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lunes, 26 de septiembre de 2016

CINE FÓRUM: DOS O TRES COSAS QUE SÉ DE ELLA (2 ou 3 choses que je sais d'elle de Jean-Luc Godard, 1967)

Uno de los movimientos cinematográficos que más nos interesan y que no podía faltar en nuestra sección analítica es la Nouvelle Vague. No es la única vez que tratamos a un autor de dicho grupo (aquí se puede repasar la entrada sobre Claude Chabrol), aunque sí la primera en la que nos detenemos para hablar de la obra de quizás el director más polémico de la nueva ola francesa: Jean-Luc Godard.



El debate sobre el realizador, que lejos de haberse cerrado aún sigue dando que hablar, se mueve tanto por la sinceridad —o la falta de ella— y por la vigencia de su cine, como por el aspecto autocomplaciente y críptico que tanto irrita a algún sector de la crítica, el mismo que no duda en calificar a su obra como tendente a la boutade.

Aunque admitimos que gran parte del cine de Godard ha envejecido mal, sin embargo no dudamos de la intención rompedora del cineasta en sus primeros años, quizás la más radical y comprometida políticamente de su generación. Desde luego nadie podrá negar que Godard, junto a los Truffaut, Resnais, Rivette o Chabrol, tuvo en su haber el lograr darle frescura a un cine que se estaba agotando, y en sentar las bases del cine actual de calidad, un cine más ecléctico que mezcla la modernidad de autores como Godard con el clasicismo narrativo de siempre.



Dos o tres cosas que sé de ella es un buen ejemplo de aquellas primeras cintas de Godard donde primaba la descomposición del modelo institucional clásico impuesto por Hollywood. La no-trama de la cinta, el discurso de personajes/actores que mezclan realidad con ficción, el manejo arbitrario —no tanto— de cámara y encuadre, la susurrante voice over (la del propio Godard) y la intelectualidad de todo el conjunto configuran un modelo radicalmente opuesto a todo lo que se venía haciendo anteriormente.  

Sólo hay que fijarse en el arranque para darse cuenta de que algo estaba cambiando en el cine europeo: los primeros encuadres presentan a Marina Vlady, Godard habla de ella como la actriz que es, la describe con detalle y al final observa como gira la cabeza hacia un lado, pero "esa mirada no tiene importancia". Marina habla con el espectador y nombra a Bretch. A continuación el objetivo la sitúa en el lado contrario y ahora Godard la describe como Juliette, el personaje. La joven vuelve a mirar a otro lado, y Godard insiste en que ese movimiento no supone nada especial. En dos planos se resume perfectamente lo que Godard pretende: confundir realidad con ficción o, mejor dicho, desmontar lo poco de ficción que hay para que el espectador pueda reflexionar sobre lo que se dice, sobre las imágenes que ve, sin el artificio de dejarse llevar por la acción, por la “falsedad” del cine. La cita de Bretch no es gratuita.



A lo largo de la película la estructura clásica se difumina hasta desaparecer: así, un niño hace sus deberes, lee la redacción sobre el compañerismo, pero luego dispara a la cámara con una metralleta de juguete; Juliette lleva a su hijo a una guardería que en realidad es una casa de citas; Juliette engaña a su marido o se prostituye junto a su amiga, con la mayor de las indiferencias, una actividad más, como la de ir de compras o tomar un café; etc. Es decir, Godard destroza la narrativa acostumbrada basada en la presentación, el nudo y el desenlace y la sustituye por una agrupación premeditadamente inconexa de imágenes donde las ideas prevalecen sobre cualquier atisbo de argumento. Es una forma de diferenciar, de reivindicar, el nuevo cine revolucionario frente al clásico asociado a la burguesía. Todo es política en el cine de Godard.




Así plantea el filme en su conjunto, pero también en cada secuencia, como vamos a ver enseguida. En las escenas concebidas por Godard los personajes confunden diálogo con pensamientos, y la acción carece de continuidad y de relación con la dialéctica o con el discurso del narrador:



La secuencia que acabamos de ver sigue el mismo esquema que el resto de la película: Godard intercala planos generales de una ciudad, con escenas donde los personajes deambulan por el metraje sin ninguna razón aparente. La cinta, como se ha dicho, carece de estructura, desde luego nada que ver con la narrativa clásica de la que se aleja definitivamente tras un amago de argumento más o menos legible; algo que se puede resumir con el visionado de esta secuencia, que podría ser la primera o la última, o cualquiera de las escenas centrales, como si fuera una novela de Cortázar.

