martes, 31 de agosto de 2010

CONOCERÁS AL HOMBRE DE TUS SUEÑOS (You will meet a tall dark stranger de Woody Allen, 2010)

Es cada vez más difícil hablar de una película de Woody Allen sin tener una sensación continua de déjà vu. Puede que el director haya vuelto a rodar en Inglaterra, pero su mente sigue en Manhattan. Puede que los actores sean diferentes, pero los personajes son los de siempre; y, desde luego, la trama es la misma: las dificultades en las relaciones de pareja.



La última comedia de Allen se centra en una familia, donde los padres se han separado y su hija atraviesa también por un bache matrimonial. Helena, la madre, acude a una falsa pitonisa que le anuncia el título de la película y le sacia su sed (de whisky). Alfie, el padre (Anthony Hopkins), busca una segunda juventud y se machaca en el gimnasio. Sally (Naomi Watts), la hija, vive con Roy (Josh Brolin), un escritor fracasado. Para mantener a flote su desastrosa economía trabaja en una galería de arte donde su apuesto jefe (Antonio Banderas) también se queja de su vida conyugal.

Así están las cosas hasta que Allen comienza a enredar. Se lo pasa bien –y el público comienza a sonreír para ya no parar- cuando Alfie anuncia que se va a casar con un pendón mucho más joven que él. Aquí es inevitable pensar en una continuación del filme anterior (Si la cosa funciona), pero Hopkins se nos antoja algo fuera de lugar. El actor es excelente, pero no encaja en el mundo alleniano. Sí lo hace su novia, una mujer que pronto confirma lo que aparenta ser: ligera de cascos.

El realizador sigue con el embrollo cuando Roy utiliza como musa -y para otras cosas- a la más que guapa vecina de enfrente. Una mujer de rojo que toca la guitarra española, pero que ya tiene fecha para la boda. Sally tampoco se queda atrás y se decide a tirarle los tejos a su jefe, que a su vez se los tira a la mejor amiga de Sally. Por último, Helena conoce a un librero viudo que cree en la reencarnación y en los fantasmas -tan ido como ella- que tiene que acudir al más allá para pedir permiso a su mujer y poder salir con Helena. Es decir, todos los personajes tienen planes con personas fuera del matrimonio; planes que se pueden complicar debido a la presencia de un tercero en discordia, ya sea vivo o muerto.


Esto es difícil de llevar si no se es Woody Allen. Pero el cineasta se encuentra en su salsa, como si fuera el inventor del género. La madeja, desecha totalmente por las ganas de jugar de Woody, por un momento parece volver a su sitio, pero es sólo una ilusión, todo volverá a complicarse con infidelidades, delitos, sesiones de ocultismo y accidentes mortales.

La cámara de Allen entra en el juego cuando utiliza los planos secuencia –larguísimos- en el interior del apartamento de Sally y Roy, siempre que reciben la inoportuna visita de Helena. Los tres a punto de estallar y el director siguiendo sus pasos con malicia. Con astucia, utiliza el objetivo en mano para los distintos puntos de giro (hay unos cuantos) enmarcando en primerísimo plano las rostros incrédulos que asisten a alguna revelación sorprendente.

Por último, el más que sano divertimento de descubrir “quién es Woody Allen” de entre todos los personajes aquí no llega a buen puerto. Realmente nadie y todos son él. No hay un actor que se distinga por su carácter hipocondríaco, o que tenga dudas religiosas, o que se obsesione por el sexo y el psicoanálisis. Pero la mayoría son un desastre. Incapaces de llevar adelante una relación intima, generalmente por su ineptitud. Nada nuevo en el universo del pequeño realizador, pero eso es lo que nos gusta; queremos disfrutar de nuestra sesión de cine, vamos a ver la última película de Woody Allen para pasar un rato agradable, para admirar el ingenio del director y, una vez más, no hemos salido defraudados.


Ver Ficha de Conocerás al hombre de tus sueños.


miércoles, 25 de agosto de 2010

CINE FÓRUM: MANIQUÍ (Mannequin de Frank Borzage, 1937)

Hoy traemos a nuestro espacio de debate un director algo olvidado, pero magnífico, con un cine inconfundible, labrado a lo largo de muchos años de carrera. Nos referimos a Frank Borzage. Y hemos elegido una de sus mejores películas para observar y comentar su famoso estilo romántico.



