domingo, 30 de junio de 2024

2 X 1: "LA CONDICIÓN HUMANA" y "HARAKIRI" (Masaki Kobayashi)

La condición humana (Ningen no jôken, 1959) 

Otro maestro de la generación de Akira Kurosawa, creador de la productora Yonki No Kai con él y con Kon Ichikawa y Keisuke Kinoshita, es Masaki Kobayashi, que comenzó siendo asistente del último de los directores nombrados. Antiguo combatiente y prisionero de guerra en la Segunda Guerra Mundial, Kobayashi se da a conocer en el mundo entero por dirigir La condición humana

La cinta narra la historia de Kaji (Tatsuya Nakadai) y la de su mujer Michiko (Michiyo Aratama), desde la guerra de Manchuria hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. El protagonista se declara objetor de conciencia y, para evitar ser reclutado, accede a desplazarse a Manchuria en calidad de supervisor de personal, en un campo de concentración japonés para prisioneros chinos. Allí Kaji intenta que prevalezca el trato humano y que mejoren las condiciones de trabajo de los cautivos. Cuando se reciben órdenes de incrementar la producción, los métodos de Kaji pronto se ven desplazados por un autoritario y despiadado comportamiento de los militares nipones. Cuando Kaji finalmente es despedido, sucede lo que más temen él y su esposa: Kaji es llamado a filas y entra en combate… 

Monumental obra de casi diez horas de duración, repartida en tres películas para su distribución y divida cada una en dos partes de aproximadamente una hora y media cada una. Para algunos críticos es la mejor película jamás rodada, con duras secuencias en la primera y última parte, y bellos planos como el de la columna de prisioneros chinos caminando a contraluz por las crestas de las montañas rumbo a la cantera.

 

Filme mastodóntico (se tardó cuatro años en rodarlo), pero muy atractivo, basado en la novela de Jumpei Gomikawa —de seis volúmenes—, que comienza en un campo de prisioneros con el protagonista en el lado de los que van ganando y termina en otro campo, esta vez soviético, y con él de prisionero. Entre medias, Kaji pasa por todo tipo de calamidades mientras combate contra los chinos y los soviéticos. 

El largometraje, ganador de varios premios en el Festival de Venecia, es un enorme repaso antibélico, que, como anuncia el título, trata de la condición humana en todas sus aristas. Kobayashi acude a sus propias experiencias durante la guerra para completar una de las mayores obras del cine mundial. 

 

Harakiri (Seppuku, 1962) 

Un año después de que se estrenara la última parte de La condición humana, Masaki Kobayashi rueda una de sus mejores películas: Harakiri. Un jedai-geki, o filme de época, situado en el siglo XVII, en un periodo de paz después de una guerra civil en Japón. Sin batallas a las que acudir, algunos samuráis se quedan sin trabajo. Es lo que le ocurre a Hanshiro (de nuevo interpretado por Tatsuya Nakadai), un ronin o samurái sin señor al que servir, que se encuentra sumido en la más absoluta pobreza. Desesperado, Hanshiro acude a la hacienda de un señor feudal para solicitar un lugar adecuado para hacerse el harakiri y de esta forma poder morir con honor. 

Su ruego es aceptado, pero se le advierte que no permitirán extorsiones de ningún tipo como han hecho otros, que en realidad venían a pedir limosna a cambio de renunciar al suicidio, algo considerado un deshonor manifiesto. Hanshiro se mantiene en sus trece y accede a escuchar la historia de uno anterior que murió allí. Un relato que revelará las verdaderas intenciones de Hanshiro… 

Excelente filme rodado con luz de tono bajo, con más sombras que luces, en un blanco y negro expresionista que subraya la trama: un thriller, o una película de cine negro al estilo oriental donde hay suspense cuando se va descubriendo lo que pretende el protagonista.

 

La estructura de la película, en flashback cuando le cuentan la historia del ronin anterior, y cuando el propio Hanshiro cuenta la suya para explicar cómo ha llegado a esa situación, ayuda al suspense y sirve para que poco a poco el espectador vaya metiéndose en la historia. 

