domingo, 20 de abril de 2025

EL NAVEGANTE (The Navigator de Buster Keaton y Donald Crisp, 1924)

A partir de 1923 y hasta su fichaje por la Metro, Buster Keaton realizó las doce películas que le permitieron entrar en la leyenda. Cintas estructuradas de forma inteligente, repletas de secuencias bien planificadas donde la condición atlética de Buster lograba que saliera bien parado de situaciones harto complicadas. Entre aquellas películas, en la cima de ellas, se sitúa El navegante, cuya trama no puede ser más disparatada:













Se ha declarado la “insignificante” guerra entre dos pequeños y lejanos países. Uno de los gobiernos ha comprado el buque de carga “Navigator” mientras el otro quiere impedir que el enemigo lo pueda utilizar. Los conspiradores sueltan las estachas y el barco queda a la deriva únicamente con dos pasajeros a bordo: Betsy (Kathryn McGuire) y Rollo (Buster Keaton). A la mañana siguiente ambos recorren el barco, pero se dan cuenta de que están solos. Los primeros días son horribles, no saben nada de navegación, ni de ninguna cosa, ya que a ambos les sobra el dinero y nunca han tenido que trabajar... 

En El Navegante, Keaton le da un matiz nuevo a su personajillo cuando lo viste de multimillonario, de joven rico que jamás ha hecho nada por sí mismo. Su vecina, Betsy, es otra “niña bien” que tampoco ha dado, nunca mejor dicho, un palo al agua. Tras una serie de mal entendidos ambos serán los únicos pasajeros y tripulantes de un barco a la deriva, “The Navigator”.

Como en los mejores filmes del humorista, el mercante, los elementos del atrezo y el decorado en general interaccionan con el personaje proporcionando la materia de la acción. Los conflictos de Buster con objetos y máquinas que no domina, o con la naturaleza hostil (en este caso con el océano, pero también con el viento y la lluvia) son la causa del conjunto de los muy bien conectados y excelentes gags. Con el agravante de que, en esta ocasión, a la habitual condición patosa del protagonista se le une lo perdido que se encuentra el señorito sin nadie que le sirva o cuide de él.

Sin duda, lo más divertido vendrá cuando el total desconocimiento de la pareja en casi todo, y en especial en lo referente a la navegación, les haga ser más atrevidos de lo normal, con el peligro —y las risas— que eso conlleva. “La ignorancia es la felicidad”, reza uno de los intertítulos de la película que resume la trama a la perfección. Sin que nadie les oriente, el aprendizaje por intuición de Rollo finalmente le acerca al surrealismo cuando no entiende lo diferente que es el medio acuático con respecto al terrestre. 

En la secuencia submarina, el buzo se coloca la escafandra con un cigarrillo en la boca, lía un hatillo con las herramientas, prepara un letrero de “peligro, hombres trabajando” y se lleva el almuerzo como si de un albañil se tratase. Bajo el agua, Keaton utiliza un cubo para lavarse las manos, usa una langosta para cortar un cable, y se sirve de un pez espada para luchar contra otro en un duelo de mosqueteros. 

Y todo esto sin inmutarse. Su seriedad era el sello del artista —su contrato le obligaba a no sonreír nunca en las películas ni en público—; para la crítica, El navegante es uno de los filmes importantes de Buster Keaton. Para el propio humorista era el mejor; y eso es decir mucho. 

 

El post es un extracto corregido para la ocasión del capítulo dedicado a El Navegante en mi libro: CINE Y NAVEGACIÓN. Los 7 mares en 70 películas






lunes, 7 de abril de 2025

EL AUTOREMAKE EN EL CINE. CAPÍTULO III (VIII)

Ese afán por finalizar todas las subtramas es otro punto negativo de Un Gangster para un Milagro. Y por explicarlas hasta la saciedad, por repetir frases aclaratorias que en su redundancia terminan por cansar. La buena suerte de las manzanas en boca de uno y otro personaje, la presencia física del cónsul español[1] o la referencia explícita al cuento de la Cenicienta por parte del mayordomo, son claros ejemplos de la preocupación por dejar todo bien claro y mascado al público. Da la impresión de que Capra había olvidado aquella idea de que la audiencia era suficientemente inteligente como para suplir con su imaginación la falta de información. 

