IV
HOWARD HAWKS
—In case
you make up your mind, I left my door open. Get a good night's sleep.
—You're
not helping me any.
Feathers (Angie Dickinson) insinuándose
al sheriff John T. Chance (John Wayne) en Río Bravo (1959).
4.1. Blancanieves
y los ocho enanitos.
4.1.1.
Bola de fuego (Ball of Fire de Howard Hawks, 1941).
Con Howard
Hawks, igual que con Capra, nos enfrentamos a una obra compacta, redundante y
consecuente, repleta de excelentes películas. Hawks también recurrió a una
repetición sistemática de argumentos y personajes para resolver la mayoría de
sus largometrajes. Vista en su conjunto, la filmografía de Hawks se nutre de
distintas variaciones de un par de estructuras básicas. En opinión de Francisco
Perales, “muchos son remakes encubiertos,
que el director repetía sin el menor pudor, sólo las variaciones, el punto de
vista y ciertos matices cambiaban y transformaban los resultados” (2005,
p.125). Por tanto, de nuevo nos encontramos con una obra con continuas
autorreferencias, cuyas cintas, todas ellas, serían objeto de análisis en el
presente ensayo. A diferencia de lo que sucede con el director siciliano, donde
los filmes suelen seguir una misma línea argumental, los de Hawks dependen del
género: los dramáticos, de aventuras o westerns
mantienen una organización determinada, mientras que las comedias se decantan
por otra. Resolveremos nuestro problema empleando la misma política que utilizamos
con Frank Capra, la de estudiar unas pocas cintas incluyendo en el análisis
menciones transversales al resto de la filmografía. Para atender a las dos
corrientes predominantes en el cine de Hawks, primero comentaremos Bola de fuego, y así haremos referencia
a las comedias y a la única película que Hawks admitió haber repetido, para más
tarde adentrarnos en el trío de westerns
que dirigió en su última etapa, todos representativos de la estructura utilizada
en la mayoría de sus películas dramáticas, claros ejemplos de lo que Perales
llama remakes encubiertos.
Como hemos visto, Capra fue un director personal, sobre todo a partir del momento en que pudo encadenar una serie de éxitos. Siempre intentó seguir una temática determinada y la mayoría de las veces fue el productor de sus propias películas. Su slogan preferido, con el que se identificaba, era “un hombre, un filme”, la frase a la que siempre recurría para defender el papel de director como verdadero autor. Sin embargo, para poder continuar con su trabajo, Capra tuvo que claudicar al final de su carrera y perdió el control de lo que hacía en beneficio de otros intereses comerciales. Con Howard Hawks, otro de los pocos “autores” del cine clásico, sucedió algo parecido, sólo que él casi nunca renunció a producir las películas que quería, a contar las historias que le apetecía contar y, lo más importante, a contarlas como las quería contar, controlando todos los aspectos de la producción, desde la elaboración del guión hasta el montaje, algo que luego imitarían los jóvenes cineastas europeos de las nuevas olas.
Howard Winchester Hawks nació en Goshen, Indiana, pero pasó su infancia y juventud en San Francisco. De familia acomodada, estudió ingeniería en la Universidad de Cornell, en Nueva York, se aficionó a los automóviles, donde llegó a ser piloto de carreras, y se alistó en las fuerzas aéreas durante la I Guerra Mundial. Siempre se movió en ambientes intelectuales y conoció a distintos autores que luego colaborarían con él en sus películas. Entre sus amigos figuraban escritores de la talla de Hemingway o Faulkner. De los años en los que estuvo conduciendo y diseñando coches, y de su experiencia como piloto de aviación, saldrían historias que trasladaría a la gran pantalla décadas más tarde.[1]
Hawks pronto entró en el mundo del cine: fue en la época estival mientras estudiaba en Cornell cuando trabajó en los estudios de la Famous Players- Lasky como utilero. Allí llegó a ser asistente de DeMille y a trabajar para Mary Pickford que se convirtió en su protectora. De la Paramount, donde ejerció de guionista, [2] pasó a la Fox para escribir ya sus propias historias a partir de 1925, el año de su debut como director de cine con The Road to Glory (1926). A Hawks le bastaron tan sólo cuatro años para ganarse la admiración de todos. Un éxito tras otro, [3] más la llegada del sonoro, le proporcionaron la oportunidad de desligarse de la Fox para comenzar una etapa como director independiente que duró hasta el final de su carrera. Desde entonces (1930), Hawks controló siempre sus producciones: durante los diez primeros años las solía ofrecer a los grandes estudios para su financiación, pero a partir de los cuarenta ya sólo necesitó a las majors para la distribución.
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[1]
Películas de aviación como Por la ruta de
los cielos, La escuadrilla del
amanecer, Vivamos hoy, Águilas heroicas, Air Force y Sólo
los ángeles tienen alas. De su experiencia en carreras de automóviles son
deudoras The Road to Glory, Avidez de tragedia y Peligro… Línea 7.000.
[2] En la
Paramount escribió cerca de cuarenta guiones, pero no consiguió que le
permitieran dirigir ninguno. Un directivo de la Fox fue el que le propuso en
1925 realizar su primer filme y el que le convenció para dejar el estudio de
Zukor.
[3] En
especial el de una de las cintas más aclamadas de Hawks: Una novia en cada puerto (A
Girl in Every Port, 1928).