Ayer asistimos a la última jornada de
un Festival que cumple veinte años con un certamen reducido, sin premios ni competición
(de la ausencia de premios nos acabamos de enterar). La cinta que cerró nuestro
recorrido por el festival fue Sobre todo de noche, otra película
española de la Sección Oficial, que perdió mucho en comparación con la
maravilla del día anterior, La estrella azul.
El debut del director vasco Víctor Iriarte
en el largometraje, más que novedoso nos resulta anticuado casi antes de nacer por
lo que luego comentaremos. Una historia de bebés robados en nuestro país,
en concreto la que afecta a Vera (Lola Dueñas), que busca a su hijo al que
dieron en adopción nada más nacer. Vera quiere conocer al niño y ver dónde y
con quién vive, al tiempo que desea vengarse de los que la engañaron cuando dio
a luz.
Tras una serie de investigaciones, Vera
logra encontrar a su hijo Egoz (Manuel Egozkue) y conocer a Cora (Ana Torrent),
la madre adoptiva. La vida de los tres personajes (casi los únicos del filme)
cambia tras el encuentro. Lo que no se altera son las ganas de Vera por
combatir a los responsables del secuestro de su hijo…
Si la trama de Sobre todo de
noche es interesante y de cierta actualidad, la forma en la que Iriarte
la lleva a la pantalla es algo decepcionante. La primera parte se ofrece al
espectador de forma críptica al estilo de las películas de Saura-Querejeta —el
propio Iriarte ha sido fundador de la Elías Querejeta Zine Eskola— o a las de
la Escuela de Barcelona en los años sesenta. De hecho, Sobre todo de
noche tiene cierto tufillo a aquellas cintas que tenían su razón de ser
en cuanto revulsivo de un cine comercial “casposo” y centralista.
La película de Iriarte muda a un cine
algo más convencional —no mucho— en la segunda mitad del filme, pero llega
demasiado tarde para impedir que la cinta se haya impregnado de una vejez
prematura que afecta tanto al guion como a la puesta en escena. Las interpretaciones de las dos protagonistas, actrices ya veteranas, también acusan el estilo citado con una desdramatización marca de la casa, de aquella casa.
De esta forma tan poco alentadora damos
por cerradas las crónicas y las críticas del XX Festival de Cine Europeo de
Sevilla, con un bagaje no demasiado bueno en cuanto a las películas que hemos
visto y, además, sin un palmarés que llevarnos a la boca. Con la esperanza de que
el año que viene las cosas vayan mejor —y de que estemos aquí para contarlas—
nos despedimos con un fuerte abrazo a todos los lectores que nos han seguido
estos días.