lunes, 20 de octubre de 2008

EL NIÑO CON EL PIJAMA DE RAYAS (The Boy in the Striped Pyjamas de Mark Herman, 2008)

No sabemos si la crisis ha sido la causante de la temprana adaptación al cine de un best-seller como el libro de John Boyne, que aún se sigue vendiendo con dinamismo. Ignoramos si la apuesta segura de invertir en un proyecto, que ha sido leído por millones de personas, ha sido el origen de la película; independientemente del motivo nos alegramos de su resultado y, desde luego, si pensamos en la que está cayendo no nos atrevemos a reprocharles nada a los productores.


Estoy seguro que él análisis de la cinta de Mark Herman podría abordarse de dos formas diferentes –y su resultado sería igualmente distinto-: desde la opinión del que ya ha disfrutado de la lectura de la novela, o desde el que todavía no lo ha hecho. Nuestro caso corresponde a la primera alternativa.

Y es que para sacarle todo el jugo al largometraje es muy recomendable leer antes el relato de Boyne. Un libro original, con una narrativa muy peculiar, apta para todos y que a todos interesa. La aparente sencillez de la escritura ha sido criticada duramente, sin embargo nos parece de un gran mérito situarse a la altura de un niño de 8 años y no abandonar nunca esa perspectiva. Y no hacerlo para que la denuncia del escritor sea la correcta. Porque no se trata de una reprobación más del horror del Holocausto; la historia de Bruno va más lejos: en mi opinión lo que pretende el autor es colocarse desde un punto de vista lo más alejado posible de la realidad histórica, da igual que sea un niño o un marciano, el caso es comprobar lo absurdo del genocidio, la sin razón de la barbarie.


Y la película acompaña a la novela en su dramático caminar de una manera ejemplar. El tópico de que los filmes suelen dejarse lo mejor de los escritos en los que se basan aquí no se cumple: la cinta complementa al libro y proporciona más información al lector. Y todo gracias a la brillante labor de adaptación de Herman; el realizador no ha caído en la tentación de obsesionarse con el punto de vista del protagonista. La opción de conservar el encanto del relato y presentar en pantalla los ingenuos pensamientos del niño con, por ejemplo, una voz en off, hubiera resultado cargante.

En vez de eso Mark Herman ha utilizado hábilmente recursos cinematográficos para dibujar mejor los personajes secundarios (sobre todo el de la madre); para hacer más creíble la historia (en el libro no era muy importante este aspecto ya que el entorno pseudo-fantástico de Bruno protegía la no veracidad del relato); y, en definitiva, para plasmar en imágenes todo el desarrollo dramático, desde su presentación hasta la espectacular conclusión: un final ya conocido pero igualmente impactante.

6 comentarios:

  1. Todavia no he visto la pelicula.
    El libro, independientemente de las duras criticas que ha tenido (en contraposicion de la gran aceptación de los lectores) me ha gustado.

    Publique un post con respecto a eso en

    http://nastystain.wordpress.com

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  2. Bienvenido Chico mancha!
    A mí tambien me gustó el libro y casi me siento como un bicho raro por la cantidad de gente que dice que no vale nada.

    Gracias por tu comentario y un saludo.

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  3. No la he visto, que vaya eso por delante, pero es que tiene TAN mala pinta que dudo mucho que vaya a verla al cine. La están vendiendo como un pastelazo para hartarse de llorar que me dan ganas de matar a uno o dos directores de marketing...

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  4. Yo por eso no suelo hacer mucho caso al marketing de las pelis, si no no iría a ver casi ninguna.
    Te recomiendo leer el libro primero y luego ver la peli. A mí me gustaron ambos...

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  5. No seré yo quien diga que la obra no es buena (hablo del libro) ni tampoco descarto que mi opinión se vea influenciada por el reparo que le tengo a los best sellers. pero el caso es que, a pesar de la facilidad que tuve al leerla, no me llegó a acabar del todo; hecho, ya digo, cuyo por qué, no podría argumentar del todo.
    la peli, no la he visto.

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  6. A mí me ocurre lo mismo: "uff, un best-seller..."
    Pero a veces cometemos injusticias con ellos cuando su único mal es vender más que otros (ya quisieran esos "otros" vender tanto).

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