El cine, igual
que sucede con otras disciplinas, es un arte que se caracteriza por, según en
qué épocas, lograr unir a los más variados profesionales gracias a su adhesión a
nuevos métodos, teorías y técnicas que surgen con aparente simultaneidad en los
distintos países de origen. En este sentido, siempre nos han interesado las películas
nacidas en la vieja Europa a finales de los cincuenta en lo que se han llamado
las nuevas olas, y que tienen en común la crítica social, la austeridad en las
producciones y la personalidad del director como verdadero autor del proyecto.
Ya hemos hablado del free cinema, de la nouvelle vague o del nuevo cine alemán de posguerra; también prestamos atención a los filmes nacidos en
Polonia cuando comentamos la ópera prima de Roman Polanski, El cuchillo en el agua. Precisamente, contemporáneo a la excelente
cinta de Polanski es el largometraje del que vamos a hablar hoy:
Zamach
narra las actividades de un grupo de la resistencia en la Varsovia ocupada durante
la Segunda Guerra Mundial. La película se centra en una comunidad formada por
estudiantes, algunos adolescentes, muy jóvenes en cualquier caso, que se
enfrentan a los enemigos de su país como si fueran adultos. Organizados jerárquicamente,
pese a su edad se comportan como si la guerra fuera su ocupación habitual desde
siempre.
La cinta describe
un episodio de los muchos que se supone hubo en el conflicto: se trata de
organizar un atentado contra un alto mando de los nazis, una acción de guerra
en la que todos son conscientes de que probablemente cause la muerte de varios
de los estudiantes. Mientras el filme se estructura en los clásicos tres actos (la preparación, la ejecución del atentado y las consecuencias posteriores), algunas
subtramas acompañan a la principal para configurar las relaciones entre los protagonistas
y sus aspiraciones en la vida: los estudios, la diversión, el trabajo, las
novias, etc. Lo normal en esa edad, si bien da la impresión de que lo cotidiano
se encuentra como suspendido en el tiempo a la espera de la finalización de la ocupación
germana; tan comprometidos están todos, o casi todos, con la acción bélica.
La forma de
realización del filme se identifica claramente con el nuevo cine polaco de
finales de los cincuenta y primeros sesenta. Su director, Jerzy Passendorfer es
contemporáneo a los Wajda, Munk, Kawalerowicz, Has, Konwicki o Skolimovsky. Todos
ellos de la Escuela de Varsovia que se caracterizó por apartarse de las
consignas soviéticas para hacer un cine más crítico con el sistema; si bien algunos
—Polanski— tuvieron que pagar su atrevimiento con el exilio. Passeendorfer, sin
embargo, eligió un camino alternativo, el mismo que tomaron determinados colegas
polacos. Fueron aquellos que se escudaron en la historia reciente (resistencia,
campos de exterminio, miseria de la posguerra, etc.) para matizar el presente
político y mostrar su disidencia con algo de disimulo (véase Kanal
de Wajda o Eroica de Munk, ambas escritas por el mismo guionista de Atentado: Jerzy Stefan Stawinski). Así, en Zamach la oposición de la
resistencia al nacionalsocialismo bien podría sustituirse por la desobediencia organizada
contra el sistema impuesto por Stalin en Polonia.
Con independencia del posible mensaje del realizador, lo que más
destaca de esta interesante película son las escenas donde preside la acción:
la del atentado —una verdadera batalla campal en las calles de Varsovia—, y la
posterior persecución en el puente o en el hospital. Todas muy bien rodadas,
con un estilo realista que se beneficia de una excelente fotografía en blanco y
negro. El filme, como decimos, presenta una historia corriente, casi anónima —de
ahí lo terrible del guión—, una más de las muchas que acontecieron en Varsovia
y en todas las capitales dominadas por los nazis. Episodios sin aparente
trascendencia si los comparamos con las grandes batallas de la guerra, pero que
con el nuevo cine social adquieren la importancia que sin duda tuvieron.
Ver Ficha de Atentado.
Y pronto... CENIZAS PARA UN BLUES.