 

Por las subtramas innecesarias y por el diálogo reiterativo, la sutileza y el ingenio conseguidos en Dama por un día se pierden con su actualización, pero también por el cambio en personajes como el citado mayordomo. Interpretado por el veterano secundario, Edward Everett Horton, abandona su hiriente parquedad de la versión original para obtener mayor protagonismo. Su complicidad con el Juez (Thomas Mitchell) (3.15), en lo que parece la reunión de dos viejos amigos de la gran pantalla,[2] hace que ambos pierdan su gracia como personajes individuales, en especial el criado que en la cinta de 1933 se mantenía en un segundo término y sólo destacaba cuando lanzaba algunas de las frases más ingeniosas del guion de Riskin, como aquella en la que resu­mía su personalidad: “si tuviera que batirme con usted, elegiría la oratoria como arma”. La frase se la lanzaba a Happy, la mano derecha de Dandi, interpretado en 1961 por Peter Falk. El actor, conocido más tarde por su serie de televisión Colombo (Columbo, 1971-2003), es uno de los pocos que se salvan del extenso reparto. Falk hace un Happy[3] más sobreactuado que el de Ned Sparks, también con demasiada presencia, pero que esta vez se agradece al resultar tan gracioso o más que su antecesor. 

La razón que explica tales cambios (el mayor protagonismo de los actores que oscurece la labor del guionista) es la misma que motivó el uso del technicolor, el excelso vestuario,[4] la inclusión de un número musical en la trama (el de la debutante Ann Margret) (3.16), o el rodaje en formato panorámico: todo para ganar la lucha de medios frente a la competencia televisiva al ofrecer mejores prestaciones.

Tampoco la puesta en escena y el manejo de la cámara destacan en Un Gangster para un Milagro. Los movimientos del objetivo ya no persiguen la misma finalidad dramática que en la versión original. Si nos ceñimos a lo apuntado en el epígrafe anterior, veremos que el punto de giro se mantiene en la visita de los mendigos a Dandi, pero ahora es un contrapicado nada espectacular el que lo subraya (compárese 3.17 con 3.8); en el mismo sentido, se pierde el efecto de suspense en la ejecución de los dos travelling protagonizados por May Robson en Lady for a Day. De hecho, en el remake, el primero se convierte en una panorámica y el último, el más trágico, simplemente desaparece.

Sólo cuando Capra rueda como Capra, cuando mantiene el ritmo de la primera cinta y respeta el guión de Riskin, consigue transmitir sensaciones parecidas a las de Dama por un día. Así, la secuencia dramática de Annie escribiendo a su hija, o la simpática escena de la banda de Dandi ensayando para la recepción, ambas calcadas a las originales, son de lo mejor del filme. También lo es una novedad con respecto al primer largometraje: la escena en la que Annie se viste para la gala y se mira al espejo (3.18). Bette Davis no reconoce su imagen reflejada y tiene que volver a coger su cesta de manzanas y gritar “¡manzanas, manzanas!”. Capra utiliza el espejo para desdoblar al personaje en sus dos vertientes, la real y la imaginaria. 


 

A pesar de algunas escenas tan notables como ésta, para la mayoría de críticos no hay duda de que la película no mejora al original. Capra, sin embargo, mantuvo por un tiempo su preferencia por Pocketful of Miracles, quizás para promocionarla. Las malas lenguas aseguran que incluso se mostró reticente a la hora de sacar a la luz el único negativo que quedaba de Lady for a Day para impedir la comparación entre las dos versiones,[5] para evitar que el público se diera cuenta de que la más reciente era mucho peor (McBride 2011). Sea como fuere, una vez retirado de la profesión, en su etapa de conferenciante y de comentarista de sus propias películas, el propio Capra reconoció, en las citadas entrevistas con Schickel, por lo que tuvo que pasar para realizar el remake:

  Un Gangster para un Milagro no funcionó, me vi excluido del negocio porque me negué a que los actores supervisaran mi trabajo, a dejarles que me dijeran cómo hacer una película. Así de simple. Me alegré de dejar de trabajar”.


Continuará...

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[1] En la versión doblada al castellano, tanto el conde español, como su hijo, el prometido de Louise, y el cónsul, son de nacionalidad italiana.

[2] Para Thomas Mitchell, otro de los secundarios con más experiencia de Hollywood, Un Gangster para un Milagro significó su despedida del cine: murió al año siguiente.

[3] Aquí se llama “Joy” y en la versión española “Alegre”. La actuación de Peter Falk se considera de las mejores de su carrera: consiguió por esta película su segunda nominación al Óscar. Un papel, el de Joy, que es una parodia del realizado un año antes cuando recibió la primera nominación por el gánster de El Sindicato del Crimen (Murder, Inc. de Burt Balaban y Stuart Rosenberg, 1960).

