El compadre Mendoza (1934)
Se conoce al director Fernando de Fuentes por ser uno de los mejores realizadores mexicanos de la historia, y por su ciclo de comedias rancheras donde brillan especialmente las dos versiones de Allá en el Rancho Grande. Antes de esos musicales, De Fuentes rodó un par de películas de temática revolucionaria, de las que vamos a hablar hoy:
El
compadre Mendoza, la primera de ellas, narra la vida de Rosalio Mendoza
(Alfredo del Diestro), el dueño de una rica explotación agrícola, que es amigo
tanto de los revolucionarios zapatistas como de los hombres del gobierno de
Huerta, aunque su simpatía por la revolución mexicana es evidente. Tanto es así,
que el general zapatista Felipe Nieto (Antonio R. Frausto) llega a ser el
padrino de su hijo al que llama también Felipe. El problema surge cuando la
cosecha es incendiada en la batalla, entonces Mendoza tendrá que tomar una grave
decisión…
Esa doble vida de Mendoza, la de amigo del gobierno y compadre del general Nieto, es de lo más atractivo de la película: Mendoza manda cambiar el cuadro de Zapata por el del jefe del estado cuando vienen las fuerzas gubernamentales, o las mejores bebidas son para los generales de Zapata, pero también para los jefes del ejército gubernamental. Sólo cuando su riqueza es amenazada, sale el lado oscuro del hacendado.
Sin duda lo mejor de la cinta es la representación de la conciencia del protagonista cuando la mirada de su criada discapacitada le atraviesa la mente. Escenas que parecen anunciar a voces los tejemanejes que Mendoza hace en secretos y las graves decisiones que tiene que tomar a escondidas.
Película muy bien rodada, con guion y montaje del propio Fernando de Fuentes, y con un final trágico donde el plano de la conclusión parece extraído de una película de terror.
Vámonos con Pancho Villa (1936)
Dos años después de El compadre Mendoza, Fernando de Fuentes rueda otra cinta con el tema de la revolución mexicana como eje central. Es un drama donde los personajes principales, seis hacendados, se convencen de que la revuelta significa el cambio que necesita el país y se unen a las tropas del general Pancho Villa.
En Vámonos con Pancho Villa, los seis amigos campesinos conocen personalmente al general y sus simpatías por él crecen aún más. En las sucesivas batallas van cayendo poco a poco los protagonistas y, a medida que esto sucede, ya no ven con los mismos ojos de aventura y justicia algunas de las decisiones que toma Villa (Domingo Soler) y sus generales, que no dudan en mandar fusilar a personas de una forma arbitraria e injusta.
Igual
que en El compadre Mendoza, al final a uno de los campesinos (de
nuevo interpretado por Antonio R. Frausto) le dan una orden terrible y tiene
que tomar una decisión extrema en torno a uno de sus compañeros…
Destaca
la secuencia de la especie de ruleta rusa con la que peligrosamente juegan los
soldados de Villa después de la batalla, incapaces de dejar de lado la adrenalina
del combate. También brillan las escenas de los enfrentamientos entre las
fuerzas revolucionarias y las gubernamentales. Todo rodado con aparente
sencillez, a pesar de la complicación que tiene el manejo de tantos extras.
Claro que esa puesta en escena tiene una ventaja con nombre y apellidos: Gabriel Figueroa, uno de los mejores directores de fotografía de la historia del cine. Figueroa estaba comenzando una carrera cinematográfica de seis décadas de duración. Filmografía que había arrancado cuatro años atrás cuando fue operador de Eisenstein en la obra maestra ¡Qué viva Mexico!
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