Harakiri quizás sea la cinta de Masaki Kobayashi más reconocida y galardonada (ganó el Premio del Jurado en Cannes), un largometraje que vuelve a incidir en el comportamiento humano ante las adversidades, igual que en La condición humana, pero esta vez trasladado al mundo de los samuráis. Kobayashi se atreve a criticar el código de honor de aquellos caballeros mientras ataca también al sistema feudal japonés, justo después de la ocupación norteamericana, como hicieron algunos colegas suyos.




domingo, 16 de junio de 2024

EL AUTOREMAKE EN EL CINE. CAPÍTULO III (IV)

El espíritu comunal (una cinta donde no hay un protagonista claro, donde triunfa la sinergia) es una de las claves de la historia de Dama por un día. Se puede decir que todo el cine de Capra, aunque aboga por la iniciativa individual y el tesón de los protagonistas, al final hace que estos logren sus propósitos con la ayuda de familiares y amigos. Es lo que le ocurre a "Annie Manzanas" y a casi todos los personajes del director a lo largo de su carrera.[1] Una característica que tiene mucho que ver con los tiempos en los que se rodaron la mayoría de sus éxitos, los años de la Depresión, y que sigue los principios del New Deal: la política intervencionista del presidente Roosevelt ideada para acabar con la crisis. Se puede decir que desde La Locura del Dólar (otro guion de Robert Riskin)[2] Capra opta por un cine de realidad social, que poco a poco se va comprometiendo cada vez más con las ideas y principios del partido Demócrata. 

Dama por un día también sigue por ese derrotero, aunque sólo sea por el entorno en el que se desarrolla la trama  y por la crítica al estamento político (véase el último tercio de la película). Capra plantea pronto el ambiente de la historia: la primera imagen es de un ciego (que no lo es) que toca el acordeón mientras pide unas monedas. El mendigo se encuentra con un colega amputado de las dos piernas[3] y con el resto de indigentes que sobreviven en las calles de Nueva York; entre ellos, Annie Manzanas. Un colectivo que parece extraído de una novela de Dickens (y esto nos recuerda a Browning y a sus freaks) o de la cinta alemana contemporánea, M, el vampiro de Düsseldorf (M de Fritz Lang, 1931). 

Para conseguir que la trama se impregnase del ambiente de la crisis, Riskin cambió la actividad original de Annie. La anciana pasó de vender flores, según la idea original de Runyon, a vender manzanas. De esta forma, Riskin creó un personaje que el público enseguida identifica­ría con la vida real, un personaje que era muy habitual verlo transitando por las aceras de Nueva York en la época de la Depresión. Además, gracias a las manzanas, a Riskin se le ocurrió la idea que provoca la intervención de Dandi para ayudar a la vieja: la superstición por la fruta, la necesidad de que Annie siga vendiendo las manzanas de la suerte. Aunque esta sea la razón “oficial”, a nadie se le escapa que el mafioso y el resto de la banda tienen en el fondo buen corazón y ayudan a la vieja por compañerismo. Igual que lo hacen los políticos corruptos y la policía cuando se enteran del motivo de la farsa. 

A pesar de la tímida motivación que Riskin está obligado a presentar, la del chantaje de Dandi que tiene secuestrados a varios periodistas, el público sabe que todos quieren contribuir a sacar adelante la pantomima por pura empatía con Annie, por solidaridad. De nuevo tenemos el espíritu comunal del New Deal. Al final, todos se sienten tan bien consigo mismos que se vuelven agradables con sus subordinados: el gobernador suspende la supervisión de la alcaldía, el alcalde confiesa haber sido duro con el comisario, el comisario pide perdón a los policías y éstos les dicen a los periodistas que olviden lo sucedido.

Dentro de esta temática social tan del gusto de Capra, hay que señalar, por último, el acercamiento de clases como una de las obsesiones particulares de su cine.[4] Un tema ideal para la comedia, que Capra y Riskin explotarían en su siguiente proyecto, Sucedió una noche (It Happned One Night, 1934), pero que en Lady for a Day también se encuentra presente aunque funcione al revés: los que se acercan a los ricos son los pobres y no al contrario como suele ser habitual. Una aproximación que aquí funciona como una fábula, como un cuento de hadas que transita entre la comedia y el melodrama, pero que tiene un final realista: “la Cenicienta” vuelve a las calles una vez que su hija parte hacia la felicidad.

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[1] Podríamos enumerar las películas que se basan en este principio, pero serían casi todas las de Frank Capra. Aquí van algunas: Dama por un día y Un Gangster para un Milagro, La Locura del Dólar, ¡Qué bello es vivir!, Juan Nadie, El secreto de Vivir, etcétera. 

[2] Una cinta que se ha vuelto muy actual al tratar la crisis financiera desde el punto de vista del director de un banco que defiende las ayudas a los pequeños empresarios en contra de la especulación, “que se fía más de las ideas que de los avales”. Una trama en cierto modo parecida a la de ¡Qué bello es vivir! y también presente en el arranque de Estrictamente Confidencial.

