es que la acción de la fuerza gravitatoria parece que afecta más a Keaton que al resto de los mortales. Además está la presencia hostil del propio río, que ejerce tanto poder de atracción sobre los personajes que éstos se pasan más tiempo sumergidos entre sus aguas que en tierra firme.
Pero si la cinta puede considerarse una obra maestra es por su último cuarto de hora, cuando se desata un temporal apocalíptico de viento y lluvia. Es la catarsis humorística más grande jamás filmada. Una enorme parodia de las películas de catástrofes, casi antes de que se inventaran. Los edificios van deshaciéndose literalmente al paso del inexpresivo Búster, que no entiende lo que ocurre. Los planos generales de esta larga secuencia son ya leyenda y, vistos hoy en día, no pierden nada de su atractivo. Al revés, ganan en efectividad al comparar sus artesanales efectos visuales con los "tramposos" digitales de las películas modernas.
Bronco Billy (Clint Eastwood, 1980). Clint Eastwood, Sondra Locke. (TV3, martes 17 a las 18:20)
El filme narra las relaciones entre un propietario de un circo (Clint Eastwood) y su ayudante (Sondra Locke) y contiene innumerables guiños a los western, a las antiguas comedias basadas en el slasptick y a la vida social americana en general… leer más
Despedimos la sección hasta la semana que viene. Hasta entonces os dejamos en compañía de Buster (yo no me acercaría mucho a él)
Despedimos la sección hasta la semana que viene. Hasta entonces os dejamos en compañía de Buster (yo no me acercaría mucho a él)
lunes, 9 de febrero de 2009
EL CURIOSO CASO DE BENJAMIN BUTTON (The Curious Case of Benjamin Button de David Fincher, 2008)
Desigual, excesivamente largo (con la sensación de que se podía haber eliminado alguna secuencia) pero por momentos brillante, resulta este último trabajo de David Fincher.
Basado en un relato corto de F. Scott Fitzgerald, trata de la historia de Benjamín Button, un hombre que nace anciano pero que va siendo cada vez más joven a causa de una versión fantástica del Síndrome de Progeria o Enfermedad del Envejecimiento Prematuro. Con dicho guión, mucho porcentaje del éxito no tiene más remedio que recaer en la sección de maquillaje. Aunque el filme aprueba con nota el reto, no consigue escapar a algunos fallos de continuidad provocados por la dificultad de presentar al personaje con un aspecto que va evolucionando con el metraje. Así, se puede observar –la verdad, es que pocas veces- en secuencias consecutivas, como Brad Pitt parece que rejuvenece, envejece y vuelve a rejuvenecer. No obstante hay verdaderos logros en este apartado como un primer plano, en el último tramo de la cinta (los que han visto la película sabrán a cuál me refiero), parcialmente oscurecido por razones evidentes, donde uno no se explica como han podido llegar a esa perfección los responsables del maquillaje.
Junto al diseño de producción destaca la acertada elección del casting. Un reparto que brilla especialmente con el actor preferido de Fincher, Brad Pitt -ya podemos decir que es el relevo natural de Robert Redford (¿quién será el de Paul Newman?)-; y deslumbra con Cate Blanchett. La actriz pertenece a esa rara especie de intérpretes que no necesitan actuar; que aportan tanta luminosidad a las secuencias que sólo su presencia es suficiente para emocionar al espectador.
Junto al diseño de producción destaca la acertada elección del casting. Un reparto que brilla especialmente con el actor preferido de Fincher, Brad Pitt -ya podemos decir que es el relevo natural de Robert Redford (¿quién será el de Paul Newman?)-; y deslumbra con Cate Blanchett. La actriz pertenece a esa rara especie de intérpretes que no necesitan actuar; que aportan tanta luminosidad a las secuencias que sólo su presencia es suficiente para emocionar al espectador.
