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jueves, 18 de junio de 2009

SILENCIO SE... GRABA (Semana del 19 al 25 de junio de 2009

Con el verano llamando a las puertas de la calurosa primavera de estos últimos días presentamos la siguiente tabla de recomendaciones. En ella destacan, entre otras, el drama de Ettore Scola; el excelente biopic de Maurice Pialat; la adaptación teatral de Laurence Olivier; el surrealismo de Buñuel; los western de Anthony Mann, John Sturges, Delmer Daves y Henry King; las películas negras de Fritz Lang, Rene Clement, John Huston y Jacques Tourneur; y las obras maestras del cine mudo, de Pabst y Robert Wiene.

Pinchar en la tabla para verla mejor (las películas en rojo no son necesariamente las mejores, son las que se comentan más abajo)

Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:

Ser o No Ser (To Be or Not to Be de Ernst Lubitsch, 1942). Carole Lombard, Jack Benny. (Veo TV, sábado 20 a las 22:00)

Esta comedia sólo puede definirse como obra maestra. Una gran película con Ernst Lubitsch en plena forma; el director se atreve a meterse con los nazis en la época de su mayor dominio (Chaplin también lo hizo dos años antes con El Gran Dictador).

Una compañía de teatro polaca, que representa a Skakespeare, se ve envuelta en la guerra cuando intenta ayudar a la resistencia con un peculiar montaje “teatral”. El dueño (Joseph Tura) y su mujer (María Tura) dirigen la troupe y también la conspiración. Lubitsch, que no se conforma con la trama bélica, insiste en su toque personal e incluye en la historia los flirteos de María con un joven militar aliado. Esto añade tensión –y carcajadas- a la acción cuando Joseph Tura se preocupa más de los posibles cuernos que de la ocupación alemana.

El filme se divide en secuencias muy bien delimitadas, como actos de una obra de teatro. Sobresalen aquellas en las que Joseph Tura (Jack Benny) se hace pasar por espía alemán; y la larga escena final, con un clímax muy recordado, donde hasta el propio Hitler tiene su papel.


El reparto acompaña a Lubitsch en su parodia: con Robert Stack casi debutando, y Jack Benny especialmente motivado, es Carole Lombard la que destaca por encima de todos. La Reina de la comedia, a la sazón mujer del otro “Rey”, Clark Gable, está sencillamente magnífica. La excelente actriz nunca pudo ver la película en pantalla, murió en un accidente de aviación antes del estreno; se puede decir que en acto de servicio, ya que volvía de un tour para vender bonos de guerra.

Pero si los actores están a la altura, el apartado técnico es casi mejor: Miklos Rozsa en la partitura, Rudolph Maté con la fotografía y Vincent Korda en los decorados y, quien lo duda -aunque Lubitsch también aparecía en los créditos como productor-, Alexander Korda llevando las riendas del proyecto.

Mel Brooks hizo un remake en 1983, muy, muy lejos del original.



Sinfonía de la Vida (Our Town de Sam Wood, 1940). William Holden, Martha Scott. (Canal 300, domingo 21 a las 04:10 y lunes 22 a las 05:30)

Drama que narra la vida en una pequeña ciudad de New Hampshire a comienzos del siglo XX. La cinta de Sam Wood es una notable adaptación de la célebre obra de teatro de Thornton Wilder, ganadora del premio Pulitzer. El propio escritor sufrió lo suyo para llevar su creación a la gran pantalla. Sólo tras varios meses de trabajo con el productor Sol Lesser, y con algunas variaciones –todas consentidas por Wilder-, el proyecto pudo llevarse a cabo. Con Wood al mando, ocupándose de los actores, y William Cameron Menzies llevando la parte visual, la película estuvo a punto de hacerse con seis oscar.

El metraje se reparte en tres actos, todos narrados por el farmacéutico de Grover’s Corner, el pueblo donde casi no sucede nada especial, pero que quiere representar los valores tradicionales americanos. El arranque, y la descripción de la villa por parte del presentador, propician la inclusión de la película en el subgénero del melodrama coral donde un pueblo o una calle son el personaje principal. Es el microcosmos donde se desarrolla una historia que bien podría haber pasado en cualquier lugar. Precisamente en el cine español abundan ejemplos de esta circunstancia cinematográfica lo que provoca que la visión de Our Town, hoy en día, resulte tan familiar. En este caso dos clanes (los Webb y los Gibbs), que pronto formarán uno solo cuando dos de sus hijos se casen, son los que llevan el peso de la historia.


Nadie mejor que Sam Wood para dirigir este drama tan conservador. El realizador –tachado con frecuencia de reaccionario- era un buen artesano que supo dar lo mejor de sí mismo en este tipo de productos. Los primeros minutos son espectaculares: el plano secuencia en el plató, que acompaña a los créditos, es seguido de la presentación de la ciudad que se transforma hasta el tiempo en el que se inicia la historia; y después viene lo mejor, con la introducción de las dos familias a base de transiciones tan sutiles como las de un gato que persigue al lechero, o los pasos de una de las hijas que se mezclan con los de las gallinas y polluelos en la granja. Todo esto se adorna con algunos contrapicados y con la excelente utilización del objetivo en tres niveles (en primer término un objeto difuminado, en el segundo nivel el personaje que el director destaca, y en el tercero el motivo que da continuidad a la acción, el lechero por ejemplo, o uno de los niños que acude a desayunar). Hay que pensar que esta manera de rodar tan estilizada tuvo lugar antes de esa revolución que fue Ciudadano Kane.

