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domingo, 9 de octubre de 2022

EL AUTOREMAKE EN EL CINE. CAPÍTULO V (XI)

Según Errol Flynn, su participación en Objetivo: Birmania no se limitó a la interpretación, también propuso ideas tan interesantes como imponer el silencio en algunas escenas para conseguir mantener la tensión. Con una banda sonora integrada en la trama por el prestigioso Franz Waxman, los periodos sin música resultan aún más expresivos, algo que sería imitado más adelante en películas como La colina de los diablos de acero (Men in War de Anthony Mann, 1957). Una técnica que es particularmente adecuada en la secuencia del asalto a la aldea donde sólo se oyen los ruidos de la selva, mientras los soldados se comunican con gestos para acabar con unos japoneses que limpian pescado (5.25).

Si Flynn habla con orgullo de su colaboración en la película, no así de la acogida del largometraje en el Reino Unido. La polémica desatada por la usurpación del mérito en la campaña birmana por los estadounidenses, en perjuicio de los británicos y de las muchas vidas que perdieron allí los soldados de su majestad, se centró en ataques al propio Errol Flynn. Alguno tan duro como el de la viñeta del Daily Mirror en la que se veía al actor pisando la tumba de un militar inglés. La cinta fue prohibida en las islas y sólo se pudo ver a partir de 1952 tras incorporar un mensaje final a modo de disculpa (5.26).

Con Errol Flynn como protagonista absoluto, y sin mujeres en el reparto, el resto de caracteres son adjudicados a secundarios tan conocidos como James Brown, George Tobias, Mark Stevens o William Prince. Este último se quejaba de Flynn, decía que “le robaba las líneas de diálogo siempre que podía”, y recordaba las consignas de Walsh en el rodaje para conseguir el realismo: “All right, boys. No Hamlets in the jungle” (Moss 2011, p. 2448). Para presentar a los actores, Walsh aprovecha la secuencia en la que el sargento (Brown) va pasando la orden de reunión de uno en uno. De nuevo el director hace uso de la premonición cuando inserta una escena de unos soldados lanzando un cuchillo, ensayando algo que luego harán contra el enemigo (5.27 y 5.28).

Mención especial merece la presencia de Henry Hull (que ya participó en High Sierra y Colorado Territory). El versátil actor era capaz de ser igual de efectivo como experimentado general de aviación, en Fighter Squadron, que como patoso periodista en Objetivo: Birmania. Su personaje, el corresponsal Williams, es uno de los más interesantes del filme por distintas circunstancias. En primer lugar, porque es un amago de narrador: Walsh emplea su voice over en el arranque de la cinta, cuando el pelotón aguarda en el avión el momento de lanzarse sobre la zona de operaciones. Un recurso audiovisual que no volverá a repetir, quizás para no darle mayor protagonismo al personaje e integrarlo en el pelotón, o también para no caer en la trampa de falsear la trama ya que el supuesto narrador muere en el último tercio de la película. 

En segundo lugar, el director utiliza al periodista para infiltrar en la película el punto de vista de un civil; en realidad el punto de vista del propio espectador. El público, a través de los ojos de Williams, sufre las penurias de la misión, se agota, siente miedo y es testigo de los horrores del conflicto (5.29). Por último, el reportero espera que su artículo (5.30) contribuya de alguna manera a ayudar a ganar la guerra, a que el pueblo sepa cómo se comportan los soldados en la batalla, algo que también espera el propio Walsh —y Errol Flynn— con su trabajo en la película. En ese sentido, el punto de vista del personaje también es el del propio realizador.