El arranque con las imágenes de unas obras públicas lo explica el propio director entre susurros y más adelante en boca de sus personajes (en la secuencia donde las dos amigas se prostituyen debaten acerca del significado de los elementos urbanos con respecto al observador que se relaciona con ellos).

A continuación, en la segunda parte de la secuencia, Juliette entra en un bar. Mientras camina habla para sí misma, y para nosotros, (dice que se considera indiferente ante la vida). Su discurso se confunde entre la realidad de la propia actriz y la ficción del personaje, ya sea en su relación con los demás o en pensamientos en alto. No sabemos a qué atenernos.

Sigue una parte más o menos normal: ella se sienta, saluda a su amiga e intercambian algunas palabras; luego, la cámara la acompaña cuando va a por tabaco. El espectador digamos que se “acomoda” con una escena que se desarrolla en condiciones habituales de narración. Es un espejismo. La cámara abandona a la actriz para pararse en una cliente de la barra. Godard quiebra por completo la narrativa cuando el personaje/actriz se vuelve hacia la cámara para contarnos su vida (¿la del personaje?, ¿la de la actriz?) que nada tiene que ver con Juliette, cuya voz en off oímos mientras pide el tabaco.

Se trata de que el espectador sienta que las imágenes son un artificio y reflexione sobre las ideas que aquí y allá va soltando el director. De nuevo el discurso bretchiano llevado a sus límites más extremos. La rotura de la narración no es gratuita, ahora hay que estar atentos.

En la última parte de la secuencia el realizador inserta un diálogo sin aparente importancia: vemos con dificultad a Juliette en contraluz —Godard insinúa que el personaje no es esencial, que cualquier cosa puede pasar, o no puede pasar nada…—, mientras Juliette se acerca a la maquina de música, se habla en off de los zapatos americanos, de que sirven para aplastar vietnamitas y sudamericanos; después Juliette habla con una pareja de las relaciones fallidas y de la guerra, todo como quien comenta la predicción meteorológica. Godard se sale con la suya.



lunes, 12 de enero de 2015

MAGIA A LA LUZ DE LA LUNA (Magic in the Moonlight de Woody Allen, 2014)

Tras el paréntesis de Blue Jasmine (muy bueno, por cierto), nuestro pequeño director de grandes gafas y cara de despistado vuelve a viajar a Francia -esta vez a la costa azul, pero de nuevo a los años veinte- para rodar su habitual película anual, si bien, en esta ocasión los resultados no nos han parecido tan atractivos como en su anterior aventura parisina.



Allen regresa con una comedia romántica, con una historia sencilla que se apoya en la lucha entre el escepticismo y la magia del amor, la que es capaz de transformar una vida insulsa y pesimista en algo que merece la pena ser vivido. Para llegar a una conclusión tan evidente, el realizador disfraza el conflicto con algo más divertido: un ilusionista famoso (Colin Firth; el escéptico) es animado a desenmascarar a una supuesta médium (Emma Stone; la que conseguirá enamorarlo) que opera en La Provenza francesa.

El argumento arranca de buen cariz dados los divertidos antecedentes en un cine, el de Allen, que se encuentran repleto de este tipo de personajes. Prestidigitadores, magos, hipnotizadores y toda clase de impostores son asiduos en los guiones del realizador y a veces, como es el caso, son el desencadenante de la trama principal (Scoop, Conocerás al hombre de tus sueños, La maldición del Escorpión de Jade, etc.).


Sin embargo, como si fuera uno de los trucos del protagonista, el planteamiento es sólo una ilusión cuando, finalizado el largometraje, comprobamos que el filme de Allen es el más flojo desde el desastre de Vicky Cristina Barcelona. Es cierto que deja mejor sabor de boca que la fallida cinta rodada en España, pero Magia a la luz de la luna tampoco aporta mucho a una filmografía repleta de buenos largometrajes. La culpa la tiene una trama sosa que no cumple con las expectativas, diríamos que simplona y previsible, que desarrolla mal la historia de amor y, lo que es peor, carente del sentido del humor, algo que suele ser el principal activo en los filmes del director neoyorquino.

