lunes, 29 de mayo de 2023
MASTER AND COMMANDER. AL OTRO LADO DEL MUNDO (Master and Commander: The Far Side of the World de Peter Weir, 2003)
domingo, 14 de mayo de 2023
2 X 1: "PRIVATE DETECTIVE 62" y "MATANDO EN LA SOMBRA" (Michael Curtiz) (I)
Private Detective 62 (1933)
El
gran director Michael Curtiz tuvo una de las filmografías más extensas y de
mayor calidad del universo cinematográfico que ahora llamamos cine clásico. De todas
sus películas destacan aquellas que dirigió en el seno de la Warner Brothers.
De origen húngaro, Curtiz llamó la atención de Jack Warner allá por los años
veinte cuando veía lo bien que se desenvolvía el realizador en Austria dirigiendo
películas épicas (Esclava Reina, Sansón
y Dalila, Sodoma y Gomorra, etc.). Cuando lo contrató, el
productor seguramente ya tenía en mente encargarle El arca de Noé
(Noah’s Ark, 1928), una cinta estilo DeMille con la que prácticamente se
decía adiós al cine mudo.
Pero a Curtiz no solo se le daban bien las superproducciones, enseguida demostró su habilidad para todo tipo de estructuras narrativas. Se quedó en la Warner y ellos que salieron ganando. Dos ejemplos de aquellos filmes tan bien realizados son los policíacos que dirigió en los primeros años treinta con William Powell de protagonista:
En Private Detective 62, el primero de ellos, Powell es Donald Free, el detective privado del título. Después de haber caído en desgracia por haber sido declarado persona non grata en Francia, Free tampoco tiene demasiada suerte al asociarse con Dan Hogan, un colega con pocos escrúpulos, que sigue las instrucciones del dueño de un casino. Free reacciona cuando Hogan y el mafioso planean engañar a una joven a la que el segundo debe mucho dinero.
Entretenido filme, que Curtiz realiza sin muchos medios, al estilo de las películas de serie B, pero con un ritmo muy rápido, una narrativa casi perfecta y un dominio de las elipsis prodigioso. Así, Curtiz es capaz de pasar de un país a otro en pocas secuencias mientras el protagonista se mete en problemas, lo detienen, lo juzgan, viaja en un barco, escapa de él y busca trabajo.
El caso de Curtiz no deja de ser curioso porque le sucedió lo contrario que a la mayoría de directores: de especialista en rodar largometrajes colosalistas, con grandes medios, superproducciones costosas del cine mudo, pasó a dirigir películas de escaso presupuesto, policíacos, dramas, comedias, cintas de aventuras, es decir, de cualquier género, pero siempre con su sello de realizador imaginativo, que manejaba ⸺y acaso inventaba⸺ todos los recursos cinematográficos para convertirse en uno de los que cambió el cine norteamericano para siempre.
Matando en la sombra (The
Kennel Murder Case, 1933)
El segundo de los filmes que
Curtiz dirigió en 1933 con William Powell al frente del reparto fue Matando
en la sombra, adaptación para la gran pantalla de la novela homónima de
S.S. Van Dine, creador del personaje protagonista, el detective Philo Vance:
Vance sospecha que el suicidio de un magnate y coleccionista de cerámica china es en realidad un asesinato. La lista de sospechosos (la sobrina, la amante, la pareja de la amante, el secretario, el cocinero chino, el mayordomo que no falte, el hermano, etc.) es extensa debido al mal carácter del finado y a sus chanchullos comerciales, pero la solución del caso se presenta complicada, ya que la víctima se hallaba en un cuarto cerrado por dentro.
Entretenida trama donde todos tenían motivos para matar a la víctima; donde un jarrón chino y una daga son las claves del misterio; y donde la policía se deja aconsejar ⸺y mandar⸺ por un detective famoso, al estilo de las novelas de Sherlock Holmes o Agatha Christie.
La cinta es un ejemplo del típico
misterio locked-room o habitación cerrada, también llamado “crimen
imposible”. Es, sin duda, la mejor de la larga serie de películas que se
realizaron sobre la figura del detective Philo Vance ⸺en 1940 se hizo un remake
titulado Calling Philo Vance (William Clemens)⸺; Matando en
la sombra es la quinta de la saga, la cuarta y última protagonizada por
William Powell, y la única dirigida por Michael Curtiz, con su acostumbrada
maestría.
