lunes, 29 de octubre de 2018

¡HUNDID AL BISMARCK! (Sink the Bismarck! de Lewis Gilbert, 1960)

¡Hundid al Bismarck! es la película que cuenta los hechos reales que trajeron en vilo a toda Europa durante la primavera de 1941. El guion de la cinta se basa en la narración que C.S. Forester escribió sobre la persecución del célebre acorazado nazi. Salvando algunas licencias dramáticas en beneficio de la acción, el director inglés Lewis Gilbert se planteó el proyecto con criterios realistas tal como demuestran las muchas imágenes de archivo utilizadas. Algunas especialmente interesantes como las que abren la cinta acerca de la botadura del “Bismarck”. No en vano, el cineasta comenzó su carrera como documentalista de cortos para la RAF durante la guerra. Su experiencia en tales cintas seguramente le fue muy útil a la hora de dirigir ¡Hundid al Bismarck! Probablemente su mejor filme junto a las dos comedias interpretadas por Michael Caine: Alfie (1966) y Educando a Rita (Educating Rita, 1983), y algunos largometrajes de la serie de James Bond.



La correcta dirección de Gilbert se deja sentir en ¡Hundid al Bismarck! en varias de las secuencias, como en aquella del ataque nocturno de los destructores británicos al acorazado alemán, mientras el comandante germano y el almirante nazi hacen castillos en el aire y celebran posteriores victorias que nunca llegarán. El inicio y el final del filme, rodados en Trafalgar Square, son ambos muy simbólicos, quizás demasiado, pero ayudan a configurar la redonda estructura de la película.

Con varios metros de cinta extraídos de los noticiarios y muchos otros rodados con maquetas bien diseñadas por Howard Lydecker, el director londinense completó la filmación en un escenario real, el que le proporcionaba el HMS “Vanguard” y sus torretas de 15 pulgadas. En 1960, cuando se estrenó la película, el “Vanguard” era el último acorazado inglés en activo (y el último construido a nivel mundial). El enorme buque entró en servicio una vez acabada la guerra y sirvió perfectamente como plató flotante gracias a la configuración de su artillería pesada (ocho cañones de 381 mm), similar a la de varios de los barcos que se enfrentaron en aquel mayo de 1941.

Para dar aún más realismo a la trama, la cinta arranca con un resumen de la guerra en mayo del 41 a cargo del periodista Edward R. Murrow, un célebre reportero radiofónico de la Segunda Guerra Mundial que se interpreta a sí mismo. Gilbert utiliza la voz y la presencia de Murrow con buen criterio para poner al espectador en antecedentes, y lo hace con una más de sus famosas retransmisiones, las que siempre comenzaban con la frase “This is London…”


Del hundimiento del gigante alemán, aparte de confirmar la supremacía de la armada aliada se extrajeron conclusiones tácticas de interés y, lo que es más importante, se le dio la vuelta completamente a la estrategia naval. Desde el lado táctico, en la espectacular batalla del estrecho de Dinamarca se puso de manifiesto la importancia de la correcta aproximación de una SAG (grupo de ataque de superficie) a la escena de acción. La errónea maniobra de los buques ingleses “Hood” y “Prince of Wales” de poner proa al “Bismarck”, cerrando las distancias muy rápidamente y ofreciendo sólo los montajes de proa, favoreció al bando alemán ya que igualó el número de cañones pesados (hubieran sido dieciocho ingleses contra ocho alemanes, pero debido al rumbo de los británicos la mitad de sus montajes se encontraban en ángulo muerto de tiro). Esta circunstancia unida a la diferencia de calidad de las direcciones de tiro —la más nueva y efectiva del buque germano frente a la antigua del “Hood” y a la bisoñez de los marinos del “Prince of Wales” y de sus montajes que aún estaban en pruebas y hasta llevaban operarios civiles a bordo— fueron decisivas para el trágico balance final con el “Hood” tragado por el océano, y con el “Prince of Wales” batiéndose en retirada, seriamente dañado.