Aunque tampoco se luce Allen especialmente desde el lado técnico (lo suyo no son los encuadres que quieren aprovechar el formato panorámico), sí destacamos un par de aciertos, uno general y otro más concreto, que nos recuerdan que nos encontramos ante una leyenda viva del celuloide. El primero se refiere a la agradable descripción de un pasado nostálgico que Allen piensa debió ser mejor (como una continuación de la citada Medianoche en París), subrayado por el colorido propio del artista que se encuentra en su etapa final (nos recuerda a Resnais o a algunos pintores); y la segunda tiene que ver con una escena que se desarrolla en el observatorio astronómico, es la que da título a la película y aunque no sea suficiente para salvar la película, sí que nos dice que el mejor Woody Allen sigue ahí; nosotros lo esperamos en su próxima cinta.



viernes, 14 de noviembre de 2014

AIMER, BOIRE ET CHANTER (Alain Resnais, 2014)

Esperábamos ver la última película de Alain Resnais más que nada para dar el último adiós al gran director de la legendaria Nouvelle Vague desde donde se debe hacerlo, desde la butaca del cine. Lo conseguimos aquí, en el festival de Sevilla de cine europeo y dentro de la sección Oficial:


Aimer, Boire et Chanter es una cinta muy característica del estilo que ha estado persiguiendo Resnais desde los años noventa, si bien, sabemos que no hay película igual a otra en la filmografía de este autor. Un filme muy apropiado para una despedida, aunque suponemos que no de forma premeditada ya que cuando el director falleció andaba detrás de su siguiente película.

La cinta es una comedia ligera que narra el cambio que supone en la vida de tres parejas el inminente fallecimiento de un amigo común: La triste noticia del cáncer de George Riley llega cuando su grupo de amigos se dispone a ensayar una obra de teatro amateur. Entre todos deciden que George puede formar parte del elenco con la intención de ayudarle a sobrellevar la tragedia. Con George en la función, la estabilidad en la vida del grupo comienza a tambalearse cuando las tres mujeres se pelean por estar con él. Todas tienen motivos para un encuentro sexual: una es su exmujer, otra es una antigua amante y la última es su pareja en la ficción.

Decimos que la película sigue, de alguna manera, lo iniciado en los noventa y en la década siguiente por Resnais con el díptico Smoking/No Smoking (1993) y con Coeurs (2006). Todas ellas, igual que Aimer, Boire et Chanter, adaptaciones de obras de teatro del escritor inglés Alan Ayckbourn -en este caso se trata de una versión de "Life of Riley"-; y todas interpretadas por la mujer del director, Sabine Azéma.



Como ocurría con el díptico del 93, Resnais se rodea de color en su puesta en escena, utiliza dibujos para las transiciones entre las secuencias y no disimula, en absoluto, la fuente teatral del argumento original; mucho más acentuado esto último, cuando los escenarios son modernos decorados de teatro. Un alarde brechtiano que continúa con el hecho de colocar una especie de rejilla de fondo en los primeros planos para aislar más al personaje; con la sobreactuación/declamación de los actores; y con el guión especular, todo para rendir un entrañable homenaje a las tablas. Da la impresión de que el director ha querido recordar el film d’art francés. Algo así como una personal vuelta a los orígenes para evocar aquel movimiento que consiguió elevar el cine a la categoría de arte cuando tan solo era un espectáculo de feria.

Si la forma de Aimer, Boire et Chanter es consecuente con Smoking/No Smoking, y es lo mejor del largometraje, el contenido y, sobre todo, el resultado es sensiblemente inferior. Una floja despedida de Resnais que no empaña para nada su brillante carrera, pero que de forma casual, insistimos, posee un argumento muy adecuado para poner fin a su obra: todo gira en torno a un hombre que se va a morir en breve y finaliza con una escena en el cementerio muy significativa.  





martes, 4 de noviembre de 2014

FESTIVAL DE CINE EUROPEO DE SEVILLA 2014

Parece mentira que haya transcurrido un año, pero aquí estamos de nuevo al pie del cañón, con la acreditación de prensa al cuello y el bolígrafo desenfundado para dar testimonio de lo que va a suceder en el festival de cine europeo de Sevilla. Un certamen que ya alcanza su undécima edición y que viene repleto de novedades.























Como suele ser habitual —siempre recomendamos a aquellos que se sientan apabullados por la diversa oferta del programa que hagan como nosotros— nos vamos a centrar, y nos haremos eco de ello, en dos de las secciones competitivas: La Sección Oficial y la Sección EFA (European Film Academy), o selección de las mejores películas que optan a los premios de la academia de cine europeo.

