lunes, 31 de agosto de 2020

LA LEYENDA DEL PIANISTA EN EL OCÉANO (La leggenda del pianista sull'oceano de Giuseppe Tornatore, 1998)

Regresamos de unas extrañas vacaciones a la "nueva normalidad" con un merecido homenaje a una enorme figura recientemente fallecida, al responsable de cientos de composiciones inolvidables que desde siempre han escoltado con sus melodías nuestros recuerdos cinéfilos:



 La leyenda del pianista en el océano cuenta la historia de Novecento, un niño nacido con el comienzo del siglo XX en el trasatlántico “Virginian”. El bebé es educado por un fogonero y crece sin pisar tierra. Pronto descubre que tiene el don de la música y se convierte en el pianista de a bordo. Novecento (Tim Roth) toca para unos y para otros: se cría entre la marinería, en la sala de calderas, pero viste sus mejores galas cuando actúa para los ricachones de primera, y se codea con ellos gracias a sus éxitos musicales. Cuando el amor le insta por fin a abandonar el buque, el miedo a un mundo desconocido le hace desistir: “la tierra es un barco demasiado grande…”.

Basada en el monólogo “Novecento” de Alessandro Baricco, el director Giuseppe Tornatore escribe una historia que navega con armonía entre la realidad y la fantasía. Es una fábula que dirige con habilidad valiéndose de una compleja estructura en flashback. Max, el narrador de la película, cuenta de forma exagerada la historia de su amigo Novecento. El dependiente de la casa de empeños donde Max ha tenido que llevar su trompeta es el sujeto pasivo de la cinta, es decir, la audiencia. “Nunca estarás acabado mientras tengas una buena historia que contar y alguien a quien contársela”, le dice el músico al prestamista para hacernos entender que parte de la historia es inventada; y para ayudar a mantener ese halo de leyenda tan atractivo que se crea desde el primer fotograma cuando vemos la Estatua de la Libertad aparecer entre la bruma.

Desde luego, nadie como Tornatore ⸺con la inestimable ayuda de Ennio Morricone⸺ para rodar este largometraje nostálgico. Igual que en Cinema Paradiso, ambos vuelven a narrar desde el punto de vista de un niño en un arranque del todo fantástico donde el “Virginian” es “una cuna del tamaño de un barco”. El moisés de fortuna que sirve de cama para el chico, cuelga de los baos de la cálida sala de máquinas y se mece con el balance del barco al son de las notas de Morricone. Cuando Novecento se queda huérfano, descubre los lujosos salones del barco como si fuera un mundo mágico. La primera vez que ve el piano, toca el instrumento musical con prodigio, de forma milagrosa.

A partir de aquí, el desarrollo del filme se gestiona con elipsis y flashbacks que miran hacia el pasado con melancolía a través de las imágenes de una época que ya no existe. Son años donde los enormes trasatlánticos compiten en tonelaje, velocidad y lujo; mientras los emigrantes cada vez más numerosos se hacinan en sollados de tercera, como si fueran prisioneros en barracones de campos de concentración.

En esta maravillosa historia, los rasgos fellinianos de la película, y la influencia del maestro italiano sobre su compatriota Tornatore, son tan evidentes como adecuados para una fábula como la de “Novecento”. Se notan en la aproximación al falso documental cuando se ve al protagonista fotografiado con las más influyentes personalidades; pero también en el delirio de las fiestas de los locos años veinte, en el dibujo de los personajes y, en general, en el tono fantástico del largometraje. 

De las muchas escenas dignas de mención, destaca la del primer encuentro entre Max y Novecento cuando ambos se dejan llevar, literalmente, por la música: en medio de un temporal, Novecento suelta el piano de cola para que se mueva por el salón de baile como si fuera una atracción de feria. Mientras él toca, Max se agarra como puede hipnotizado por la melodía y divertido por el “paseo”.

El duelo de pianistas, el sorprendente encendido del cigarrillo con las cuerdas del piano al rojo vivo, y la grabación del disco en la que Tornatore define con imágenes lo que es un amor platónico, son otras secuencias para enmarcar. Todas ellas con el denominador común de la excelente banda sonora compuesta por otra leyenda: Ennio Morricone.

Descansa en paz, maestro.


El post es un extracto corregido para la ocasión del capítulo dedicado a La leyenda del pianista en el océano en mi libro: CINE Y NAVEGACIÓN. Los 7 mares en 70 películas


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...