Con respecto a las consecuencias estratégicas, el hundimiento del “Bismarck” gracias al ataque en el último momento del portaaviones “Ark Royal”, revolucionó toda la concepción que se tenía sobre la organización naval operativa. Era algo sobre lo que ya se venía hablando desde la osada acción aeronaval de Tarento y que se vio refrendado unos meses después en Pearl Harbor. El concepto de considerar al acorazado como el capital ship, o el buque más importante sobre el que pivota toda fuerza naval, quedó de repente obsoleto.

El epitafio al acorazado se escribió el 7 de abril de 1945 cuando el mayor buque de este tipo, el “Yamato”, fue echado a pique en Okinawa por aviones estadounidenses. El fin del “Yamato” confirmó algo que ya se sabía desde hacía cuatro años, en concreto desde el hundimiento del “Bismarck”: que el dominio del acorazado había terminado, y que comenzaba un nuevo reinado, el del portaaviones.



Ver ficha de ¡Hundid al Bismarck!

El post es un extracto corregido para la ocasión del capítulo dedicado a ¡Hundid al Bismarck! en mi libro: CINE Y NAVEGACIÓN. Los 7 mares en 70 películas





lunes, 15 de octubre de 2018

ÁNGELES CON CARAS SUCIAS (Angels with Dirty Faces de Michael Curtiz, 1938)

La inminente irrupción de un nueva guerra mundial, el pesimismo imperante en la sociedad americana a finales de los treinta, con la crisis aún coleando, el ansia de denuncia social ante la desigualdad y el paro, todo eso impregna de oscuro las últimas películas de gangsters antes de la llegada inevitable del noir; grandes filmes como este que hoy comentamos:


Se trata de un largometraje moralista a cargo de Michael Curtiz, donde se narra la historia de dos amigos de juventud que siguen distintos caminos en la vida (situación que se repetirá en numerosas películas del ciclo negro). Uno se convierte en un célebre gánster, el otro en sacerdote. Nos referimos a James cagney y a su pareja de esa época en la Warner Brothers, Pat O'Brien.

La dicotomía entre los personajes transciende al ritmo de la narración. Cuando vemos a Cagney todo va muy deprisa, se suceden las escenas de acción, o las de aprendizaje hacia los chicos del título (Los Dead End Boys). Cuando O'Brien entra en escena todo se ralentiza y vuelve a la normalidad.


Mención especial tiene el trabajo de un secundario de lujo: Humphrey Bogart, a punto de saltar a la fama; y el de los chicos de la calle, famosos por sus representaciones en el teatro y las apariciones en otras películas como en Calle sin salida (Dead End de Wlliam Wyler, 1937).

En Ángeles con caras sucias, Michael Curtiz demuestra su buen hacer en las escenas que requieren un ritmo rápido, como las del tiroteo o la del acoso final. A destacar también la conclusión. El recorrido de la milla verde de Cagney es espeluznante, más propio de una película de terror que de una de gangsters. El juego de luces sobre su cara hace que su rostro refleje la rabia interior. Lo mismo ocurre en el momento de la ejecución, que no se explicita, pero que se adivina gracias a las sombras de los personajes. Muy propio todo del estilo expresionista aleman de los años veinte, del que era deudor el propio Curtiz.
Magnífica.

Ver ficha de Ángeles con caras sucias.




lunes, 1 de octubre de 2018

2 X 1: "VIVIR EN PAZ" y "NOBLE GESTA" (Luigi Zampa)

Vivir en paz (Vivere in pace, 1947)

Sin olvidar algunos notables antecedentes como Ossessione de Visconti (1942), casi todos los críticos le dan a Roberto Rossellini y al guionista Cesare Zavattini, la autoría, el arranque, del neorrealismo italiano. Fue la llamada trilogía de Rossellini la que marca el inicio del movimiento (Roma, ciudad abierta, Paisà y Alemania, año cero, 1945, 46 y 47, respectivamente).