[4] La película consiguió otras dos nominaciones a los Óscar en las categorías de mejor diseño de vestuario y mejor canción original: “Pocketful of Miracles”, letra de Sammy Cahn y música de Jimmy Van Heusen.

[5] El original se quemó en un incendio, Capra mantenía una copia en su poder que fue la que se utilizó en certámenes y retrospectivas.





domingo, 23 de marzo de 2025

2 X 1: "LA PASIÓN SEGÚN BERENICE" y "MARÍA DE MI CORAZÓN" (Jaime Humberto Hermosillo)

La pasión según Berenice (1976) 

En los años sesenta, como sucede en el resto del mundo, el cine mexicano sufre un cambio fundamental con la aparición del cine independiente o cine de autor. Entre directores como Cazals, Ripstein o Fons, sobresale Jaime Humberto Hermosillo. De su interesante filmografía, vamos a hablar de dos películas que rodó en la segunda mitad de la década de los setenta: 

En La pasión según Berenice, la primera de ellas, la mujer del título (Martha Navarro) desde que se queda viuda se dedica a cuidar a su anciana madrina enferma. Cuando el doctor que atiende a la paciente muere, tanto Berenice como su madrina quedan prendadas del hijo del finado, el también médico Rodrigo (Pedro Armendáriz Jr.). La atracción que surge entre Berenice y Rodrigo es el centro de atención de la película. 

La cinta se estructura en largas secuencias con diálogos entre los dos protagonistas cortados, a veces en seco, por frases de ella como: «preferiría acostarme con usted antes que tutearle» o «la amistad y el amor son sentimientos pequeños, mezquinos, el más importante es el odio». 

Hermosillo presenta a Berenice como una mujer desconcertante de la que no sabemos nunca lo que piensa en realidad. Marcada con una cicatriz en la mejilla, de Berenice tampoco se conoce su verdadera historia. Si la que le cuenta a Rodrigo es la verdad o hay que atenerse a lo que dicen los rumores: que cuida a su madrina porque ella la acogió cuando Berenice se quedó huérfana; que lo hace porque espera heredar su fortuna; o que está con ella porque la anciana tiene pruebas de que Berenice es una asesina que mató a su marido. 

El Claude Chabrol mexicano, como a mí me gusta llamar a Hermosillo, debido a su cine personal, siempre con ciertos toques de humor, y con personajes femeninos tan inquietantes como Berenice, rueda secuencias perturbadoras con planos detalle de las manos cuando entran en contacto, o frases rompedoras de la aparente normalidad, que aumentan la tensión del ambiente. Atmósfera cargada que desemboca en un final espectacular.  


María de mi corazón (1979) 

Tres años más tarde de rodar La pasión según Berenice, Jaime Humberto Hermosillo realiza María de mi corazón, otro retrato femenino tan inquietante o más que el anterior:

Héctor (Héctor Bonilla) es un ladrón que se encuentra con un antiguo amor, la María del título (María Rojo), que lo dejó abandonado. Ella, a su vez, ha sido plantada en el altar, y sigue ejerciendo de maga con un espectáculo ambulante. Los dos vuelven a enamorarse, se casan y juntos hacen las representaciones de magia, hasta que María un día se queda tirada en la carretera con su furgoneta que no arranca. Para pedir ayuda, se sube en un autobús, que resulta ser el transporte de un manicomio. Una vez en el centro sanitario, quiere hablar por teléfono para pedir una grúa, pero la confunden con una de las enfermas… 

Estupendo guion escrito nada menos que por Gabriel García Márquez (que también actúa como extra), partiendo de un relato original suyo. Además, la película cuenta con varios de los actores secundarios de la cinta anterior, incluyendo a Martha Navarro, que ahora interpreta a una de las enfermeras del centro psiquiátrico, y con parte del equipo de La pasión según Berenice (músico, diseño de producción, etc.).

 

María de mi corazón, para muchos la mejor cinta de Hermosillo, se puede decir que pertenece a casi un género del thriller o del cine de terror como es el de los centros psiquiátricos (ver Corredor sin retorno o Alguien voló sobre el nido del cuco, entre muchas otras cintas), tan angustiosa como cualquiera de ellas. 

