Sounder (1972)
A principios de los setenta, el director norteamericano Martin Ritt rueda una trilogía sobre el racismo y, en general, sobre los problemas de los negros en Estados Unidos. Ritt filma las tres historias por orden cronológico: la primera, La gran esperanza blanca (The Great White Hope, 1970), narra la historia de un púgil de color que a principios del siglo XX llega a alzarse con el título mundial. Un éxito insoportable para la comunidad blanca del boxeo, que hará todo lo posible para destronarle. Basada en hechos reales, la cinta es interesante, pero no llega a la altura de las dos siguientes:
La segunda, Sounder, es la adaptación de la novela homónima de William H. Armstrong, autor y educador infantil estadounidense. Protagonizada por actores afroamericanos y ambientada en los años de la depresión, el filme cuenta la odisea de un niño, que recorre medio país en busca de la prisión donde tienen encarcelado a su padre.
El título es el nombre de la mascota del pequeño, que desaparece al mismo tiempo de la detención, y funciona como metáfora de lo que le sucede al preso: el padre ha sido arrestado por robar para darle de comer a su familia. Al cabo de los años lo sueltan, pero vuelve a su casa tullido; de forma paralela, el animal es herido por la policía y huye para lamerse las heridas antes de regresar a casa.
Estructurada en tres
partes: la introducción, hasta que el padre es apresado; el viaje del pequeño,
incluido su paso por una escuela de color como refugio, pero que le deja una profunda
huella; y el final, con el regreso del padre y el sacrificio de la familia para
intentar por todos los medios darle una educación digna a sus hijos, como
primer paso para escapar de la miseria.
Propuesta para cuatro importantes Óscar (película, guion, actor y actriz), la cinta consigue que la Academia nomine por primera vez a dos afroamericanos como mejor actor (Paul Windfield) y mejor actriz (Cicely Tyson).
Conrack (1974)
La tercera película de la serie, Conrack, funciona casi como una continuación a Sounder, también con el tema central de la educación infantil: el joven maestro Pat Conroy (Jon Voight) es destinado a una escuela de color en una isla perdida de Carolina del Sur. Al llegar, se da cuenta de que los alumnos rozan el analfabetismo, que nunca han salido de la isla y que muchos de ellos no saben ni en qué país viven.
Conroy intenta, con ingenio y mucha voluntad, mas como un padre que como un profesor, no solo enseñarles a leer, escribir y al resto de materias, sino también a preocuparse de su higiene personal y a disfrutar de la vida. Los modernos métodos educativos no son del agrado de sus superiores, que amenazan con destituirle ante la protesta de los niños.
La película, repleta de humor y muy bien rodada en cortas secuencias en exteriores, con pequeños actores no profesionales, se basa en el libro autobiográfico “The Water Is Wide” del propio Pat Conroy. Con Paul Winfield de nuevo en el reparto, el que brilla es Jon Voight con una actuación sobresaliente, sin duda, uno de sus mejores trabajos para la gran pantalla.
El contraste entre
profesor y alumnos no puede ser mayor con un actor de ascendencia irlandesa y
tan rubio como Jon Voight. El espectador puede caer en la trampa de criticar la
cinta por el hecho de que tenga que llegar un blanco para “salvar” a los
negros. El propio largometraje, y la realidad, nos hace apartar esa idea para
llegar a otra: hay mucha gente que no es racista, que no entiende esa
discriminación para con la gente de color, y ese odio irracional.
Conrack, que es como pronuncian los alumnos el nombre de Conroy, es una de las mejores películas de ese subgénero tan atractivo de profesor y alumnos, con cintas tan buenas como Semilla de maldad, Rebelión en las aulas, La clase, La ola o El club de los poetas muertos, entre muchas otras. De hecho, el final de Conrack se parece bastante al del último filme citado.
Con la misma moraleja que Sounder finaliza este muy buen largometraje: la mejor herramienta para salir de la miseria, pero también para acabar con la discriminación racial, es la cultura. Para obtenerla, algunas personas tienen que luchar por ella si quieren competir en un mundo tan duro como cruel.