El único tema
que permanece en Río Lobo es el de la
amistad, si bien mucho más difuminado y sólo enriquecido por algo habitual en
el cine de Hawks: la caballerosidad entre enemigos.[1] En la película de 1966, el
director establecía una relación entre Thornton y McLeod, el matón contratado
por Jason, en la misma línea que la planteada en Río Rojo entre Matt y Cherry Valance. En ambas se adivina un tácito
código de honor entre pistoleros. En Río
Lobo, el director va más allá cuando, al finalizar la guerra, el coronel
McNally invita a whisky a Cordona y Tuscarora para terminar de sellar una
amistad basada simplemente en el honor de haber sido enemigos (4.48).
4.48 |
A pesar de ese
buen detalle, insistimos en que ni Jorge Rivero ni Chris Mitchum dan la talla a
la hora de encarnar a la pareja antagonista de Wayne, algo que no sucede con
Jack Elam. Con el veterano secundario, Hawks estuvo más cerca de conseguir un
personaje digno del Stumpy de Walter Brennan y del Bull de Arthur Hunnicutt.
Más próximo al primero que al segundo, Elam también se muestra nervioso con el
dedo en el gatillo y recupera algo del humor perdido por Hunnicutt,[2] además es el que recoge el
testigo del alcoholismo, pero sólo de pasada y siempre dentro del tono cómico
que define al personaje (4.49).
4.49 |
Con respecto a
los caracteres femeninos, Hawks continua con su despliegue de actrices, de
nuevo un trío de mujeres como en Peligro…
Línea 7000, pero con Jennifer O’Neill a la cabeza.[3] Casi una debutante, la
actriz es otro de los descubrimientos de Hawks, aunque fallido en esta ocasión.
El trabajo de O’Neill en Río Lobo
nunca llegó a convencer a Hawks que se quejaba de lo aburrida que resultaba en
pantalla y de su actitud de diva durante el rodaje, cuando era prácticamente
una desconocida: “Empezó muy bien, pero luego se dedicó a ser una estrella. No
trabajó.” (Bogdanovich 2007, p. 296). O’Neill da vida a Shasta, un personaje que
se sitúa entre Feathers y Maudie: llega en la diligencia como la primera, pero
lo hace para vengarse de los hombres de Hendriks (realmente la presentación de
Shasta es similar a la de Mississippi en El
Dorado). Es una viuda de un jugador de cartas, como la segunda, y también
como Maudie inicia una relación con el líder del grupo y con su amigo.
Un esbozo de
rivalidad sentimental que no pasa a mayores porque enseguida el personaje que
interpreta Wayne se desmarca dando a entender que es demasiado viejo. Lo hace
cuando Shasta comenta que se ha acostado con él porque es muy “confortable”
(4.50). La misma palabra que cierra el filme cuando McNally, herido en una
pierna, se apoya en otra de las protagonistas, como si fuera una muleta,
copiando en cierto sentido el final crepuscular de El Dorado (4.51). Y es que la edad del personaje principal es otro
de los hándicaps de la cinta y se nota que Hawks no sabía que hacer con John
Wayne, en cuanto a relaciones amorosas se refiere, debido a su deterioro físico.[4] De hecho, el director opta por la pareja Rivero-O’Neill
para reproducir su batalla sexual, pero apenas le sale un gag aceptable.
4.50 |
4.51 |
4.52 |
4.53 |
En el apartado
técnico, Hawks intenta seguir fiel a su estilo. Sólo en contadas ocasiones se
deja llevar por las nuevas modas. Así, el uso del zoom o el vestuario de Rivero (4.52), con poncho al estilo Clint
Eastwood de los spaghetti western, no
encajan con una película que sigue siendo esencialmente clásica. La fotografía
del filme corre a cargo de William H. Clothier, más convencional que la de Río Bravo o El Dorado, pero con buenas secuencias nocturnas y algún plano
destacado que evocan a la primera cinta, como el de la puesta de sol (compárese
4.28 con 4.53) o el enmarcado por una puerta que, igual que en Río Bravo, anuncia el desenlace (4.22 y
4.54).
4.54 |
Howard Hawks
se retiró con Río Lobo, el peor de
sus tres últimos westerns. La falta
de presupuesto, que impidió contratar otra estrella de la categoría de John
Wayne; la renuncia a los temas centrales de sus películas anteriores; y la
presencia de unos personajes mal perfilados, unidos al cansancio propio de un
director que había superado los setenta años, fueron las causas de tan pobre
resultado. Un final de carrera que no empaña en absoluto una de las
filmografías más espectaculares, repleta de obras maestras que han pasado a la
historia como representativas de lo que hoy llamamos cine clásico.
REFERENCIAS
BIBLIOGRAFICAS DEL CUARTO CAPÍTULO
A Song
is Born (Vídeo)
2009, Twentieth Century Fox Home Entertainment,
|
Aguilar, C. 2011, Guía del Cine, Cátedra, Madrid.
|
Ball
of Fire (Vídeo) 2007,
Twentieth Century Fox Home Entertainment,
|
Bogdanovich, P. 2007, El director es la estrella,
T&B Editores, Madrid.
|
Casas, Q. 1998, Howard Hawks. La comedia de la vida,
Dirigido por, Barcelona.
|
Crowe, C. 2002, Conversaciones con Billy Wilder,
Alianza Editorial, Madrid.
|
El Dorado (Vídeo) 2008, Paramount Pictures, Madrid.
|
McBride, J. 1988, Hawks según Hawks, Akal, Madrid.
|
Perales, F. 2005, Howard Hawks, Cátedra, Madrid.
|
Río
Bravo (Vídeo)
2008,
|
Río
Lobo (Vídeo)
2011, Paramount Home Entertainment,
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TCM
Interviews: Howard Hawks (Vídeo) 2010, TBS Inc.
|
Torres-Dulce, E. 2001, Armas, mujeres y relojes suizos,
Nickel Odeon, Madrid.
|
Vanoye, F. 1996, Guiones modelo y modelos de guión,
Paidós, Barcelona.
|
Wood, R. 1982, Howard Hawks,
|
[1]
Presente también en La Escuadrilla del
amanecer, Ciudad sin ley, Río Rojo y otras.
[2] En el
filme hay un guiño a Arthur Hunnicutt cuando Wayne le regaña a Elam por el
ruido que está haciendo y le espeta con ironía: “sólo hace falta que toques la
corneta”.
[3] Las
otras dos fueron Susana Dosamantes y Sherry Lansing.
[4] En
1970, Wayne tenía 63 años y sobrevivía con un pulmón desde 1964 cuando le
operaron de cáncer. Ya en El Dorado
tuvieron que doblarle en las escenas en las que salía corriendo. En Río Lobo intenta mantener el tipo, pero
a esas alturas las dificultades para, por ejemplo, subir y bajar del caballo
eran enormes.