La película es un pre-noir donde ya hay algunos estilemas del género que se desarrollaría en los años cuarenta, con la presencia de William Powell ⸺y de Mary Astor, futura femme fatale⸺ un año antes del éxito La cena de los acusados (The Thin Man, W.S. Van Dyke, 1934), que iniciaría otra larga serie de películas inolvidables con Powell, Myrna Loy y el perrito Asta, que por cierto también actúa en Matando en la sombra.
domingo, 30 de abril de 2023
EL AUTOREMAKE EN EL CINE. CAPÍTULO V (XIV)
Raoul Walsh organiza Tambores lejanos con pocas diferencias en la estructura con respecto a Objetivo: Birmania: un pequeño grupo liderado por un valiente jefe que se interna en territorio hostil, que cumple su misión, pero que no puede regresar como estaba previsto y tiene que volver caminando por una intrincada jungla, hostigado por los enemigos. No sólo el planteamiento general es igual, también existen similitudes en elementos más concretos: hay una invasión en marcha; Wyatt divide sus fuerzas; la mitad de la tropa es torturada y asesinada por los indios; al final se desarrolla una batalla nocturna en las trincheras, etc.
Tan afines son ambas películas que Walsh no sólo repite secuencias sino que vuelve a planos como los del ataque a la aldea enemiga (la aproximación es semejante, también el lanzamiento del cuchillo al centinela y la impresión que les causa a los militares el descubrimiento de sus compañeros asesinados que, en este caso, han servido de alimento a los caimanes); o los del grupo que vadea el pantano, cada vez más hundido en el agua a medida que aumenta el peligro (5.37 y 5.38 en vez de 5.31 y 5.32).
En Distant Drums, Walsh también persiguió el mayor realismo posible. A diferencia de lo sucedido en el rodaje de la cinta bélica, aquí sí filmó los exteriores en el mismo lugar donde acontecieron los hechos: en los Everglades de Florida, en Silver Springs y en San Agustín, en el castillo de San Marcos, una fortaleza española del siglo diecisiete enclavada en los pantanos. No contento con la fauna que le proporcionaban las localizaciones, el director mandó traer serpientes desde California para acompañar a los caimanes de Florida en el acoso a los soldados.
Aunque el verdadero peligro, tanto en la ficción como en la realidad, lo representaban los indios seminolas. Una tribu especialmente beligerante con el hombre blanco, que tiene el orgullo de ser la única que no ha llegado a firmar la paz con los estadounidenses.[1] Walsh los filma más exóticos de lo normal para sacar mayor rendimiento a la fotografía en color: como si fueran mayas o aztecas, sus pinturas de guerra y las ropas que visten en algunas escenas se hacen eco de la rica variedad cromática de la selva, mientras en otras contrastan con ella (5.39).
Desde luego, son indios que se alejan del estereotipo del nativo medio desnudo, el que se suele identificar con el paisaje más tradicional del western desértico. Con ese peculiar enemigo, y con una primera parte que más bien parece “una de piratas” (la presencia del teniente de la Armada, la navegación por el lago, el asalto al fuerte colonial, los contrabandistas que protegen la fortaleza (5.40), etc.), Tambores lejanos es un western tan atípico como original; una película sin caballos, que se desarrolla en la selva y que trata un tema que ha sido llevado muy pocas veces al cine, el de las guerras con los seminolas.[2]
Igual que en Objetivo: Birmania, la estrella de la
película, Gary Cooper, también se quejó de lo duro del rodaje; si bien sus
declaraciones no fueron siempre tan críticas como las de Errol Flynn. Mientras
por un lado aseguraba que “había donado un galón de su mejor sangre a los
mosquitos y sanguijuelas”, por otro, confesaba que había aprovechado los
parones entre rodajes para buscar caracolas, para jugar al golf y relajarse en
un lugar ideal para descansar lejos de la civilización (Meyers 2001, p. 238).