En el filme de Hermosillo se nota la mano de Gabo en el libreto, tanto por el tema de la magia como por el de la locura. Así, destaca la secuencia del arranque con los trucos de María, que consigue hacer un desayuno en el apartamento de Héctor, vacío, sin alimentos; y las escenas agobiantes dentro del manicomio, en la que no falta la típica enfermera tiránica.




domingo, 9 de marzo de 2025

MARES DE CHINA (China Seas de Tay Garnett, 1935)

Con un buen director aficionado al mar, con el mejor reparto posible y con la Metro detrás garantizando una cinta de calidad, sólo faltaba la participación del guionista adecuado para producir una de las películas más conocidas y taquilleras de Tay Garnett. Para darle el tratamiento adecuado, Jules Furthman fue el escritor elegido que dejó su sello personal en un libreto de altura:



Alan Gaskell (Clark Gable) es el capitán del “King Lung”, un barco de pasaje que recorre los mares de China, entre Hong Kong y Singapur. El buque es propiedad de Sir Guy (C. Aubrey Smith), viejo armador que piensa en retirarse y dejarle el negocio a Gaskell. A bordo del “King Lung” viaja China Doll (Jean Harlow), una bella mujer de vida alegre enamorada de Gaskell. Cuando convence al capitán de viajar con él hasta Singapur, una pasajera británica embarca inesperadamente. Se trata de la estirada Sybil (Rosalind Russell), la antigua novia de Gaskell. El conflicto entre las dos está servido. Otro de los pasajeros del navío es el empresario Jamesy MacArdle (Wallace Beery), en realidad jefe de una banda de piratas malayos. MacArdle desea el cargamento de oro que lleva el “King Lung” y camufla a sus hombres entre el pasaje de tercera...

Mares de China es un melodrama triangular donde la relación entre Gaskell, Sybil y China Doll es el centro de atención; pero también es una película colectiva de aventuras en toda regla, con muchas y muy buenas escenas de acción. En cualquier caso, la protagonista indiscutible es Jean Harlow. En 1935, año en el que se estrena Mares de China, Jean Harlow era la indiscutible reina del sex-appeal. Su paso por el cine fue fugaz ya que murió con tan solo 26 años cuando rodaba Saratoga (Jack Conway, 1937). También en aquella ocasión la acompañaba Clark Gable, su pareja “más estable” en la ficción (hicieron seis películas juntos). 

La muerte prematura de Jean Harlow quizás acrecentó su mito de rubia platino, de femme fatale ideal para papeles como el de Mares de China. O como el de Tierra de pasión (Red Dust, Victor Fleming, 1932), donde el entorno salvaje, la pareja protagonista (Gable y Harlow), más salvaje aún, y la intromisión en su turbulento romance de una refinada y estirada oponente (Mary Astor) eran elementos muy similares a los de Mares de China



En la cinta que nos atañe, el guion final de Furthman encajaba muy bien con la fórmula de la Metro en los años treinta. La reunión de un grupo de personas sometidas a tensión en un lugar más o menos acotado era una trama que se repetía tanto para melodramas como para cintas de acción. Igual que en Gran Hotel o Cena a las ocho (de nuevo con Jean Harlow y Wallace Beery, ambos sin pelos en la lengua) los diversos hilos de la historia eran excusa perfecta para un reparto coral estelar, y un reclamo ideal para la taquilla.

Para el director, Tay Garnett, la fórmula de la Metro le venía como anillo al dedo. Si buceamos en su filmografía, veremos que abundan las cintas en las que los protagonistas se encuentran atrapados, física o psíquicamente. En especial en sus largometrajes marineros. En Sin rumbo (1933), donde una goleta se queda sin viento en alta mar y la dotación comienza a ponerse nerviosa; y en S.O.S. Iceberg (1933), medio documental, medio aventura, rodada en un iceberg a la deriva en el que a duras penas sobreviven varias personas. En ambas es evidente el aislamiento frente al peligro. Igual que en la posterior Bataan (1943), donde Robert Taylor y doce soldados más se enfrentan a todo el ejército japonés que los acorrala en Filipinas. Pero también en Viaje de Ida los protagonistas se ven incapaces de escapar a su destino en el espacio reducido de un barco; mientras que en su obra maestra, El cartero siempre llama dos veces (The Postman Always Rings Twice, 1946), son las pulsiones sexuales las que someten a John Garfield y a Lana Turner a una presión insostenible. 