A ese indudable tono propagandístico que reina en la película se le une el característico sello trágico de Walsh: El director deja que el drama se apodere de la cinta progresivamente, a través de la evolución de los personajes, pero también de las imágenes. El optimismo del inicio, con la inclusión de las pocas concesiones al humor que Walsh permite en el largometraje, continúa con la rápida y limpia operación de la estación de radar, sin ninguna victima norteamericana, y con el uso de la banda sonora y encuadres convencionales. A partir de ahí, con el desengaño producido por la fallida evacuación, arranca el deambular del pelotón por la selva birmana. Los encuadres comienzan a ser más barrocos, la iluminación rebaja su tono y los personajes se desesperan. Walsh utiliza de nuevo el paisaje como elemento dramático para reflejar la angustia de la guerra y lo desplazado del americano de su entorno natural. El vadear de los ríos ya no es tan fácil como al principio y el agua cada vez les llega más al cuello (5.31 en el primer tercio, en comparación con 5.32 casi al final) 

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sábado, 11 de junio de 2022

EL AUTOREMAKE EN EL CINE. CAPÍTULO V (IX)

5.2. Nada de hamlets en la jungla.

5.2.1. Objetivo: Birmania (Objective, Burma! de Raoul Walsh, 1945).

 Raoul Walsh se mostró muy eficaz en todos los géneros, y si bien brilló especialmente en el western y en los policíacos, también en las películas de aventuras y en las bélicas ofreció obras importantes. Como sucedió con parte de sus cintas del oeste, algunos de los filmes de guerra realizados por Walsh pertenecen más al género de aventuras que al bélico; al menos la trilogía protagonizada por Errol Flynn entre 1942 y 1944,[1] una serie de producciones de propaganda a favor de los aliados y centradas en la guerra que se estaba librando en Europa. 

Con su siguiente película, Objetivo: Birmania, Walsh no sólo cambió de teatro de operaciones, sino que inició una evolución —y revolución— en el género, en cierto modo un regreso a la parte más cruda de su éxito mudo, What Price Glory? (1926), y al de otras cintas pacifistas posteriores a la Gran Guerra. Se puede decir, con la perspectiva que dan los años, que Objetivo: Birmania fue un anticipo de las últimas películas bélicas de Walsh, un enlace entre la citada trilogía de los cuarenta y sus dos cintas críticas de los cincuenta: Más allá de las lágrimas (Battle Cry, 1955) y, sobre todo, Los desnudos y los muertos (The Naked and the Dead, 1958).

Aunque se diferencie de sus tres filmes contemporáneos, lo cierto es que Objective, Burma! también nació con el propósito de aumentar la moral de los estadounidenses en lo que quedaba de guerra. La “niña mimada” de Jerry Wald, como la llamaba el propio Flynn (2003, p.291), pronto se convirtió en la producción estrella de la Warner. Wald, guionista de la empresa, fue ascendiendo de categoría hasta la de productor de estudio, y en 1944, ya sin Hal Wallis,[2] era el activo más importante de la compañía. 

Wald consiguió hasta ocho localizaciones distintas para otras tantas ambientaciones que simulaban con realismo la selva birmana.[3] Además, se hizo con un asesor de lujo: el mayor Watkins.[4] Un héroe de guerra británico que había participado en la campaña de Birmania y que había sido herido de gravedad en ella. También se dejó aconsejar por Walsh que, en esta ocasión, participó activamente en la producción colaborando con Wald en el guion. Ambos, productor y director, se unieron al equipo formado por los escritores Ranald MacDougall y Lester Cole[5] para elaborar el cuidado texto de Objetivo: Birmania:

 El capitán Nelson (Errol Flynn) y su compañía de paracaidistas se lanzan detrás de las líneas enemigas en Birmania para destruir una estación de radar que posibilite la posterior invasión de los aliados. Al grupo de Nelson se le une Williams (Henry Hull), un periodista veterano que quiere dar testimonio de lo que ocurre en la selva. Todo sucede como estaba planeado: destruyen las instalaciones y acaban con la guarnición japonesa. La cosa se complica cuando son sorprendidos por el enemigo en el punto de reunión previsto para ser recogidos por los aviones. Nelson ordena abortar la evacuación y divide sus fuerzas para tener más oportunidades de llegar a salvo al siguiente punto de reunión. Mientras el pelotón de Nelson llega al rendez-vous, el otro grupo, liderado por el teniente Jacobs (William Prince), es torturado y aniquilado por los japoneses. Nelson recibe la orden de seguir a pie hasta la base por la imposibilidad de la recogida en una jungla infestada de fuerzas del bando contrario. Diezmados por un enemigo que se esconde detrás de cada árbol, de cada arbusto, en cada aldea, y agobiados por las altas temperaturas, la humedad, las enfermedades y los insectos, los pocos supervivientes consiguen llegar a un punto del mapa en el que les han ordenado esperar. Allí, atrincherados en la cima de una colina y tras una angustiosa batalla nocturna, descubren, al alba, el motivo de tal orden: acaba de comenzar la invasión de Birmania. Los japoneses son rechazados por el ejército y Nelson y sus hombres por fin rescatados.

La historia original en la que se basa el guion fue obra de Alvah Bessie, pero no fue la única fuente de inspiración. Las hazañas del pelotón del capitán Nelson se apoyan en hechos reales como la incursión de los Merrill’s Marauders;[6] la operación “Loincloth” de los Winget’s Riders o Chindits en 1943;[7] e incluso epopeyas tan antiguas como las de los Roger´s Rangers, que originó el argumento de la película Paso al Noroeste (Northwest Passage de King Vidor, 1940), esto último reconocido por el propio Jerry Wald.



[1] Nos referimos a Jornada desesperada (Desperate Journey, 1942), Northern Pursuit (1943) y Uncertain Glory (1944). Aunque también habría que tener en cuenta la colaboración de Walsh en Acción en el Atlántico Norte (Action in the North Atlantic de Lloyd Bacon, 1943), protagonizada por Humphrey Bogart.

[2] Hal Wallis abandonó la Warner después de la humillación en la noche de los Óscar de 1944 cuando Jack Warner se apropió de su premio a la mejor producción por Casablanca.

[3] Los exteriores se rodaron en las afueras de Los Ángeles, en el rancho de Santa Anita, en Whittier Park, en el rancho Providencia en Glendale, en los jardines Busch, en el County Arboretum, en el jardín botánico de Los Ángeles y en el rancho Warner de Calabasas.

[4] Así se llamaba el asesor militar según Errol Flynn (2003, p.291), aunque en los créditos figure un tal Mayor M.H. Whyte del 8º ejército británico en la India.

[5] Resulta paradójico que tras el patriótico guion, un par de años después, el escritor Lester Cole fuese incluido en la famosa lista de los diez de Holly­wood, en la caza de brujas del Comité de Actividades Antiamericanas.

[6] Un hecho histórico que dio pie a otra película bélica que se desarrollaba en Birmania detrás de las líneas japonesas: Invasión en Birmania (Merrill’s Marauders de Samuel Fuller, 1962). Los famosos Merrill’s Marauders son nombrados en la introducción documental de Objetivo: Birmania.

[7] Fuerza británica de operaciones especiales compuesta de guerrilleros birmanos, soldados ingleses y los temibles gurkhas. En Objetivo: Birmania, en el pelotón de Nelson, hay dos soldados que representan a los Chindits: un guerrillero nativo y un gurkha, una especie de homenaje de Walsh a la operación “Loincloth”.





domingo, 23 de enero de 2022

EL AUTOREMAKE EN EL CINE. CAPÍTULO V (VI)

5.1.2. Juntos hasta la muerte (Colorado Territory de Raoul Walsh, 1949).

 Si hubo un estudio especializado en remakes en la década de los cuarenta ese fue la Warner Brothers. Respaldados por antiguos éxitos de taquilla y obligados por la reducción de costes, los productores de la compañía solían encomendarse a viejas historias que habían dado resultado en el pasado.[1] En este ambiente de continuo revival participaban directores como Raoul Walsh, que solo querían trabajar y que se sentían parte del sistema de producción. No es de extrañar, por tanto, que el realizador aceptara el encargo de volver a filmar su éxito de 1941, La Pelirroja (Strawberry Blonde) pero en clave musical. La cinta se tituló One Sunday Afternoon (1948),[2] pero no consiguió, ni de lejos, igualar a su antecesora. La historia, muy querida por Walsh,[3] le permitía recrear el ambiente de su infancia, con el que tanto soñaba, y, sobre todo, recordar a su madre.