Independientemente de las agotadoras —o no tanto— condiciones de la filmación,
la relación entre Cooper y Walsh fue casi mejor que la que existió entre Flynn
y el realizador, seis años atrás. De hecho, el director estaba encantado de
poder contar con la colaboración del actor, con el que siempre había querido
trabajar.[3]
Continuará...
Leer el capítulo desde el inicio.
[1] Walsh
presumió de ser el primero en rodar en esos parajes y de contar con verdaderos
seminolas como extras, aunque según él, “no era el pueblo más fácil de
domesticar e incluso me llegaron a amenazar de muerte” (Walsh citado en Moss
2011, p.312).
[2] Se
nos ocurre el largometraje de Budd Boetticher, Traición en Fort King (Seminole,
1953) y pocos más.
[3] Se
llevaban estupendamente, solían cazar y pescar juntos. Walsh llegó a decir:
“nunca he conocido a un hombre más bueno que Gary Cooper, o lo que es lo mismo,
a un amigo mejor” (Moss 2011, p. 311).
domingo, 16 de abril de 2023
2 X 1: "UN SUEÑO AMERICANO" y "ESPOSA DE GUERRA JAPONESA" (King Vidor)
Un sueño americano (An American Romance, 1944)
La
carrera de King Vidor, un gigante del cine norteamericano y acaso del mundial,
tuvo un carácter ascendente desde que comenzó como proyeccionista en su ciudad
natal hasta que llego a dirigir obras maestras como El gran desfile
(The Big Parade, 1925) o …Y el mundo marcha (The Crowd,
1928), cumbres de su obra en el cine mudo, siempre con un trasfondo moral que
aprendió gracias a su madre, seguidora de las teorías de la Christian Science.
En los años treinta, en la época del realismo crítico, volvió a interesarse por
esos temas sociales con El pan nuestro de cada día (1934), una excelente
utopía donde la protagonista era una cooperativa agrícola. Alejado de estos
mensajes sociopolíticos que le dieron sus mejores obras, volvió a ellos en un
par de ocasiones que vamos a comentar:
En
Un sueño americano, Vidor narra la historia de un emigrante ruso
(Brian Donlevy) desde que llega a Estados Unidos hasta que se convierte en un
magnate de la industria del automóvil. El filme transcurre desde finales del
siglo XIX hasta la Segunda Guerra Mundial. Una película-río, donde el
protagonista se casa con la maestra que le enseña a leer, tiene cinco hijos y pasa
por diversos trabajos (una mina de hierro, una fábrica de acero, la producción
en serie de coches y, finalmente, la de aviones para el ejército) en los que va
ascendiendo progresivamente de categoría gracias a su esfuerzo y ambición.
En realidad es una cinta de propaganda bélica, realizada durante la guerra, pero se convierte en una de las obras más personales de Vidor, con incursiones en el tema de los sindicatos y los derechos de los trabajadores, temas afines al contexto social del momento, con un aliado como la Unión Soviética en su lucha contra los nazis. El largometraje tiene cierto aire autobiográfico, cuando los abuelos de Vidor fueron emigrantes húngaros, y además es un interesante documento sobre la fabricación del acero y la de coches y aviones en serie.
Destaca
la interpretación de Brian Donlevy, seguramente en uno de los mejores papeles
de su larga carrera, donde siempre había destacado en registros de personaje
malvado. Aquí es un ambicioso inmigrante que en su cumbre como empresario se
enfrenta a los sindicatos, donde su propio hijo es uno de los representantes de
los obreros (y el narrador de la historia). El magnate abandona su puesto
cuando se ve derrotado por los trabajadores, pero vuelve en el momento en el
que el gobierno solicita su ayuda para fabricar aeronaves.
Un sueño americano (por una vez, y sin que sirva de precedente, nos gusta más la traducción española que el título original: An American Romance) fue mutilada por la Metro debido a su larga duración y el resultado no tuvo ni buenas críticas ni éxito entre el público. Solo más tarde, cuando se pudo ver completa, se demostró que era una de las mejores cintas de King Vidor.