Pronto, otros directores siguieron el ejemplo de Rossellini y continuaron con tramas realistas que también tuvieran que ver con la guerra recién terminada. Fueron esos argumentos los que priorizaron los primeros años del neorrealismo, aunque, como veremos, no fue, ni mucho menos, la única temática. Uno de los realizadores que probó con la nueva forma de hacer cine fue Luigi Zampa. El cineasta en un solo año (1947) ofreció un díptico que no se distanciaba mucho de la citada trilogía de Rossellini:

La primera película, Vivir en paz, reflejaba como ninguna otra el sentir del pueblo italiano respecto al conflicto que se desarrollaba en su país. Sin el consentimiento de los ciudadanos, muy a pesar suyo, los granjeros, ganaderos, la gente del campo, sufría las idas y venidas de una guerra que no tenía nada que ver con ellos. Zampa lo vio con claridad y eligió vestir a su filme con los ropajes de la comedia para finalizar con un giro de tragedia y mostrar al público la cruda realidad.


La trama se centra en un pueblo que, como dice el título, vive en una paz relativa. Solo un alemán se ocupa de controlar a la aldea gobernada por un alcalde fascista. Todo discurre con tranquilidad, como si la guerra no existiera, hasta la llegada de dos soldados americanos, uno de ellos herido, que piden ayuda a los hijos de un granjero (Aldo Fabrizi). El cabeza de familia en un principio se niega a prestarles ayuda, pero poco a poco toma conciencia de la realidad y opta por arriesgarse, por cuidar a los soldados y ocultar el hecho al cacique fascista y al resto del pueblo; siempre bajo la amenaza del germano, que promete pena de muerte a todo aquel que dé cobijo a los aliados.

La historia de Vivir en paz bien podía haber sido de Zavattini, sin embargo, la firma otra gran valedora del neorrealismo como fue Suso Cecchi D’Amico (Ladrón de bicicletas, Rocco y sus hermanos, Rufufú, etc.). La escritora colaboró con Luchino Visconti en todas sus obras desde que lo conoció en 1951, pero también fue guionista de De Sica, Antonioni, Comencini, Zeffirelli, Monicelli, Blasetti… y Luigi Zampa.


Noble gesta (L’onorevole Angelina, 1947)

El neorrealismo, con la citada trilogía de Rossellini y otras películas como Vivir en paz, al principio se centró en el conflicto mundial y en las consecuencias directas de la inmediata posguerra, pero enseguida se diversificó en lo que se llamó la “Etapa de la crónica”. En ella los cineastas italianos retrataban aspectos de la vida cotidiana donde los personajes se asociaban en torno a un suceso común. Las típicas películas donde se hacia una disección de un barrio, o de una calle, eran obras derivadas de esta importante rama del movimiento. Quizás Crónica de los pobres amantes (Carlo Lizzani, 1954) sea el paradigma de este tipo de cine, pero de nuevo Luigi Zampa fue uno de sus impulsores. El mismo año de Vivir en paz, el director romano dirigió la que puede ser una de las primeras películas de dicha etapa: Noble gesta.

En el filme de Zampa, Anna Magnani se convierte en la heroína de un barrio cuando se enfrenta a los promotores de viviendas con tal de salir de la miseria. Su lucha tiene tanta repercusión que funda un partido y la proponen como candidata al parlamento. Enseguida los caciques intentan sobornarla lo que provoca que el pueblo le dé la espalda. Es entonces cuando se recrudece su lucha. Esta vez ella sola se enfrentará a todos: al poder establecido, a sus vecinos y a los carabineros (su marido es uno de ellos).


De nuevo con la colaboración de Suso Cecchi D’Amico en el libreto, y con otra intérprete destacada del movimiento, Anna Magnani (recordemos que tanto ella como Aldo Fabrizi, el protagonista de Vivir en paz, fueron los actores principales de Roma, ciudad abierta), son con las que Zampa aborda esta excelente película, que se llevó el premio a la mejor actriz (Magnani) en el festival de Venecia.

Igual que en Vivir en paz, el director usa en Noble gesta la comedia como reclamo popular para, a continuación, enlazarla con el drama. De esta forma, Zampa lograba denunciar algunos de los problemas sociales y políticos del momento como eran la carencia de viviendas dignas y la corrupción. En tan solo un año, Luigi Zampa había ofrecido dos obras que, prácticamente, podían resumir el inicio del neorrealismo italiano.





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