Sin quitarle mérito a su trabajo es cierto que Wood tuvo una serie de ventajas para que el largometraje funcionara tan bien: parte del elenco de actores ya habían representado la obra en Broadway; y luego estaba la inestimable ayuda de William Cameron Menzies, al que se le puede atribuir la brillante resolución de ciertas secuencias complicadas, como las del tercer acto, donde son fantasmas los que llevan la acción.

La historia funciona y casi todos los actores están creíbles (muy bien Martha Scott, pero sobre todo los secundarios, con Thomas Mitchell y Guy Kibbee a la cabeza, aunque chirríe algo el protagonista, un jovencísimo –casi irreconocible- William Holden); pero lo que apreciamos más son esos veinte primeros minutos, que de haber tenido continuidad probablemente hoy estaríamos hablando de una obra maestra.



El Cabo del Terror (Cape Fear de J. Lee Thompson, 1962). Gregory Peck, Robert Mitchum. (Canal Sur 2, domingo 21 a las 22:00)

La novela "The executioners", de John D. Macdonald, ha sido llevada a la pantalla en dos ocasiones: la primera de la mano de J. Lee Thompson, de forma impecable y es la que vamos a comentar; la segunda dirigida por Martin Scorsese en 1991, bastante interesante, pero, en mi opinión, inferior al original… leer más.

lunes, 23 de junio de 2008

LA JUNGLA DE ASFALTO (The Asphalt Jungle de John Huston, 1950)

John Huston. El creador de La Reina de África o Dublineses tuvo una de las carreras más brillantes de Hollywood. Si bien es cierto que realizó algunas cintas que más vale olvidar –por razones alimenticias y para pagar a sus esposas, como él mismo decía-, la mayoría son obras maestras y merecen recordarse como tales. Hoy vamos a comentar una de las mejores: La jungla de asfalto.



El filme marcó una época y fue copiado hasta la saciedad. Se trata de la adaptación de una novela de W.R. Burnett sobre el atraco a una joyería. El propio Huston, junto con Ben Madow, escribió el guión y, para no apartarse del relato original, las consultas con el autor fueron continuas. No era la primera vez que el director se basaba en una obra de Burnett. Anteriormente, en su etapa de guionista, ya había adaptado El último refugio de Raoul Walsh.

Todo lo que intentó Huston en esta muestra del cine negro le salió bien. Quería realismo. Lo obtuvo; muy cercano al que en ese momento se experimentaba en Italia, pero salpicado de expresionismo, dada la negrura del filme. En efecto, en el arranque, las calles de la ciudad parecen desiertas, cubiertas de una densa neblina que deforman su aspecto. Parece que sólo delincuentes y policías habitan en esta particular “jungla de asfalto”. Y es que esos son los personajes que le interesan a Huston.


Una vez delimitada la población destinataria de la historia, entonces sí aparece el realismo con toda su fuerza: los componentes de la banda hablan de sus problemas personales, de la enfermedad de un hijo o de la vida cotidiana de cada uno. Es un anticipo de lo que haría cuatro décadas después Quentin Tarantino. En el mismo sentido, la corrupción toma protagonismo y se vuelve habitual. Aparece en el despacho de un abogado -Louis Calhern, el perfecto cínico-, pero también en la comisaría de policía.


Huston quería el mejor casting. Lo consiguió. Debe ser una de las películas con mayor calidad en el apartado de secundarios. Prácticamente todos lo son. Si exceptuamos a Sterling Hayden y Jean Hagen -que tampoco son verdaderos protagonistas- el resto de la banda tiene un rol de apoyo. La sinergia que provoca su actuación le confiere al largometraje la categoría de obra maestra. Pero también por separado su aportación es digna de mencionar. Así, Sam Jaffe –Doc, el “cerebro” de la banda- hace su mejor papel; reconocido con diversos premios, entre ellos la copa Volpi del festival de Venecia y la nominación al oscar.

Marilyn Monroe fue otra de las beneficiadas. Todo cambió en su vida a partir del personaje de La jungla de asfalto. Huston dijo de ella -en sus memorias- que paso con éxito la prueba de casting porque era “ condenadamente buena”. En dicha prueba la actriz tenía que hacer una escena en un sofá. Ella propuso hacerlo en el suelo. Huston aceptó y se quedó maravillado.

A pesar de constituir un cambio significativo en la obra de Huston, La jungla de asfalto contiene el mensaje que tanto obsesionaba al realizador: la riqueza, el dinero y las demás aspiraciones materiales finalmente desaparecen por culpa de las debilidades humanas. Es un elemento que la une con películas tan dispares –y tan buenas- como El halcón maltés, El tesoro de Sierra Madre o El Hombre que pudo reinar.

La cinta contiene muchos más elementos para analizar: el final bucólico; la obsesión por las mujeres del jefe de la banda -una de las debilidades de las que hablábamos-; la historia de amor entre Jean Hagen y Sterling Hayden; la banda sonora de Miklos Rozsa, etc. Imposible tratarlos todos en estas líneas. Sólo me resta proponer el mejor homenaje que se le puede realizar a John Huston y a su obra: ver, y disfrutar de La jungla de asfalto.


Ver Ficha de La Jungla de Asfalto.

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