Se trata de la primera colaboración de Borzage –y la mejor de las tres películas que hicieron juntos- con Joan Crawford, actriz preferida del director junto a Margaret Sullavan. Mientras con la primera se centró en el melodrama (los tres filmes citados son excelentes muestras del género), con la segunda prefirió denunciar la amenaza totalitaria que se cernía sobre Europa. Ambas coincidieron en otro gran logro de Borzage: La Hora Radiante (The Shining Hour, 1938).

Para el desarrollo de la trama de Maniquí, Borzage se apoya en la figura de la típica trabajadora de 9 a 5 (Joan Crawford en uno de los mejores momentos de su dilatada carrera) y en el entorno de la depresión de los años treinta. Como Ginger Rogers en Espejismo de Amor o en la comedia La Muchacha de la Quinta Avenida, o la propia Joan Crawford en otro melodrama de éxito: Amor en Venta, entre muchos otros, la actriz da vida a Jessie, una joven que desea salir de la pobreza más por la angustia que provoca vivir con una familia en paro, donde ninguno de sus miembros mueve un dedo por buscar trabajo, que por ambición personal. Para lograrlo fuerza una boda con su novio Eddie (Alan Curtis), otro fracasado que sólo espera una oportunidad para hacer dinero fácil. La secuencia del arranque es especialmente emotiva por la desesperación de Jessie que no se atreve a subir las escaleras de su propio portal y prefiere arrojarse a los inseguros brazos de Eddie.

En la celebración, tras la boda, ambos conocen al magnate John Hennessey (Spencer Tracy) que adivina el porvenir de la pareja y, enamorado de Jessie, aguarda su turno. Después de varias miserias, encuentros y desencuentros, los tres personajes se verán las caras en un final algo traído por los pelos pero eficaz y, sobre todo, emocionante.

Borzage utiliza el recurso del primer plano para las secuencias románticas y dramáticas con la ayuda inestimable de la fuerza del rostro de Joan Crawford. Así, la cinta se convierte en un filme atractivo con escenas muy destacadas sobre todo aquellas en las que los protagonistas comparten plano: las del baile, cuando se conocen; la de la fiesta en casa del magnate, con un simpático Tracy "despachando" a una pareja con dos copas de champán para quedarse a solas con Joan; y el viaje de novios, haciéndose bromas muy relajados en lo que parecen tomas improvisadas de una cámara oculta, mérito de Borzage, pero también de ellos.

Mención aparte merece la secuencia del desfile de modas. La que da el título a la película y que sirve para promocionar la cinta. Vestida por Adrian, y entre los decorados de Cedric Gibbons –ambos grandes profesionales de la Metro-, Joan Crawford está en su salsa, muy elegante, luciendo trajes "de anfitriona en una reunión para tomar el te", "para la cena" o "de fiesta". Es cuando nos sentimos identificados con Spencer Tracy que no sale de su asombro mientras la estrella luce los vestidos mejor que cualquier modelo profesional.

En Mannequin podemos encontrar, prácticamente, todos los elementos característicos del estilo creado por Borzage: melodrama romántico, donde las mujeres son las protagonistas; heroínas al borde del abismo, que consiguen salir adelante gracias al amor que lo puede todo; amor que consigue rehacer sus vidas y las de sus amantes, para perdurar eternamente, más allá de la muerte.




Lo que vamos a comentar se desarrolla al comienzo de la cinta; en un restaurante chino donde se está celebrando la boda de Jessie y Eddie. Es el mismo local elegido por el multimillonario John L. Hennessey para comer carpa rellena:




La secuencia que acabamos de ver se encuentra delimitada por dos fundidos encadenados y se puede dividir en tres partes: la presentación de los protagonistas del triángulo y los dos bailes que vienen a continuación.

La escena arranca con el magnate Hennessey y su socio tomando asiento en primer término, mientras, detrás, se puede observar la modesta celebración nupcial. Un cambio de eje señala la aproximación de los personajes. Es cuando Tracy pregunta al camarero por lo que está sucediendo al fondo. Tras la decisión del millonario de invitarles a champán, Borzage cede el punto de vista a la mesa donde comen Jessie, Eddie y sus invitados. Allí, después de disuadir a la simpática –y ebria- Mary Philips a que diga unas palabras, los recién casados aceptan la invitación de Hennessey. Podemos decir que este es el verdadero arranque del drama. Con planos de los novios y contraplanos de Tracy, el realizador subraya el interés del novio por el dinero del armador; y con la determinación de darle las gracias presentándole a su flamante mujer, anuncia que no dudará en utilizar a Jessie para conseguir algo material.