Si en la decisión de filmar One Sunday Afternoon no participó Walsh, no ocurrió lo mismo con Juntos hasta la muerte: Tras rodar Fighter Squadron (1948), película en la que debutaba un joven actor llamado Rock Hudson, Walsh estuvo a punto de implicarse en Montana.[4] Después de dirigir algunas escenas de acción, el cineasta abandonó la producción, pero no el deseo de realizar un western.

Walsh, habituado, como decimos, a la política de repetición sistemática del estudio se planteó volver a El último refugio, pero cambiando el género. Aprovechando que Jack Warner no hacía otra cosa que rechazar guiones, que  “estaba atascado, sin tener claro cuál sería el siguiente lanzamiento”, le propuso la idea y éste le contestó: “De acuerdo, empiezas mañana” (Moss 2011, p.283). 

Sin dudar de que las cosas sucediesen de esa forma, hay un hecho que pudo ser definitivo para que Warner tomara la decisión: ese mismo año, el estudio ya había probado con éxito la fórmula propuesta por Walsh de transformar una trama policíaca en una película del oeste. Nos referimos a South of St. Louis (Ray Enright, 1949), un western que retomaba la historia de gánsteres de Walsh, Los violentos años veinte (1939), y que también contaba con el protagonismo de Joel McCrea y Dorothy Malone. 

Demasiados puntos en común entre South of St. Louis y Juntos hasta la muerte para que en la determinación de filmar la segunda no hubiese intervenido la experiencia de la primera (de hecho, el primer título que se barajó para el remake de High Sierra fue el de North of the Rio Grande, sospechosamente parecido al del largometraje de Enright). Lo que no está claro es si Walsh también se dejó influenciar por South of St. Louis o si la propia historia de El último refugio, con un final tan afín a las películas del oeste, fue suficiente para sugerir el cambio de género.

En cualquier caso, la trama de Colorado Territory, que así se llamó definitivamente el remake (aquí se tituló Juntos hasta la muerte), es esencialmente la misma que la de El último refugio. John Twist y Edmund H. North fueron los encargados de reescribir el guion de Huston y Burnett para adaptarlo al nuevo género: El gánster Roy Earle se convierte ahora en el pistolero Wes McQueen (Joel McCrea). McQueen sale de la cárcel para dar el último golpe antes de retirarse. Se trata de un robo planeado por su viejo amigo Dave que se está muriendo. Para llevar a cabo el trabajo, Wes se alía con Duke y Reno, dos bandidos que se pelean por la mestiza Colorado (Virginia Mayo). Al tiempo que prepara el robo, Wes se enamora de Julie Anne (Dorothy Malone) la hija del colono Fred Winslow (Henry Hull).[5] Tanto el golpe como Julie Anne se tuercen. Wes huye con el botín y con Colorado hasta que los agentes de la ley los acorralan y acribillan en los aledaños de un poblado fantasma.

Como vemos, el argumento de Juntos hasta la muerte es calcado al del filme original. Digamos que el esqueleto, el armazón por el que se sustenta la cinta, es el de El último refugio, mientras que las diferencias se encuentran en el relleno.

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[1] Aparte de las cintas dirigidas por Raoul Walsh, hay multitud de ejemplos: Castle on the Hudson (1940) es un remake de Veinte mil años en Sing Sing (1932), Escape to the Desert (1945) es una versión de El bosque petrificado (1936), The Unfaithful (1947) repite la historia de La Carta (1940), etcétera.