[3] Es el discapacitado físico al que llaman “Shorty” que se trata, en realidad, de un mendigo que conoció Capra en la infancia cuando el director vendía periódicos por las calles. El resto de extras también los reclutó de los barrios bajos de Los Ángeles y a ellos les dedica las primeras imágenes.

[4] Tema central de otro gran número de películas del director: Dama por un día y su remake, Estrictamente Confidencial y su remake, Sucedió una noche, El Secreto de Vivir, Vive como quieras, Juan Nadie, etcétera. 





lunes, 3 de junio de 2024

2 X 1: "EL ARPA BIRMANA" y "SOLO EN EL PACÍFICO" (Kon Ichikawa)

El arpa birmana (Biruma no tategoto, 1956) 

Kon Ichikawa, de la generación de Akira Kurosawa, fue un director japonés atraído por el humanismo en todas sus acepciones. De hecho, fue el director del excelente documental sobre Las Olimpiadas de Tokyo (Tokio orinpikku, 1965), aunque su obra no cayó demasiado bien al Comité Olímpico en cuanto Ichikawa se fijó más en el deportista-hombre que en las competiciones deportivas. 

Antes de eso, Ichikawa dirigió dos largometrajes por los que se dio a conocer en el mundo entero, diferentes entre sí pero con elementos comunes. El primero de ellos puede ser su obra maestra: El arpa birmana. Una cinta sobre la Segunda Guerra Mundial y sus miserias: 

Mizushima, es un soldado nipón que toca muy bien el arpa birmana —peculiar instrumento musical portátil, más pequeño que el clásico—, que siempre lleva consigo y cuando lo toca hace las delicias de sus compañeros de sección y del capitán Inouye, también músico, que siempre que puede organiza un concierto con el coro de la compañía. Cuando la guerra termina, los británicos asignan a Mizushima una misión desesperada: el soldado tiene 30 minutos para convencer a un destacamento japonés para que deje de luchar. Los rebeldes no acceden y los británicos atacan destruyendo a todo el grupo. Mizushima, profundamente afectado por el desastre, decide vivir como un sacerdote budista y dedicar su vida a enterrar a los compatriotas cuyos cuerpos han sido abandonados por todo el frente.

 

El arpa birmana es un alegato antibelicista típico de posguerra y de la ocupación estadounidense, que comienza con una trama convencional acerca de una sección en los últimos días del conflicto bélico, pero que pronto cambia al drama de un solo soldado (los planos generales con el protagonista en medio de los campos birmanos vacíos acentúan esa soledad), enfrentado a los desastres de la guerra, que busca una solución interior, religiosa, para salvar tanto horror. 

La cinta llevó el nombre de Kon Ichikawa por todo el mundo, ganó varios premios en Venecia y estuvo nominada al Óscar a la mejor película extranjera. Ichikawa volvió sobre ella cuando realizó un autoremake en color en 1985.

 

Solo en el Pacífico (Taiheiyô hitoribotchi, 1963) 

Siete años después de rodar El arpa birmana, Ichikawa filma la historia verdadera de Kenichi Horie (basada en el libro del propio Horie), un joven japonés que está obsesionado por atravesar el Pacífico e ir desde Japón hasta San Francisco en un pequeño velero. 

A pesar de ir en contra de las leyes del país, y de la oposición de sus padres —sólo con el beneplácito de su hermana—, el joven va ahorrando poco a poco hasta hacerse con un velero de madera y comprar todos los suministros necesarios para el viaje. Horie se hace a la mar con ilusión, pero las penalidades se suceden durante el viaje: desde tempestades hasta largas jornadas sin viento van mermando las fuerzas del marino solitario. 

Solo en el Pacífico está rodada con la voice over de Horie, que se convierte también en el narrador de la cinta; y con insertos en flashback, recurso muy utilizado en este tipo de películas donde hay un único personaje en la mayoría del metraje. Así, los filmes más modernos como A la deriva (Adrift, Baltasar Kormákur, 2018) y Espíritu libre (True Spirit, Sarah Spillane, 2023), por nombrar tan solo dos.

 


El largometraje de Ichikawa, si bien muestra la soledad del navegante en medio del inmenso piélago azul, por otro lado resulta algo claustrofóbico en cuanto gran parte de ella se rueda en el parvo interior del barco, que además hace agua por las deficiencias y prisas en su construcción. 

Igual que en El arpa birmana, Kon Ichikawa apuesta por el humanismo crítico, por la voluntad del ser humano. En esta ocasión es un navegante solitario que a través de sus habilidades, esfuerzo y trabajo es capaz de desarrollar sus posibilidades y llevar a término lo que se proponga.




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