Cisne Negro es la historia de una metamorfosis. El realizador neoyorquino sigue como metáfora “El Lago de los Cisnes”, el famoso ballet compuesto por Tchaikovsky, para avanzar en una trama donde Nina (Natalie Portman) se va transformando desde una bailarina inocente hasta una artista cruel y depredadora. Una idea buena —aunque no muy original—, pero que a medida que avanza el metraje, y debido a la saturación expositiva, devora todo lo que encuentra a su paso hasta llegar al hartazgo.
Y es que no hay secuencia, escena, plano donde no figure el desdoblamiento de la protagonista. Ya sea con la presentación de personajes: los buenos de blanco (ella), los malos de negro (la madre, las competidoras, el director, la bailarina fracasada encarnada por una irreconocible Winona Rayder que parece interpretarse a sí misma); con la puesta en escena; con los reflejos en espejos, cristales, ventanas; en el metro, el camerino, el cuarto de baño...
Una repetición cansina que, como hemos dicho, juega en contra del filme. Un ejercicio maniqueo tan cargante que hiere de muerte un proyecto que tenía algunos ingredientes para llegar a ser verdaderamente bueno.
Los fallos de la cinta no sólo se concentran en la reiteración de una idea sino en el uso de trucos más propios de una mala película de terror.Es cuando Aronofsky emplea el sonido estridente o la aparición repentina de algún personaje para asustar al público como si quisiera insistir en que esto no es un drama sino un thriller. “Ojo, no nos equivoquemos” parece decirnos el, hasta ahora, buen realizador con su falso proceder.
Nos apetece dejar para el final los elementos a destacar en este decepcionante largometraje. Uno tiene que ver con el diseño de producción y la presentación de algunas secuencias (sobre todo las de la conclusión), que harán las delicias de los aficionados al ballet. El otro tiene nombre y apellidos: Natalie Portman.
La actriz consigue con su actuación salvar lo que podía haber sido una debacle. No es la primera vez que alabamos la profesionalidad y el buen hacer de esta joven artista, y seguiremos haciéndolo si sigue con este nivel. Es cierto que Aronofsky cuida mucho a su protagonista con una acción que siempre transcurre desde su punto de vista. Así, su interpretación se ve beneficiada por los sucesivos primeros planos con los que se recrea el director y por el seguimiento de una cámara casi subjetiva; sin embargo, creemos que el mérito de tan buen registro se debe, en un ochenta por cien, a la que ya ha pasado de ser una joven promesa a consolidarse como toda una estrella.
Ver Ficha de Cisne Negro.