La condición humana (Ningen no jôken, 1959)
Otro maestro de la generación de Akira Kurosawa, creador de la productora Yonki No Kai con él y con Kon Ichikawa y Keisuke Kinoshita, es Masaki Kobayashi, que comenzó siendo asistente del último de los directores nombrados. Antiguo combatiente y prisionero de guerra en la Segunda Guerra Mundial, Kobayashi se da a conocer en el mundo entero por dirigir La condición humana.
La cinta narra la historia de Kaji (Tatsuya Nakadai) y la de su mujer Michiko (Michiyo Aratama), desde la guerra de Manchuria hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. El protagonista se declara objetor de conciencia y, para evitar ser reclutado, accede a desplazarse a Manchuria en calidad de supervisor de personal, en un campo de concentración japonés para prisioneros chinos. Allí Kaji intenta que prevalezca el trato humano y que mejoren las condiciones de trabajo de los cautivos. Cuando se reciben órdenes de incrementar la producción, los métodos de Kaji pronto se ven desplazados por un autoritario y despiadado comportamiento de los militares nipones. Cuando Kaji finalmente es despedido, sucede lo que más temen él y su esposa: Kaji es llamado a filas y entra en combate…
Monumental obra de casi diez
horas de duración, repartida en tres películas para su distribución y divida
cada una en dos partes de aproximadamente una hora y media cada una. Para
algunos críticos es la mejor película jamás rodada, con duras secuencias en la
primera y última parte, y bellos planos como el de la columna de prisioneros
chinos caminando a contraluz por las crestas de las montañas rumbo a la
cantera.
Filme mastodóntico (se tardó cuatro años en rodarlo), pero muy atractivo, basado en la novela de Jumpei Gomikawa —de seis volúmenes—, que comienza en un campo de prisioneros con el protagonista en el lado de los que van ganando y termina en otro campo, esta vez soviético, y con él de prisionero. Entre medias, Kaji pasa por todo tipo de calamidades mientras combate contra los chinos y los soviéticos.
El largometraje, ganador de varios premios en el Festival de Venecia, es un enorme repaso antibélico, que, como anuncia el título, trata de la condición humana en todas sus aristas. Kobayashi acude a sus propias experiencias durante la guerra para completar una de las mayores obras del cine mundial.
Harakiri (Seppuku, 1962)
Un año después de que se estrenara la última parte de La condición humana, Masaki Kobayashi rueda una de sus mejores películas: Harakiri. Un jedai-geki, o filme de época, situado en el siglo XVII, en un periodo de paz después de una guerra civil en Japón. Sin batallas a las que acudir, algunos samuráis se quedan sin trabajo. Es lo que le ocurre a Hanshiro (de nuevo interpretado por Tatsuya Nakadai), un ronin o samurái sin señor al que servir, que se encuentra sumido en la más absoluta pobreza. Desesperado, Hanshiro acude a la hacienda de un señor feudal para solicitar un lugar adecuado para hacerse el harakiri y de esta forma poder morir con honor.
Su ruego es aceptado, pero se le advierte que no permitirán extorsiones de ningún tipo como han hecho otros, que en realidad venían a pedir limosna a cambio de renunciar al suicidio, algo considerado un deshonor manifiesto. Hanshiro se mantiene en sus trece y accede a escuchar la historia de uno anterior que murió allí. Un relato que revelará las verdaderas intenciones de Hanshiro…
Excelente filme rodado con luz de
tono bajo, con más sombras que luces, en un blanco y negro expresionista que
subraya la trama: un thriller, o una película de cine negro al estilo oriental
donde hay suspense cuando se va descubriendo lo que pretende el protagonista.
La estructura de la película, en flashback cuando le cuentan la historia del ronin anterior, y cuando el propio Hanshiro cuenta la suya para explicar cómo ha llegado a esa situación, ayuda al suspense y sirve para que poco a poco el espectador vaya metiéndose en la historia.
Harakiri quizás sea la cinta de Masaki Kobayashi más reconocida y galardonada (ganó el Premio del Jurado en Cannes), un largometraje que vuelve a incidir en el comportamiento humano ante las adversidades, igual que en La condición humana, pero esta vez trasladado al mundo de los samuráis. Kobayashi se atreve a criticar el código de honor de aquellos caballeros mientras ataca también al sistema feudal japonés, justo después de la ocupación norteamericana, como hicieron algunos colegas suyos.