La estructura de “La Odisea” ha servido de referencia
para multitud de guiones y la propia leyenda ha sido objeto de
numerosas versiones. La más conocida sin duda es la dirigida por Mario Camerini,
un proyecto que se llevó a cabo en los estudios de Carlo Ponti y Dino de
Laurentiis. Ambos productores aseguraban en los créditos que los exteriores
fueron rodados donde ocurrieron los hechos que se relatan, algo que no deja de
ser curioso cuando el poema de Homero es una leyenda con mucho de fantasía y
poco de realidad, tal como corresponde a la mitología griega:
La cinta arranca cuando Ulises
(Kirk Douglas) sale victorioso de Troya desafiando a Poseidón. Esta afrenta complicará
bastante el regreso del héroe hacia Ítaca donde le espera su mujer Penélope
(Silvana Mangano) y su hijo Telémaco (Franco Interlenghi). En el viaje, Ulises se las tendrá que ver con
tempestades, cíclopes, sirenas que vuelven loco a los navegantes y, sobre todo,
con Circe, una hechicera que lo enfrentará con la muerte y provocará la
separación entre Ulises y su tripulación. Mientras tanto, Penélope se ve
incapaz de rechazar al insistente pretendiente Antinos (Anthony Quinn).
Debido a lo limitado del
metraje y al condicionante de la actriz principal, la trama omite, mezcla y
cambia el orden de los distintos episodios que cantó Homero en su obra
inmortal. A pesar de las mutilaciones y los cambios en el guión, la epicidad de
la historia seguía intacta. Una epopeya, y un abultado presupuesto, que
requería actores del mismo tamaño. De ahí el espectacular casting internacional encabezado por dos estrellas de la categoría
de Kirk Douglas y Silvana Mangano.
Con Kirk Douglas y su
personaje de Ulises sucede lo mismo que con Charlton Heston y Moisés: no nos
imaginamos a otro intérprete en el papel del héroe griego. Su tendencia al
histrionismo encaja como un guante en el carácter del aventurero; y su afición
por el sufrimiento también. La colección de personajes que ha interpretado Kirk
Douglas parece que se subliman por la aflicción física y psíquica que padecen. De
hecho, una de las secuencias bandera de la película es aquella en la que un
Ulises masoquista —casi un anticipo de otro de sus roles como sufridor: Van
Gogh en El loco del pelo rojo (Vincente Minnelli, 1956)— está a punto
de perder la razón cuando intenta resistir a los encantamientos de las sirenas
amarrado al mástil.
De Laurentiis y Ponti no sólo
se rodearon de buenos actores, sino que contrataron al mejor músico de su país,
Alessandro Cicognini, y al director de fotografía, Harold Rosson, un
prestigioso operador que había trabajado con los más grandes, pero que su
principal virtud era el haber participado unos meses antes en el rodaje de Mambo
(Robert Rossen, 1954). Una cinta donde ya había enfocado con su cámara a
Silvana Mangano, con los sensuales resultados que todos recuerdan. En Ulises,
la fotografía de Rosson es luminosa, como lo es la costa mediterránea. Es
radiante cuando el héroe disfruta de sus vacaciones obligadas por la pérdida de
memoria. Sólo se vuelve oscura en la tempestad, en la cueva de Polifemo o en
los aposentos de Circe. También en Ítaca, para expresar el encierro voluntario
y la angustia de Penélope que no sabe cómo deshacerse de los nobles que desean
casarse con ella.
Como se ha dicho, la cinta de Camerini es la más conocida
de cuantas se han realizado sobre la epopeya, y probablemente la de mayor
calidad de las rodadas por el director después de la Segunda Guerra Mundial. Un
cineasta que había llegado a la cumbre de su carrera en el Ventennio nero, en la etapa fascista, con aquellas excelentes
comedias populares interpretadas por Vittorio de Sica. Con Ulises, Mario Camerini
volvió a encontrarse con la fama, sólo que en esta ocasión el éxito fue de
alcance mundial.
Fer ficha de Ulises.
El post es un extracto corregido para la ocasión del capítulo dedicado a Ulises en mi libro: CINE Y NAVEGACIÓN. Los 7 mares en 70 películas
El post es un extracto corregido para la ocasión del capítulo dedicado a Ulises en mi libro: CINE Y NAVEGACIÓN. Los 7 mares en 70 películas