El tratamiento del guión va en la misma línea que la célebre cinta de Robert Zemeckis, donde Tom Hanks encarnaba a Forrest Gump (no en vano el guionista es el mismo: Eric Roth) y servía de pretexto para dar un repaso a la reciente historia de Norteamérica. También parte de la acción tiene mucho que ver con la tendencia moderna y efectista de películas europeas nacidas tras la agradable sorpresa de Corre Lola, corre (Lola Rennt de Tom Tykwer, 1998) y el éxito de Amelie (Jean-Pierre Jeunet, 2001). Es decir, demasiadas influencias que sólo han servido para restar originalidad a una trama que la tenía en cantidades más que suficientes para haber creado su propio molde.
En Benjamín Button, Fincher habla sobre todo del tiempo, verdadero protagonista de la cinta. Ese mismo que puede convertirse en el más fiel aliado del largometraje, o transformarse en su enemigo irreconciliable, cuando pasados unos años veamos como le ha tratado.
En Benjamín Button, Fincher habla sobre todo del tiempo, verdadero protagonista de la cinta. Ese mismo que puede convertirse en el más fiel aliado del largometraje, o transformarse en su enemigo irreconciliable, cuando pasados unos años veamos como le ha tratado.
Ver Ficha de El Curioso caso de Benjamin Button
jueves, 5 de febrero de 2009
SILENCIO SE... GRABA (Semana del 6 al 12 de febrero de 2009)
Ante la inminente llegada de los carnavales se nos presenta una semana con películas disfrazadas de diferentes géneros: westerns de grandes especialistas como Ford, Hathaway, Sturges o Walsh; comedias de la altura de la secuela de La Pantera Rosa o la obra maestra El Maquinista de la General; melodramas de Martin Ritt o Nikita Mikhalkov; y cintas enmascaradas dentro del cine negro, nos referimos a Detour, Agente Especial o Historia de un policía. Todas estas, y muchas más, candidatas a un sitio preferente en nuestra videoteca.
Pinchar en la tabla para verla mejor (las películas en rojo no son necesariamente las mejores, son las que se comentan más abajo)
Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:
Traffic (Steven Soderbergh, 2000). Michael Douglas, Benicio del Toro, Katherine Zeta-Jones. (CARTV, sábado 7 a las 01:05)
Oscarizada película del, aquí todavía, independiente Soderbergh. Filme coral, donde las vidas de los personajes se entrecruzan levemente con el tema central de la droga. Michael Douglas encarna al máximo responsable de la lucha contra dicha lacra social en EEUU, pero, paradójicamente no se libra de ella al tenerla en su propia familia; Benicio Del Toro es un policía mejicano que se debate entre traicionar a un general corrupto, jefe de un cártel, y seguir con su vida luchando contra la droga al nivel de los barrios marginales; y Katherine Zeta-Jones es la mujer de un capo de los estupefacientes, al principio ajena al negocio, pero luego decididamente activa cuando su marido ingresa en la cárcel. La película tiene un final feliz algo forzado, pero en general se muestra bastante pesimista en cuanto a la solución de este problema. Destacan la excelente fotografía y la interpretación de Douglas y Del Toro.
Super Size Me (Morgan Spurlock, 2004). Morgan Spurlock. (TV3, martes 10 a las 00:55)
Con datos tan alarmantes como que la obesidad es la segunda causa de muerte en Estados Unidos –y que pronto alcanzará al tabaco en este siniestro liderato- y que, por ejemplo, en Missouri una de cada cuatro personas tienen sobrepeso, arranca este documental de Morgan Spurlock premiado en diferentes festivales.
Para demostrar lo dañino de la comida rápida, el director se somete a una dieta rica en grasas durante treinta días. En ese periodo Spurlock sólo comerá alimentos procedentes de la empresa McDonalds. La cinta efectúa un seguimiento cercano de la respuesta del cuerpo del realizador ante tanto "manjar" basura. Lo que pretende el documental es demostrar que las denuncias efectuadas contra diversas compañías como McDonalds tienen un fundamento científico.