Esposa de guerra japonesa (Japanese War Bride, 1952)
Otra cinta de King Vidor que pasó
sin pena ni gloria fue Esposa de guerra japonesa. Una cinta que
vista hoy en día tiene unas cuantas virtudes y se deja ver con agrado. Película
de posguerra donde Vidor se adentra en el complejo mundo de los soldados que
regresan después de combatir, en este caso agravado por haber contraído
matrimonio con una nativa.
La película se centra en la japonesa Tae (Shirley Yamaguchi, actriz china), flamante novia, casada con Jim, el soldado que vuelve del frente (Don Taylor), y el conflicto que surge cuando ambos tienen que vivir en la casa de los padres y del hermano del protagonista, a la sazón casado con una antigua novia de Jim. Los celos de la cuñada, antiguos amores no resueltos, y las heridas de una guerra que aún no han cicatrizado se vuelven en contra de una inadaptada Tae que, para más disgustos, se encuentra embarazada.
Un melodrama en toda regla, pues, pero matizado con los temas sociales que le interesan a Vidor, ahora sobre los problemas de la integración en la sociedad norteamericana de una mujer, antigua enemiga para algunos que han sufrido pérdidas en el conflicto. Eso sin contar lo que supone un matrimonio interracial en una sociedad tan intolerante y racista, y más en aquella época.
En realidad se trata de otro
sueño americano, esta vez truncado, donde la pareja ansía tener su hogar y
llenarlo de niños (hasta se construyen la casa con sus propias manos). De forma
tangencial se ve la mano del Vidor que tanto éxito tuvo en el periodo mudo con
este tipo de películas: aquellas en las que planteaba los problemas de una
pareja para salir adelante en un mundo lleno de prejuicios. También hay algo de
documento cuando presenta la plantación de hortalizas en California, la cosecha
y el empaquetado en la fábrica.
En el filme, sobresalen algunas secuencias muy bien filmadas por Vidor, como aquella en la que Jim vuelve a casa: el director “pierde el tiempo” en pasear al protagonista por todas las estancias, una a una, del hogar de su infancia, hasta se para en la cocina para oler el guiso de su madre que le retrotrae a una vida más feliz, la de antes de la guerra. Buena interpretación de Yamaguchi, muy sentida, y fuerte presencia del gigante, a su lado, Don Taylor (futuro director de cine), que tiene que agacharse en más de una secuencia para ponerse a la altura del resto de personajes.
domingo, 2 de abril de 2023
MARE NOSTRUM (Rafael Gil, 1948)
domingo, 19 de marzo de 2023
2 X 1: "FORBIDDEN" y "AQUELLOS DUROS AÑOS" (Rudolph Maté)
Forbidden (1953)
De
los directores de fotografía que se han pasado a la dirección, quizás uno de
los más destacados, si no el más destacado, sea Rudolph Maté. Cineasta polaco, estudió en
Hungría y trabajó en varios países europeos como operador de Alexander Korda,
Dreyer, René Clair o Fritz Lang, entre otros, antes de instalarse
definitivamente en Estados Unidos donde siguió su carrera colaborando con los
mejores: Wyler, Vidor, Dieterle, McCarey, Hathaway, Lubitsch, Hitchcock y un
largo etcétera.
En la segunda mitad de los cuarenta, Maté decide realizar sus propias películas, paradójicamente sin ninguna pretensión estética teniendo en cuenta su virtuosismo como director de fotografía. No obstante, sus mejores filmes se desarrollan a lo largo de los años cincuenta. Uno de las más notables es Su alteza el ladrón (The Prince Who Was a Thief, 1951) donde dirige a Tony Curtis y lanza su carrera como actor. No sería la última vez que ambos trabajasen juntos: en 1953 vuelven a colaborar en el policíaco Forbidden.
El arranque de la cinta es parecido al de Gilda (Charles Vidor, 1946): Curtis es un recién llegado a Macao ⸺¿qúe tiene esta pequeña península que le va tan bien al noir?⸺ que ayuda a un gánster, le salva de ser asesinado, y este para agradecerle el gesto le contrata para supervisar su casino. El conflicto se crea cuando a Curtis le presentan la prometida del gánster.
