Hace un par de meses, desde este espacio virtual, escribíamos sobre una cinta que posteriormente dio el campanazo en la entrega de los Oscar. Alabábamos a El discurso del Rey y la comparábamos con otra película anterior: La Reina. Ahora, reconocemos que nos quedamos con las ganas de comentar también la segunda. Pues bien, como no queremos que nos salga un sarpullido, o algo peor, vamos a hablar en las siguientes líneas de la muy buena cinta del irregular director británico Stephen Frears:
The Queen es un excelente relato histórico contemporáneo de los sucesos acaecidos en 1997, desde el momento de la toma de posesión del nuevo primer ministro ingles, Tony Blair, hasta los funerales de la princesa Diana de Gales. Muy bien documentado por el guionista, Peter Morgan, que se basó en diversas entrevistas a personas cercanas al primer ministro y a la familia real, que recordaban los acontecimientos de una semana especialmente movida.
La película destaca por el acierto de Frears de elegir el punto de vista de la Reina (compartido con el de Tony Blair) para narrar, en primer lugar, las intimidades de los responsables del gobierno, y su entorno, que desembocaron en decisiones más o menos acertadas; y en segundo lugar —lo más destacado—, las comparaciones entre personajes tan dispares como los dos mandatarios.
Con Lady Di siempre en la sombra (no presente explícitamente, salvo en imágenes de archivo, pero sí protagonista cual Rebeca o Laura) la relación entre el primer ministro y la Reina va transformándose a lo largo del metraje. Lo hace hasta el punto de que ambos cambiarán la opinión que tenían uno de otro: desde la clara reticencia de la secuencia de la toma de posesión de Blair —magistral—, hasta el final; para concluir que no son tan diferentes como podían imaginarse.
Y es que Isabel de Inglaterra gobierna de forma tradicional, aconsejada por su equipo de la Casa Real y en nada apoyada –mal asesorada, nunca ayudada- por su exasperante marido, su retrograda madre y su débil hijo. La muerte de Lady Di hará que, orgullosa, se enfrente al pueblo y se arriesgue a una posible abdicación. Sólo un cambio de actitud puede salvarle del atolladero (y esta sí es la mejor escena: ella con su todo terreno atrapada en un riachuelo, atascada y sin poder salir de allí).
Por otro lado, Tony Blair gobierna de forma más moderna, tratando de tú a sus consejeros —y ellos a él—. Pero, al igual que la Reina, poco respaldado por su esposa-cara-de-pájaro y por sus asesores que piden la cabeza de la Reina sólo para mantener cada vez más alta la de su jefe. También la muerte de la princesa le hará reflexionar sobre la corona, en general, y sobre Isabel, en particular.
El mensaje es claro: ni es bueno ser rígido a la hora de gobernar ni tampoco lo es cuando sólo se tiene en cuenta la maximización de los votos. La versión intermedia, a la que ambos se acercan, parece ser la solución, es decir pensar en lo mejor para el País, aunque sea impopular o genere enemistad entre los suyos.
La dicotomía presente en la trama es secundada por la técnica cuando Frears utiliza un objetivo propio del cine (35mm) para las tomas en palacio, y uno más cercano a la televisión (16mm) en el rodaje de las secuencias del entorno de Blair. De esta forma consigue el efecto de mantener más lejana a la realeza y de dar un aspecto más cotidiano, más próximo a la vida real, a lo que sucede en el número 10 de Downing Street. También consigue más verismo al mezclar imágenes documentales y de archivo con las propias del rodaje. Algo más convencional en este género histórico, pero que sigue siendo efectivo.
En el casting destaca, y mucho, Helen Mirren, ganadora del Oscar (queremos creer que por su trabajo, que nos parece excelente, y no sólo por el extraordinario parecido con la Reina Isabel). Lo mismo que Michael Sheen (Tony Blair), que aunque no nos recuerda mucho al primer ministro, también consigue aprobar con nota su papel al suplir su falta de caracterización con una buena actuación. Este último partía con ventaja al haber encarnado a Blair en una especie de precuela televisiva (The Deal, 2003), de nuevo con Frears de director y Morgan de guionista.
Sólo decir un chascarrillo para terminar: La Reina (la real) nunca quiso ver la película. Decía que no quería revivir una de las peores semanas de su vida.
Una de las peores semanas de la vida de Isabel II para una de las mejores cintas de Stephen Frears.
Ver Ficha de La Reina.