jueves, 29 de mayo de 2008

DANZAD, DANZAD, MALDITOS (They Shoot Horses, Don't They? de Sydney Pollack, 1969)

Esta semana hemos perdido a varios profesionales de la Industria del Cine en un solo día, a un productor, a un director y a un actor. Y es que todos eran la misma persona: Sydney Pollack. De su dilatada carrera es difícil elegir una película para rendirle un merecido homenaje. Creo que su primer éxito como director puede servirnos muy bien para tal propósito.




Danzad, Danzad, Malditos es una adaptación de la novela “They Shoot Horses, Don’t They?”, de Horace McCoy. Una gran metáfora, extraída de la vida misma, al basarse en los maratones de baile de la década de los treinta en Estados Unidos, durante la época de la Gran Depresión. En aquellos eventos, los desesperados concursantes participaban en una angustiosa prueba de resistencia, para ganar unos pocos dólares o para que se fijaran en ellos los cazatalentos de Hollywood.

Sydney Pollack consigue reflejar a la perfección aquella terrible situación en, prácticamente, un solo escenario. La crisis que atenaza al País se concentra en el salón de baile, donde las personas en paro luchan por sobrevivir. El maestro de ceremonias (Gig Young) representa al gobierno. Él dirige la vida de las parejas que danzan sin cesar al son de las canciones que tocan los músicos (los políticos). La simbología, tan evidente, es relatada por los propios actores para que no haya ninguna duda. Así, Jane Fonda, una de las concursantes, compara a sus compañeros con el ganado: “... la única ventaja que tenemos sobre ellos (los animales) es que nosotros sabemos que vamos al matadero”.

Pero casi peor que los mandatarios es el público que asiste al espectáculo. Son aquellas personas que han provocado la crisis o que viven ajenas a ella o que simplemente “pagan por ver las desgracias de los demás, para sentirse mejor”. El aforo permanece medio vacío en los bailes iniciales, y sólo comienza a llenarse cuando la situación se vuelve dramática. Asisten entusiasmados a las pruebas de carreras entre los participantes al borde del agotamiento o al final del maratón, cuando mujeres embarazadas están a punto de perder el hijo que llevan dentro o cuando los concursantes se juegan literalmente la vida.

El mérito de Pollack es conseguir que el espectador sienta un profundo desasosiego cuando la realidad, así reflejada, se aleja del drama social y se adentra en la tragedia psicológica. Y es que la cinta parece, por momentos, una película de catástrofes. La situación de los personajes no puede ser peor: viven hacinados y duermen en camastros que parecen improvisados para atender a los supervivientes de un terremoto. Médicos y enfermeras pululan entre ellos para asistirles en sus últimos instantes de vida. La enfermedad, la locura y el odio hacen mella entre los concursantes que ven como su cuerpo -y su mente- se van degradando paulatinamente. No hay consuelo; hasta el sexo se vuelve sucio y desesperado. Es como si una epidemia, producida por la insalubridad del lugar, se extendiera entre ellos.

Igual que la contemporánea Easy Rider (Dennis Hopper, 1969), la estructura de Danzad, Danzad, Malditos incluye insertos que adelantan el final (flash-forward). Desde el arranque, y coincidiendo con los créditos, el realizador juega con el tiempo presentando tres escenas a la vez: un flash-back de la infancia de Michael Sarrazin (otro de los concursantes), donde se ve un caballo cayendo de rodillas y su sacrificio posterior; una secuencia, en tiempo presente, del protagonista paseando por la playa; y una voz en off, que representa el futuro, relatando las reglas del concurso. Sydney Pollack, hábilmente, hace coincidir la norma del maratón “el que toque el suelo con las rodillas queda eliminado” con la citada escena del caballo. Todo un resumen de lo que veremos a continuación.

Con Danzad, Danzad, Malditos, Pollack consiguió un importante éxito (la película fue nominada para nueve estatuillas, de las cuales sólo consiguió la del oscar al mejor actor secundario para Gig Young) que le sirvió para lanzar su carrera como realizador. Tal como éramos, Tootsie o Memorias de África son algunas de sus mejores obras. Su colaboración con Robert Redford es legendaria; pero también su excelencia a la hora de actuar es digna de mencionar. Su trabajo en la reciente Michael Clayton (Tony Gilroy, 2007), donde también era productor, parece dar la razón a aquellos que afirman que era mejor actor que director. Descanse en paz Sydney Pollack.

Ver Ficha de Danzad, Danzad, Malditos.

2 comentarios:

  1. “El mérito de Pollack es conseguir que el espectador sienta un profundo desasosiego”.

    Estoy absolutamente de acuerdo contigo, "Danzad, Danzad, Malditos" es de esas películas en las que el director consigue crear una atmósfera tal que acaba adquiriendo categoría de personaje protagonista.



    "También su excelencia a la hora de actuar es digna de mencionar. Su trabajo en la reciente Michael Clayton (Tony Gilroy, 2007), donde también era productor, parece dar la razón a aquellos que afirman que era mejor actor que director".

    Interpretar a un personaje como el de Pollack en Michael Clayton tiene el grandísimo riesgo de caer en la sobreactuación, sobretodo en manos de según que actores de bastante renombre pero con una tendencia algo marcada al histrionismo… Y ahí radica la grandeza de la interpretación de Pollack, en la honestidad frente un personaje desmesurado, en el gesto grandilocuente pero sin caer en la caricatura…
    Por cosas de esas de mi adoración por “mi” George, veo todas sus películas en versión original y definitivamente en este caso, valió la pena, no sólo por oír su voz, sino por la soberbia interpretación de Pollack, con sus discursos elaborados en la vorágine de su delirio, atropellando las palabras que al mismo tiempo arrastra… En definitiva, inmenso, como estar verdaderamente frente a un bipolar en plena crisis…

    Gran post, ethan, y merecidísimo homenaje a otro de los grandes que se fue... Que poquitos nos van quedando….

    Un beso

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  2. Sí, un gran trabajo de Pollack.

    En general me gustó bastante "Michael Clayton". (¡ojo! Spoiler) El plano final de las escaleras mecánicas resume toda la peli: Tony Gilroy (me acabo de enterar de que es su primera película) se para y muestra una escalera que sube hacia la corrupción, el crimen, etc. A su lado baja la otra, la que ha decidido tomar Clooney, la moralmente correcta.

    Un beso.

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