[2] Ambos filmes, La Pelirroja y One Sunday Afternoon, se basan en la obra de teatro de James Hagan y son sendos remakes de La mujer preferida (One Sunday Afternoon de Stephen Roberts, 1933). Las dos películas de Walsh reúnen, por tanto, las condiciones para haber sido abordadas en el presente ensayo, sin embargo hemos preferido obviarlas al alejarse de la temática (películas de itinerario y de acción)  que relacionan a las cuatro cintas objeto de análisis en este capítulo.

[3] Walsh solía decir que La Pelirroja era su película preferida.

[4] Montana la finalizó Ray Enright y no se estrenó hasta 1950.

[5] Henry Hull, el veterano secundario, repite colaboración con Walsh, si bien, en Juntos hasta la muerte hace de colono y en El último refugio de doctor. Luego veremos que también actuó en Objetivo: Birmania.




sábado, 5 de junio de 2021

EL AUTOREMAKE EN EL CINE. CAPÍTULO V (III)

La colaboración entre Huston y Burnett, impuesta por Muni, fue una bendición. Ambos escribieron un guion que conservaba el espíritu de los personajes del autor, algo que raramente ocurría con las cintas adaptadas de los libros de Burnett: siempre solían dar más importancia a la acción que a la descripción de caracteres. La trama de High Sierra, aquí titulada El último refugio, arranca con la puesta en libertad de Roy Earle (Humphrey Bogart) que sale de prisión gracias a la intercesión de Big Mac, un antiguo compañero que se encuentra muy enfermo. Roy desea vivir tranquilo, pero se siente en deuda con Mac y acepta un último trabajo antes de retirarse: deberá robar unas joyas de un hotel cerca de Mount Whitney.[1] 


El atraco lo tendrá que planear y ejecutar junto a Red (Arthur Kennedy) y Babe (Alan Curtis), dos jóvenes inexpertos, y Marie (Ida Lupino), la mujer por la que ambos se pelean. Roy pone orden en la banda mientras se enamora de Velma (Joan Leslie), una joven minusválida, perteneciente a una familia de granjeros, que ha conocido en el viaje desde la prisión al lugar del atraco. Roy paga la operación que hará que Velma se reponga de su dolencia, pero también provocará su rechazo al ser ésta mucho más joven que él y verse libre para entablar una relación con alguien de su edad. Llega el día del atraco y todo sale mal: en un enfrentamiento con la policía, mueren los dos sicarios; Big Mac también fallece, y con él la posibilidad de vender las joyas. Roy decide huir con el botín hacia las montañas. En el viaje, Marie y Roy se dan cuenta que están hechos el uno para el otro, pero ya es demasiado tarde, la policía les sigue la pista. Al final, la pareja se separa y los agentes de la ley terminan acorralando y matando a Roy en la sierra.

  

Figura 5.1

El argumento de El último refugio se basa ligeramente en la vida del legendario bandido John Dillinger, al que Burnett cambia por Roy Earle —en la cinta, Doc (Henry Hull) conversa con Roy (véase figura 5.1) y llega a decirle que corre hacia la muerte como Dillinger. Roy es un gánster de la vieja escuela que al salir de la cárcel se encuentra totalmente desplazado en un mundo que ha cambiado sensiblemente. Los tiempos de la ley seca, del hampa organizada, ya han pasado y ahora sólo quedan los criminales que actúan de forma independiente como lobos solitarios (“perro rabioso” es el mote que los periodistas adjudican a Earle), que sólo persiguen dar un gran golpe y retirarse de una comunidad que los rechaza. El pesimismo prebélico —“correr hacia la muerte”— presente en otras cinematografías (en especial la francesa) aflora aquí con espontaneidad bajo la batuta de Raoul Walsh, que según algunos autores (Moss 2011) se enfrenta a su película de mayor riesgo por lo profundo de los caracteres. Un director al que se le ha tachado de simple, de no meterse en complicaciones a la hora de tratar a los personajes, en High Sierra hace gala de una habilidad muy presente en su filmografía —rebatimos a sus críticos— en el retrato de alguien tan complejo como Roy Earle. 


