lunes, 29 de mayo de 2023

MASTER AND COMMANDER. AL OTRO LADO DEL MUNDO (Master and Commander: The Far Side of the World de Peter Weir, 2003)

Daba la impresión de que en 2003 se volvía atrás en el tiempo, a la edad dorada de Hollywood cuando los grandes estudios apostaban por las películas de género. Igual que en dicha época, Master and Commander se basó en los libros de un autor muy conocido, en este caso Patrick O’Brien, escritor de novelas históricas del estilo de Rafael Sabatini o C.S. Forester. 


Desde el principio el filme se planteó como una película de autor donde el director era a la vez productor y guionista. Para un cineasta tan personal como Peter Weir esta circunstancia sólo tuvo consecuencias positivas. De entrada, el realizador hizo los cambios pertinentes a las novelas de O’Brien para hacerlas suyas, para idear una trama original que tratase los temas que le interesaban:

Estamos en abril de 1805, Napoleón es el amo y señor de Europa y sólo Inglaterra le hace frente. La fragata británica “Surprise”, al mando del capitán Jack Aubrey (Russell Crowe), navega en aguas de Brasil. Su misión es interceptar al corsario francés “Acheron”. Con Jack navega su amigo de siempre, el doctor Maturin (Paul Bettany), médico ilustrado y naturista con ideales bastante más progresistas que los del conservador Aubrey. Después de dos breves, pero intensos encuentros con el “Acheron”, que ponen de manifiesto la superioridad del barco francés, la “Surprise” se adentra en el Pacífico y llega a las islas Galápagos...

Para confeccionar el guion, Weir eligió la primera y la décima de las novelas de la saga: “Master and Commander” y “The Far Side of the World”. De la primera extrajo los dos enfrentamientos con el “Acheron”, y de la segunda la estructura de la película que se basa en la persecución en aguas del Pacífico. La diferencia principal entre el guion y los libros de O’Brien radica en el rival a batir, ya que en la época en la que se desarrolla la trama del segundo libro (1812) Inglaterra se encontraba en guerra contra Estados Unidos y no contra Francia. El cambio de enemigo de un corsario americano a uno francés se entiende debido a la nacionalidad estadounidense de la película. Además, 1805 como referencia histórica es mucho más interesante debido a la proximidad de la batalla de Trafalgar y al giro que le dio a toda la guerra cuando se impidió la invasión francesa del Reino Unido.

Aparte del cambio obligado de enemigo debido a la audiencia, el resto de aportaciones del director al guion son más personales y tienen que ver con su excelente filmografía. Películas donde destaca el contraste entre dos mundos y la disparidad entre los distintos personajes de sus filmes como reflejo de lo anterior. En Master and Commander las personalidades de Jack y Maturin, inglés e irlandés, son casi opuestas. Mientras el primero dedica su vida al honor y al deber como oficial de la armada que es, el segundo no cree en la violencia y sostiene que se puede discutir la autoridad. Maturin le echa en cara a su amigo el que se mueva más por orgullo que por obediencia. 




Algo de cierto hay en los reproches del médico cuando Jack no ceja en el empeño de perseguir al “Acheron” aunque eso suponga poner en peligro la vida de su tripulación; todo con tal de dar caza a un barco mucho más poderoso que la fragata. Sólo cuando Maturin cae enfermo, Jack da su brazo a torcer y abandona la caza. Al final, Peter Weir nos dice que la amistad lo puede todo; que es capaz de hacer a los hombres más tolerantes. Así, Maturin pasa por encima de sus ideas y se une a Jack en el combate con tal de ayudar a su amigo; éste también cede y deja al doctor que gaste tiempo en investigar la flora y la fauna de las Galápagos, y hasta utiliza los conocimientos sobre la evolución de las especies para aplicarlos en la batalla final.

Los dos amigos son por encima de todo, eso, amigos, y ni la guerra ni los diferentes puntos de vista impedirán que se reúnan en los ratos de ocio para tocar música clásica. Las secuencias en las que el capitán practica con el violín y el médico con el violonchelo —toque de flema británica estilo Holmes y doctor Watson— son un alto en el camino no sólo para los personajes, sino también para el espectador que se deleita escuchando la música de Mozart o Boccherini aunque ésta finalmente se mezcle con el sonido de los tambores que tocan a zafarrancho de combate. Peter Weir, director detallista y concienzudo, aparece aquí con toda su fuerza: la ambientación de la película es extraordinaria. La vida a bordo de una fragata de comienzos del siglo XIX debía ser como la imagina el lector de las novelas de O’Brien, que es exactamente como la presenta Weir en pantalla.

Gracias a las distintas subtramas presentes en Master and Commander, la película contiene todos los elementos que caracterizan este tipo de filmes: combates navales; amago de motín repelido con castigos en cubierta; descripción de un viaje de exploración e investigación (Maturin llega a anticipar las teorías de Darwin descubiertas en los viajes del “Beagle”), etc. Además resulta una película apta para toda la familia donde los jóvenes guardiamarinas, unos niños, viven la aventura junto a su comandante al que admiran, persiguen al enemigo como si estuvieran participando en una regata, pero mueren en combate igual que los adultos.

