En Objetivo: Birmania, la jungla se
convierte en el verdadero enemigo y la guerra entre japoneses y americanos
pierde su sentido cuando no se comprenden las órdenes, cuando de lo único que
se trata es de llegar a un punto determinado en el mapa sin saber por qué. Así,
la batalla entre dos bandos se transforma en una lucha entre hombres y
naturaleza donde lo único que importa es sobrevivir. Pasado el ecuador del
metraje, el filme se vuelve tan oscuro como anclado el capitán Nelson en el aislamiento
que le confiere su condición de jefe. El personaje se une a la larga lista de
héroes trágicos y solitarios de Walsh, mientras que la película se reafirma
como otra cinta más de itinerario del director; acaso la más representativa de
todas ellas. Si en High Sierra y Colorado Territory, el héroe transita
desde la cárcel hasta la muerte, con un entorno paisajístico que subraya la
tragedia, en Objective, Burma! —y en Distant Drums, como luego veremos— los
personajes penetran en una región prohibida de la que intentan salir; dan
vueltas y más vueltas en un lugar cerrado, en un entorno que les agobia como si
de una moderna Ilíada se tratase. En el cine de Walsh se cumple, por tanto, lo
que afirma Raymond Queneau: “toda gran obra es, o bien una Ilíada, o bien una
Odisea” (citado en Vanoye 1996, p. 37).[1]
En esta tragedia shakesperiana[2] en la que finalmente se transforma la cinta, dos son las secuencias que destacan, ambas muy bien fotografiadas por James Wong Howe. A pesar de las diferencias que Walsh y Howe tuvieron durante el rodaje, el resultado de la batalla final, más propio de una cinta de terror, y la escena de la muerte del teniente Jacobs, son dos genialidades de ambos cineastas. Howe experimenta con la fotografía en ambientes de poca luz y consigue deformar las expresiones de los rostros de los militares que esperan aterrorizados la llegada de los japoneses (5.33). Por su parte, Walsh rueda con acierto encuadres generales de los soldados cavando las trincheras como si de sus propias tumbas se tratase (5.35), o gestiona primeros planos de los actores que muestran temor, ansiedad, o sufrimiento, que se debaten, como el capitán Nelson, entre matar al teniente Jacobs para que no sufra o dejarle morir. En esta secuencia clave, que desata la ira de Williams hasta rozar la locura —y que remite a la escena crucial de What Price Glory?—, Walsh no muestra el cuerpo de Jacobs y deja que el espectador se imagine horribles mutilaciones. Una sutileza que parece extraída de las mejores cintas de miedo donde lo implícito, lo que se sugiere, es más terrible que lo explícito (5.34).
La invasión de los aliados en la secuencia final libera al pelotón —y al espectador de la tensión— y despoja la película de su manto trágico. Sin embargo, Walsh se resiste a dejar las cosas así: en uno de los últimos planos, Nelson ofrece a su superior las chapas de identificación de los caídos (5.36). Sus palabras son amargas, “aquí está el precio de la misión, no mucho en realidad, sólo un puñado de norteamericanos”. La crítica del director anticipa su cinta más cruda sobre la guerra, Los desnudos y los muertos,[3] y distorsiona con toda la intención el mensaje patriótico. La conclusión de Objetivo: Birmania siembra de dudas al espectador que, en 1945, ya no necesitaba de falsas propagandas a favor de la guerra más cruel que haya existido nunca.
Leer el capítulo desde el inicio.
[1] Todas
las obras bélicas de Walsh, a excepción de las más hawksianas como What Price
Glory? o Fighter Squadron, son
Ilíadas. En Los desnudos y los muertos
es muy clara la simbología al desarrollarse también en la jungla, pero no lo es
menos en el resto de cintas: en Jornada
desesperada los héroes dan vueltas dentro de las líneas enemigas, en Northern Pursuit se pierden en un
paisaje nevado tan hostil como la jungla, y en Urcentain Glory son acosados por los ciudadanos de un pueblo
francés y también recorren un camino hacia la muerte, con la duda de si deben
entregarse o no.
[2] Walsh
era un admirador de la obra del dramaturgo inglés. Una de sus frases favoritas
era: “todo hombre tiene muchos papeles en su vida”, algo que se puede aplicar
tanto al director como a sus personajes (citado en Scorsese 2001, p. 33). En
sus filmes bélicos hay referencias explícitas a Shakespeare como en Más allá de las lágrimas donde uno de
los protagonistas lee Hamlet.