Después de Mares de China, Tay Garnett realizó al menos tres largometrajes con la navegación presente en el argumento: Redención (Slave Ship, 1937), sobre el tráfico de esclavos; La fugitiva de los trópicos (Trade Winds, 1938), con Fredric March persiguiendo a Joan Bennet por el sudeste asiático; y De isla en isla (Seven Sinners, 1940), el regreso al tema de Her Man (1930) diez años después, con Marlene Dietrich y John Wayne como pareja protagonista del complicado romance entre un marino y una cabaretera. Película que da por finalizada la larga incursión del director por los océanos cinematográficos en tan solo una década.




El post es un extracto corregido para la ocasión del capítulo dedicado a Mares de China en mi libro: CINE Y NAVEGACIÓN. Los 7 mares en 70 películas





lunes, 24 de febrero de 2025

2 X 1: "LA SOMBRA ENAMORADA" y "BUGAMBILIA" (Emilio Fernández)

La sombra enamorada (1945) 

La mejor época de unos de los destacados directores hispanoamericanos, Emilio, el “Indio”, Fernández es la década de los años cuarenta. Coincide con el auge del cine mexicano debido, entre otras cosas, a la Segunda Guerra Mundial. Justo en el ecuador de esos años, Fernández dirige dos películas memorables: 

En la primera de ellas, La sombra enamorada (también conocida como Las abandonadas), Margarita (Dolores del Río) se marcha a la capital cuando es abandonada por su marido, el bígamo Julio, que la deja embarazada. Sola y desesperada ingresa en un prostíbulo donde el general Juan (Pedro Armendáriz) se enamora de ella nada más verla. El militar la colma de regalos y se van a vivir a una mansión fastuosa. Sólo cuando Juan se entera de que Margarita tiene un hijo, la relación parece romperse. 

Emilio Fernández dirige este melodrama con declamaciones grandilocuentes al estilo de su coetáneo italiano Raffaello Matarazzo. Es la historia de una madre que vive como en una montaña rusa: de ser una esposa querida a vivir en la pobreza para luego volver a pasar por una época soñada y vuelta al arroyo. 

Todo este dramón se aguanta si estamos ante la gran diva mexicana Dolores del Río, acompañada por su inseparable e inevitable Pedro Armendáriz, en su registro más habitual, el de general del ejército revolucionario. Porque aquí vale más la forma que el fondo: destaca la estilizada puesta en escena marca de la casa, sobre todo cuando Fernández rueda en exteriores. 

Una manera de filmar derivada del cine de Sergei M. Eisenstein y su ¡Qué viva México! Gracias al buen hacer del excelente director de fotografía Gabriel Figueroa. También forma parte del equipo el guionista Mauricio Magdaleno que escribe siempre en compañía del “Indio” Fernández. 

 

Bugambilia (1945) 

El mismo año que La sombra enamorada, Emilio Fernández rueda el melodrama Bugambilia con idéntico equipo: productor, guionista, director de fotografía, etc. Siempre bajo argumento del propio director. Y con Dolores del Río a la cabeza de un reparto donde se empareja de nuevo con Pedro Armendáriz: 

Amalia (Dolores del Río) es la hija del millonario Don Fernando, dueño de las minas de plata de Guanajuato. Un accidente en las minas provoca el primer encuentro entre Amalia y el gallero (criador de gallos de pelea) Ricardo (Pedro Armendáriz). Ambos se enamoran, pero las diferentes y encontradas clases sociales impiden que puedan casarse. Sobre todo, por el impedimento que pone Don Fernando, que amenaza de muerte a Ricardo si no deja en paz a su hija. El gallero se va de la ciudad, pero promete volver cuando gane la fortuna que merece Amalia… 

La historia podría ser una tragedia shakespeariana si no fuera porque se filma en México, con las características del cine del país hispanoamericano: pasiones desenfrenadas, encuentros fugaces y amores imposibles.

 

De nuevo destaca la labor del impagable director de fotografía Gabriel Figueroa, que se luce en las secuencias nocturnas, como aquellas de la procesión o las del duelo a muerte en las calles de Guanajuato. 

Música clásica, bailes de época, escaleras interminables, mansión lujosa y vestidos fastuosos es lo que propone el “Indio” Fernández, que se aparta de la revolución, los campos y las praderas mexicanas para rodar en una ciudad decimonónica, aunque la temática sea la misma que en anteriores —y posteriores— producciones: el amor entre una pareja y las dificultades que tienen los amantes para vivir en paz.






domingo, 9 de febrero de 2025

EL AUTOREMAKE EN EL CINE. CAPÍTULO III (VII)

El rodaje de Un Gangster para un Milagro fue bastante convulso.[1] Capra tuvo que aguantar las exigencias de Glenn Ford y, según el propio director, “había una atmósfera de dolor, tensión y recelos” (Capra 2007, p.487). Algunas de esas exigencias obligaron a cambiar el guion de Riskin para ampliar el protagonismo de la estrella[2] y el de su pareja en aquella época, Hope Lang.[3] Así, una de las principales diferencias entre la cinta y el original radica en la inclusión de una subtrama que muestra la relación entre Ford y Lang desde que se conocen, en el arranque de la película, hasta que al final deciden casarse. Una batalla de sexos que sobra totalmente y no aporta nada a la historia. 