Joanne Dru, más guapa que nunca ⸺la pantalla parece brillar ante los primeros planos de la actriz, imagino a Maté atando por corto a su operador de fotografía⸺, resulta ser la antigua novia de Curtis. En realidad, el protagonista ha viajado desde tan lejos para buscarla y llevarla a Estados Unidos donde otro mafioso requiere su presencia. Claro que al verla, todo lo que tenía planeado se va al traste...
Buena
película de la Universal, con ritmo creciente. Un largometraje de cine
negro con perseguidos y perseguidores, con amores y desamores, con buena
fotografía y con una música difícil de olvidar del virtuoso Frank Skinner. Maté
parece disfrutar de las escenas de acción donde no se muestra nada tacaño, al revés,
se recrea en las secuencias del intento de asesinato del arranque o, sobre
todo, la de la persecución y el enfrentamiento en el barco.
Aquellos duros años (The Rawhide Years, 1956)
Conforme transcurre el tiempo, Rudolph
Maté se convierte en un artesano que comprende bien los cánones de cada género,
desenvolviéndose a la perfección en todos ellos. Vale lo mismo para dirigir una
película de ciencia ficción que para realizar un péplum. De hecho, solo con
Tony Curtis, colaboró en tres géneros distintos: aventuras, cine negro y
western.
En efecto, después de
Forbidden, Maté cambia a la aventura con el protagonismo de Tony Curtis
en la más que interesante producción de capa y espada Coraza negra
(The Black Shield of Falworth, 1954). Nada que ver con la última
colaboración entre actor y director: un western titulado Aquellos
duros años.
De nuevo con la Universal detrás y con la música de Frank Skinner, Maté dirige a Curtis en una película del oeste que se desarrolla en el Mississippi, con barcos fluviales, juegos de cartas y bandidos que asaltan a los pasajeros. Curtis sigue en el mismo ramo que en Forbidden solo que ahora no es supervisor de un casino, sino un jugador de cartas profesional al que acusan injustamente de asesinato.
El protagonista, a lo largo del metraje, tendrá que demostrar que es inocente ayudado por su novia Zoe (Colleen Miller, algo sosa) y por un buscavidas de dudosas intenciones (Arthur Kennedy, sobreactuado, aunque con cierta lógica por el carácter del personaje, un vividor que siempre opta por quedarse con el mejor postor).
Western con pretensiones,
que se queda en una aventura algo deslavazada, con Curtis sin encontrar su sitio
excepto en las primeras secuencias, con el juego, las trampas y el cinismo
donde el actor se encuentra en su salsa y avanza lo que serán sus películas a
finales de los cincuenta y en toda la década de los sesenta, cuando alterne dramas
con comedias.
domingo, 5 de marzo de 2023
EL AUTOREMAKE EN EL CINE. CAPÍTULO V (XIII)
5.2.2. Tambores lejanos (Distant Drums de Raoul Walsh, 1951).
El año 1951
significó para Walsh el comienzo del fin de la estabilidad en su carrera como
director, hasta ese momento asociada a la Warner Brothers. Su contrato de larga
duración con la compañía se había extinguido al terminar Camino de la horca. Ya sólo le unía al estudio el compromiso de
filmar una cinta más, Tambores lejanos,
antes de comenzar un largo recorrido por los diferentes estudios a base de
similares contratos temporales —de un solo filme—, en lo que ya fue su última
etapa como realizador. Una situación que llegó a ser la habitual en los
cineastas de la época, fruto de los cambios que surgieron en Hollywood al finalizar
la década de los cuarenta, y que ya se ha comentado suficientemente.
En realidad, Distant Drums fue producida por United States Pictures mientras que la Warner se encargó únicamente de la distribución. Un acuerdo al que llegaron Niven Busch, autor de la historia original, y Milton Sperling, productor de United States Pictures y, a la sazón, de la película. La operación era semejante a la efectuada por Busch con Perseguido,[1] en donde también se encargó del guion. Para el libreto de Distant Drums, Niven Busch adaptó la novela “Fort Everglades”, de Frank G. Slaughter con la intención de llevarla descaradamente al terreno de la película de Walsh, Objective, Burma! Así, entre Busch y su colega Martin Rackin,[2] confeccionaron un guion que no era otra cosa que un remake de la cinta protagonizada por Errol Flynn, algo parecido a lo que Hawks y Leigh Brackett hicieron con El Dorado y Río Lobo, es decir una versión encubierta de la película original, con el atractivo, eso sí, de cambiar del género bélico al western. Para la Warner, participar en un remake ya hemos visto que era una cosa bastante normal; para Walsh también. Por ambas razones, por partir de una trama que le era familiar y por la experiencia del director en traspasar historias entre géneros, la película era ideal para que la dirigiera él.