[3] Los desnudos y los muertos parece un
ajuste de cuentas de Walsh con respecto a sus películas bélicas anteriores. La
parte final, la operación de inteligencia, es casi un remake de Objetivo: Birmania,
sólo que el mensaje de la lucha por la supervivencia es mucho más nítido cuando
los soldados se quedan sin mandos y actúan sólo por instinto. También la
desmitificación del héroe es máxima: el sargento al frente del pelotón asesina
a los prisioneros y se dedica a robar a los muertos, mientras el general que
lidera las fuerzas norteamericanas actúa sólo por el placer que otorga el
poder.
Alejada de los actos heróicos, la narración se apoya más en lo anecdótico de lo que Walsh sabe sacar todo el partido para acercarnos a una guerra cruel en un entorno agobiante y peligroso.
ResponderEliminarY había gente que decía que Raoul Walsh era un simple artesano. Esta película desmiente tal afirmación cuando el director, como bien dices, lleva la acción a donde el pretende en todo momento.
EliminarHola Ethan!
ResponderEliminarVolví a verla hace poco a raíz de una entrada en tu blog, sigue siendo una película magnifica, no ha perdido, al contrario, el tiempo la engrandece.
Espero que estés del todo recuperado.
Saludos y feliz semana!
Es verdad que el tiempo no ha maltratado en absoluto a la película: se sigue viendo con mucho interés.
EliminarGracias, ya estoy recuperado del todo.
¡Saludos!
Hola, Ethan! Espero que estés completamente recuperado del Covid.
ResponderEliminarLa escena en que los soldados entran en la cabaña y oímos al teniente Jacobs: "¡No me mire! Me han destrozado". Es espeluznante precisamente porque no muestra nada.
Acabo de ver una película bélica magnífica "Men in War" de Anthony Mann. De les escasas -comparadas con la Segunda Guerra Mundial y Vietnam- sobre la guerra de Corea. Es otra película de "patrulla perdida" inolvidable. Robert Ryan y Aldo Ray están soberbios.
Saludos!
Borgo.
Estoy totalmente recuperado, gracias.
EliminarEsa escena de la muerte del teniente Jacobs está muy conseguida gracias al terror implícito y a la fotografía de Howe.
La película de Mann es muy buena. En su día publiqué una reseña que empezaba con la frase del arranque de la cinta: "Contarme la historia de un soldado raso y os contaré la historia de todas las guerras".
Precisamente hoy acabo de ver otra buena película de Mann con los mismos protagonistas, Robert Ryan y Aldo Ray: "God's Little Acre".
Saludos!
La recuerdo como una buena e interesante película bélica.
ResponderEliminarMe alegro de que todo vaya bien.
Feliz 2023.
Un abrazo.
En mi opinión, "Objetivo: Birmania" estaría en el top 5 de las películas bélicas.
EliminarAbrazos.
Sin duda, una obra maestra. Tengo pendiente comentarla en mi blog algún día.
ResponderEliminarSaludos.
De acuerdo contigo, Juan, una obra maestra incontestable. Me gustará leer tu opinión cuando la comentes.
EliminarSaludos.
Leo esto y me es inevitable pensar en lo que se está "viviendo" hoy en día en Ucrania
ResponderEliminarPues sí, es verdad, desgraciadamente la ficción nunca llega a ser tan terrible como la dura realidad.
EliminarEstimado, en esta ocasión me alegra leer sobre una película que me impactó mucho y he visto varias veces y ahora leyendo tú reseña me alegra saber que estaba en lo cierto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Yo la primera vez que la vi fue a temprana edad y, desde luego, que me impactó por el realismo que desprendía.
EliminarAbrazos.
Muy buen capítulo la guerra y la crueldad humana van más allá de la ficción . Te mando un beso.
ResponderEliminar¡Bienvenida, J. P.! Tienes razón, en aquella época (la película se estrenó en febrero de 1945), todavía quedaban seis meses de guerra contra el Japón, aún estaba por llegar la bomba atómica.
EliminarAbrazos.
Ha quedado muy bien descrita en el post. Por supuesto que estamos ante un soberbio, enérgico ejemplo de cine bélico que sobrepasa las premisas de un coyuntural panfleto propagandístico (dado el momento en que se rodó), para alcanzar cotas de angustioso realismo e intensidad dramática merced, sobre todo, al vigoroso talento narrativo de Raoul Walsh capaz, con sus imágenes, de superar las posibilidades de cualquier guión que cayera en sus manos. Resulta inevitable mencionar a otro grande del cine bélico, Sam Fuller, y esa película hermana de la que aquí se comenta, INVASIÓN EN BIRMANIA (Merrill's Marauders, 1962). Impresionantes ambas.
ResponderEliminarMuy cierto lo que dices de Walsh cuando mejoraba todo lo que caía en sus manos. En especial después de su etapa por la Warner. Cuando los guiones flojeaban, él sacaba petróleo, los hacía suyos, y creaba una cinta, como poco, interesante.
EliminarMuy buena también esa película de Fuller, de nuevo en Birmania, bien visto.