viernes, 11 de noviembre de 2022

FAIRYTALE (Aleksandr Sokurov, 2022)

Ayer se cumplió una semana desde el comienzo del XIX Festival de Cine Europeo de Sevilla y pudimos ver dos películas que compiten por el Giraldillo de Oro en la Sección Oficial. Dos filmes muy diferentes con una sola cosa en común: ambos se han realizado con técnicas de animación. El segundo de ellos, My Love Affair With Marriage, de la directora letona Signe Baumane, que presentó el largometraje en una sala abarrotada, es una cinta, medio musical, medio comedia, medio ¿autobiográfica?, que resulta divertida, desde luego feminista, pero con excesiva información biológica y algo maniquea: todos los hombres son unos monstruos, excepto aquel que se siente mujer. 

En cuanto a la primera película, tenemos que decir que, si bien la esperábamos con ganas por ser la última propuesta del gran director Aleksandr Sokurov, la verdad es que salimos un poco decepcionados de la sala de cine. Fairytale, que así se llama el filme, resulta interesante, pero no deja de tener defectos, algo que nos llama la atención en una cinta del que nos maravilló en El arca rusa o nos sobrecogió en Madre e hijo.

 

La cinta parte de una premisa llamativa, aunque no original ⸺ya se usó en La isla de los tiranos, novela de G. H. Guarch⸺: en una especie de limbo o purgatorio se encuentran Hitler, Mussolini, Stalin y Churchill. Conversan entre ellos, se asoman a un portón enorme por el que no les dejan entrar (¿el cielo?) y observan una masa informe de personas (¿los millones de muertos que ellos provocaron?) como un océano revuelto. Un lugar de pesadilla, desdibujado, en blanco y negro y con una bruma permanente. 

La idea del filme es buena, pero no da para un largometraje (aunque la duración no es excesiva: 78 minutos). Un corto sería lo ideal para representar lo que el director quiere enseñar en su flamante película, que sería algo así como el colofón a la tetralogía del poder de Sokurov sobre Hitler (Moloch, 1999), Lenin (Taurus, 2001), Hirohito (The Sun, 2005) y Fausto (2011). 

Más que el contenido de los diálogos, a veces sin sentido, otras sobre cuestiones domésticas, las menos sobre política, lo que destaca de la obra de Sokurov es la forma, la puesta en escena. Con un formato cuadrado, como los documentales de la Segunda Guerra Mundial, el realizador ruso se vale de la técnica deepfake (la que gracias a la inteligencia artificial se puede animar digitalmente rostros y movimientos labiales a partir de imágenes reales o fotografías) para resucitar a tales personajes mientras esperan de forma indefinida un posible indulto (atravesar el portón). Lo más curioso es que entre ellos aparece Jesucristo, también a la espera (¿del juicio final?).   






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