Distant Drums narra las aventuras del
capitán Wyatt (Gary Cooper) y su destacamento de soldados estadounidenses en el
territorio hostil de los seminolas, unos indios de Florida especialmente
combativos y peligrosos. Wyatt consigue adentrarse en las líneas enemigas
gracias al apoyo de la marina, en concreto del teniente Tufts (Richard Webb).
El oficial naval aporta una embarcación para atravesar el lago que los lleve a
las cercanías de una antigua fortaleza española. La misión de Wyatt será
destruir el fuerte y de esta forma impedir que se distribuyan las armas a los
nativos; todo para facilitar la invasión del general Zachary Taylor que se
dispone a pacificar la región. En un principio, la operación sale según lo planeado:
destruyen la fortaleza y liberan a unos prisioneros de los traficantes de
armas, entre ellos a Judy Beckett (Mari Aldon), una mujer de oscuro pasado que
desea vengarse de su expareja. Cuando el destacamento va a ser evacuado por la
embarcación, Wyatt y sus hombres son sorprendidos por los indios y tienen que
abortar el rescate. No les queda más remedio que atravesar los Everglades en un
duro camino hacia casa. Wyatt divide a sus fuerzas para tener alguna
posibilidad de sobrevivir, pero la mitad de su grupo es aniquilado por los
indios. Hostigados el resto por los seminolas, pero también por el entorno
asfixiante de la selva y por sus habitantes, cocodrilos, serpientes, etc., los
soldados son diezmados, pero consiguen llegar a la isla donde vive Wyatt. Se
atrincheran en la playa, pero por la noche son atacados por exploradores
nativos y al alba se disponen a la batalla final, seguros de su muerte. Wyatt
salva momentáneamente a sus hombres después de derrotar al jefe de los indígenas
en un duelo en la laguna. Este hecho coincide con la invasión del general
Taylor y pone a salvo definitivamente a los pocos supervivientes..
La historia
descansa en una trama bien conocida, la que cuenta la epopeya protagonizada por
un grupo de intrépidos exploradores que, obligados por las circunstancias,
abren nuevas vías de comunicación a través de un territorio salvaje. Pensamos en Paso al Noroeste de
Vidor, pero también en las posteriores Horizontes Azules (The Far Horizons, 1955)
de Rudolph Maté y Río de sangre de
Howard Hawks. Si con estas cintas, decimos, comparte el tono épico, el
argumento de Distant Drums es
evidente que ha sido extraído del de Objective, Burma!; tanto, que nos parece más cercana la relación entre estos dos
filmes que la existente entre Colorado Territory, que sí es un remake
admitido, y High Sierra.
Leer el capítulo desde el inicio.
[1] Sólo
que en Pursued la Warner Brothers
además de encargarse de la distribución también financió la producción de la
película junto a United States Pictures.
[2]
Martin Rackin ya había sido guionista de otra película de Walsh: Fighter Squadron; y también escribió el
libreto de Sin Conciencia (The Enforcer de Bretaigne Windust, 1951)
que, aunque no acreditada, sí fue finalizada por Walsh.
domingo, 19 de febrero de 2023
2 X 1: "VINIERON DE DENTRO DE..." y "RABIA" (David Cronenberg)
Vinieron de dentro de… (Shivers, 1975)
Después
de varios cortos y un par de películas artesanales donde el director canadiense
David Cronenberg escribe, produce, fotografía, monta y dirige sus filmes, por
fin se da a conocer en su país, y luego en la comunidad internacional
cinematográfica, con dos películas casi iguales: Vinieron de dentro de…
y Rabia.
En la primera, el médico de una urbanización de lujo experimenta con unos parásitos que inserta en el cuerpo de un paciente con el objetivo de curar sus órganos enfermos. Algo falla cuando está curando a una joven y provoca una epidemia donde las víctimas se van pasando unas a otras los parásitos mediante encuentros sexuales violentos.
