Hoy estamos de estreno: comenzamos una nueva sección en el
blog que ojalá les parezca interesante. La hemos llamado “dos por uno”, pero no
se preocupen, no se trata del anuncio de saldos o rebajas en este espacio de
cine sino de la publicación de dos reseñas en una sola entrada. Generalmente serán
dos comentarios breves que abordarán películas poco conocidas, pero que tienen
algo más en común que la pertenencia al mismo director. Como ejemplo de lo que
pretende ser este apartado, y para inaugurar la sección, nos ha parecido
oportuno abordar dos filmes del mejor director español de todos los tiempos:
La Muerte en este jardín (La mort en ce
jardin, 1956).- Se trata de una película atípica de Luis Buñuel, por lo
convencional de su estructura y trama. Pertenece a la tercera etapa de su
carrera, aquella que se distingue por las coproducciones entre México y Francia
(y alguna entre el país centroamericano y Estados Unidos). Eran filmes con un
reparto estelar de ambas naciones, pero con sus colaboradores mexicanos
habituales.
La cinta narra las aventuras en la jungla a cargo de un
grupo de personas que huye de las fuerzas de seguridad. A los perseguidos se
les acusa injustamente de ser los causantes de una revuelta minera, un
alzamiento que ha puesto en jaque a los caciques de la república bananera. El
grupo lo componen un forastero (Georges Marchal), una prostituta (Simone Signoret
en su papel de siempre), un anciano enamorado de la anterior (el veterano
Charles Vanel), su hija muda y un cura (Michel Piccoli).
La película transcurre como una metáfora en la que las
pasiones que agobian a los personajes son perfectamente identificadas con el
entorno de una jungla asfixiante de la que no pueden salir. Así, la obsesión
materialista por el dinero, las pulsiones sexuales, el fanatismo religioso y,
en fin, la locura, son protagonistas de un largometraje que se encamina
inexorablemente hacia un desenlace violento.
La cinta hemos dicho que posee un guión clásico, pero está
bien narrada por Buñuel que no se resiste a salpicarla de sus habituales
obsesiones sobre la iglesia o el sexo: una Biblia con las páginas arrancadas,
una serpiente devorada por unas hormigas, o la presencia sensual y provocativa
de la Signoret son algunas -pocas- de esas señas de identidad del cineasta.
También el abrupto y trágico final va en el mismo sentido.
Los Ambiciosos (La fievre monte a El Pao, 1959).- Otra película
menor de Buñuel que no deja de tener, como la anterior, algunos elementos interesantes
y característicos de su manera de entender el cine.
En Ojeda, una supuesta isla del Caribe que sirve de penal,
viven los prisioneros bajo la mano firme y dictatorial de un gobernador. El
cacique se encuentra casado con Inés, una mujer tan bella como promiscua (María
Félix). Inés se enamora de Vázquez (Gerard Philipe), el secretario de su marido,
justo cuando muere el dictador a manos de un rebelde. La llegada de un nuevo
dirigente (Jean Servais) pone contra las cuerdas a la pareja de amantes cuando éste
también pretende a la viuda y dice tener pruebas suficientes para culpar a Vázquez
de la muerte del tirano.
Los Ambiciosos,
como la precedente La muerte en este jardín, parte de una trama política para
narrar la angustia de unos personajes encerrados en sus propias ambiciones y
pasiones. Ambas películas comparten un entorno de calor sofocante y una
protagonista sensual y provocativa: Inés parece disfrutar de las palizas que le
propina el gobernador. Tampoco le importa mostrarse sumisa, y en una postura
erótica en exceso, cuando sabe que el secretario es testigo del encuentro
violento entre el matrimonio. Lo mismo sucede con el nuevo mandamás cuando la
chantajea y la obliga a someterse a sus juegos sexuales. Es cuando Buñuel se
aprovecha para rodar sus habituales planos detalles con las piernas de la diva
como objetivo.
Como se ha citado, los dos filmes cuentan con presencia
francesa y mexicana en un reparto espectacular que da idea del prestigio que ya tenía Buñuel en esa época: Simone Signoret, Charles Vanel, María Félix, Gerad
Philipe, Michel Piccoli,… nombres que asustan de lo importantes que son. Desde la parte técnica, los denominadores comunes de ambas películas
son el productor Oscar Dancigers y el escritor y posterior director, Luis
Alcoriza, ambos inseparables del realizador español desde su llegada a México. En
la segunda película, además, Buñuel se permite el lujo de contar con el excelente
director de fotografía Gabriel Figueroa.