Un largometraje que es una loa a la amistad, pero también al amor por los barcos tal como nos dice aquella escena en la que Jack, tras la batalla, toca el mamparo de la cámara de oficiales en el lugar donde ha impactado un proyectil enemigo. El capitán acaricia la astillada madera como si fuera —que es— una herida de guerra mientras asegura que el barco no es tan viejo, que no existe en el mundo mejor fragata que la “Surprise”.


El post es un extracto corregido para la ocasión del capítulo dedicado a Master and Commander en mi libro: CINE Y NAVEGACIÓN. Los 7 mares en 70 películas





domingo, 14 de mayo de 2023

2 X 1: "PRIVATE DETECTIVE 62" y "MATANDO EN LA SOMBRA" (Michael Curtiz) (I)

Private Detective 62 (1933) 

El gran director Michael Curtiz tuvo una de las filmografías más extensas y de mayor calidad del universo cinematográfico que ahora llamamos cine clásico. De todas sus películas destacan aquellas que dirigió en el seno de la Warner Brothers. De origen húngaro, Curtiz llamó la atención de Jack Warner allá por los años veinte cuando veía lo bien que se desenvolvía el realizador en Austria dirigiendo películas épicas (Esclava Reina, Sansón y Dalila, Sodoma y Gomorra, etc.). Cuando lo contrató, el productor seguramente ya tenía en mente encargarle El arca de Noé (Noah’s Ark, 1928), una cinta estilo DeMille con la que prácticamente se decía adiós al cine mudo.

Pero a Curtiz no solo se le daban bien las superproducciones, enseguida demostró su habilidad para todo tipo de estructuras narrativas. Se quedó en la Warner y ellos que salieron ganando. Dos ejemplos de aquellos filmes tan bien realizados son los policíacos que dirigió en los primeros años treinta con William Powell de protagonista:

En Private Detective 62, el primero de ellos, Powell es Donald Free, el detective privado del título. Después de haber caído en desgracia por haber sido declarado persona non grata en Francia, Free tampoco tiene demasiada suerte al asociarse con Dan Hogan, un colega con pocos escrúpulos, que sigue las instrucciones del dueño de un casino. Free reacciona cuando Hogan y el mafioso planean engañar a una joven a la que el segundo debe mucho dinero.

 

Entretenido filme, que Curtiz realiza sin muchos medios, al estilo de las películas de serie B, pero con un ritmo muy rápido, una narrativa casi perfecta y un dominio de las elipsis prodigioso. Así, Curtiz es capaz de pasar de un país a otro en pocas secuencias mientras el protagonista se mete en problemas, lo detienen, lo juzgan, viaja en un barco, escapa de él y busca trabajo. 

El caso de Curtiz no deja de ser curioso porque le sucedió lo contrario que a la mayoría de directores: de especialista en rodar largometrajes colosalistas, con grandes medios, superproducciones costosas del cine mudo, pasó a dirigir películas de escaso presupuesto, policíacos, dramas, comedias, cintas de aventuras, es decir, de cualquier género, pero siempre con su sello de realizador imaginativo, que manejaba ⸺y acaso inventaba⸺ todos los recursos cinematográficos para convertirse en uno de los que cambió el cine norteamericano para siempre.


Matando en la sombra (The Kennel Murder Case, 1933)

El segundo de los filmes que Curtiz dirigió en 1933 con William Powell al frente del reparto fue Matando en la sombra, adaptación para la gran pantalla de la novela homónima de S.S. Van Dine, creador del personaje protagonista, el detective Philo Vance:

Vance sospecha que el suicidio de un magnate y coleccionista de cerámica china es en realidad un asesinato. La lista de sospechosos (la sobrina, la amante, la pareja de la amante, el secretario, el cocinero chino, el mayordomo que no falte, el hermano, etc.) es extensa debido al mal carácter del finado y a sus chanchullos comerciales, pero la solución del caso se presenta complicada, ya que la víctima se hallaba en un cuarto cerrado por dentro.

Entretenida trama donde todos tenían motivos para matar a la víctima; donde un jarrón chino y una daga son las claves del misterio; y donde la policía se deja aconsejar ⸺y mandar⸺ por un detective famoso, al estilo de las novelas de Sherlock Holmes o Agatha Christie.

 

La cinta es un ejemplo del típico misterio locked-room o habitación cerrada, también llamado “crimen imposible”. Es, sin duda, la mejor de la larga serie de películas que se realizaron sobre la figura del detective Philo Vance ⸺en 1940 se hizo un remake titulado Calling Philo Vance (William Clemens)⸺; Matando en la sombra es la quinta de la saga, la cuarta y última protagonizada por William Powell, y la única dirigida por Michael Curtiz, con su acostumbrada maestría.

La película es un pre-noir donde ya hay algunos estilemas del género que se desarrollaría en los años cuarenta, con la presencia de William Powell ⸺y de Mary Astor, futura femme fatale⸺ un año antes del éxito La cena de los acusados (The Thin Man, W.S. Van Dyke, 1934), que iniciaría otra larga serie de películas inolvidables con Powell, Myrna Loy y el perrito Asta, que por cierto también actúa en Matando en la sombra.






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