domingo, 18 de diciembre de 2022

2 X 1: "ATRACO SIN HUELLAS" y "EL RASTRO DEL ASESINO" (Joseph Pevney)

Atraco sin huellas (Six Bridges to Cross, 1955) 

En los años cincuenta después de la crisis de los grandes estudios, solo la Universal seguía produciendo al viejo estilo de “fabricación en serie”. Uno de los directores que más se prodigó en esa época fue Joseph Pevney. Realizador incansable, organizado y metódico, pero relajado en el plató, se le daba igual de bien el cine negro, las películas bélicas o las cintas de aventuras. 

Durante la segunda mitad de la década destacaron en su filmografía dos policíacos protagonizados por uno de los actores de moda: Tony Curtis. Pevney ya había trabajado con Curtis en la interesante historia de boxeo Flesh and Fury (1952), pero con Atraco sin huellas y, más tarde, El rastro del asesino, mejoró sensiblemente la primera colaboración entre actor y cineasta. 

El argumento de Atraco sin huellas sigue la vieja trama de la amistad entre un policía y un criminal. El filme repasa la vida del ladrón Jerry Florea (Sal Mineo en la adolescencia, y Tony Curtis en la juventud y en la posterior madurez) al que el agente Ed Gallagher (el soso George Nader) dispara en un atraco y le deja estéril de por vida. Esa circunstancia hace que ambos tengan una peculiar relación de amistad en la que, mientras Jerry hace de confidente y Gallagher se aprovecha de los chivatazos para subir en el escalafón, el primero obtiene gracias al policía las coartadas necesarias para sus fechorías.

 

Película atractiva, narrada de forma detallada, al estilo de La ciudad desnuda (The Naked City, Jules Dassin, 1948) o de Atraco perfecto (The Killing, Stanley Kubrick, 1956), para reforzar el hecho de estar presentando una historia real, que tiene un final excelentemente rodado. Un clímax que se ve venir, pero no por ello es menos logrado. 

Aunque interpretada por Sal Mineo en el primer tercio, en lo que sería su debut cinematográfico justo antes de Rebelde sin causa (estrenada el mismo año), la película se puede decir que está protagonizada por Tony Curtis, que se encarga del resto del largometraje con un registro muy alejado de aquel más cómico por el que sería recordado después. 

 

El rastro del asesino (The Midnight Story, 1957) 

Dos años después de Atraco sin huellas, Joseph Pevney vuelve a dirigir a Tony Curtis en El rastro del asesino, otro policíaco, mezcla entre drama y cine negro, pero con cierta dosis de suspense que también le acerca al thriller

Curtis interpreta a Joe Martini, un agente de policía italoamericano que insiste en que le den el caso del asesinato de un sacerdote en San Francisco. Su interés radica en que el cura fue su cuidador en el orfanato y su mentor, gracias al cual pudo ingresar en el cuerpo de policía. Las pistas que sigue Martini le llevan a sospechar de Silvio Malatesta (Gilbert Roland), un pescador de la bahía con el que comienza a relacionarse. Martini se integra tanto en la familia de Malatesta que llega a enamorarse de la hermana del sospechoso y a querer casarse con ella. El conflicto está servido cuando las sospechas son cada vez más fuertes y la amistad con el supuesto asesino es cada vez mayor. 

La trama del filme es como una montaña rusa: hay tensión cuando todas las pistas indican que el sospechoso es el culpable, y relajación cuando aparece una coartada que demuestra su inocencia. Lo que en principio parecía una obsesión personal por detener al culpable, ahora se transforma en un deseo de probar su inocencia. Ese ir y venir del argumento es acaso lo más destacado de la película.

 

De nuevo toda la cinta se desarrolla bajo el punto de vista del personaje interpretado por Tony Curtis, que en su registro, digamos serio, parece especializarse en estos retratos dramáticos, a veces biopics de personajes de otras razas, como la del indio en El sexto héroe (The Outsider, Delbert Mann, 1961) o la del ladrón, también de ascendencia italiana que hemos visto en Atraco sin huellas.

Personajes duros, que luchan por sobrevivir en un país hostil hacia los extranjeros o, en el caso de El rastro del asesino, con tintes casi autobiográficos cuando el propio Curtis viene de una familia de inmigrantes húngaros, con una dura infancia de orfanato en orfanato junto a su hermano, muerto arrollado por un camión, igual que sucede en la película.