En Dama por un día, dicha relación se limitaba a un par de rechazos de Dandi a los besos de Missouri (alguno bastante picante por el comentario de Happy: “lo que quiere Dandi son manzanas, no limones”), y a la resignación del mafioso cuando accede a presentar a Missouri como su pareja para continuar con la farsa. En Un Gangster para un Milagro, el personaje de la novia de Dandi se llama Queenie y no mejora en nada al de Missouri por más que se empeñe en hacerse notar con peleas absurdas a lo largo de toda la película, con escenas donde Dandi le arranca el vestido y ella le lanza todo tipo de objetos. La única secuencia que se salva es aquella en la que Queenie le devuelve a Dandi todas las cosas que el gánster le ha regalado, más bien se las tira al suelo, entre ellas una liga que descaradamente se quita delante de todos (3.11).

La relación entre Dandi y Queenie no es la única historia que garantiza más minutos de pantalla a Ford. También se incorpora a la película una subtrama donde Dandi negocia el control de Nueva York con la banda de Darcey, otro gánster recién llegado a la ciudad. No enriquece el argumento original y para lo único que sirve es para aumentar la duración de la cinta hasta las dos horas y cuarto finales. Excesivo metraje que sólo consigue que se diluyan los chispazos de ingenio de Riskin entre una serie de secuencias aburridas que no estaban en el guion inicial; el mismo que Capra había tomado como base[4] (olvidando el relato de Runyon definitivamente), pero que no dudó en cambiar cuando aceptó darle mayor protagonismo, no sólo a Dandi y a Queenie, sino también al personaje de Annie Manzanas.    

 

Las intenciones de Capra —o más bien las de Ford— se adivinan ya con la primera imagen de la película (3.12): en un plano medio, Bette Davis brinda por el público con una botella de ginebra, en lo que parece una felicitación navideña si nos atenemos al villancico que suena a continuación acompañando a los créditos. De este sencillo encuadre se desprenden varias de las “traiciones” de Capra al guión de Riskin: en primer lugar, el protagonismo indiscutible de Bette Davis frente al resto de vagabundos. Si recordamos, el filme de 1933 arrancaba con varios planos de los indigentes donde Annie, que aparecía la última, era una más del grupo. Ahora, no sólo es la primera que se presenta sino que es la jefa de una especie de banda de mendigos a los que cobra un porcentaje de las limosnas. Tanto en la ficción como en la realidad, ella está por encima del resto. Digamos, que se pierde el anonimato de Annie en beneficio del estrellato de Bette. También se reduce algo de la magia de la cinta, y de la sorpresa, puesto que a nadie le extrañará la posterior transformación de Bette Davis en una dama (3.13).


 

La segunda “traición” tiene que ver con el contexto de la historia, o mejor dicho, con la falta de contexto. Pocketful of Miracles se estrenó en los años sesenta, y pese a que seguía ambientada en los treinta, el entorno de la cinta original provocado por la Depresión, y la empatía del público hacia el personaje de Annie, ya habían desaparecido. Suponemos a Capra consciente de esa circunstancia y resuelto a cambiar el espíritu de solidaridad ante la crisis por otro más inocuo y a la vez comercial como es el navideño (3.14). Con ese nuevo enfoque, los guionistas tuvieron que cambiar el final para que se sucedieran los milagros a los que alude el título y para permitir, entre otras cosas, que Dandi abandonara la mala vida para casarse con Queenie. Una conclusión, ésta, poco creíble y muy forzada, pero que entra den­tro del planteamiento de que “todo puede pasar en Navidad”.

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[1] Y no sólo entre Capra y Glenn Ford, sino también entre las estrellas, al menos eso se desprende de las declaraciones de Ford durante el rodaje que aseguraba que le había dado una oportunidad a Bette Davis. Ella montó en cólera al enterarse de las palabras de su compañero y espetó: “ese hijo de puta… no le permitiría que me ayudara a salir ni de una cloaca” (Quirk 1990, p. 411)

[2] El cambio del título en castellano de “Dama por un día” a “Un Gangster para un Milagro” es bastante significativo.