Interesado
por la ciencia, y obsesionado por las mutaciones, las epidemias, los virus y,
en general, los males que acechan a la humanidad ⸺nos imaginamos muy en su
salsa en la actualidad con la pandemia del Coronavirus⸺, Cronenberg rueda Vinieron
de dentro de… con fluidez, directo al grano, de forma explícita, con un
exceso de gore y pobre de efectos. Una historia de terror al estilo de las películas
clásicas de los años cincuenta, en especial La invasión de los ladrones
de cuerpos (Invasión of the Body Snatchers, Don Siegel, 1956). De
hecho, el primer título que Cronenberg barajó fue el de Invasion of the
Blood Parasites.
La cinta está producida por su colega Ivan Reitman (Los cazafantasmas) e interpretada por actores desconocidos, con la excepción de la actriz de culto Barbara Steele, que tiene un pequeño, pero contundente papel, conocida entre los aficionados al género por su participación en algunas de las mejores películas giallo de los sesenta y setenta.
A pesar de que en la actualidad el
largometraje ha perdido parte de su encanto, que son evidentes los fallos de
estructura y que ha envejecido notoriamente, Cronenberg siempre ha sostenido
que Vinieron de dentro de… tuvo una influencia decisiva en otros
autores, en particular adelantó muchas de las secuencias, y casi la trama
entera, de la saga Alien.
La siguiente película de
Cronenberg discurre por los mismos derroteros que la anterior: esta vez es un
implante de piel el que provoca una reacción contraria en una paciente que
acaba de sufrir un accidente de motocicleta. Sedienta de sangre, poco a poco va
contagiando a otras personas por una especie de parásito que tiene en el
cuerpo. Esto provoca una epidemia donde los enfermos se convierten en zombis. Los
síntomas y las mordeduras de las victimas hace que se piense en un brote de
rabia.
Entre la clásica película de vampiros y, prácticamente, el remake de Vinieron de dentro de… navega esta cinta del director canadiense, donde ahora rueda con mayor presupuesto, con el mismo productor, Ivan Reitman, y con una protagonista que es una conocida actriz porno: Marilyn Chambers.
Cronenberg rueda de nuevo sin ambages, aún con ciertos fallos de estructura, pero con mejores medios, un guion también escrito por él. Una historia de terror, una de las de mayor éxito en taquilla de Canadá, quizás más clásica que la anterior (las víctimas no desean sexo, se conforman con la sangre), donde la tensión va progresivamente en aumento hasta un final tan abierto como el de la primera.
En Rabia nada cambia en las pretensiones del realizador: sigue su interés por la ciencia y por denunciar los peligros de los experimentos con el cuerpo humano ⸺a este tipo de películas, que Cronenberg pone de moda, se le ha llamado “body horror”⸺, ya sean implantes “neutros”, que deberían sanar la piel con cirugía plástica, o parásitos “domesticados”, que supuestamente curan los órganos desde dentro; en ambos casos, elementos externos que transforman el cuerpo de los pacientes y originan una epidemia sin control y sin aparente solución ¿les suena?
domingo, 5 de febrero de 2023
CAPITANES INTRÉPIDOS (Captains Courageous de Victor Fleming, 1937)
domingo, 22 de enero de 2023
2 X 1: "MÍSTICA Y REBELDE" y "BANJO ON MY KNEE" (John Cromwell)
Mística y rebelde (Spitfire, 1934)
Con
la llegada del sonoro, el director norteamericano John Cromwell, que procedía
del teatro y había tenido éxito en Broadway, fue contratado por la Paramount,
primero, y luego por la RKO, para dirigir películas. Especializado en adaptaciones
para la gran pantalla, una de ellas fue Mística y rebelde, versión
de la obra de teatro “Trigger”, dirigida por George Cukor y con la presencia de
algunos actores del elenco en la propia película.