El largometraje se centra en el experimento, pero se adorna de todo tipo de estadísticas multimedia y entrevistas con un estilo muy parecido al del cineasta de moda, Michael Moore. Sin embargo pronto evoluciona de forma preocupante a medida que el estado de salud de Spurlock se va deteriorando. El espectador asiste a este proceso, en vilo y con una angustia creciente, ante cada nuevo análisis de sangre. Morgan Spurlock se aprovecha de la situación para subrayar su denuncia, y lo hace manejando la película como si fuera un thriller. De hecho, el documental se divide en episodios, cuyos títulos son presentados por unas amenazantes mascotas de McDonalds, que han cambiado su atractiva forma de seducir a los niños por una expresión casi diabólica.
Gracias a este periodismo agresivo –y suicida- el director consiguió su propósito cuando, a los pocos meses de estrenarse su película, fueron retirados del mercado los productos McDonalds de tamaño Super Size; aquellos con los que continuamente era tentado el propio Morgan Spurlock.
El Último Tren de Gun Hill (Last Train from Gun Hill de John Sturges, 1959). Kirk Douglas, Anthony Quinn. (TvCanaria, martes 10 a las 15:15)
El Último Tren de Gun Hill, pertenece al extenso ciclo de películas del oeste que protagonizó Kirk Douglas, y que le reportó grandes éxitos. Además de la excelente actuación de la estrella, también destaca su implicación personal. La historia que escribió Les Crutchfield (“Showdown”, como originalmente se llamaba) pasó con nota el filtro de posibles proyectos de la Bryna, productora propiedad del actor: un sheriff (Douglas) persigue a unos criminales que han asesinado a su mujer. El rastro le lleva hasta el hijo de un antiguo amigo. Ni su compañero de años pasados (Anthony Quinn), ni casi nadie del pueblo, están por la labor de dejar que se lleve al asesino en el tren del título.
El guión de James Poe destacó sobre los demás porque la trama pertenecía a la serie de películas que se realizaron a la sombra de Solo ante el Peligro (High Noon de Fred Zinnemann, 1952). Eran cintas pertenecientes a un subgénero que quería aprovechar el tirón y seguir con la acertada simbología Mccarthysta del héroe abandonado a su suerte, pero decidido a seguir hasta el final; eso sí, sensiblemente preocupado y no exento de tentaciones para dejarlo todo.
En contraposición al western de Zinnemann, donde el protagonista roza la cobardía, surgieron otros con el ánimo de volver a dejar en buena situación la figura del representante de la ley y confirmar que no necesitaba a casi nadie para llevar a cabo su misión. La trilogía de Howard Hawks, Río Bravo(1959), El Dorado(1967) y, en menor medida, Río Lobo (1970), podrían encontrarse en esa línea. Sin embargo, Last Train from Gun Hill pasa por ser una mezcla de las dos corrientes. En efecto, Matt Morgan, el crispado sheriff -nadie mejor que Kirk Douglas para dignificar la crispación- actúa también solo, sí, pero sin temor; quizás por la inmunidad que otorga los deseos de venganza. Realmente es un personaje más cercano al interpretado por Arthur Kennedy en Encubridora (Rancho Notorious de Fritz Lang, 1952) que al de Gary Cooper en Solo ante el Peligro.
Para llevar a buen término el filme, Kirk Douglas se rodeó de verdaderos especialistas: utilizó el productor más eficiente, Hal B. Wallis; se sirvió de uno de los mejores directores de fotografía, Charles Lang, que ya había ganado un premio de la Academia y, nada menos, que 17 nominaciones en toda su carrera; y redondeó la faena con la música del gran Dimitri Tiomkin, el mismo que participara en la ya muy citada cinta de Zinnemann. Pero sobre todo consiguió poner al frente del proyecto a John Sturges –un director siempre en alza- para asegurarse una película entretenida y con creciente suspense hasta el final. Del realizador ya nadie duda acerca de su habilidad para la puesta en escena y para el aprovechamiento de los formatos scope. Si su mejor activo es la destreza en las secuencias de acción propiamente dichas -el arranque y el último cuarto de hora son de una tensión tremenda-, en Gun Hill demuestra que también sabía emocionar. El último plano, una panorámica desde el punto de vista de Matt/Kirk, en el ya famoso tren, así nos lo confirma. ¿Hay mejor forma de acabar este artículo que recordando esa imagen?