Borzage une por fin a los tres, después de las presentaciones, en un plano medio donde Tracy y Joan están separados por Alan Curtis. El cineasta ya insinúa el conflicto. Luego da paso a la segunda parte: el baile entre la pareja protagonista provocado por la insistencia de Eddie.

Nadie como Frank Borzage para dirigir a los actores, fotografiarlos en primer plano y conseguir que expresen sus sentimientos: los de Tracy, que se está enamorando de una radiante Crawford; y los de ella que, aunque se siente halagada por las atenciones de Hennessey, sigue amando a su marido como demuestra en el siguiente baile.

Es allí, en la última fase de la secuencia, cuando Joan Crawford canta “Always and Always”, canción nominada al Oscar de Edward Ward, a la sazón responsable de la banda sonora (no confundir con la más antigua “Always”, de Irving Berlin, muy parecida, y que también suena en varias películas. Nos acordamos de Deanna Durbin cantándola en Luz en el Alma, el filme negro de Robert Siodmak).

Borzage sigue con su retrato de caracteres y se luce cuando muestra a Tracy, que no deja de observar a la actriz; al guaperas de Eddie, bastante pasivo, excepto cuando intercambia interesadas miradas con el millonario cada vez que se situa frente a él mientras baila; y, sobre todo, a Joan Crawford que, prácticamente, le susurra la canción a su esposo mientras le besa apasionadamente.


jueves, 19 de agosto de 2010

CINE EN DVD: LOURDES (Jessica Hausner, 2009)

El próximo día 25, Cameo Media tiene previsto lanzar una edición en DVD para alquiler de una película que paso rozando nuestras carteleras hace unos meses, pero que no carece de interés. Se trata de la última cinta de la directora austríaca Jessica Hausner, ganadora de varios premios en Venecia, y del Giraldillo de Oro, el galardón más importante del festival de Sevilla de cine europeo (allí es donde pudimos verla).



Lourdes es un filme muy especial. Una película que necesita reposar en nuestra mente varios días para poder hablar de ella. Desde luego no es la típica cinta religiosa, al uso de la Iglesia, que se solía hacer en los años 50 para recrear la vida de los santos y los milagros a ellos atribuidos. Es una obra más realista y profunda que, aunque tiene como eje o punto de giro la aparente curación milagrosa, sin embargo trata de algo menos divino; y más complejo: la propia naturaleza humana.

Christine es una joven inválida (atentos a la estupenda Sylvie Testud, una actriz ya reconocida), paralítica de cuello para abajo, atada a su silla de ruedas, que viaja a Lourdes con un grupo de discapacitados, acompañados por enfermeras y voluntarios pertenecientes a la Orden de Malta. Para Christine la esperanza de una curación repentina queda fuera de sus expectativas; realmente ella utiliza la visita a la ciudad de los milagros como excusa para salir de su casa y poder viajar acompañada. En el grupo hay personas con distintas dolencias (o sin ninguna aparente), más o menos creyentes, que no provocan compasión al espectador (mérito de la directora), pero sí una sensación desagradable en cuanto a que la visión realista, casi documental, de su vida rutinaria, y los cuidados por parte de los voluntarios, se presentan con toda su crudeza.


A los enfermos hay que añadir una serie de personajes sanos que circulan en su entorno, e interaccionan con ellos. A veces para evocar sus sueños de conseguir una vida normal (los flirteos de sanitarias y uniformados); otras para infundirles esperanza, como la piadosa enfermera jefe, cuyo comportamiento esconde un secreto; o la compañera de habitación de Christine: Frau Hartl, un personaje sujeto a la interpretación del público, entre testigo principal de los sucesos extraordinarios que van a acontecer o verdadero artífice de ellos. El resto forma parte del coro de la película: desde las turistas cotillas que se acercan al lugar por puro morbo, hasta los escépticos que discuten con un cura que acude a la fe como único argumento posible, pero que se relaja contando chistes irreverentes. Digamos, que la ambigüedad preside esta original cinta.