Trigger (Katharine Hepburn) es una joven que vive sola en las montañas, alejada de la civilización, y que apenas sobrevive con lo que le da el trabajo de lavandera. Muy guapa, es cortejada por sus vecinos, sin mucho éxito, pero también llama la atención de dos ingenieros que trabajan en la explotación de una mina. Uno de ellos (Robert Young), se enamora de Trigger y es correspondido. El conflicto surge cuando la esposa del ingeniero llega de la ciudad para hacerle una visita…
El filme lo domina la protagonista de la historia interpretada por Katharine Hepburn, que, a pesar de llevar apenas dos años en Hollywood, acababa de ganar su primer Óscar por Gloria de un día (Morning Glory, Lowell Sherman, 1933). En Mística y rebelde la actriz hace un papel de muchacha salvaje muy creíble, que contrasta con los más serenos, Robert Young y Ralph Bellamy, y sus intentos por educarla.
Una
trama que se incluye en lo que podría ser un género, el de la chica
indómita que atrae a los hombres por su físico, pero también por su descaro y
por la inocencia casi infantil ante el amor. Otros ejemplos serían el de Gene
Tierney en La ruta del tabaco (Tobacco Road, John Ford,
1941) o el de Jennifer Jones en varios largometrajes (Duelo al sol,
Corazón salvaje, Pasión bajo la niebla).
Se puede decir que Mística y rebelde es una película pre-code, ya que se estrenó justo antes de que la censura del código Hays se estableciese con fuerza en las producciones de Hollywood. Se nota la laxa actuación del código en una cinta que muestra el adulterio totalmente desenfadado y desdramatizado, contagiado de la inocencia de la protagonista. No fue así en la obra justo anterior de Cromwell, Ana Vickers (1933), que tuvo que cambiar el argumento para poder pasar la censura. Filme que, por cierto, marcó una tendencia y provocó el cambio de actitud hacia una postura moral más estricta.
Banjo on My Knee (1936)
Sin salir de la América profunda,
John Cromwell dirige para la Fox, un par de años después, el musical Banjo
on My Knee. Para un realizador que tocó prácticamente todos los
géneros, con bastante éxito por cierto, se le daban especialmente bien las
historias que transcurrían en entornos rurales o en los sitios más recónditos
de la geografía norteamericana. Así, en los años treinta, Las aventuras
de Tom Sawyer (1930), Mística y rebelde, Jalna
(1935) o Village Tale (1935) se movían en esos ambientes.
Con respecto a Banjo on My Knee, la película vuelve al mismo ámbito que Tom Sawyer: al río Mississippi y a las aldeas que se levantan en sus orillas. Allí viven una serie de personajes sin apenas educación, analfabetos la mayoría. La cinta comienza con la boda entre dos de ellos: Ernie (Joel McCrea) y Pearl (Barbara Stanwyck), bajo la bendición del padre del primero (Walter Brennan). Justo después de la boda, una pelea hace que Ernie tenga que huir al creer que ha asesinado a una persona.
A partir de aquí, las idas y venidas de los personajes buscándose unos a otros es el dinámico argumento de esta tragicomedia que, en realidad, es un musical salpicado de números donde Barbara Stanwyck sorprende cantando y bailando, donde Walter Brennan toca una y otra vez la canción que da nombre al título, como si fuera un hombre orquesta, mientras la canta su amigo Buddy (Buddy Ebsen, actor muy afín a estas historias como aquella que le dio la fama en televisión: Los nuevos ricos), que se lanza con el claqué de una forma original debido a su cuerpo largo y desgarbado.
El principal acierto de Banjo on My Knee es la descripción de caracteres: las de los protagonistas, con especial mención al genial Walter Brennan, pero también a otros secundarios: a Buddy, o al juez que no duda en tachar del acta de matrimonio los nombres de los recién casados si se van a casar de nuevo con otra persona, y que duerme la siesta en el embarcadero junto a una botella de whisky, hecho que mantiene en vilo al resto de vecinos que aguardan de un momento a otro el chapuzón.
De nuevo, como en Mística y rebelde, no parece haber ley en el pueblo, al menos no la normal, pero sí la establecida por los ciudadanos de ese entorno hermético de la América profunda, donde tienen sus propias normas, algunas basadas en supersticiones. Bagaje que llevan con ellos cuando, por necesidad, tienen que acudir a la ciudad, algo tan extraordinario como viajar a otro planeta.