Pinchar en la tabla para verla mejor (las películas en rojo no son necesariamente las mejores, son las que se comentan más abajo)
Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:
Traffic (Steven Soderbergh, 2000). Michael Douglas, Benicio del Toro, Katherine Zeta-Jones. (CARTV, sábado 7 a las 01:05)
Oscarizada película del, aquí todavía, independiente Soderbergh. Filme coral, donde las vidas de los personajes se entrecruzan levemente con el tema central de la droga. Michael Douglas encarna al máximo responsable de la lucha contra dicha lacra social en EEUU, pero, paradójicamente no se libra de ella al tenerla en su propia familia; Benicio Del Toro es un policía mejicano que se debate entre traicionar a un general corrupto, jefe de un cártel, y seguir con su vida luchando contra la droga al nivel de los barrios marginales; y Katherine Zeta-Jones es la mujer de un capo de los estupefacientes, al principio ajena al negocio, pero luego decididamente activa cuando su marido ingresa en la cárcel. La película tiene un final feliz algo forzado, pero en general se muestra bastante pesimista en cuanto a la solución de este problema. Destacan la excelente fotografía y la interpretación de Douglas y Del Toro.
Super Size Me (Morgan Spurlock, 2004). Morgan Spurlock. (TV3, martes 10 a las 00:55)
Con datos tan alarmantes como que la obesidad es la segunda causa de muerte en Estados Unidos –y que pronto alcanzará al tabaco en este siniestro liderato- y que, por ejemplo, en Missouri una de cada cuatro personas tienen sobrepeso, arranca este documental de Morgan Spurlock premiado en diferentes festivales.
Para demostrar lo dañino de la comida rápida, el director se somete a una dieta rica en grasas durante treinta días. En ese periodo Spurlock sólo comerá alimentos procedentes de la empresa McDonalds. La cinta efectúa un seguimiento cercano de la respuesta del cuerpo del realizador ante tanto "manjar" basura. Lo que pretende el documental es demostrar que las denuncias efectuadas contra diversas compañías como McDonalds tienen un fundamento científico.
El largometraje se centra en el experimento, pero se adorna de todo tipo de estadísticas multimedia y entrevistas con un estilo muy parecido al del cineasta de moda, Michael Moore. Sin embargo pronto evoluciona de forma preocupante a medida que el estado de salud de Spurlock se va deteriorando. El espectador asiste a este proceso, en vilo y con una angustia creciente, ante cada nuevo análisis de sangre. Morgan Spurlock se aprovecha de la situación para subrayar su denuncia, y lo hace manejando la película como si fuera un thriller. De hecho, el documental se divide en episodios, cuyos títulos son presentados por unas amenazantes mascotas de McDonalds, que han cambiado su atractiva forma de seducir a los niños por una expresión casi diabólica.
Gracias a este periodismo agresivo –y suicida- el director consiguió su propósito cuando, a los pocos meses de estrenarse su película, fueron retirados del mercado los productos McDonalds de tamaño Super Size; aquellos con los que continuamente era tentado el propio Morgan Spurlock.
El Último Tren de Gun Hill (Last Train from Gun Hill de John Sturges, 1959). Kirk Douglas, Anthony Quinn. (TvCanaria, martes 10 a las 15:15)
El Último Tren de Gun Hill, pertenece al extenso ciclo de películas del oeste que protagonizó Kirk Douglas, y que le reportó grandes éxitos. Además de la excelente actuación de la estrella, también destaca su implicación personal. La historia que escribió Les Crutchfield (“Showdown”, como originalmente se llamaba) pasó con nota el filtro de posibles proyectos de la Bryna, productora propiedad del actor: un sheriff (Douglas) persigue a unos criminales que han asesinado a su mujer. El rastro le lleva hasta el hijo de un antiguo amigo. Ni su compañero de años pasados (Anthony Quinn), ni casi nadie del pueblo, están por la labor de dejar que se lleve al asesino en el tren del título.
