domingo, 23 de mayo de 2021

2 X 1: "NOT WANTED" y "NEVER FEAR" (Ida Lupino)

Not Wanted (1949)

La historia de cómo Ida Lupino se situó detrás de las cámaras tiene mucho que ver con la crisis de los estudios iniciada en 1948 y con la proliferación de compañías independientes como The Filmakers, propiedad de la actriz y de su marido, Collier Young. Una empresa que se especializó en producir películas de bajo presupuesto y de temática social, generalmente escritas por Young.

Fue, precisamente, durante el rodaje de Not Wanted, cuando la actriz tuvo que tomar las riendas de la película debido a la enfermedad de Elmer Clifton, el director titular. Una cinta que significo su debut como directora, y que a la postre formaría parte de una trilogía de filmes realizados por ella de singular corte feminista: Not Wanted, Never Fear y Outrage.

La serie seguía una temática parecida cuando eran retratos de mujeres jóvenes, trastornadas psíquicamente después de haber sufrido un trauma (un hijo no deseado, una enfermedad o una violación), que imposibilitaba la relación con el hombre al que querían y su integración en la sociedad.

 

Not Wanted, la primera de ellas, aborda el problema de las madres solteras en una época tan difícil como la de la posguerra. Interpretado por Sally Forrest, el largometraje arranca con la protagonista encarcelada por secuestrar a un niño. A partir de ahí, la trama descansa en un largo flashback donde el suspense se gestiona desde la pregunta ¿cómo se ha llegado a esa situación?

Un drama rodado en blanco y negro, con una estética expresiva cercana al noir para las secuencias donde predomina la ansiedad, como aquella del final, filmada a buen ritmo, donde la pareja de tullidos (él, literalmente, ella con problemas mentales) se persiguen en un puente metafórico. No obstante, la aspiración de la cinta es la de ser un documento casi didáctico y divulgativo, con intertítulos explicativos donde hay incluso una secuencia a todo color de una cesárea.

Never Fear (1949)

La segunda película de Lupino sigue prácticamente la misma estructura que Not Wanted, solo que ahora es la polio la enfermedad que se interpone entre la pareja, y la que trastorna a la protagonista, de nuevo interpretada por Sally Forrest y Keefe Braselle. Con una estrategia de ida y vuelta, la pareja supera las primeras dificultades y, cuando parece que todo va a ir bien, entonces algo externo a ellos lo pone todo patas arriba.

Igual que en su debut, Lupino maneja la trama con soltura y agilidad. Una historia que, en realidad, es un melodrama propio de telefilme de sobremesa, pero que en manos de la directora se convierte en un producto muy atractivo, con una estilización prima hermana del cine negro, y también con tono didáctico.

Aunque la cinta finaliza con cierto optimismo y con la confianza de que el sistema termina funcionando, en cada una de las películas de la trilogía, el espectador se queda con ciertas dudas debido a la atmósfera que rodea a las historias, a las duras secuencias rodadas con vigor por Lupino y a la desesperación de las mujeres protagonistas.

 

El “Don Siegel de los pobres”, como solía presentarse Ida Lupino, fue una pionera en su trabajo, una de las pocas, escasísimas, mujeres realizadoras en una época dominada por el hombre. Según sus propias declaraciones, aprendió el oficio de directora fijándose en los mejores entre un rodaje y otro.

Con respecto a las oportunidades para las mujeres, Ida Lupino declaró: «Me encantaría ver a más mujeres trabajando como directoras y productoras. Hoy en día, es casi imposible hacerlo a menos que seas una actriz o escritora con poder». Aunque en el cine todavía es enorme la brecha de la desigualdad, ahora es más normal verlas a ellas detrás de la cámara; un avance significativo gracias, entre otras cosas, a mujeres como Ida Lupino.

En el último tercio de este vídeo podemos ver el trailer de "Not Wanted":





domingo, 16 de mayo de 2021

EL AUTOREMAKE EN EL CINE. CAPÍTULO V (II)

Los años treinta transcurrieron para Walsh entre irregulares comedias, flojos musicales y películas en su mayor parte para olvidar, realizadas para diferentes estudios. Todo cambió al final de la década, cuando la firma de un contrato para la Warner Bro­thers supuso el inicio de su mejor etapa como director, la que abarca los cuarenta y el inicio de los cincuenta, en la que nos vamos a centrar:

Como solía ser habitual en la Warner, Walsh fue uno de los últimos en unirse a la producción de High Sierra. El director llegó cuando la mayoría de las decisiones acerca del guion y del casting estaban ya tomadas por los responsables de los distintos departamentos. Todos supervisados en teoría por el “gran jefe”, Jack Warner y, en la práctica, por su mano derecha, Hal Wallis.[1]

