Teresa Raquin (Thérèse Raquin, 1953)
Para
comentar cualquier película de Marcel Carné, primero hay que reconocer que
estamos hablando de un genio que inventó junto a Jean Renoir lo que se ha llamado Realismo
Poético, con cintas tan importantes como El muelle de las brumas (en mi lista
particular estaría en el top diez de las mejores películas de todos los
tiempos), Le jour se lève, Hôtel du Nord o Les enfants du paradis,
todas ellas obras maestras indiscutibles.
A
diferencia de Renoir, Marcel Carné nunca tuvo las cosas fáciles (a veces por su
culpa, pues a menudo fue criticado por gente de su equipo que lo tachaba de
tirano). Después de pasar un tribunal acusado de colaboracionista durante la
guerra, tuvo que pasar otro casi peor e igual de injusto: el de la crítica de
los jóvenes de la nueva ola cuando atacaron con dureza su cine. Hoy vamos a
comentar, precisamente, dos de esas películas realizadas en la posguerra, dos
joyas del cine francés de todos los tiempos, justo antes de que los autores de
la Nouvelle Vague acabaran con su
carrera.
Teresa
Raquin se basa en la célebre novela
de Emile Zola, que ha sido llevada a la pequeña y a la gran pantalla en
numerosas ocasiones: Teresa (Simone Signoret) se casa obligada para salir de la
miseria, la contrapartida es cuidar de su suegra y de su enfermizo marido de
por vida. Una existencia monótona y desgraciada de la que puede salir: la esperanza
es Raf Vallone, que se cruza en su vida, pero la salida es el crimen y las
consecuencias de tal acción no les dejarán vivir en paz.
El
largometraje narra la historia de un triángulo fatal al estilo de la novela de
James M. Cain, El cartero siempre llama
dos veces. Marcel Carné maneja la trama como una actualización de su
realismo poético a la época de la posguerra. Entre ese estilo y el polar, o cine negro a la francesa, pero
siempre dentro del naturalismo de Zola, discurre el filme. Eso sí, con cierto flirteo
con el cine de terror (la terrible mirada de la suegra pone los pelos de punta).
La
cinta es una coproducción italo-francesa con actores de la categoría de Simone
Signoret y Raf Vallone al frente del reparto, que le dan al drama una solidez cercana
a la de Perdición (Double
Indemnity, Billy Wilder, 1944). Aunque sean más contenidos en sus interpretaciones,
la tensión es la misma; también lo es el suspense de un final que se anuncia
trágico.
Para su siguiente película
después de Teresa Raquin, Marcel Carné reúne a sus estrellas de los años
treinta, Jean Gabin y Arletty, a la sazón protagonistas de las mejores
películas del Realismo Poético. Ambos actores dan vida a una pareja madura,
propietaria de un gimnasio. Él es un antiguo boxeador que acaba de descubrir a
un nuevo talento (Roland Lesaffre). La ambición de convertirlo en un campeón se
ve truncada por la oposición de su mujer, que desea retirarse de ese mundo tan
ingrato como es el del boxeo.
La película es de nuevo
otra coproducción entre Italia y Francia (participan actores italianos tan
conocidos como Folco Lulli). Solo repite la joven promesa que es Roland
Lesaffre. Mientras en Teresa Raquin era un marinero desesperado
que intenta chantajear a la pareja protagonista, en El aire de Paris es
también un joven sin dinero que ha sobrevivido a la guerra, un antiguo
combatiente que se encuentra perdido en la sociedad –sin duda un estilema del
cine negro–, que ve en el boxeo la oportunidad de mejorar.
El filme de Carné es, por
tanto, otro drama con tintes negros y con la mayoría de los tópicos del género
pugilístico: el entrenador que ha sido boxeador y ve en su pupilo la oportunidad
de obtener los éxitos que él no logró; la femme
fatale (Marie Daëms) que se interpone en el camino del joven, seduciéndole
con sus encantos y amenazando con echar todo por tierra y arruinar la carrera
del joven. Sólo falta la trama de los combates amañados, de ahí que el filme
sea más un drama que un noir. Digamos
que esa es la parte original de la película: cuando Carné pone el acento en el
conflicto que surge entre Gabin y Arletty a causa del muchacho.
Otros elementos a destacar
son la excelente música de Maurice Thiriet, donde la canción La ballade de Paris de Yves Montand
tiene una presencia importante como leitmotiv de la película; y el buen guion
del propio realizador y de Jacques Sigurd, donde destaca el detalle de un amuleto
que pasa de unas manos a otras, cuando las vidas de los personajes sufren un
cambio radical.