Con respecto a la primera, destacar de entre las veinte cintas que optan a llevarse el Giraldillo de Oro, la presencia de autores tan conocidos como el centenario Manoel de Oliveira, que de nuevo acude a su cita anual con la capital andaluza; Alain Resnais, del que podremos ver su obra póstuma, la comedia Aimer, boire et chanter, con nuestra querida Sabine Azéma al frente del reparto (nos acordamos de Smoking/NoSmoking, la mejor colaboración entre ambos, director y actriz, y nos viene la sonrisa); Manuel Gómez Pereira, que se adentra en el cine negro con La ignorancia de la sangre; Asia Argento, la hija del “terrorífico” Darío, que con una extensa carrera como actriz a sus espaldas se vuelve a colocar detrás de la cámara; Mike Leigh, con un biopic sobre William Turner, el famoso pintor británico; Jessica Hausner, que ya triunfara en esta plaza con Lourdes, o Andrey Zvyagintsev, que hiciera lo propio con Elena; y, por último, el gran favorito: Roy Andersson, el cineasta sueco flamante ganador en Venecia.

Sabine Azéma enfretándose a sus compañeras de rodaje

Si muy atractiva viene este año la Sección Oficial, no menos interesante es el resto del programa que nos tiene preparado la organización: siempre dentro de las secciones competitivas tenemos EURIMAGES, selección de filmes cofinanciados con fondos de la Unión Europea; Las Nuevas Olas y Las Nuevas Olas, no ficción que, como anuncia la organización, son “las miradas más refrescantes del panorama contemporáneo”; Resistencias, con el cine independiente español como protagonista; Europa Junior, para los más pequeños (acompañados de muchos mayores, que os estamos viendo); y Panorama Andaluz, competición de cortometrajes realizados en la comunidad.

De las secciones no competitivas, destacamos el ciclo Focus Europa: Austria, sobre el cine que viene de ese país; la retrospectiva, Tour/Detour, con largometrajes clásicos restaurados (los cinéfilos están de enhorabuena pues podrán ver con una calidad excelente películas tan buenas como La puerta del cielo, Mouchette, Pierrot Le Fou o The Innocents); y el ciclo sobre Heinz Emigholz, que hará las delicias de los aficionados a la arquitectura. Nos dejamos en el tintero muchas más opciones como la programación de documentales, cortometrajes, el cine para toda la familia, actividades de diversa índole como conferencias, recitales, etc., que completan la muy apetecible propuesta del certamen.

Para terminar, sólo desear que aquel que se acerque al festival disfrute con la extensa oferta y, sobre todo, que tenga suerte al elegir las películas ya que es imposible estar a todo. Para los que no puedan darse una vuelta por Sevilla, prometemos mantenerles al día con comentarios sobre los filmes a los que asistamos y con un resumen final del palmarés.
Programación del Festival.

Ver las pasadas ediciones: 
Festival de Cine Europeo de Sevilla 201320122011 y 2010 


domingo, 15 de agosto de 2010

LA CASA DEL ÁNGEL (Leopoldo Torre Nilsson, 1957)

Película importante del cine argentino, la responsable de que fuera conocida y apreciada en Europa la obra de Leopoldo Torre Nilsson (fue nominada a la Palma de Oro en Cannes). Es, además, la primera colaboración entre el director y Beatriz Guido, su mujer, autora de la novela y también del guión. Se puede decir que La Casa del Ángel conduce la nueva ola del cine argentino por la forma de narrar la extraña relación entre una joven, casi una niña, y un político en plena carrera ascendente.



La cinta pertenece a la segunda etapa del realizador, donde su cine personal se puede desarrollar con libertad tras el derrocamiento del General Perón y la desaparición de la censura. Apoyándose en un largo flash-back, Leopoldo Torre Nilsson dirige una trama que se vuelve cada vez más oscura, y que desemboca en la muerte en vida de la pareja protagonista. El director alterna los puntos de vista de ambos personajes: desde la repentina madurez de la adolescente, narrada con una adecuada voz en off, a los problemas de conciencia del parlamentario. De esta forma, Torre Nilsson consigue una particular mezcla de melodrama y trama política; aunque con claro predominio del primero.

Correctamente interpretada por sus desdramatizados personajes, La Casa del Ángel refleja la dura educación católica, la corrupción política, y el falso romanticismo de una época decadente. Por encima de todo ello predomina, y dirige el drama, las consecuencias de la represión sexual en el seno de una aristocracia que vive sus últimos años de gloria. El realizador -cinéfilo- aprovecha secuencias del Águila Negra (The Eagle de Clarence Brown, 1925) para señalar el despertar de la pasión en la protagonista, que ve a Rodolfo Valentino como el símbolo de todo aquello que le es negado. Es esa escena la más destacada del largometraje, junto al enfrentamiento de la pareja y la reacción de ella ante el duelo final.