La operación para hacerse con el copyright de la novela en la que se basa la película se inició mientras Walsh estaba rodando su filme anterior, La pasión ciega (They Drive by Night, 1940). El autor del texto, W.R. Burnett,[2] había conseguido en tan sólo dos semanas hacerse con el premio al libro del mes. Warner pensó que con la garantía del escritor de moda el éxito estaba asegurado siempre que encontrasen un guionista para llevarlo a cabo y un intérprete taquillero. Wallis asignó a Warren Duff para el libreto y eligió a la estrella del estudio, Paul Muni, para el papel protagonista. Ninguno de los dos acabarían trabajando en el proyecto. El primero, porque le puso tantas pegas a la historia[3] que acabó siendo sustituido por John Huston, por entonces guionista del estudio, gran admirador de la obra de Burnett y entusiasta con el proyecto. En sintonía con Huston se encontraba el que a la sazón sería productor asociado de High Sierra, Mark Hellinger, una adquisición personal de Jack Warner que siempre se sintió fascinado con el escritor desde el principio. 

Hellinger era un periodista que se conocía al dedillo el mundo del hampa y tenía la misma visión liberal que defendía la compañía, en consonancia con el New Deal de Roosevelt. Digamos que si Wallis era el ejecutivo, Hellinger era el alma, el promotor de la óptica de denuncia social de la que hacía gala el estudio. Además, conocía a Walsh con el que había trabajado en dos largometrajes: indirectamente en el debut —y primer éxito— del director en la Warner, Los violentos años veinte (The Roaring Twenties, 1939), cuyo argumento se basaba en una historia original de Hellinger; y más estrechamente en La pasión ciega, donde Hellinger ya ejercía de productor asociado. 

Las dificultades para conseguir el guionista se quedaron en nada en comparación con los problemas por los que tuvo que pasar Wallis para encontrar al actor principal. Paul Muni se aprovechó de su condición de estrella para hacer un trato con Jack Warner: él haría el papel si le garantizaban una película sobre Beethoven. Ambos aceptaron con la boca chica, porque ni Warner quería hacer el biopic ni Muni estaba para más gánsteres. El primero no pensaba cumplir su palabra, y el segundo boicoteaba una y otra vez los borradores que le presentaba Huston de tal forma que Wallis tuvo que contratar al mismísimo Burnett para colaborar en el guion. Cuando Muni se enteró de que el estudio pasaba de su propuesta sobre el músico, no sólo rechazó el papel sino que rescindió el contrato con la major.

El siguiente candidato para encarnar al  protagonista de High Sierra fue George Raft, un profesional menos importante que Muni, pero muy taquillero como lo había demostrado con La pasión ciega, donde daba la réplica a una excelente Ida Lupino. El deseo de Wallis de que la pareja repitiera éxito con el mismo equipo, es decir con Walsh de director y Hellinger de productor, se quedó pronto truncado cuando Raft, sorprendentemente, rechazó el papel. Ni siquiera la intervención directa de Walsh surtió efecto: el director fue a su casa para convencerlo de que cambiara de opinión, pero el actor no quería participar en una película en la que su personaje muriese al final.[4] 

Humphrey Bogart y George Raft en "La pasión ciega"

Al tiempo que se sucedían estas intrigas, el verdadero interesado, Humphrey Bogart, no hacía más que insistir en que era el adecuado para el papel. La multitud de telegramas y mensajes que Bogart puso a Wallis y a Warner, más el apoyo incondicional de Hellinger y de Huston,[5] fueron al final determinantes para que Bogart se alzara con el personaje y para que, definitivamente, arrancase su carrera como estrella de Hollywood. 

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[1] Jack Warner era el presidente de la compañía, un trabajador nato, pero, como dice Juan Luis Álvarez, “era consciente de sus inconmensurables lagunas culturales. Para rellenarlas estaba Hal Wallis, su jefe de producción. Listo como el hambre […]. Estaba al tanto de todo…” (2007, p.37). Para John Huston, Wallis era el hombre que realmente dirigía la Warner Brothers: “…no hay nadie que tenga su combinación de imaginación y capacidad directiva.” (1998, p.102).

[2] Walsh acababa de realizar un western basado en otra novela de Burnett: Mando siniestro (Dark Command, 1940). Antes de publicar “High Sierra”, Burnett había escrito varias novelas, entre ellas, “Little Caesar”, y había colaborado en varios guiones, como en el de Scarface. Ambas películas fueron llevadas a la gran pantalla por Mervyn LeRoy (1931) y Howard Hawks (1932), respectivamente, para convertirlas en dos obras maestras del cine de gangsters.

[3] Según Marilyn Ann Moss, Duff pensaba que la trama era absurda, que sólo se salvaba el último tercio y que el resto sería blanco fácil para los censores (2011, p.89).

[4] Sobre el rechazo de Raft hay varias teorías: en primer lugar, los que opinan que es una consecuencia directa de la intervención intencionada de Humphrey Bogart cuando el actor convenció a Raft de que el proyecto estaba “más que sobado, que sólo lo querían para salvar algo que ya estaba tocado y hundido” (Álvarez 2007, p.70). También los hay que abogan por la teoría de que Raft prefería seguir acumulando ganancias con la promoción de La pasión ciega (Moss 2011, p.191).

