La elección del elenco de Dama por un día no estuvo exenta de complicación, todo debido a la
política de la Columbia de pedir prestado a los actores. El estudio quería a
Marie Dressler para hacer de Annie, a James Cagney o a Robert Montgomery para
el papel de Dandi, y a W.C. Fields para el de Juez. Los tres primeros procedían
de la MGM y se descartaron por una experiencia negativa muy reciente de Capra
con Irving Thalberg.[1] Como tampoco llegó a buen
término la contratación de Fields, que estaba sujeto a la Paramount, decidieron
tirar de la Warner como principal proveedora de artistas. Así, el protagonista
de Lady for a Day (Warren William) y
dos de los principales secundarios (Ned Sparks y Guy Kibbee) finalmente fueron
suministrados por el estudio que regentaba Jack Warner.[2]
La decisión de Harry Cohn fue providencial porque los tres actores están estupendos. En ellos descansan los momentos más simpáticos de la película y de sus bocas salen las frases más ingeniosas de Riskin con la espontaneidad y naturalidad que requiere la comedia. Estamos de acuerdo con la opinión de Capra acerca del trabajo de Warren William (3.3) cuando dice que hace un Dandi demasiado “simpático”,[3] aunque eso no empaña su labor al manejar cada situación que se le presenta con la seriedad que se le supone al personaje, manteniendo siempre el control y gestionando su papel dignamente a lo largo de todo el metraje.
La actuación de Ned Sparks es igual de correcta (3.4), la acidez de su personaje es un antecedente claro a los que brillarían en pantalla años después de la mano de Billy Wilder. Pero quizás, la sorpresa más agradable sea la de Guy Kibbee. El veterano actor se hace con un registro contrario al que solía interpretar en los musicales de la Warner cuando se mostraba nervioso y casi siempre sobreactuado. Ahora no nos imaginamos a otro “Juez” que a Kibbee. La serenidad que transmite al representar su papel especular (el actor que interpreta a un personaje que a su vez actúa) es de lo mejor del largometraje; y las dos secuencias donde juega al billar, la de su presentación y cuando se apuesta la dote de la novia, son de las destacadas del filme (3.5 y 3.6).
Gracias a la decisión de Capra y Harry Cohn de contratar a actores, digamos, con menos personalidad que los Cagney, Marie Dressler o W.C. Fields, la película funciona tan bien. Es una cinta sin un protagonista claro donde nadie destaca especialmente, donde la sinergia triunfa por encima de cualquier fuerte personalidad, tanto en la trama como en la forma de dirigir de Capra: “Sentíamos que todos, el equipo artístico y el equipo técnico, estábamos trabajando para la consecución de un film común. Mr. Capra nos sacó lo mejor de nosotros mismos. Creo que deberían nombrarle ‘director’ de las Naciones Unidas” (opinión de Jean Arthur citada en Moix 1996, p.1102, acerca del método de trabajo de Frank Capra).
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[1] La película
se iba a llamar Soviet. Un proyecto
que le acarreó más de un disgusto a Capra años después a causa de la “caza de
brujas”. El director estuvo trabajando cuatro meses en él, justo antes de Dama por un día, hasta que finalmente
fue desechado.
[2] Los
tres habían participado ese mismo año en el excelente musical Vampiresas 1933 (Gold Diggers of 1933 de Mervyn LeRoy) con la famosa coreografía
caleidoscópica de Busby Berkeley.
[3] Capra lo achacaba a la manía que tienen los actores de leer el final del guion y actuar todo el rato “como si estuvieran en la última escena” (McBride 2011, p.300).