[3] Capra quería a Shirley Jones para el papel de la novia del gánster, pero Glenn Ford “recomendó” a Hope Lang, algo que irritó bastante a Capra y le produjo más de un dolor de cabeza, literalmente.

[4] El guion de Un Gangster para un Milagro es de Hal Kanter y Harry Tugend.




domingo, 26 de enero de 2025

2 X 1: "EL CLUB DE LA BUENA ESTRELLA" y "LA CAJA CHINA" (Wayne Wang)

El club de la buena estrella (The Joy Luck Club, 1993) 

El director nacido en Hong Kong, Wayne Wang, se trasladó con 18 años a Estados Unidos donde inició una carrera cinematográfica. Después de rodar varios cortos y documentales acerca de la comunidad china en América, Wang se pasó a los largometrajes de ficción casi siempre con la misma temática: la de la integración de los chinos en Norteamérica. Hoy traemos dos de esas cintas pertenecientes a su excelente filmografía: 

El club de la buena estrella, la primera de ellas, es la adaptación al cine de la novela homónima de Amy Tan, ligeramente influenciada por la vida de la familia de la escritora: su madre era de nacionalidad china, allí se casó y tuvo varios hijos antes de emigrar a Estados Unidos. Años más tarde, el reencuentro de Amy Tan con sus hermanastras orientales es lo que le dio a la escritora la idea para su novela. 

El filme es, por tanto, un retrato de cuatro mujeres de ascendencia asiática, nacidas en Estados Unidos, y de sus madres. Mediante el uso del flashback se narra la vida de las segundas en China y de cómo cada una eligió emigrar a América. Esas historias enlazan con las de sus jóvenes hijas, ya integradas en Norteamérica, y determinan la relación entre unas y otras en los Estados Unidos de los ochenta.

 

Buena historia circular donde los personajes más jóvenes comparan sus vidas, sus preocupaciones y las relaciones con sus seres queridos, con sus madres, pero también con sus maridos o novios occidentales; y donde las más maduras cuentan sus interesantes vidas (lo mejor de la película) antes y después de integrarse —o no— en una comunidad diferente a la suya. 

El director también tuvo que adaptarse a la vida en América, y al cine occidental cuando estudió en el California of Arts and Crafts de Oakland. Seguro que Wang tuvo en cuenta las lecciones de ese tipo de cine en las secuencias modernas; mientras que usó la clase de cine que se hace en su país, más sensible y pausado, en las escenas que transcurren en la China continental.  


La caja china (Chinese Box, 1997) 

Cuatro años después de El club de la buena estrella, Wang rueda otra historia donde tienen lugar relaciones interraciales. Esta vez lo hace en Asia, concretamente en el Hong Kong colonial antes de ser devuelto a China, desde el día de Año Nuevo de 1997 hasta el 30 de junio del mismo año, fecha en la que se hizo efectiva la entrega de Hong Kong por parte de Gran Bretaña a China: 

En Hong Kong, John es un periodista británico (Jeremy Irons) que se encuentra enamorado de Vivian, una mujer oriental (Gong Li). Vivian, a su vez, es la novia de un celebre empresario hongkonés con el que no termina de casarse. John y Vivian son amantes, pero tampoco terminan por concretar su aventura en boda, sobre todo porque ella se muestra reticente. Cuando a John le diagnostican una enfermedad terminal, todo cambia. 

Metáfora de la desaparición de Hong Kong como colonia inglesa, donde hay libertad y democracia, antes de la integración en la China comunista. John se muere igual que la ciudad lo hace. Es cuando descubre el secreto de su amante (la china era prostituta y la tradición china no permite que se case), que, igual que la ciudad, también tendrá que adaptarse a una nueva vida.

 

Filme con muy buen reparto, donde además de Jeremy Irons y Gong Li (musa de directores tan prestigiosos como Zhang Yimou o Wong Kar-Wai) se incluye a Rubén Blades, el cantante-actor, que llega a cantar y tocar la guitarra en algunas secuencias. Perfecto papel para Irons con un registro que domina, el de persona atormentada (amor imposible, muerte cercana); y también ideal para Gong Li, que igual que su compañero de reparto da rienda suelta a su mejor registro, el de mujer oriental misteriosa y atractiva. 