La muy personal realización del director argentino consigue dotar de una áurea buñueliana a la historia, pero sin ninguna concesión al humor negro del director aragonés. La cinta de Torre Nilsson también podría asociarse con el subyugante cine del primer Alain Resnais, donde objetos inanimados y personajes se combinan para formar parte de la historia. La secuencia inicial del flash back, con la tentación de la prima y la presencia de las estatuas censuradas, va en esa dirección. Igual que la amenazante y barroca casa del título. Su protagonismo se va agrandando conforme avanza el metraje y se descubre su pasado de violencia. Nada nuevo en el cine del director bonaerense donde las mansiones cobran vida gracias a los secretos que esconden (véase La Mano en la Trampa, 1961).


Y es que Torre Nilsson se repite cuando emplea actores de la talla de Elsa Daniel (en este caso se nos antoja algo mayor para el papel, pero excelente en todo caso) y Lautaro Murúa (cotizado actor y futuro director); cuando los hace partícipes de una puesta en escena estilizada gracias al punto de vista de su cámara; siempre inmersos en el mismo entorno de burguesía puritana agonizante, obsesión dramática de su compañera Beatriz Guido. Nosotros no podemos hacer otra cosa que dar las gracias por esa insistencia; es la que llena de calidad a filmes como La Casa del Ángel.


Ver Ficha de La Casa del Ángel.




domingo, 7 de marzo de 2010

SMOKING / NO SMOKING (Alain Resnais, 1993)

Ya viene siendo habitual en el blog aprovechar la noche de los Oscar para apartarnos de la lucha de directores y productores (este año parece más una pelea entre divorciados) y recomendar otro tipo de cine menos comercial. Hoy traemos, no una, sino dos películas. Un díptico divertidísimo, otro punto de inflexión en la carrera de Alain Resnais, que consiguió un importante reconocimiento de la crítica, justo cuando su cine andaba algo bajo de tono (arrasó en los premios César del año 1994 y ganó el Oso de Plata en el festival de Berlín, entre otros importantes galardones).



Las dos cintas se basan en la obra de teatro de Alan Ayckbourn, "Intimate Exchanges", (Resnais volvió a adaptar a Ayckbourn en 2006, con su película Coeurs; y también recurrió a la misma pareja de actores: Sabine Azema y Pierre Arditi) que narra, una y otra vez, distintas versiones de una misma historia: en un pueblo costero inglés un matrimonio de clase media, Celia y Toby, viven su vida familiar; la primera con ansiedad, y el segundo con desgana. Para ellos trabajan Sylvie y Lionel, criada y jardinero, ambos a punto de casarse. Por otro lado Toby tiene problemas con el alcohol y su puesto como director del colegio peligra. Sólo su amigo Miles le defiende ante el resto de profesores y en especial ante la rígida y solterona señorita Pridworthy. Con la intervención de otros personajes como la madre de Celia, el padre de Lionel (poeta del pueblo) o la "ligera" Rowena, esposa de Miles, Resnais va tejiendo un peculiar argumento donde las opciones por las que se decantan unos y otros van a conducir la historia por distintos caminos, todos sorprendentes, pero igualmente divertidos.

Cada versión de la trama se encuentra dividida por tres capítulos separados en el tiempo: el presente, unos días más tarde y cinco años después. La división anunciada por viñetas cómicas, estilo Hergé, presenta lo ocurrido en la historia a partir de la resolución que toma algún personaje. Es curioso que el arranque de las dos películas sólo difiere en la decisión que toma Celia de fumarse un cigarrillo o no hacerlo, de ahí el título elegido por Resnais.

Con un claro tono de comedia (aunque el drama planea sobre todos ellos) el director aborda este viaje al futuro - y regreso al pasado- donde el destino es tan variable como lo son las actitudes de los personajes. Donde una frase dicha en un momento determinado condiciona el resto de la vida, no sólo del que la ha pronunciado, sino de todo el que forma parte de su entorno cercano.

Un aliciente para ver la película es el excelente trabajo de Sabine Azema (mujer de Resnais) y Pierre Arditi. Ambos actores se hacen cargo -¡ellos solos!- de casi una decena de personajes (todos los que intervienen en la historia). Por supuesto es la habilidad del director, con la gestión de la puesta en escena y la maestría en el montaje, el que resuelve el problema para que el reto interpretativo no afecte a la trama y la historia fluya lo más natural posible.

Smoking/No Smoking, aunque muy alejado de los filmes iniciales de Alain Resnais, como Hiroshima Mon Amour o El Año Pasado en Marieband, sigue manteniendo ese tono experimental que siempre han tenido sus mejores películas. Es esa continua renovación la que propicia que su cine tenga la frescura del principiante; un debutante con una larguísima carrera a sus espaldas. Un joven de casi noventa años.


Ver Ficha de Smoking/No Smoking.

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