El expresidiario lo primero que hace al salir de la cárcel es pasear por el parque. Earle desea ver jugar a los niños y oler la hierba. En una emotiva secuencia, se detiene en el lugar donde nació y habla con un niño acerca del mejor sitio para pescar (fig. 5.2). Walsh sitúa a Roy conversando con su trasunto del pasado, con un pequeño que, de paso, también podría ser el propio director en su niñez. Para Marilyn Moss, el gánster era un personaje muy estimado por el cineasta porque igual que Walsh “recuerda una infancia que pasó hace tiempo y a la que idealiza” (2011, p.194). Añoranza que lleva a Roy a entablar amistad con unos emigrantes que se encuentra en la carretera —en un incidente con una liebre que casi les cuesta la vida (fig. 5.3), claro guiño al siniestro que sufrió el propio Walsh, por el que perdió el ojo derecho y, por tanto, otro signo más de empatía con el personaje. Por la misma razón, la atracción que siente Roy por la joven Velma sólo se explica desde el deseo que tiene el bandido de cambiar de vida y volver a los orígenes.[2]

 

Pero la realidad es bien distinta: Earle se halla metido de lleno en un trabajo oscuro, con unos compañeros deleznables a los que trata con desprecio y dureza. De ahí que Walsh no deje que las citadas secuencias caigan en el sentimentalismo. Ni siquiera llegan a rozarlo porque antes el director ejerce de aguafiestas: así, al final de la escena bucólica del parque, un periódico muestra la noticia de la salida de Earle de la cárcel; también, después de hablar Earle con el niño, alguien reconoce al exconvicto; o Velma, después de recobrar su salud, se aparta de Roy sin demasiados remordimientos.[3] Como bien apunta Ricardo Aldarondo (2008, p.173), la hierba que Roy tanto de­sea se convierte en roca desnuda al final de la película (fig. 5.4 y 5.5).

La ambigüedad y dualidad del carácter de Earle se refleja en todos los aspectos de la película. La fotografía en blanco y negro cobra todo su valor expresivo: el vestuario de Earle, de oscuro sobre blanco va en ese sentido; también el cabello negro sobre canas es adecuado y además sirve para subrayar el carácter crepuscular de la cinta cuando el protagonista es un gánster cansado de su oficio, que se lamenta de que los buenos tiempos hayan pasado. La ambivalencia del gánster-con-el-lado-bueno provoca que la película se aleje del maniqueísmo habitual de los años treinta y se introduzca de lleno en el cine negro.

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[1] Mount Whitney es la cima más elevada de Estados Unidos con 4.420 metros de altura.

[2] La rehabilitación de los que han llevado una mala vida es un elemento presente en el cine de Walsh desde el principio. Pensemos en la citada Regeneration, aún muy lejos del cine negro por su mensaje cristiano, por la muerte de la protagonista para salvar el alma del gánster. También en la primera versión de Sadie Thompson, donde Gloria Swanson se ve obligada por el reformista Lionel Barrymore a cambiar de actitud; o, incluso, en Klondike Annie (1936), parodia al servicio de Mae West donde la célebre actriz cómica escribe sus propias líneas de diálogo en una cinta que comienza como amante en ambientes exóticos, como prostituta de lujo, para terminar como hermana en una misión del ejército de salvación.

[3] El rechazo de Velma era mucho más crudo en el guión original, pero Burnett al final tuvo que ceder ante Hellinger que no quería un castigo tan duro al personaje interpretado por Bogart. Algo resentido, William Burnett llegó a opinar que le gustaba más el libreto del remake que hizo Stuart Heisler en 1955: I Died a Thousand Times, con Jack Palance y Shelley Winters; si bien, el escritor reconoció que High Sierra era mejor visualmente porque “Raoul Walsh did a hell of a job (hizo un trabajo increíble)” (Burnett citado en Moss 2011, p.197). Para Nöel Simsolo, el remake de Heisler posee una “negrura romántica menos cautivadora que el original, pero con una sequedad distante que salva el proyecto de caer en una copia vulgar” (2007, p.329).




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