Hijos de nadie (I figli di
nessuno, 1951)
Con
los últimos coletazos del neorrealismo, el cine italiano se volvió más comercial. Las películas de género, en especial las comedias y
los melodramas, triunfaban allá donde las cintas realistas ya estaban pasadas de moda.
La
productora Titanus fue una de las que más se benefició del nuevo estatus, en
parte gracias a un triunvirato que sublimó el melodrama como nunca nadie lo había
hecho antes. Nos referimos al director Raffaello Matarazzo y a los actores
Amedeo Nazzari e Yvonne Sanson. Los tres fueron los artífices de un éxito sin
precedentes, que se prolongó en el tiempo a lo largo de toda la década de los
cincuenta.
Desde Tormento (1950) hasta Café
de puerto (Malinconico autunno,
1958), hicieron un total de siete películas juntos; si bien, el primer gran asalto a la taquilla fue con Catene
(1950). El éxito continuó con su siguiente película, Hijos de nadie, donde de
nuevo Matarazzo bebía de las fuentes del folletín y se aseguraba ríos de
lágrimas entre los espectadores, que llenaban las salas para ver sufriendo a la pareja de
moda.
Así,
en Hijos
de nadie, Amedeo Nazzari era un empresario de la alta sociedad que se enamoraba
de la hija (Yvonne Sanson) de unos de sus empleados. De ese amor imposible nacía
un niño no deseado, sobre todo por la madre del millonario, una malísima Françoise
Rosay rescatada del Realismo Poético francés. Dicho personaje haría todo lo
posible para que Amedeo no se casase con una mujer de tan baja clase social. Llegaría
incluso a secuestrar al niño y hacer creer a todos que había muerto. El drama se
tornaba tragedia, mientras la película alcanzaba la cima del ciclo iniciado el año anterior.
El
filme tuvo tan buena respuesta en el público que propició una secuela: L’angelo
bianco (1955). Una continuación rocambolesca, muy cercana al Vértigo
de Hitchcock ––tres años antes de esa obra maestra––, donde Amedeo Nazzari creía
ver a su amada cuando conocía a una doble de Yvonne Sanson. La actriz se
desdoblaba en dos: en una pecadora y en una monja, y el largometraje se volvía
inverosímil hasta extremos de derivar en una suerte de cinta hagiográfica donde
solo faltaba que la monja levitara al final.
Quien
esté libre de pecado (Chi e sènza
peccato…, 1952)
Las películas del ciclo de
Matarazzo eran tan similares en la estructura y hasta en la trama que si L’angelo
bianco fue una secuela de Hijos de nadie, su siguiente cinta
después de esta fue prácticamente un remake.
En efecto, Quien
esté libre de pecado, se regodeaba en un drama que se apoyaba en el guion
de Hijos
de nadie, pero lo hacía en diferido: ahora la que se había enamorado de
alguien que no era de su clase social, y había tenido un hijo con él, era la
hermana de Yvonne Sanson. Yvonne se iba a casar con Amedeo Nazzari ––por
supuesto––, pero la perversa François Rosay no iba a permitir que ese hijo
bastardo manchara su respetable apellido, así que lo más fácil era endosárselo
a la tía, a la pobre Yvonne y, de paso, lograr que Amedeo la repudiase por
adúltera.
Los protagonistas, como se
ha dicho, eran siempre los mismos: por un lado, Amedeo Nazzari, un galán que
transitó desde los papeles de aventurero en la época fascista, hasta los
melodramas de Matarazzo ––siguiendo la evolución del propio cine italiano––; y
por otro, Yvonne Sanson, la actriz con cuerpo de popolana, como sus coetáneas
Silvana Mangano o Sofía Loren, pero, a diferencia de ellas, anclada mucho más
en el drama, sin apenas asomar por la comedia.
No solo repetían los
actores, también el equipo artístico era el de siempre, donde destacaba el
encargado de la música, Salvatore Allegra, y, sobre todo, el director de
fotografía, Rodolfo Lombardi, responsable de una estética naturalista más cercana
al cine negro que al neorrealismo.
Melodramas
moralistas, religiosos en exceso, madres solteras, relaciones imposibles entre amantes
de distinta clase social, hijos no deseados condenados a una vida dickensiana hasta un final, casi siempre
trágico, eran algunas de las características de las cintas de Matarazzo-Nazzari-Sanson.
Populares hasta la saciedad, estas películas han llegado hasta nuestros días
como un ejemplo de buen cine clásico, muy cuidado en todos los aspectos y, por
tanto, bastante recomendable.
Argumentos muy de la época.
ResponderEliminarPues sí, eran tramas un poco derivadas de las fotonovelas de las que eran tan aficionados los italianos, o de las novelas por entregas del siglo XIX. Matarazzo supo actualizar tales historias y trasladarlas a la gran pantalla con habilidad.
EliminarQue tal Ethan!
ResponderEliminarMe encantan estas sesiones dobles, sobre todo con cine italiano de por medio. Otros dos titulos que desconocia pero que me apunto. Eso de "madres solteras" lo vivi en primera persona, en este caso lo de "hijo de soltera" era una de aquellas tristes etiquetas que afortunadamente ya forman parte del pasado.
Un saludo!
Era un lugar común en aquellas películas: el hijo nacido de un amor imposible y luego repudiado por todos. Había una doble historia, o casi triple: la de la madre que creía que su hijo había muerto; la del niño de hospicio en hospicio como el protagonista de una novela de Dickens; y la del padre, en otro país, desconfiando de su amante por culpa de equívocos o de la malvada de turno. Con tales mimbres, el melodrama estaba servido.
EliminarSaludos!
Me causó gracia eso de que a la monja lo único que le faltaba era levitar
ResponderEliminarSí, jajaja, si vas a ver "L'angelo bianco", fíjate en el final, entonces sabrás a qué me refiero.
EliminarMe sonaba ese director por una película que rodó en España y que en Italia nunca fue estrenada: "Dora, la espía" con Maruchi Fresno. Parece que ahora se le intenta reivindicar después de haber sido marginado por rodar melodramas que ahora se ven anticuados.
ResponderEliminarSaludos!
Borgo.
No la he visto, pero es verdad lo que dices, era un director maldito hasta hace poco. Viendo su filmografía hay películas tan sorprendentes -y buenas- como "Treno popolare" un claro antecedente del neorrealismo, mucho antes de que se inventara. Los siete melodramas que rodó con Nazari y Sanson son un ejemplo de la calidad de su cine.
Eliminar¡Ah! y si pasas por Barcelona antes del 31 de marzo te recomiendo la exposición sobre Stanley Kubrick en el CCCB. Ayer la visité y me gustó muchísimo.
ResponderEliminarSaludos!
Borgo.
Gracias por la información, la tendré en cuenta. Saludos!!
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