Y es que es difícil acomodar la película de Jessica Hausner a alguna tendencia o autor concreto. Nos da por pensar en Eric Rohmer cuando intentamos situar Lourdes, pero lo hacemos con todas las reservas –entre ellas la falta de diálogo- ya que lejos de ser el epígono del francés, la obra de Hausner sólo se aproxima a él por el realismo, la desdramatización de personajes y situaciones, y la aparente simpleza del guión. El resto es personal: como los largos silencios protegidos por encuadres fijos que obligan al espectador a adivinar los pensamientos de los protagonistas; y la poco habitual estructura dramática, donde el punto de giro (el milagro) se hace esperar demasiado tiempo. Hasta ese momento, auque se esbocen algunos caracteres, la película es más descriptiva que otra cosa. Allí destaca la exposición que hace Jessica Hausner del negocio millonario que genera la fe.

Es a partir de la sanación de Christine cuando se desatan (sin desmadrarse) los celos, las envidias y la sensación de la existencia de un Dios caprichoso que de entre todos los necesitados elige a la menos creyente. Además de aleatorio, el poder divino otorga un favor dudoso, sujeto al análisis parcial de médicos católicos, deseosos de añadir milagros a la cuenta particular de la Iglesia. Curaciones que nadie asegura vayan a durar siempre. Milagros que pueden tener o no caducidad dependiendo de si el beneficiado se muestra digno de ellas; o simplemente porque ha pasado por un episodio de mejoría transitoria. Es decir, seguimos con la incertidumbre. También presente en el final abierto; e incluso tras él.


Ver Ficha de Lourdes.

domingo, 15 de agosto de 2010

LA CASA DEL ÁNGEL (Leopoldo Torre Nilsson, 1957)

Película importante del cine argentino, la responsable de que fuera conocida y apreciada en Europa la obra de Leopoldo Torre Nilsson (fue nominada a la Palma de Oro en Cannes). Es, además, la primera colaboración entre el director y Beatriz Guido, su mujer, autora de la novela y también del guión. Se puede decir que La Casa del Ángel conduce la nueva ola del cine argentino por la forma de narrar la extraña relación entre una joven, casi una niña, y un político en plena carrera ascendente.



La cinta pertenece a la segunda etapa del realizador, donde su cine personal se puede desarrollar con libertad tras el derrocamiento del General Perón y la desaparición de la censura. Apoyándose en un largo flash-back, Leopoldo Torre Nilsson dirige una trama que se vuelve cada vez más oscura, y que desemboca en la muerte en vida de la pareja protagonista. El director alterna los puntos de vista de ambos personajes: desde la repentina madurez de la adolescente, narrada con una adecuada voz en off, a los problemas de conciencia del parlamentario. De esta forma, Torre Nilsson consigue una particular mezcla de melodrama y trama política; aunque con claro predominio del primero.

Correctamente interpretada por sus desdramatizados personajes, La Casa del Ángel refleja la dura educación católica, la corrupción política, y el falso romanticismo de una época decadente. Por encima de todo ello predomina, y dirige el drama, las consecuencias de la represión sexual en el seno de una aristocracia que vive sus últimos años de gloria. El realizador -cinéfilo- aprovecha secuencias del Águila Negra (The Eagle de Clarence Brown, 1925) para señalar el despertar de la pasión en la protagonista, que ve a Rodolfo Valentino como el símbolo de todo aquello que le es negado. Es esa escena la más destacada del largometraje, junto al enfrentamiento de la pareja y la reacción de ella ante el duelo final.

La muy personal realización del director argentino consigue dotar de una áurea buñueliana a la historia, pero sin ninguna concesión al humor negro del director aragonés. La cinta de Torre Nilsson también podría asociarse con el subyugante cine del primer Alain Resnais, donde objetos inanimados y personajes se combinan para formar parte de la historia. La secuencia inicial del flash back, con la tentación de la prima y la presencia de las estatuas censuradas, va en esa dirección. Igual que la amenazante y barroca casa del título. Su protagonismo se va agrandando conforme avanza el metraje y se descubre su pasado de violencia. Nada nuevo en el cine del director bonaerense donde las mansiones cobran vida gracias a los secretos que esconden (véase La Mano en la Trampa, 1961).


