Ayer arrancó el XXI Festival de Cine Europeo de Sevilla y pudimos ver una buena película coproducida por Irán, Francia y Alemania, dirigida por el realizador iraní Mohammad Rasoulof. El director se encuentra huido desde mayo de este año, después de que le cayeran ocho años de cárcel, amén de flagelación, multa y confiscación de todos sus bienes —nada nuevo, véase lo que ocurre en Irán con Yafar Panahi y otros cineastas. Rasoulof logró refugiarse en Europa en un lugar secreto y asistir a la proyección de su película en el festival de Cannes, donde se llevó varios galardones, entre ellos el Premio Especial del Jurado.
Teniendo
en cuenta estos antecedentes, la cinta es un logro extraordinario dado su excelente
resultado a pesar de la comprensible austeridad de su producción y lo corto de
su casting. El mérito viene desde la imaginación y las acertadas ideas del
director, que suplen esa falta de medios en un rodaje realizado en la más dura
clandestinidad debido al argumento de la película:
Imán
es un flamante juez de instrucción que vive feliz con su mujer y sus dos hijas.
A la familia se le presenta un buen futuro y una vida desahogada gracias al
nuevo puesto de trabajo de Imán. Sin embargo, todo comienza a torcerse cuando
le fuerzan a firmar sentencias de muerte por las protestas en el país (las
originadas por la muerte de una mujer al no ponerse el velo). Mientras tanto,
las hijas despiertan ante tales injusticias sociales y la madre intenta tapar
lo que sucede en casa. Las cosas cambian a peor cuando a Imán le desaparece la
pistola que le han dado en el trabajo para protegerse de los subversivos.
Película
interesante desde el punto de vista de la estructura cuando comienza con un drama
de denuncia social y termina como un thriller en toda regla. El punto de
giro lo marca la desaparición del arma y las sospechas que recaen en el
interior de la familia. Original organización de un filme que va más allá de la
lucha generacional, que se sitúa en el entorno de los disturbios producidos en
un país que niega derechos a las mujeres.
Con
los parvos recursos de los que dispone, Rasoulof juega con la luz y nos ofrece
una iluminación mortecina en el dormitorio de los tradicionales padres,
mientras que la claridad reina en el cuarto de las dos jóvenes. Si bien, la
puesta en escena se muestra algo televisiva en los primeros dos tercios del
filme, se le perdona debido a ese rodaje furtivo que no permite grandes
aspavientos cinematográficos.
Quizás
lo mejor del largometraje —porque largo es, demasiado— sea la metáfora que
propone Rasoulof cuando lo que ocurre en el seno de la patriarcal familia
protagonista es un remedo de lo que sucede en la totalidad del país. Así, la
impactante resolución y el espléndido plano final.
Este año no he podido comprar el abono doble del Festival, por cuestión de que he tenido a un hijo hospitalizado, así que me tomo nota para verla en cuanto pueda... Y sigue siendo una pena que la cultura en países totalitarios esté tan perseguida como no seas a fines al régimen, como tu bien lo explicas, al resaltar a este valiente director, al poder hacer una película digna desde la clandestinidad y con medios limitados.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo.
Siento lo de tu hijo, espero que se recupere pronto.
EliminarLa verdad es que es todo un mérito poder dirigir en Irán, y más siendo un director disidente que cuenta la verdad de lo que pasa en su país donde el gobierno persigue a los que únicamente buscan la libertad y abogan por los derechos humanos, en especial los de las mujeres.
Abrazos!
Manuel, os deseo una pronta recuperación.
EliminarPinta muy bien esta primera película reseñada y ya son varios los cineastas e incluso actores amenazados por el régimen iraní. Me impresiona la fuerza de estos cineastas para rodar y vivir en clandestinidad lo que demuestra mucho amor por contar historias y realidades a través del cine.
ResponderEliminarAbrazos y buen festival!
La valentía de estos cineastas está fuera de toda duda. Algunos, como Yafar Panahi siguen sufriendo penalidades cuando han decidido permanecer en el país, otros como Mohammad Rasoulof no han tenido más remedio que huir a Europa.
EliminarAbrazos!
Hola, Ethan.
ResponderEliminarQué inicio, pero ufff. El cine, la cultura tiene la inmensa posibilidad de mostrarnos el mundo, situaciones y realidades cercanas. Esto hace que tengamos un golpe de realidad inmediata, que seamos conscientes y no cerremos los ojos hacia los horrores. Estoy con Miguel qué valientes. Cuando nada tienes, nada temes, pero que injusto que deba ser de esta manera.
Un abrazo.
Es triste, pero la verdad es que en los países que tienen estos regímenes dictatoriales y falta de libertad y atentados contra los derechos humanos, es donde se fabrican mejores productos artísticos, entre ellos el cine, para denunciar la situación.
EliminarAbrazos!