El guión de James Poe destacó sobre los demás porque la trama pertenecía a la serie de películas que se realizaron a la sombra de Solo ante el Peligro (High Noon de Fred Zinnemann, 1952). Eran cintas pertenecientes a un subgénero que quería aprovechar el tirón y seguir con la acertada simbología Mccarthysta del héroe abandonado a su suerte, pero decidido a seguir hasta el final; eso sí, sensiblemente preocupado y no exento de tentaciones para dejarlo todo.
En contraposición al western de Zinnemann, donde el protagonista roza la cobardía, surgieron otros con el ánimo de volver a dejar en buena situación la figura del representante de la ley y confirmar que no necesitaba a casi nadie para llevar a cabo su misión. La trilogía de Howard Hawks, Río Bravo(1959), El Dorado(1967) y, en menor medida, Río Lobo (1970), podrían encontrarse en esa línea. Sin embargo, Last Train from Gun Hill pasa por ser una mezcla de las dos corrientes. En efecto, Matt Morgan, el crispado sheriff -nadie mejor que Kirk Douglas para dignificar la crispación- actúa también solo, sí, pero sin temor; quizás por la inmunidad que otorga los deseos de venganza. Realmente es un personaje más cercano al interpretado por Arthur Kennedy en Encubridora (Rancho Notorious de Fritz Lang, 1952) que al de Gary Cooper en Solo ante el Peligro.
Para llevar a buen término el filme, Kirk Douglas se rodeó de verdaderos especialistas: utilizó el productor más eficiente, Hal B. Wallis; se sirvió de uno de los mejores directores de fotografía, Charles Lang, que ya había ganado un premio de la Academia y, nada menos, que 17 nominaciones en toda su carrera; y redondeó la faena con la música del gran Dimitri Tiomkin, el mismo que participara en la ya muy citada cinta de Zinnemann. Pero sobre todo consiguió poner al frente del proyecto a John Sturges –un director siempre en alza- para asegurarse una película entretenida y con creciente suspense hasta el final. Del realizador ya nadie duda acerca de su habilidad para la puesta en escena y para el aprovechamiento de los formatos scope. Si su mejor activo es la destreza en las secuencias de acción propiamente dichas -el arranque y el último cuarto de hora son de una tensión tremenda-, en Gun Hill demuestra que también sabía emocionar. El último plano, una panorámica desde el punto de vista de Matt/Kirk, en el ya famoso tren, así nos lo confirma. ¿Hay mejor forma de acabar este artículo que recordando esa imagen?
domingo, 1 de febrero de 2009
LA DUDA (Doubt de John Patrick Shanley, 2008)
Tengo que reconocer que acudí a La Duda medio obligado, con un mar de… desconfianzas a causa de una trama que me resultaba poco atractiva y muy difícil de digerir en unos tiempos que ansían distensión y esparcimiento. Pronto me di cuenta que estaba ante una de las mejores películas de los últimos tiempos.
Basada en una obra de teatro de su propio director (John Patrick Shanley), narra el enfrentamiento entre una estricta monja, directora de un colegio en la América de los sesenta, y un cura moderno, acusado de pederastia. La cinta cumple lo que promete, es decir un duelo interpretativo de los que hacen época entre dos de los mejores profesionales que hay en el panorama cinematográfico actual: Meryl Streep y Philip Seymour Hoffman.
Independientemente del mérito de los actores –que están sencillamente geniales-, el director no ha caído en su propia trampa y se ha alejado de las tablas para realizar un filme ejemplar. Y es que no hay mejor forma de “airear” la historia que acudir a la propia Naturaleza: el viento dirige la acción, y la nieve, con su manto blanco, la concluye. Y no hay mejor decisión, para modificar el tratamiento, digamos horizontal, que el teatro confiere a los personajes, que provocar una relación vertical entre ellos. Así, con muy buen criterio, el realizador coloca a Meryl Streep siempre por encima de Hoffman; ya sea con el objetivo (contrapicados para ella, todo lo contrario para él) o con la puesta en escena: con la monja situada en un escalón –literalmente- superior; o con el sacerdote sufriendo la mirada de ella, desde la ventana; o la del mismísimo Dios, dentro de la Iglesia.