Deseo a todos los lectores de este blog unas ¡muy felices fiestas! Un fuerte abrazo.





domingo, 4 de diciembre de 2022

LORD JIM (Richard Brooks, 1965)

Igual que ocurrió con Moby Dick y John Huston, también había un director que se encontraba obsesionado con la idea de llevar “Lord Jim” a la gran pantalla (Richard Brooks), y también existían antecedentes en los años veinte que lo había intentado con resultados discretos (Lord Jim de Victor Fleming, 1925). Así que la historia se repetía con la misma reticencia de los grandes estudios por llevar adelante un proyecto tan complicado como ese. Sólo cuando Brooks firmó con la Columbia pudo hacer realidad su sueño. El que fuera reputado guionista, ya llevaba una década realizando películas y se enfrentó a la producción como un verdadero autor, llevando los sombreros de productor, director y escritor para embarcarse en una aventura tan intensa como el propio filme:


Jim (Peter O’Toole) es el flamante segundo comandante del “Patna”, un barco mercante que en alta mar sufre un fuerte temporal. Debido a la inutilidad del capitán, Jim se hace cargo de la situación, pero se contagia del miedo de la tripulación y finalmente salta al bote salvavidas abandonando barco y pasajeros. Apartado de la marina por los remordimientos y la sensación de culpa, Jim vaga por los puertos malayos ofreciéndose para trabajos tan peligrosos como el de llevar un cargamento de explosivos y fusiles a Patusán. Las armas son para derrocar al “General” (Eli Wallach), un tirano que trata a los nativos como esclavos en la explotación del estaño. Jim lidera la revuelta y logra restaurar la paz en el territorio. Una paz pasajera ya que Cornelius (Curd Jürgens), el lugarteniente del General, ha contratado al capitán Brown (James Mason) para acabar con Jim...

El guion de Richard Brooks es bastante fiel al libro y la estructura de la película sigue tres partes muy bien diferenciadas: la primera centrada en el “Patna”, la segunda transcurre en la jungla hasta derrotar al General, y la última narra el enfrentamiento con Brown. Aunque la cinta, salvo el primer tercio, casi no discurre en la mar, ésta se encuentra presente a lo largo de todo el metraje. El “Patna”, su acto de cobardía, persigue a Jim y es el eje que soporta al filme. De hecho, Patusán es casi un anagrama de Patna, como el propio Jim dice casi al final del largometraje. En ese poblado perdido en la jungla se acrecienta la obsesión del protagonista por expiar su culpa, más por él mismo que por el resto de la sociedad, y se evidencia lo estrecha que es la línea que discurre entre el valor y el miedo. 


Una década más tarde, otra cinta volvió sobre "Lord Jim", al menos sobre una parte de ella. Me refiero, por supuesto, a Apocalipsis Now (Apocalypse Now, Francis Ford Coppola, 1979). El filme de Coppola también nació como resultado de adaptar una obra de Conrad: “El corazón de las tinieblas”, un cuento que el autor escribió de resultas de la experiencia en el Congo belga, cuando mandaba un barco fluvial y vio las atrocidades que los europeos estaban cometiendo allí. Las similitudes entre Apocalipsis Now y Lord Jim son abundantes: el remontar ese amenazante río, los horrores de la guerra, los nativos torturados y, sobre todo, los diálogos filosóficos entre el General y Jim, que recuerdan a los de Apocalipsis Now entre el coronel Kurtz y el capitán Willard.

Lord Jim fue la película más cara de Richard Brooks y también la más complicada de rodar. Lo que Brooks quería recrear era el interior de la península de Malasia donde se encuentran los mayores yacimientos de estaño del mundo. Los exteriores de Lord Jim no se filmaron en Malasia, sino en la selva de Angkor Wat, Camboya, en una época especialmente complicada para los estadounidenses dadas las malas relaciones entre los dos gobiernos, con el conflicto de Vietnam a la vuelta de la esquina. A la sensación incómoda por culpa de la tensión política, había que añadir los sobornos que tuvieron que pagar a las autoridades, y los precios elevados que exigían las empresas de servicios que se aprovechaban del aislamiento del equipo de rodaje. Mala alimentación, calor sofocante, enfermedades y picaduras de mosquitos aderezaron la difícil estancia de todo el personal. Para Peter O’Toole aquello se convirtió en “Una condenada pesadilla”.

A pesar de todo, Lord Jim fue una de las mejores películas de Richard Brooks, una cinta muy de los años sesenta por el derroche de medios para combatir a la televisión, y por el contexto social y político perfectamente reflejado en el filme: Patusán, la comunidad donde Jim restaura la paz, es muy afín a los ideales de libertad de la juventud de esos años; por otro lado, el conflicto de Vietnam, en auge en el momento del estreno de la película, se encuentra muy presente, no sólo porque se rodase allí la película, sino porque la colonización del sudeste asiático era otro de los temas tratados en el largometraje.



El post es un extracto corregido para la ocasión del capítulo dedicado a Lord Jim en mi libro: CINE Y NAVEGACIÓN. Los 7 mares en 70 películas





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