El
vacío que dejó aquel filme sueco de terror, Déjame entrar (2008), lo acaba de llenar The Innocents, una
película que compite por el premio del público en la Selección EFA del Festival
de Cine de Sevilla, sección destinada a las producciones nominadas a los galardones
de la Academia de Cine Europeo.
Mientras
en la cinta sueca un niño autista se hacía amigo de una moderna vampira, en la
noruega que nos atañe, la pequeña Ida, recién llegada a una comunidad de
vecinos, entabla amistad con Ben, un niño con ciertos poderes que todavía no
controla, y que poco a poco irá compartiendo con su nueva amiga. El problema
surge cuando el juego se convierte en una guerra entre Ben y la hermana de Ida,
una discapacitada mental en apariencia inofensiva. Una batalla que pronto sufrirán
todos los vecinos.
Trama muy atractiva del director y guionista Eskil Vogt, y segundo largometraje después de Blind (2014), cinta donde otra minusválida (una ciega) creaba todo un mundo imaginario en torno a ella. La calidad de la película se adivina desde la primera escena, en la que Ida abre los ojos después de una siesta en el coche. La duda de si todo lo que se narra a continuación no es más que un sueño flota en el ambiente, como en algunos largometrajes tan interesantes, pero tan diferentes, como 1917. Una duda que pronto se queda en el camino hacia un final que remite a El pueblo de los malditos, Los chicos del maíz, La cinta blanca y otras cintas de terror.
Porque
en The Innocents, el director logra un filme original del nada
nuevo subgénero de “niños malvados”, con tensión creciente como corresponde a
una buena película de miedo y secuencias para (no)olvidar si se quiere dormir
bien. Pero también con interesantes reflexiones acerca de la educación de los
niños, de la desatención en favor de otros que necesitan más ayuda, del reflejo
de los padres en ellos...; y, claro, de los discapacitados mentales
graves: ¿qué sienten? ¿Qué piensan? ¿Se dan cuenta de lo que sucede a su
alrededor?
Preguntas que se añaden a ciertas afirmaciones que se deducen de la trama: los niños con superpoderes son mucho más peligrosos que los adultos debido, precisamente, a la inocencia que subraya el título, a no controlar sus capacidades y a no pensar en las consecuencias de sus actos. Parafraseando a Chicho Ibañez Serrador, la cuestión no es Quién puede matar un niño, sino A quién puede matar un niño.
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