Súper 8, se ha dicho hasta la saciedad, se trata de un ejercicio nostálgico destinado a recuperar el espíritu de aquellas excelentes películas de los años ochenta. Es un homenaje de Abrams a su jefe Spielberg —será pelota el tío— con constantes idas y venidas a varias de sus obras, ya sean dirigidas, escritas o producidas por el afamado realizador. Encuentros en la tercera fase, E.T. (la más evidente), Los Goonies, etc. vuelven a la pantalla —y a nuestra mente— para intentar hacernos cómplices del largometraje de Abrams y, de esta forma, aprobar la iniciativa. Sin embargo, no queremos entrar en el juego —aunque sea difícil resistirse— de este tramposo revival.
No lo hacemos desde el hartazgo de la falta de ideas que imperan el cine actual. Estamos cansados de que nos la intenten meter una y otra vez. Lo siento, pero queremos cosas nuevas. Lo reclamamos desde nuestro legítimo derecho, el que nos da nuestra posición de espectador que paga la entrada religiosamente. Para recurrir a los clásicos ya tenemos nuestras vías (gracias a Dios, si no nuestra afición estaría en grave riesgo de perecer).
Y es que la historia del “marciano” que quiere volver a su casa, del ejército/gobierno que quiere impedirlo y de los niños que andan por medio, ya está muy vista, al menos por nuestra generación; y ojo, hablamos como pertenecientes a ella, otros espectadores de otras edades que no hayan visto las películas de referencia pueden tener su punto de vista positivo, y si lo tienen es un tanto en el casillero del tándem Spielberg-Abrams y no tendríamos nada que decir al respecto.
Nosotros a lo nuestro: si no cuela la trama principal, menos aún las secundarias. Encima con el agravante de que los puntos de giros se encuentran muy mal disimulados en el académico guión, demasiado subrayados. La historia de la pandilla estereotipada (el gordito, el locuelo, el guapo protagonista, etc.) que acude a la amistad para alejarse de los problemas que tienen dentro de sus familias (Cuenta Conmigo, ¿recuerdan?) está demasiado trillada a estas alturas.
¿Podemos salvar algo de este deja vu, donde hasta la guarida del extraterrestre se parece a la de Alien? Sí, podemos. Hay algo que nos resulta especialmente atractivo dentro del empeño de Abrams de recordar al "mago". Curiosamente, su aproximación menos costosa en términos de presupuesto: la recreación del rodaje de películas caseras con una cámara de súper 8. Ahí consigue emocionarnos el director. Nos decantamos por esas secuencias, las de la filmación de un corto de zombies, una sesión de maquillaje, o una chica ensayando una escena de amor (estaremos atentos a la carrera de Elle Fanning). No son sólo homenajes a la infancia del propio Spielberg, son también un reconocimiento a la profesión, al propio cine en general. Por eso queremos terminar con una recomendación: si no se han cansando del refrito antes de tiempo, quédense a ver los créditos.
Ver Ficha de Súper 8.