lunes, 25 de agosto de 2008

VENGANZA DEL DESTINO (Under My Skin de Jean Negulesco, 1950)

En un sistema de producción cinematográfico como el americano de los años cuarenta y cincuenta, que funcionaba como una maquinaria perfecta, debía ser todo un acontecimiento para un director el poder filmar una cinta y hacerla personal, en el sentido de incluir recuerdos, ilusiones o aficiones de su propia existencia. Los contratos cerrados, los guiones impuestos, las estrellas del estudio y los productores no dejaban mucho margen de actuación a los realizadores. Por eso cuando vemos una película e identificamos parte de la vida del autor en ella, pensamos lo especial que le debió resultar el rodaje. La satisfacción de captar con imágenes evocaciones de la juventud seguro que premió a Jean Negulesco con creces su trabajo en Venganza del Destino.



Y es que el guión de Casey Robinson -todo un especialista-, basado en la novela “My Old Man” de Ernest Hemingway, se prestaba a que Negulesco se recreara con París, la ciudad en la que pasó sus años como pintor antes de dedicarse al cine. Los cafés bohemios; las panorámicas de la ciudad, con la Torre Eiffel presidiendo las tomas; las calles luminosas de la ciudad, con escenas cotidianas, se insertaban convenientemente en una trama paradójicamente obscura: un jockey viudo (John Garfield) y su hijo huyen de Italia, después de una carrera amañada que sale mal; se instalan en París, pero el pasado lejano en forma de mujer (Micheline Presle) y el más inmediato, amenazante, de un gangster que busca vengarse, se cruzan en su tortuoso camino.

El entorno por donde transcurre la historia es el de los hipódromos, las cuadras o las apuestas; pero la trama casi se corresponde más con el subgénero pugilístico, y no sólo por el aspecto del protagonista –John Garfied cuando se entrena parece más un boxeador que prepara un combate que un jockey perdiendo peso- sino por el conflicto interior del personaje que se debate entre ser fiel a su hijo –y a sí mismo- y ganar la carrera o seguir con el juego sucio para evitar una muerte segura. Además el argumento sigue muy de cerca a aquel éxito de King Vidor: El Campeón (The Champ, 1931), un dramón con Jackie Cooper y Wallace Berry que sufrió un remake en los años setenta a cargo de Franco Zeffirelli.

Pero Negulesco evita con éxito la lágrima fácil y sigue a los personajes con movimientos aparentemente sencillos de cámara e introduce algunas secuencias para enmarcar: la de la carrera final, con un caballo sin jinete que persigue a Garfield en una especie de pesadilla premonitoria; o el plano hustoniano que cierra el largometraje, donde el director contrasta la importancia de los seres queridos frente al dinero (los papeles de las apuestas se las lleva el viento).

Jean Negulesco tuvo una carrera irregular, su decadencia en los años sesenta cuando se dedicó a filmar comedias románticas “turísticas” no pueden hacernos olvidar las excelentes cintas que dirigió. Una de ellas fue Venganza del Destino, una película que refleja su verdadera vocación: la de pintor. El filme arranca con Dan Butler (John Garfield) y su hijo en la campiña italiana, entrenando. Rendidos por el esfuerzo se sientan debajo de un árbol para descansar. Cuando el padre señala hacia la aldea cercana, Negulesco encuadra una antigua ermita y fija la cámara/lienzo; en ese momento se oye la voz de Dan en off: “fíjate, es como una postal ¿eh?“

Ver Ficha de Venganza del Destino.

3 comentarios:

  1. Ví la película en su día, pero poco recuerdo de ella.
    Ciertamente, si tienes razón en lo que dices, no debió de ser fácil componer una película personal -siendo además de género- para un director que tampoco es que tuviera una posición predominante en el star system de la época.

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  2. Bueno, Negulesco ya era un director reconocido, pensemos en "Humoresque" y "Belinda", entre otras, que fueron dos grandes éxitos y se estrenaron antes que "Venganza del destino".
    Saludos.

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  3. Lo sé, lo sé, no le niego ni esos éxitos ni las mejores películas que vinieron después (verbigracia "Cómo casarse..."). Mi matiz venía en cuanto a su renombre, a mi entender, muy por debajo de algunos de sus contemporáneos.

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