Y es que Torre Nilsson se repite cuando emplea actores de la talla de Elsa Daniel (en este caso se nos antoja algo mayor para el papel, pero excelente en todo caso) y Lautaro Murúa (cotizado actor y futuro director); cuando los hace partícipes de una puesta en escena estilizada gracias al punto de vista de su cámara; siempre inmersos en el mismo entorno de burguesía puritana agonizante, obsesión dramática de su compañera Beatriz Guido. Nosotros no podemos hacer otra cosa que dar las gracias por esa insistencia; es la que llena de calidad a filmes como La Casa del Ángel.


Ver Ficha de La Casa del Ángel.




jueves, 12 de agosto de 2010

CINE EN DVD: GIMME SHELTER (Albert y David Maysles, Charlotte Zwerin, 1970)

Hace poco más de una semana que la compañía Warner Home Video lanzaba una edición en DVD del famoso documental de los hermanos Maysles y de Charlotte Zwerin sobre la gira de los Rolling Stones en 1969. El disco contiene la película, el trailer, y el audio con comentarios de la cinta. Recordemos que el largometraje es más conocido por registrar los incidentes ocurridos durante el concierto en Altamont, donde un joven afroamericano fue cosido a puñaladas hasta la muerte, que por la gira de la banda en Estados Unidos. Sólo viendo el arranque, incluso antes de los créditos, se puede observar la intención de los directores cuando se oye en off una emisora de radio anunciando el crimen, y posteriormente una entrevista con uno de los guardias de seguridad, perteneciente a la banda Los Ángeles del Infierno, que justificaba lo ocurrido porque no estaba dispuesto a admitir que le "patearan las motos".



Es decir, todo lo registrado y montado en el documental anuncia la fatalidad de los hechos. Lo destacable de la cinta –que lo es, y mucho- es la forma en la que se ordenan las imágenes. La edición de los Maysles es su opinión acerca de las posibles causas que desembocaron en la tragedia. El tratamiento subjetivo de imágenes objetivas.

Y así organizan la película: primero la llegada de los Rolling a Nueva York, con Charlie Watts montado en una mula (fotografías que luego se usaron para el LP recopilatorio de la gira: “Get Yer Ya-Ya’s Out!”) con imágenes del recital en el Madison Square Garden donde Mick Jagger hace de las suyas coronado con un sombrero del tío Sam. Bajo las notas del Jumpin’ Jack Flash se desata la locura de los fans de la mítica banda.

Después de unas declaraciones de Jagger anunciando un concierto gratuito se suceden las secuencias de los preparativos. El desbordamiento de las previsiones sobre público y automóviles es objeto de la atenta mirada de los realizadores. Y de los propios miembros del grupo de rock que vemos como asisten a la edición de la película gracias a insertos espaciados. Parece que los hermanos Maysles querían tener la aprobación de los Rolling; y de paso mostrar su reacción al ver el montaje que habían preparado.


Una vez elegido Altamont (California) como el lugar del espectáculo (después de haber desechado El Golden Gate Park entre otros lugares debido a la poca garantía de seguridad y control que finalmente tampoco se obtuvo) y con sólo un día para montar el escenario y demás infraestructuras, las imágenes se vuelcan sobre el caos que comienza a ser patente cuando público y operarios se mezclan. Y cuando comienzan los primeros recitales. Todo apunta al desastre desde el momento en que la seguridad se pone en manos de la peligrosa banda de moteros Los Ángeles del Infierno. En su afán de despejar el escenario no dudan en apalear a los jóvenes que allí se agolpan, muchos de ellos bajo los efectos del alcohol y las drogas; y se masca la tragedia. Los primeros síntomas de que aquello no va bien lo sufren The Flying Burrito Brothers y, sobre todo, otra mítica banda: Jefferson Airplane, que ve como su propio vocalista, Marty Balin, es agredido por los Hell’s Angels.

Cuando los Rolling Stones hacen acto de presencia aquello ya no tiene mucha solución. Esas imágenes del último tercio de la cinta son impresionantes, con Mick Jagger intentando calmar a la gente y asistiendo a un asesinato en directo. Y viéndolo más tarde en la sala de montaje para comprobar que la victima tampoco era un santo (llevaba una pistola).


