Cuando un director nos atrae especialmente, solemos avisar
al comienzo de la correspondiente reseña porque quizás la crítica no sea muy
imparcial que digamos. Es el caso del siguiente comentario:
Robert Guédiguian es un director adictivo, al menos para
nosotros: cuantas más películas vemos de él, más nos gustan (ver otras reseñas aquí).
Y eso que las cintas son parecidas, con la misma estructura, como si fueran remakes
unas de otras o secuelas, precuelas, o cualesquiera de los palabros que deseen.
Casi todas se desarrollan en Marsella, ciudad donde nació; tratan de
dramas sociales en barrios marginales: problemática obrera, discriminación racial o de sexo, o de cualquier tipo; y siempre con el mismo
trío de actores desde los años ochenta (Arian Ascaride, que es la pareja de
Guédiguian, Jean-Pierre Darroussin y Gérard Meylan).
Todo esto se cumple en Gloria Mundi, aunque
con matices. El nuevo guion que propone Guédiguian se centra en la humilde
familia Benar y arranca cuando nace la nieta del matrimonio formado por Sylvie
(Ariane Ascaride, excelente, ganadora con todo merecimiento de la copa Volpi a
la mejor actriz en Venecia) y Richard (Jean-Pierre Darroussin), ella limpiadora
y él conductor de autobús. La llegada del nuevo miembro familiar coincide con
la salida de la cárcel de Daniel (Gérard Meylan), el primer marido de Sylvie.
La vida de los Benar es difícil, pero más lo es la de su hija mayor, la madre
del bebé, que apenas llega a fin de mes; todo lo contrario que la pequeña de
los Benar, empresaria y dueña de varias tiendas.
A Guédiguian le sucede algo parecido a lo que le ocurre a los hermanos Dardenne
(lo comentamos en una reseña reciente de los directores belgas): parece que la
edad le afecta en sus convicciones, por las que siempre luchó, y en la
intensidad de la narrativa, tanto a la hora de describir a los personajes como
a la acción. Todo más explícito y exagerado, menos sutil. Así, los problemas
crecen con las nuevas generaciones. Los jóvenes son más intolerantes, amorales
y egoístas que sus mayores. Se suceden las infidelidades, las adicciones, la
falta de solidaridad y hasta los crímenes. Por otro lado, los mayores se
muestran cansados y adolecen de contradicciones (quién le ha visto a Gédiguian
y quién lo ve): las huelgas solo sirven para morirse de hambre; los delegados
sindicales son unos aprovechados; o los taxistas son unos terroristas frente al
respetable capitalismo de los VTC.
Como en otras cintas ––la mayoría––, el trío de actores
fetiches de Guédiguian acuden al rescate para salvar a la familia; y a la
película. Igual que siempre, las mejores escenas son las que se desarrollan con
ellos en pantalla. Las que demuestran la complicidad que existe entre
personajes-actores, y el buen hacer del responsable, de Robert Guédiguian, que
sabe sacar lo mejor de cada uno de ellos. Son diálogos o silencios
estructurados por parejas, o con los tres en el plano, donde predomina el tono
crepuscular, ahora cargado de pesimismo, que nos dice lo cansados que se encuentran de luchar por lo mismo
de siempre, sin que nada cambie; o si cambia es para ir a peor.
Me interesa para contrastar eso que decís sobre el director acerca de que parece tener la misma estructura que otras de sus películas, con aquello otro de que la edad afecta a sus convicciones y a la narrativa.
ResponderEliminarAlgo importante hay ahí, que el director intenta resolver y no puede.
Tengo esa sensación con los últimos films de Woody Allen.
Abrazo!
te recomiendo "Marius y Jeanette", por ejemplo, para ver si percibes el mismo cambio que yo. En "La casa junto al mar" ya se adivinaba también esa evolución.
EliminarFernando, suscribo tus palabras al cien por cien. Muy buena, por cierto, la comparación con los Dardenne.
ResponderEliminarSaludos desde Barcelona,
Juan
Creo que coincidimos. He leído tu crítica. No quise hacerlo antes de ver la película.
EliminarSaludos!
Me gusta Guédiguian. Ahora mismo me acuerdo de 'Marie-Jo y sus amores'. Creo que la grabé.
ResponderEliminarEs un cine de autor que no reniega de los postulados clásicos en la forma. Una curiosa vuelta al realismo poético muy muy atractiva.
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