La gran noche (The
Big Night, 1951)
El
caso de Joseph Losey no es único en la historia del cine, pero si el más representativo
del director americano exiliado voluntariamente o a la fuerza y que triunfa
lejos de su país. Y es que Losey, tras ser una de las numerosas víctimas de
la tristemente famosa represión del maccarthysmo y su caza de brujas, se
refugió en Gran Bretaña donde realizó la mejor y mayor parte de su obra.
Entre
una etapa y otra, el director estadounidense dirigió dos cintas de parecida
temática. La lucha generacional más la denuncia de la corrupción en las altas esferas
del poder eran los espinosos asuntos que abordaban ambas películas, siempre
cercanas a la realidad coyuntural de la posguerra, y venenosas de cara al HUAC
(Comité de Actividades Antiamericanas).
La
primera de ellas, La gran noche, es un drama de tintes negros
donde el hijo del propietario de un bar quiere vengar a su padre, brutalmente
golpeado por un magnate mafioso. La cinta adapta la novela de Stanley Ellin para
rozar el thriller, pero se detiene con buen criterio en la postura
crítica antes aludida. También se puede apreciar algunos de los asuntos que le
interesan a Losey, como el dominio de un ser sobre otro y, por extensión, el
enfrentamiento entre clases sociales.
Es
verdad que el filme adolece de alguna falta de estructura narrativa y de
evidentes fallos de producción, sin embargo, no carece de atractivo si tenemos
en cuenta la perspectiva que proporciona una carrera tan larga y excelente como
la de Losey. Digamos, que es casi un borrador de lo que iba a ser el cineasta en
cuanto dispusiera del control de todos los elementos de producción ⸺lo que hoy
se llama cine de autor⸺, y de la independencia de la que disfrutó en su exilio forzoso
en Gran Bretaña.
En
La gran noche, destaca la estética de cine negro y el
protagonismo de John Drew Barrymore, enésimo actor de una de las más
importantes familias de la profesión (así, a bote pronto: Ethel Barrymore,
Lyonel Barrymore, John Barrymore padre y Drew Barrymore, hija del actor que nos
atañe; seguro que me faltan algunos más…). Al parecer, el FBI, que ya andaba
detrás de Losey, pagó una buena suma de dinero a Barrymore para espiar al
director, aprovechando que ambos se hicieron muy buenos amigos. Una vez en su
exilio, Losey habló con el joven actor y este le confesó, arrepentido, su traición.
El realizador lo perdonó, pero a cambio le propuso gastarse juntos el dinero
del FBI en comidas y cenas de lujo. Barrymore aceptó con gusto.
Time
Without Pity (1956)
Debido a la citada persecución,
La gran noche
fue la última película que Losey pudo firmar con su verdadera identidad antes
de cruzar el charco. Una vez en Gran Bretaña,
la primera vez que pudo volver a ver su nombre y apellidos en los créditos de
un largometraje fue con
Time Without Pity. Se puede decir que fue
el primer filme importante del periodo inglés de Losey, justo antes de su
despegue como realizador del
free cinema, movimiento perteneciente a las
nuevas olas que sacudían el panorama cinematográfico europeo.
La cinta recupera el tema
de la lucha generacional de La gran noche, pero ahora es el padre,
un alcohólico, el que se desvive por proteger al hijo acusado de asesinato. Si
en veinticuatro horas no demuestra que es inocente, el joven será ejecutado. De
nuevo, como en aquella película, Losey enmarca la acción en el corto período de
tiempo de un día; y nos avisa de lo que falta incluyendo con habilidad relojes en varios planos.
Michael Redgrave, magnífico
como padre bebedor, se arrastra entre los miembros de la familia del magnate que
acogió a su hijo para intentar descubrir la verdad. Losey retrata al millonario
como el ser despreciable que es, con una sed de poder desmedida y ataques
violentos. El dibujo intencionadamente distorsionado de las altas esferas refuerza
la denuncia.
Aún más claramente que en La
gran noche, en Time Without Pity se pueden observar
algunas de las obsesiones particulares de Losey. Así, el sacrifico de los
protagonistas, casi un vía crucis; el uso de los espejos, donde ya se adivina
el interés por el doble; y el ambiente opresivo que el poder establecido causa sobre
el ciudadano de a pie.
Aunque la película es un
claro alegato contra la pena de muerte, alguno podrá decir ––con razón–– que la
trama es una metáfora soterrada de la situación particular que atravesaba el
director en aquel momento. De esta forma, la desesperación del padre por
demostrar la inocencia de su hijo sería un reflejo de la injusticia que cometió
el gobierno de los Estados Unidos contra el propio Losey.