Esta habilidad de Shanley se refuerza con su mejor activo: el impecable guión. Muy bien tratado desde una estructura clásica ejemplar, donde tres homilías dan paso al arranque, al desarrollo del conflicto y a su resolución. Un ejemplo: la cinta comienza con el religioso explicando a sus feligreses la importancia de la duda; una frase que introduce y resume todo lo que vendrá a continuación y que, además, sitúa la acción en el tiempo al hacer referencia al reciente asesinato de Kennedy.
Con La Duda, el director ha conseguido extraer lo mejor de los actores, unirlo a su magnífico guión, situarlo en un sobrio escenario y presentarlo con rotundidad al espectador. El resultado es un público que no se mueve de la butaca, que casi no respira y que sigue hablando de la cinta muchas horas después de haber tenido la suerte de verla.
Una última reflexión antes de terminar. ¿Cómo es posible que puedan compartir nominación a los premios de la Academia (aunque sea en diferente categoría) la actuación de dos monstruos de la interpretación como Streep y Hoffman, con la lamentable intervención de Penélope Cruz en la última película de Woody Allen?
No creo en los oscar.
Ver ficha de La Duda
Dedicado a mi amigo Dexter que, en mi opinión, acertó con su última apuesta.
Basada en una obra de teatro de su propio director (John Patrick Shanley), narra el enfrentamiento entre una estricta monja, directora de un colegio en la América de los sesenta, y un cura moderno, acusado de pederastia. La cinta cumple lo que promete, es decir un duelo interpretativo de los que hacen época entre dos de los mejores profesionales que hay en el panorama cinematográfico actual: Meryl Streep y Philip Seymour Hoffman.
Independientemente del mérito de los actores –que están sencillamente geniales-, el director no ha caído en su propia trampa y se ha alejado de las tablas para realizar un filme ejemplar. Y es que no hay mejor forma de “airear” la historia que acudir a la propia Naturaleza: el viento dirige la acción, y la nieve, con su manto blanco, la concluye. Y no hay mejor decisión, para modificar el tratamiento, digamos horizontal, que el teatro confiere a los personajes, que provocar una relación vertical entre ellos. Así, con muy buen criterio, el realizador coloca a Meryl Streep siempre por encima de Hoffman; ya sea con el objetivo (contrapicados para ella, todo lo contrario para él) o con la puesta en escena: con la monja situada en un escalón –literalmente- superior; o con el sacerdote sufriendo la mirada de ella, desde la ventana; o la del mismísimo Dios, dentro de la Iglesia.
Esta habilidad de Shanley se refuerza con su mejor activo: el impecable guión. Muy bien tratado desde una estructura clásica ejemplar, donde tres homilías dan paso al arranque, al desarrollo del conflicto y a su resolución. Un ejemplo: la cinta comienza con el religioso explicando a sus feligreses la importancia de la duda; una frase que introduce y resume todo lo que vendrá a continuación y que, además, sitúa la acción en el tiempo al hacer referencia al reciente asesinato de Kennedy.
Con La Duda, el director ha conseguido extraer lo mejor de los actores, unirlo a su magnífico guión, situarlo en un sobrio escenario y presentarlo con rotundidad al espectador. El resultado es un público que no se mueve de la butaca, que casi no respira y que sigue hablando de la cinta muchas horas después de haber tenido la suerte de verla.
Una última reflexión antes de terminar. ¿Cómo es posible que puedan compartir nominación a los premios de la Academia (aunque sea en diferente categoría) la actuación de dos monstruos de la interpretación como Streep y Hoffman, con la lamentable intervención de Penélope Cruz en la última película de Woody Allen?
No creo en los oscar.
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Dedicado a mi amigo Dexter que, en mi opinión, acertó con su última apuesta.
Etiquetas:
Drama,
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Meryl Streep,
Philip Seymour Hoffman
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