¿Y la música? La música, a pesar de todo, existe; y de la buena. Canciones de tres de los mejores discos de los Rolling acompañan a las imágenes de esta cara B de Woostock - su lado oscuro- como se le ha llamado. Ya en directo o en estudio suenan temas de "Beggars Banquet", "Let it Bleed" y "Sticky Fingers" – casi nada; el segundo vinilo es mi favorito, podemos oír de él la balada Love in Vain o el tema que da título al documental-. Respecto a los tres singles de "Sticky Fingers" (Brown Sugar, You gotta Move y la maravilla que es Wild Horses) resultan ser primicias en la película ya que el disco no aparecería en las tiendas hasta dos años después. No podemos pasar por alto la maldita canción del "Beggars Banquet": Simpathy for the Devil. Es el tema que erróneamente se ha asociado con las puñaladas mortales. De hecho el propio Jagger se lamenta de que siempre sucede algo cuando la cantan (estuvieron seis años sin tocarla después de Altamont). Sin embargo, fueron las primeras notas de Under my Thumb las que sonaban mientras se cometía el crimen, y eso que en el montaje final de la película el asesinato está desplazado al final de dicha canción. Si nos fijamos bien se verá a un cariacontecido Jagger cantando sin ganas ese emblemático tema.

Recapitulando. Albert y David Maysles más Charlotte Zwerin nos dicen con sus fotogramas que una banda mediática como los Rolling Stones, que atraen a cientos de miles de personas (muchas más de lo normal dado la gratuidad del recital) no pueden dar un concierto sin la mínima preparación previa; sin un lugar adecuado; y sin la seguridad pertinente. Si todo esto falla a la vez no es de extrañar lo ocurrido. En este sentido son muy elocuentes las escenas del final con la banda escapando literalmente en helicóptero, como si de una versión de Platoon se tratara; con unas imágenes apocalípticas donde el público parece deambular entre las tinieblas.

Nosotros no queremos terminar así; preferimos quedarnos con la música de la mejor banda de rock de todos los tiempos. Les dejo con unas de las pocas secuencias tranquilas de la película:


Ver Ficha de Gimme Shelter.

lunes, 9 de agosto de 2010

CINE Y TAPAS: SOUL KITCHEN (Fatih Akin, 2009)

Arranca una nueva sección en el blog, vuestro blog, dedicada a otra de nuestras aficiones favoritas: la gastronomía. Entendemos la degustación culinaria como una parte inseparable de la saludable costumbre de ir a ver una película. El ritual de cena y cine. O cine y cena; que el orden de los factores sólo altera el resultado del comentario mientras saboreamos las tapas de nuestros lugares favoritos. Los que nos conocen saben del sueño que ambicionamos: un restaurante temático, dedicado al séptimo arte; o una sala de cine con cocina incorporada, que es lo mismo. Mientras llega a hacerse realidad (nunca abandonaremos esa idea) podemos recrearla por escrito en estas líneas.

Se trata, por tanto, de comentar un filme que cuente con claras referencias a los fogones, y después recomendar alguno de mis bares o restaurantes preferidos. Inevitablemente, éstos se encontrarán en las calles de Sevilla, lugar desde el que os hablamos. Otra cosa no, pero buenos bares en la capital andaluza no faltan. Y cintas de este particular género tampoco hay pocas. Las podemos encontrar dentro del drama o la comedia, la fantasía o la animación, el crimen y el suspense. Obras tan importantes como Chocolat, El Festín de Babette, Tomates verdes fritos, Pollo al vinagre, Ratatouille o Como agua para chocolate, entre muchas otras, podrían ser objeto del debate en esta sección. Además el arte de la restauración está de moda entre los guiones originales de los últimos años. Nos alegramos que este tipo de películas compitan con los efectos especiales del actual panorama cinematográfico. Sabemos que en taquilla filmes como Julie y Julia, por ejemplo, jamás podrán alcanzar a los avatares y a las patrullas x. Pero a nosotros eso no nos importa. La calidad de las primeras, por lo general, superan a lo comercial de las segundas, casi más destinadas a las video consolas que al cine. Y podríamos hacer el chiste fácil de que con las cosas de comer no se juega.

Para comenzar esta sabrosa serie vamos a recurrir a una cinta de estreno, el último largometraje del director alemán de origen turco, Fatih Akin. El joven realizador, esta vez, ha recurrido a la comedia para seguir interesado en las relaciones interraciales, en la mezcla de culturas y en la realidad social; en este caso de un país, Alemania, que se encuentra al frente del imparable proceso que ha originado la inmigración.