Teresa Raquin y El
aire de París pertenecen a la última tacada de cintas importantes de Carné
en los años cincuenta antes de su paso por el color, y de que su carrera se
hundiese por el abandono de público y crítica. Ambos parecían no perdonarle su
pasado como colaboracionista –fue totalmente exculpado–, o se empeñaban en
criticar su modo de hacer cine por considerarlo anticuado. Menos mal que
finalmente el tiempo pone las cosas en su sitio, y el cine de Marcel Carné
figura en lo más alto del cine francés, y acaso del cine mundial.
La primera me resulta conocida y desde luego la trama que recuerda mucho a ese cine negro americano que tanto admiramos. No me ocurre igual con la segunda que desconozco.
ResponderEliminarRescatar ese cine puede resultar muy educativo. Gracias amigo. ;)
Un abrazo
"Teresa Raquin" quizás esté más cerca del realismo poético que del cine negro norteamericano o del polar francés, de cualquier forma es una muy buena película. Las dos lo son, y rescatarlas del olvido es una tarea que se me antoja imprescindible.
EliminarAbrazos
Me has hecho recordar unos cuantos nombres míticos del cinéma francés.
ResponderEliminar¿Verdad que sí? Hablar de El muelle de las brumas, de Le jour se leve, de Gabin, de Arletty, de Simone Signoret, de Renoir y Carné, es recordar tantos y tantos momentos buenos; tantos metros de celuloide francés de calidad.
EliminarHola Ethan!
ResponderEliminarNo he visto ninguna de las dos pero me las anoto. Me encanta descubrir peliculas como estas.
Saludos!
Marcel Carné es un autor imprescindible para cualquier cinéfilo, sus películas te van a encantar. Si no las has visto, yo comenzaría por las que nombro al comienzo del post.
EliminarSaludos.
ResponderEliminarNada más terminar de leer este post uno se va a la terraza y se sienta en una silla de mimbre y se pone a llorar a moco tendido. Sí, a llorar. Ahora te lo cuento, querido Ethan. ¡Es que no nos queda ya nada! ¿Qué tenemos? Los cines están cerrados y solo nos queda los de los centros comerciales llenos de superhéroes, dinosaurios y muñequitos surgidos de superordenadores. Sí, he leído tu post. Cuando uno piensa que el cine fue inventado por los franceses… los hermanos Lumière, y luego vino Méliès para dar las bases del lenguaje cinematográfico, y, el olvidado y maravilloso Louis Feuillade con sus Fantômas, vampiros y otras maravillas. Ay, el cine francés: Feyder, Carné, Pagnol, Duvivier, Grémillon, Jean Vigo, Jean Renoir, René Clair, Jean (¡cuántos Jean!) Painlevé, Abel Gance, Jacques Becker, Henri-Georges Clouzot, Lacombe, Bresson, Ophüls, Jacques Tati, y tantos otros y sin contar a los de la Nouvelle Vague pá alante. Y hubo que esperar hasta la década de los 30 para que se desarrollara una variedad específicamente francesa de película policíaca, ejemplificada por el sombrío fatalismo romántico de El puerto de las brumas, y Le Jour se Lève (1939), del mismo director, que son de hecho las primeras películas negras de la historia del cine. A mí Teresa Raquin me gusta mucho, pero no es, precisamente el cine de Carné que más me gusta. Aquí le veo algo academicista, pero con buenísimos resultados. Verás, a mí lo que me pasa en que no soy mucho de Zola, sin embargo, El aire de París me encanta porque siempre he amado el boxeo en el cine y ver una historia de este triste deporte fuera del contexto del ambiente americano es una delicia. Por cierto, Jean Gabin tiene rostro de ex boxeador con esa gorra que recuerda tanto a John Wayne en El hombre tranquilo. Por otra parte, todos sabemos que la industria francesa del cine sobrevivió bajo la ocupación nazi, mantuvo su nivel de producción y consiguió algunos de sus mayores éxitos. El 22 de junio de 1940 el Mariscal Pétain, el Jefe del Estado francés, firmó el armisticio con Alemania. Según sus condiciones, París se convirtió en parte de la zona ocupada, situación en las que permaneció durante cuatro años. En estos años se realizaron estupendas películas, pero, a mi juicio, las mejores fueron Les visiteurs du soir (1942) y Les Enfants du Paradis (1945), ambas de Marcel Carné.