La caja china seguramente no sea de las cintas más conseguidas del autor —prefiero Smoke—, pero es un película perfectamente rodada e interpretada donde tiene un lugar destacado la banda sonora, obra de Graeme Revell, que se llevó un premio en el Festival de Venecia. 






domingo, 12 de enero de 2025

VIAJE DE IDA (One Way Passage de Tay Garnett, 1932)

El bautizo de mar para un director de cine aficionado a la navegación como era Tay Garnett comenzó en 1932. La cinta se tituló Viaje de ida y resultó ser uno de sus mejores filmes, con un guion merecedor del Óscar:


A bordo del SS "Maloa" viajan Dan Hardesty (William Powell), al que le espera la horca en San Quintín; Steve Burke (Warren Hymer), el policía que lo ha detenido; Joan Ames (Kay Francis), una adinerada mujer enferma de corazón que vive sus últimos días; y los amigos de Dan, Skippy (Frank McHugh) y Betty, alias “La Condesa” (Aline MacMahon). Dan y Joan se enamoran sin que ninguno conozca la historia del otro. Mientras tanto, Skippy y Betty elaboran un plan para salvar a Dan: “La Condesa” entablará una relación con Steve para poder liberar a Dan...

El largometraje es un melodrama místico de amour fou cuya conclusión lo acerca al género fantástico, pero que no deja de ser una bellísima película, uno de los grandes clásicos del cine romántico. El largometraje lo entiende Garnett como crepuscular. Los diálogos inciden en ello (“míralo, parece un fantasma”, le dice Betty a Skippy cuando ven a Dan junto a Joan, “la muerte no era suficientemente mala; ha tenido que enamorarse”, sentencia), pero también las imágenes de las puestas de sol en cubierta o en la playa van en el mismo sentido. Hasta las tramas secundarias como la de Betty complementan la acción principal cuando “La Condesa” quiere abandonar su vida de delincuente y casarse con Steve. A éste le ocurre lo mismo y se decide por Betty a pesar de que sabe que lo ha engañado.

Garnett no sólo se limitó a dirigir la película sino que también intervino en el guion. De las ideas del director, la más importante fue la conclusión, que rebajaba algo la tragedia. Se intuye que también son suyos los gags cómicos a cargo del simpático Frank McHugh. El humorista de la risita contagiosa interpreta su personaje habitual de borracho pendenciero, pero amigo fiel. La escena del espejo es hilarante, como también lo es la batalla particular que libra contra el barman.


Las ganas que tenía Tay Garnett de filmar una película a bordo de un barco se cumplieron cuando la Warner contrató al SS “Calawall”. Para el resto del equipo la idea no fue tan buena. Las quejas de operadores, técnicos, y hasta actores llegaron a oídos de los directivos que finalmente decidieron acabar el rodaje en los estudios. Sin embargo, a la protagonista del filme, a Kay Francis, la actriz mejor pagada de la Warner en aquella época, no se le oyó ninguna protesta ni lamento. Se limitó a hacer su trabajo como la profesional que era. De hecho, es posible que la película sea la mejor de toda su carrera. 

La estrella de aspecto de modelo de Curro Romero de Torres era bastante crítica consigo mismo y casi siempre se veía mal en pantalla. La excepción fue Viaje de ida cuando por fin reconoció que estaba realmente guapa, no obstante matizó que fue gracias a Bob Kurrle, el operador, que experimentaba con las luces y las sombras. Kay tenía razón porque la fotografía es, sin duda, uno de los activos de la película. La silueta del reo que va a ser ahorcado y los crepúsculos en las escenas de la pareja a bordo o sentados en la arena son ejemplos de lo que era capaz de hacer Kurrle. También los claroscuros del arranque cuando Dan es atrapado por Steve. La secuencia es precursora del ciclo noir que vendrá años más tarde de la mano, entre otros, del propio William Powell en su serie de comedias negras titulada The Thin Man

William Powell siempre será recordado por esas películas con Myrna Loy, pero hay que tener en cuenta que el actor ya había realizado media docena de filmes con Kay Francis. Por tanto, no es de extrañar la buena química que había entre ellos y que se refleja en pantalla en las creíbles escenas románticas. Nada que ver con el remake que dirigió Edmund Goulding en 1940 titulado Viaje sin retorno (Til We Meet Again), con Merle Oberon en el papel de Joan, y George Brent en el de Dan. Como curiosidad hay que decir que Frank McHugh repetía personaje aunque con diferente nombre.


El post es un extracto corregido para la ocasión del capítulo dedicado a Viaje de ida en mi libro: CINE Y NAVEGACIÓN. Los 7 mares en 70 películas





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