La película se centra en Zinos, un cocinero griego que trata de sacar adelante su restaurante de comida rápida en Hamburgo. Soul Kitchen, que así se llama el local, es una especie de almacén abandonado y destartalado; un loft con inquilino incluido (el toque surrealista de Akin: un viejo lobo de mar que vive con su barco siempre en reparación y que no paga el alquiler).

Zinos –y el espectador- se pasan toda la cinta en vilo, resistiendo a las diversas amenazas de cierre de su negocio por parte de personajes y situaciones, a cada cual más hilarante. A saber: su novia, Nadine, una niña pija de familia millonaria que se va a Shanghai a trabajar y por la que Zinos estaría dispuesto a abandonarlo todo; su hermano Illias, presidiario con malas compañías, que le pide trabajo como tapadera para el tercer grado; Shayn, el cocinero que dará la vuelta al restaurante para convertirlo en un local de comida elaborada, aunque sea bajo la amenaza de su enorme cuchillo de carnicero; Thomas, un antiguo compañero de estudios, especulador inmobiliario que anda detrás del terreno, y empleará todas las malas artes posibles para obligar a que Zinos venda, el ejemplo ideal para hacer cierta la frase de “con amigos como ese nadie necesita enemigos”; Hacienda, Sanidad y demás elementos de la administración, tan hostiles como los anteriores; y Zinos, él mismo; y su espalda, motivo de las escenas más divertidas de toda la película, con las que muchos se sentirán identificados.



Con una trama in crescendo (las calamidades se van sumando hasta un final imposible de arreglar) Fatih Akin logra divertir al público. Lo hace gracias a estimular la mala conciencia del espectador que tiende a reírse de las desgracias de los demás. Cuanto más ridícula y aparatosa es la situación mejor aprovechamiento para la carcajada. Además se apoya en el guión autobiográfico de Adam Bousdoukos para arremeter contra la especulación inmobiliaria y la administración. En este sentido no es nada sutil cuando afirma con imágenes una conocida sentencia “nunca jodas a Hacienda o Hacienda te joderá a ti”.

Soul Kitchen es, por tanto, humor negro, slapstick y comedia de situaciones. Pero también un conjunto de apetecibles recetas. Allí se trocean berenjenas y calabacines, se mezcla nata con ralladuras de plantas afrodisíacas, y se emplatan las viandas con una exquisita presentación. Para aquel que no la haya visto, la película está servida, sólo queda degustarla.


Ver Ficha de Soul Kitchen.

Y ahora las tapas:

BAR BENITO (Serrano y Ortega, 16, Sevilla)

Situado en el popular barrio del Tiro Línea, es uno de mis habituales para las cenas de verano. Con terraza en la calle Almirante Topete se puede disfrutar de sus tapas basadas en la cocina tradicional. Mesas sin mantel, bar carente de lujos, pero una cocina excelente. Aquí se viene a saborear su comida no su decoración. Eso sí, un precioso azulejo de la Virgen de las Mercedes preside este local que data ya de más de medio siglo.

Para beber: una cerveza muy fría o un Ramón Bilbao bien servido; para comer, muchas y variadas viandas. Veamos: la Pavía de Bacalao tiene una merecida fama, no es de extrañar, nadie como ellos para freír ese rebozado tan bien hecho. Pero tampoco quedarán defraudados con la tapa de Pollo Frito; con los Pinchos de Langostinos, un plato con sabor a espetada portuguesa; o con los Riñones al Jerez. Aunque para mí la tapa estrella sigue siendo la de Huevas Fritas. Todas ellas a precios muy populares, que sorprenden al público no asiduo cuando comprueban cantidad y, sobre todo, calidad.

El Benito es un bar para charlar con los amigos - incluido el antiguo dueño (Benito) que no se resigna a abandonar a sus clientes- en la barra o en la terraza (se recomienda llegar pronto para asegurar la mesa), ambas repletas de gente del barrio o de cualquier parte de Sevilla, que son muchos los que se acercan expresamente a paladear sus propuestas clásicas.

