Atraco sin huellas (Six Bridges to Cross, 1955)
En los años cincuenta después de la crisis de los grandes estudios, solo la Universal seguía produciendo al viejo estilo de “fabricación en serie”. Uno de los directores que más se prodigó en esa época fue Joseph Pevney. Realizador incansable, organizado y metódico, pero relajado en el plató, se le daba igual de bien el cine negro, las películas bélicas o las cintas de aventuras.
Durante la segunda mitad de la década destacaron en su filmografía dos policíacos protagonizados por uno de los actores de moda: Tony Curtis. Pevney ya había trabajado con Curtis en la interesante historia de boxeo Flesh and Fury (1952), pero con Atraco sin huellas y, más tarde, El rastro del asesino, mejoró sensiblemente la primera colaboración entre actor y cineasta.
El
argumento de Atraco sin huellas sigue la vieja trama de la
amistad entre un policía y un criminal. El filme repasa la vida del ladrón
Jerry Florea (Sal Mineo en la adolescencia, y Tony Curtis en la juventud y en
la posterior madurez) al que el agente Ed Gallagher (el soso George Nader)
dispara en un atraco y le deja estéril de por vida. Esa circunstancia hace que
ambos tengan una peculiar relación de amistad en la que, mientras Jerry hace de
confidente y Gallagher se aprovecha de los chivatazos para subir en el
escalafón, el primero obtiene gracias al policía las coartadas necesarias para sus
fechorías.
Película atractiva, narrada de forma detallada, al estilo de La ciudad desnuda (The Naked City, Jules Dassin, 1948) o de Atraco perfecto (The Killing, Stanley Kubrick, 1956), para reforzar el hecho de estar presentando una historia real, que tiene un final excelentemente rodado. Un clímax que se ve venir, pero no por ello es menos logrado.
Aunque interpretada por Sal Mineo en el primer tercio, en lo que sería su debut cinematográfico justo antes de Rebelde sin causa (estrenada el mismo año), la película se puede decir que está protagonizada por Tony Curtis, que se encarga del resto del largometraje con un registro muy alejado de aquel más cómico por el que sería recordado después.
El rastro del asesino (The Midnight Story, 1957)
Dos años después de Atraco sin huellas, Joseph Pevney vuelve a dirigir a Tony Curtis en El rastro del asesino, otro policíaco, mezcla entre drama y cine negro, pero con cierta dosis de suspense que también le acerca al thriller:
Curtis interpreta a Joe Martini, un agente de policía italoamericano que insiste en que le den el caso del asesinato de un sacerdote en San Francisco. Su interés radica en que el cura fue su cuidador en el orfanato y su mentor, gracias al cual pudo ingresar en el cuerpo de policía. Las pistas que sigue Martini le llevan a sospechar de Silvio Malatesta (Gilbert Roland), un pescador de la bahía con el que comienza a relacionarse. Martini se integra tanto en la familia de Malatesta que llega a enamorarse de la hermana del sospechoso y a querer casarse con ella. El conflicto está servido cuando las sospechas son cada vez más fuertes y la amistad con el supuesto asesino es cada vez mayor.
La trama del filme es como una
montaña rusa: hay tensión cuando todas las pistas indican que el sospechoso es
el culpable, y relajación cuando aparece una coartada que demuestra su inocencia.
Lo que en principio parecía una obsesión personal por detener al culpable,
ahora se transforma en un deseo de probar su inocencia. Ese ir y venir del
argumento es acaso lo más destacado de la película.
De nuevo toda la cinta se desarrolla bajo el punto de vista del personaje interpretado por Tony Curtis, que en su registro, digamos serio, parece especializarse en estos retratos dramáticos, a veces biopics de personajes de otras razas, como la del indio en El sexto héroe (The Outsider, Delbert Mann, 1961) o la del ladrón, también de ascendencia italiana que hemos visto en Atraco sin huellas.
Personajes duros, que luchan por
sobrevivir en un país hostil hacia los extranjeros o, en el caso de El
rastro del asesino, con tintes casi autobiográficos cuando el propio
Curtis viene de una familia de inmigrantes húngaros, con una dura infancia de
orfanato en orfanato junto a su hermano, muerto arrollado por un camión, igual
que sucede en la película.
Deseo a todos los lectores de este blog unas ¡muy felices fiestas! Un fuerte abrazo.