domingo, 24 de marzo de 2024
PISTOLEROS DE AGUA DULCE (Monkey Business de Norman Z. McLeod, 1931)
domingo, 10 de marzo de 2024
2 X 1: "FANTASÍA PASAJERA" y "HISTORIA DE LAS HIERBAS FLOTANTES" (Yasujiro Ozu)
Fantasía pasajera (Dekigokoro, 1933)
Es unánime entre los críticos considerar a Yasujiro Ozu como el director más japonés de los tres grandes realizadores nipones (Ozu, junto a Mizoguchi y Kurosawa), gracias a que su estilo concuerda con la tradición artística de su país. Un estilo que se empieza a perfilar a mediados de la década de los treinta cuando todavía realizaba películas mudas (hay que tener en cuenta que el primer filme sonoro japonés data de 1935).
También es una opinión generalizada considerar He nacido, pero… (Umarete wa mita keredo, 1932) su mejor película de esa época, aunque le siguen muy de cerca las dos que hoy traemos aquí: Fantasía pasajera y Historia de las hierbas flotantes. En la primera de ellas el niño Tomio (Tomio Aoki) es muy aplicado en la escuela mientras que su padre, Kihachi (Takeshi Sakamoto), es un analfabeto y tiene pocas luces. El mundo de este último se limita a su trabajo en una fábrica, a su amigo y vecino Jiro, bastante más joven que él, y a Harue, una vagabunda que recoge de las calles de la que ambos compañeros se enamoran. Mientras tanto, Kihachi no tiene en cuenta el valor de su hijo hasta que el niño cae enfermo por su culpa...
Ozu
vuelve a tratar la relación entre generaciones, uno de sus
temas favoritos, aunque esta vez
con un punto más de seriedad. El director también aborda el asunto de la vejez
cuando la edad es un impedimento a la relación entre Kihachi y Harue. Fantasía
pasajera es un drama donde los toques de comedia se suceden en el
momento en el que la acción se centra en las discusiones entre padre e hijo
(igual que en He nacido, pero…).
En cuanto al célebre estilo de Yasujiro Ozu, donde los encuadres estáticos se sitúan a la altura de un hombre sentado en el suelo, en Fantasía pasajera aún no se encuentra del todo definido, pero ya se adivina en buena parte del metraje.
Una
cinta que deja detalles del gran director que fue Ozu comenzando por el simpático
arranque sin palabras ni intertítulos de un teatro donde los espectadores están
más atentos a las cosas que suceden entre ellos que lo que se ve en el
escenario. También el perfecto travelling de ida y vuelta cuando Kihachi
entra y sale de la peluquería es otro fragmento a destacar entre los numerosos
ejemplos de su maestría en una película tan temprana como esta.
Historia de las hierbas flotantes (Ukigasa monogatari, 1934)
Al año siguiente de rodar Fantasía pasajera, Yasujiro Ozu se embarca en una película todavía silente —que volvería a hacer en 1959, sonora y en color—, titulada Historia de las hierbas flotantes. Estas dos, junto a He nacido, pero… serían premiadas en tres años consecutivos como el mejor filme japonés.
En Historia de las hierbas
flotantes, Kihachi es ahora el jefe de una pobre compañía de teatro que
acaba de llegar a la ciudad. Entre representaciones fallidas por la lluvia,
Kihachi visita a Otsune (Choko Lida), una antigua amante con la que tiene un hijo
en secreto. Kihachi lo mantiene para darle al adolescente una educación que le
permita no tener que llevar la vida que lleva él como comediante ambulante. De
la historia se entera Otaka, la otra amante del jefe, compañera de trabajo. Otaka,
celosa, emprende un plan de venganza: le da dinero a la más joven de la
compañía para que seduzca al estudiante y luego lo abandone. Un plan que
no saldrá cómo ellas esperaban...
Para rodar este melodrama, Ozu se vale de, prácticamente, el mismo equipo técnico que en Fantasía pasajera: Tadao Ikeda es de nuevo el guionista que desarrolla la idea de Ozu, y Hideo Shigehara vuelve a ser el director de fotografía. El realizador también se vale de una troupe —como la de la ficción, al estilo de John Ford— calcada a la de Fantasía pasajera: Mismo actor protagonista, Takeshi Sakamoto (hasta el personaje que encarna se llama igual: Kihachi), mismo niño antagonista, Tomio Aoki, en el que de nuevo recae la parte cómica; y misma mujer madura, Choko Lida. Incluso el futuro actor fetiche de Ozu, Chishu Ryu, de tantas y tantas películas, tiene un mínimo papel en ambos filmes donde aparece poco más o menos que de extra.
En Historia de las hierbas flotantes, ya se puede ver el estilo de Ozu casi en su totalidad: planos de transición con objetos inanimados y rodaje con la cámara a la altura de un hombre sentado en el suelo. Para que sea completo, sólo falta el uso continuado del plano contra plano, con los actores mirando y hablando al objetivo. Claro que esto último, sin la agilidad del cine sonoro, con los insertos de los intertítulos, es mucho más complicado.
La película es una delicia donde la lentitud característica de Ozu se ve interrumpida por una tensión en la acción que va in crescendo, eso sí, siempre salpicada de toques de humor reservados para las secuencias con Tomio. A la vez, la cinta es un sentido homenaje a los comediantes y al trabajo como actor ambulante.