lunes, 2 de julio de 2018

CAPITÁN PHILLIPS (Captain Phillips, Paul Greengrass, 2013)


Capitán Phillips es la tercera entrega de la trilogía de largometrajes que adaptan hechos reales y que el director Paul Greengrass ha dirigido por tierra (Bloody Sunday, 2002), aire (United 93, 2006), y ahora mar. El realizador inglés con su cámara al hombro y su montaje dinámico se ha ganado el favor del público y la crítica gracias a estos tres dramas realistas basados en sucesos trágicos que conmovieron al mundo:


Primero, recreó el domingo sangriento de Londonderry en el invierno de 1972, donde murieron 14 manifestantes (casi todo menores de edad) a manos de los paracaidistas del ejército británico; después, dio su versión de lo acaecido en el avión que se estrelló en Pensilvania durante los atentados del 11S; y, finalmente, se embarcó para adaptar a la gran pantalla el relato del capitán Richard Phillips acerca del secuestro del primer buque norteamericano asaltado por los piratas en más de doscientos años.

Lo original de la última propuesta de Greengrass radica en que el director sitúa al líder de los piratas a la misma altura que el capitán. En el arranque, Greengrass explica las causas por las que decide dedicarse a la piratería (pescador en paro, miseria, ansia de dinero y prestigio local). Son motivaciones que no llega a comprender Phillips (Tom Hanks), que intenta ganarse la simpatía del somalí tratándole como a un colega: de pescador a marino mercante. Los dos personajes, con sus diferentes puntos de vista, parten desde mundos opuestos y se unen, primero a distancia, cuando se miran a través de los prismáticos durante su particular batalla naval; y después, cara a cara, en el puente de mando del “Maersk Alabama”.

Para lograr el máximo realismo en dicha secuencia, el director utilizó un recurso que ya le había dado buen resultado en United 93. En aquella ocasión, el realizador inglés ordenó que los actores que hacían de pasajeros, y los que interpretaban a los terroristas, se abstuvieran de hacer vida en común mientras durase el rodaje. Ambos grupos vivían en hoteles separados, comían en distintos restaurantes y sólo se veían en el plató, todo con tal de reflejar la mayor tensión posible a la hora de rodar. En Capitán Phillips fue más allá, la primera vez que Tom Hanks vio a Barkhad Abdi (Muse, el líder de los piratas) y a los otros tres actores somalíes fue cuando entraban a punta de ametralladora en el puente.


Dos secuestros, uno en el aire, otro en el mar, con la inminencia de la muerte en el rostro de los protagonistas —secuestrados y secuestradores—, con la misma música, y con el realismo como denominador común. En parte gracias al inquieto objetivo de Greengrass, característico de su forma de rodar. Ideal para transmitir la angustia de los personajes que ven como disparan a sus compañeros indefensos en Bloody Sunday; que caen en picado en United 93; o se mueren de sed dentro del bote salvavidas de Capitán Phillips, agobiados por el calor y por el temor a la acción armada de la Navy.

Con dicha técnica, las películas de Greengrass, hasta las más comerciales, son de un verismo tal que el espectador llega a olvidar que lo que está viendo es ficción. Los antecedentes de documentalista favorecen su estilo moderno hiperrealista, más cercano a lo que se hace en Europa que al convencional de Hollywood. Incluso dentro de Capitán Phillips esa dualidad ficción-realidad se hace visible cuando reúne en la película a una estrella consagrada (Tom Hanks) con actores africanos que debutan en la gran pantalla —Barkhad y sus tres compañeros son verdaderos somalíes que fueron seleccionados en un casting de más de 700 personas realizado en Minneapolis, ciudad donde el asentamiento de dicha etnia es más numeroso—, o que ni siquiera son de la profesión, como por ejemplo la dotación del destructor de la Navy “Bainbridge”.

Nombre, el del destructor, totalmente intencionado ya que se trata del conocido héroe americano que participó en las guerras contra los piratas berberiscos a primeros del siglo XIX. Es curioso ver como la piratería de hace doscientos años no es tan diferente a la actual. En aquella época las plazas de Marruecos, Argel, Túnez y Trípoli (los llamados berberiscos) exigían grandes sumas de dinero a los barcos que navegaban por el Mediterráneo bajo la amenaza de hundimiento y saqueo si no pagaban. Fue el presidente Thomas Jefferson el que se negó a pagar a los piratas y el que ordenó combatirlos hasta acabar con ellos en 1815.

En la actualidad, la operación Atalanta de la Unión Europea, en la que participan aviones de patrulla marítima y barcos españoles desde 2009, ha conseguido reducir a cero los ataques de piratas a los barcos que navegan en aguas próximas a Somalia. Mientras escribo estas líneas, el buque de acción marítima “Meteoro” patrulla esa peligrosa zona para seguir dejando nuestro pabellón igual de alto que siempre.



Ver ficha de Capitán Phillips.

El post es un extracto corregido para la ocasión del capítulo dedicado a Capitán Phillips en mi libro: CINE Y NAVEGACIÓN. Los 7 mares en 70 películas




Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...