[5] A Hellinger le gustaban dos cosas en especial: “los gánsteres y Bogart” (Álvarez 2007, p.62). Para Hellinger, Bogart era el único actor que había captado la esencia de los gánsteres. Ambos habían entablado amistad en el rodaje de It All Came True (Lewis Seiler, 1940), donde Hellinger hacía de productor. Por su parte, Huston conoció a Bogart cuando coincidieron en The Amazing Dr. Clitterhouse (Anatole Litvak, 1938), aunque donde verdaderamente se hicieron amigos fue en High Sierra; una amistad que duró toda una vida.

 



lunes, 10 de mayo de 2021

2 X 1: "BAGDAD" y "LOS HERMANOS BARBARROJA" (Charles Lamont)

Bagdad (1949)

Los títulos de ambiente oriental durante la Segunda Guerra Mundial ⸺se llegó a llamar “el filón de Alá”⸺ llenaron las salas de cine en Estados Unidos y fueron el medio más eficaz de escapismo para espectadores que ansiaban olvidar la terrible actualidad. La Universal fue uno de los estudios que se dedicó con más empeño a este tipo de producciones. Al finalizar la guerra, la compañía continuó con buen ritmo dicha actividad, esta vez para combatir otro enemigo: la televisión.

Las armas con las que contaba la Universal eran cada vez mejores: al color se le unieron los grandes formatos panorámicos para encuadrar las historias exóticas de siempre, y con estrellas que seguían dando buenos dividendos. Uno de los directores que destacaron en el género fue Charles Lamont, y una de sus películas señeras fue Bagdad.

La acción se desarrolla en el Irak dominado por los turcos donde una princesa, educada en Inglaterra, regresa a su país para ver con horror cómo su padre es asesinado por la banda de las túnicas negras. El líder de los criminales es desconocido, pero todas las sospechas recaen en el príncipe de una tribu de beduinos, que se desvive por demostrar su inocencia.

 

La trama es una especie de refrito de varios de los relatos de Las mil y una noches. De ahí, los lugares comunes de este género que solían aparecer en filmes como Bagdad: nombres de Aladino, Ali Babá o Sherezade en personajes secundarios, para dar ambiente a la historia; la danza de los siete velos, a cargo de la estrella; el malo de turno ⸺nadie mejor que Vincent Price⸺, que ansía “ser califa en lugar del califa”, igual que el famoso comic Iznogud de Goscinny y Tabary; y, en fin, un miembro de la realeza escondido tras el personaje de esclavo, mendigo o, como en Bagdad, conductor de camellos.

Protagonizada por Maureen O’Hara (llamada, con razón, la Reina del Technicolor) y el desconocido Paul Christian, la cinta se queda algo coja al carecer de una estrella masculina a la altura de la célebre odalisca. No obstante, la presencia de la pelirroja en pantalla es tan irresistible que ella sola puede con todo.

Los hermanos Barbarroja (Flame of Araby, 1951)

Con el artesano Charles Lamont de nuevo al frente del proyecto, y con parte de su equipo, donde destaca el director de fotografía Russell Metty, Los hermanos Barbarroja sigue los mismos derroteros que Bagdad en cuanto a exotismo, aventura y presencia estelar de Maureen O’Hara al frente del reparto.

La actriz da vida, otra vez, a una princesa, en este caso la hija del califa de Túnez, que también se queda huérfana. Los hermanos del título son unos conocidos piratas que tienen aterrorizada la ciudad y desean ganar una famosa carrera de caballos para que uno de ellos pueda casarse con la princesa. Eso sí, tendrán que competir con un beduino que posee el mejor caballo de la zona.

Charles Lamont, más conocido por ser el director de varias películas de la pareja Abbott y Costello, dirige una cinta que corrige la anterior al contar en el reparto con alguien de más renombre: Jeff Chandler. Un actor que se recuerda más por cintas del oeste como la excelente Flecha rota (Broken Arrow de Delmer Daves, 1950).

 

De todas formas, Chandler no desentona demasiado como árabe en Los hermanos Barbarroja porque la película es casi un western. Y es que la trama gira alrededor de un caballo de pura sangre que todos ansían: el beduino (Chandler) porque le dará suerte y reinará en su tribu como un héroe; uno de los hermanos Barbarroja (Lon Chaney Jr.) porque quiere la mano de la princesa; y la propia princesa (Maureen) porque lo necesita para convencer al beduino, que gane la carrera y, de paso, ¿alguien lo dudaba?, casarse con él.

Nuevas aventuras, pero viejos clichés, de nuevo extraídos de Las mil y una noches, con decorados orientales, danzas varias y muchas correrías de acá para allá; y hasta una carrera de caballos emocionante. Eso es lo que promete esta película sin muchas pretensiones, ideal para disfrutar los sábados por la tarde con una de capa y espada; o de chilaba y cimitarra, como es el caso.






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