Si el calor les da un respiro, y si les apetece la cocina de toda la vida, nos vemos en el Benito.


martes, 3 de agosto de 2010

MUNICH (Steven Spielberg, 2005)

De vuelta de unas vacaciones reparadoras seguimos con nuestra trilogía de reseñas sobre la obra de Steven Spielberg. Después del Soldado Ryan y de A.I., cerramos esta serie rescatando un artículo sobre Munich que hace tiempo publicamos en un periódico local; otra película discutida del realizador norteamericano.



"De la misma forma que existen fantasías sexuales -que tire la primera piedra al que no le haya ocurrido; yo confieso que tengo una repetitiva con Jessica Lange manchada de harina- existen fantasías cinéfilas (si es que pueden llamarse así). Les ruego que me permitan la siguiente: una tarde de copas con Steven Spielberg. Una charla con el director con motivo de haber visto recientemente Munich; cinta que acaba de salir en una nueva edición de DVD.

Después de pedir las copas, y romper el hielo con algún cotilleo, yo le daría la enhorabuena al realizador por haber conseguido salir del “pozo” donde se encontraba; y entonces entraría en materia. En primer lugar me interesaría por el aspecto técnico y resaltaría la estupenda labor de fotografía que tiene el filme: la luz con la que arranca la película va degenerando hasta volverse muy dura y extraña a medida que el propio protagonista se descompone, victima de la violencia, verdadero eje central de la historia. A continuación le preguntaría por la acertada elección del atrezzo: me gustaría comentar esa instantánea que coloca detrás de la actriz que encarna a Golda Meir (¡qué buena caracterización!) donde se ve a Richard Nixon riéndose con ganas. También pequeños detalles que realzan algunos personajes, como esa inmensa cantidad de sellos que aparecen en primer término en la mesa de un contable del Mossad. En ese mismo sentido, le diría que me pareció muy oportuno el final: el alegato contra la violencia, que es la entrevista del agente israelí y su jefe, conduce a una panorámica del skyline de Nueva York que sutilmente nos descubre las Torres Gemelas (por supuesto, aparecen gracias a efectos especiales), es cuando el plano se queda fijo, centrado en los rascacielos tristemente desaparecidos. Le diría a Steven, apurando la primera copa, que es cierto, que la violencia no es la solución a ningún problema, que situaciones como las de Munich y la respuesta dada por los judíos sólo han conducido a masacres como las del World Trade Center.

"¿Otra copa Steven? ¿Un dry martini?" Creo que sería el momento oportuno de hablar del famoso espíritu religioso que siempre anda presente en sus mejores obras -y ésta lo es-. La historia del propio protagonista, el agente Avner (estupendo Eric Bana), abandonado por su madre al nacer y elegido para "salvar" el honor judío después de la matanza de las olimpiadas, es una clara metáfora de la tradición bíblica. Así, un nuevo Moisés renace en la presencia del agente del servicio secreto para llevar a cabo una misión divina. Las continúas referencias a la religión en boca del quinteto de terroristas, y la redención final de Avner que encuentra "su tierra prometida” con su familia, son ejemplos de los temas que le interesan a Spielberg.

También me gustaría que me comentase cómo consigue ese crudo realismo en algunas secuencias, realismo que sólo él es capaz de obtener (véase La lista de Schlinder o Salvar al soldado Ryan, entre otras ). Destacan por su verismo las escenas de cama donde Eric Bana y su mujer embarazada sudan mientras hacen el amor, muy lejos de como nos suelen presentar a las estrellas de Hollywood en este tipo de situaciones, donde los actores prácticamente ni se despeinan; los planos documentales de algunas ciudades europeas, rodados en exteriores; o la autenticidad de la fría ejecución de la asesina profesional. En contraposición, también le diría que algunas tomas parecen extraídas directamente del story board, como las de la falsa persecución final con Avner llevando a su hija en brazos, o las de los tiroteos.

Por último, antes de despedirme, le diría que el efectivo truco de guionista, de ir contando a retales lo que ocurrió en la ciudad alemana en 1972, consigue su propósito de enganchar al espectador y que gracias a eso, a su buen hacer como director, siempre con el ritmo adecuado, y a la historia en sí, hace que no se note en absoluto la larga duración de la cinta.

En definitiva, parece que el "mago" Spielberg realizó una de sus obras mayores y por eso y porque siga ofreciéndonos de vez en cuando películas como ésta brindo por él: Por ti Steven."


Ver Ficha de Munich.




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