Y para acabar, ¡qué buena es El muelle de las brumas! Se tendría que analizar las películas dirigidas por Carné a partir de los guiones de Prévert, y sobre todo, leer (te lo recomiendo) a Pierre Mac Orlan, el padre de la criatura de El muelle…
Un fuerte abrazo.
Carné y Prévert, Prevért y Carné; menudo duo. Se llevaban a matar. Dicen (lo dice Tavernier) que durante el rodaje de "El Hôtel du Nord" Carné se puso tan pesado con Prévert -y con todos-, con la atmósfera del momento en una determinada secuencia en el puente, con niebla y todo lo demás, que el guionista, harto ya de tanta "atmósfera" dejó un diálogo para la historia y lo puso en boca de Arletty. La actriz dijo aquello tan famoso de:
ResponderEliminar" Atmosphere, atmosphere, est-ce que j'ai une gueule d'atmosphere? "
Eso sí, la película es otra obra maestra más.
¡Abrazos!
¡Ja ja ja!Es lo que ocurre a veces con la atmósfera. Decía Mark Twain que es el ser humano el que crea el clima. Por lo visto, eso de llevarse fatal entre guionista y director ha dado buenos resultados. Ay, recuerdo a Billy Wilder y Raymond Chandler escribiendo el guion de Perdición. Ya es todo un clásico todo lo que ocurrió entre ello; incluso podría ser una gran película. También lo es Perdición, y el guion: el mejor de la Historia del Cine.
ResponderEliminarMás abrazos, amigo mío.
Pues sí, fijate Frank Capra y Robert Riskin, las malas lenguas dicen que Capra sólo hizo buenas películas cuando eran guiones de Riskin, o cuando se los plagió o utilizó sin su permiso. Durante años -los mejores de Capra- estuvieron juntos, pero desde que se separaron nada fue igual, y se lanzaban dardos envenenados el uno al otro. De su colaboración nos quedan maravillas como "Sucedió una noche", "Vive como quieras", "Horizontes perdidos", "Dama por un día", "Juan nadie" o "El secreto de vivir"; casi nada...
ResponderEliminar¡Abrazos!
Otro nuevo mundo al que me abrís las puertas, Ethan.
ResponderEliminarSolo si me tomo un año de vacaciones (o dos, como los muchachos de Julio Verne) puedo llegar a seguirte el tranco.
Abrazo
No es mala idea, tomarse un par de años sabáticos solo para ver cine, jajaja. Y si es francés de la calidad de los Marcel Carné o Jean Renoir, mucho mejor.
EliminarAbrazos.
A Carné le ocurrió algo parecido que Autant-Lara ("La travesía de París" me parece una obra maestra) los dos fueron injustamente acusados de colaboracionismo aunque ninguno de los dos realizó peliculas de propaganda, y luego vinieron los de la nouvelle vague a darles la puntilla.
ResponderEliminarMe interesa mucho "La balada de París", de Carné solo he visto "Les enfants du paradis" y "El muelle de las brumas".
Saludos!
Borgo.
Los jóvenes de las nuevas olas fueron un soplo de aire fresco para el cine, que practicamente se revistió de modernismo, pero hicieron mucho daño a cinestas de calidad con sus críticas, y no solo franceses (también se metieron con los últimos coletazos del neorrealismo, con De Sica y Zavattini por ejemplo).
EliminarSaludos.
¡Cuánto sabes, ethan!
ResponderEliminarNo me acuerdo quién dijo que las historias se repiten, pero no la forma de contarlas. Me gusta mucho cómo nos cuentas todo. Lo único que he echado de menos es un fotograma con la mirada terrible de la suegra, jejeje...
Jajaja, pues te advierto que da mucho miedo esa mirada desde que la vieja se queda sin habla, pero lo sabe todo acerca de su nuera y su amante. Hay miradas que matan jajaja
EliminarGran entrada Ethan: merece la pena volver la vista hacia un cineasta como Carné, dotado de una enorme mirada lírica y recordado por "Los niños del paraíso". No soy capaz de dilucidar si he visto "Teresa Raquin" o mi memoria se está yendo hacia "Un lugar en la cumbre" de Jack Clayton, pero no cabe duda de que merece la pena seguir tus recomendaciones.
ResponderEliminarSaludos.
Claro, te la recuerda Simone Signoret que actúa en las dos, aunque la de Clayton es bastante posterior, pero también una cinta que merece la pena ver.
EliminarSaludos.