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lunes, 14 de julio de 2025

2 X 1: "BARRIO CHINO" y "ROSA DE MEDIANOCHE" (William A. Wellman) (II)

Barrio Chino (Frisco Jenny, 1933)  

El director norteamericano William A. Wellman tuvo una época muy prolífica, y también de calidad, en su larga carrera, que fue la primera mitad de los años treinta. En esa etapa filmó para varios estudios, y en 1933 rodó dos películas muy similares:

La primera, Barrio Chino, arranca con el terremoto de San Francisco y el posterior incendio de la ciudad. Jenny (Ruth Chatterton), la joven protagonista, se queda huérfana y embarazada al morir su amante y su padre en el seísmo. Para conseguir dinero y poder mantener a su hijo, Jenny se convierte en la madame de un negocio de prostitución donde también trafica con el alcohol durante el período de la prohibición. Los servicios sociales le quitan el hijo cuando entienden que ese no es el lugar adecuado para criar a un niño. Con el tiempo, al pequeño lo dan en adopción, destaca en los estudios y, ya de adulto, llega a ser fiscal del distrito. El drama se acentúa cuando el fiscal tiene en su punto de mira a su propia madre sin saberlo.

Ligeramente basada en La mujer X, obra de teatro de Alexandre Bisson, Barrio Chino es acaso la mejor versión de todas las que han sido llevadas a la gran pantalla, con la particularidad de que el hijo de Jenny no se convierte en su abogado sin saber que su cliente es su madre; todo lo contrario, resulta ser el fiscal que la quiere condenar a muerte.

El arranque de la cinta funciona muy bien gracias a la habilidad de Wellman con la cámara, a escenas documentales de 1906, y a los estupendos efectos especiales —hay que tener en cuenta la época—del terremoto y el incendio de San Francisco. El posterior desarrollo del filme se debate entre el melodrama y la película de gangsters, género este predilecto del primer Wellman (recordemos la obra maestra que es El enemigo público).

Además de la buena actuación de la protagonista, y la de Louis Calhern, un delincuente que quiere decirle al fiscal que es hijo de Jenny, en Barrio Chino destaca, como siempre, el manejo de una dinámica cámara en las secuencias que lo necesitan (travellings, panorámicas, etc.) y el muy buen uso del montaje en el cambio de planos generales a primeros planos. Una joya de Wellman en aquellos difíciles comienzos del sonoro.

 

Rosa de medianoche (Midnight Mary, 1933) 

Después de Barrio Chino, Wellman rueda una película similar, Rosa de medianoche, donde se presenta el retrato de otra joven con una vida difícil, también con un título original en el que se nombra a la protagonista: Frisco Jenny frente a Midnight Mary

Ahora es Mary (Loretta Young) la acusada de asesinato. Mientras espera el veredicto del jurado, Mary recuerda su vida y se la muestra al espectador gracias a un largo flashback: desde que nace hasta que se ve envuelta en el homicidio, pasando por su época de adolescente cuando es detenida por un robo que no ha cometido. Después de salir del correccional, la joven intenta buscar trabajo en vano y termina por unirse a una banda de mafiosos. Un día, en uno de los locales que atraca la banda, conoce a Tom (Franchot Tone), un joven abogado del que se enamora. Mary intenta cambiar de vida, pero es demasiado tarde, el pasado vuelve una y otra vez. 

Hábil con las elipsis, William A. Wellman hace un buen trabajo al comienzo del filme cuando explica cómo ha sido la vida de Mary; porque Rosa de medianoche arranca de la misma forma que concluye Barrio Chino: con la protagonista siendo procesada por asesinato.

 

Especializado en historias de la depresión, de los años treinta, y de gánsteres, Wellman vuelve a hacer un largometraje en el que se mezcla el melodrama, el romance y el tema policíaco, igual que en Barrio chino. En Rosa de medianoche, Wellman se luce esta vez en las escenas de amor, con primeros planos entre Loretta Young y Franchot Tone que se adelantan a su tiempo y no tienen nada que envidiar a, por ejemplo, Alfred Hitchcock en Encadenados

En Rosa de medianoche, la conocida actriz Loretta Young y el también célebre Franchot Tone se encuentran muy bien acompañados de un grupo de secundarios encabezados por Una Merkel, como la amiga de Mary, Andy Devine, como el amigo de Tom, y los malvados Ricardo Cortez, el casi fijo en este tipo de películas, Warren Hymer, y Harold Huber, otro malo al estilo Peter Lorre.


lunes, 16 de junio de 2008

LA DAMA DESCONOCIDA (Phantom Lady de Robert Siodmak, 1944)

Un hombre pasa la noche con una extraña y al volver a su casa se encuentra con el cadáver de su mujer. Ha sido asesinada y todas las sospechas recaen sobre él. Antes de que se de cuenta, es acusado y condenado a pena de muerte. Sólo puede demostrar su inocencia encontrando a esa mujer desconocida para que declare y apoye su coartada. Este es el argumento de Phantom lady, no muy original, ni si quiera para 1944; sin embargo, en mi opinión, la película pasa por ser una de las obras mayores del cine negro de todos los tiempos.



Y esto se debe al buen hacer de Robert Siodmak, uno de los importantes directores alemanes exiliados a causa del nazismo. Ya sólo el arranque es una muestra de su valía. El primer plano de la cinta nos presenta el eje central sobre el que recae toda la trama: una mujer con un extravagante sombrero, a la que Siodmak encuadra de espaldas para esconder su rostro. Aquí el director nos da el "tono" correcto de la película, como si de una composición musical se tratara: los protagonistas, en la barra de un bar, no se conocen, sólo les une la amargura que sienten; uno tiene problemas insalvables en su matrimonio, la otra hace verdaderos esfuerzos por no llorar al haber perdido al ser que ama. Este pesimismo se corresponde con el ambiente de desolación que se vivía en todo el mundo en aquellos años de guerra. La situación se vuelve angustiosa cuando acusan de asesinato al marido desengañado. Un encuadre con él, en el centro del plano, y tres policías a su alrededor, mirándole fijamente y casi no dejándole sitio ni para respirar, así lo confirma.

Pero Siodmak sí nos da un respiro; más bien unas vacaciones. Esto sucede cuando nos presenta al personaje que va a tratar de resolver la situación y encontrar a la mujer del sombrero. Se trata de la secretaria del acusado, una bellísima Ella Raines. De la colaboración entre la estrella y Robert Siodmak, su descubridor, surgieron dos películas más: El sospechoso (The Suspect, 1944) y Pesadilla (The Strange Affaire of Uncle Harry, 1945), las dos obras cumbres del cine negro; sobre todo la primera, con un extraordinario Charles Laughton también acusado de matar a su mujer en un Londres de calles adoquinadas y niebla asfixiante.

Otro de los logros de La dama desconocida es la original estructura narrativa. Aunque la acción transcurre de forma lineal, la película tiene un atractivo carácter episódico. Ella Raines recorre todos los lugares por donde se supone que estuvo su jefe la noche del asesinato. En cada uno de estos escenarios, Siodmak nos propone una mini historia, con inicio, desarrollo y desenlace. En todos ellos hay un personaje secundario que es el objeto de las pesquisas de la protagonista. Son tres en concreto: El barman, un músico y una bailarina. Los tres "cortos" en sí son pequeñas obras maestras. En el primero, destaca sobre todo la fotografía expresionista de Woody Bredell que, a las ordenes de Siodmak, nos ilumina el rostro de la Reines cuando, desde un extremo de la barra, mira de forma insistente al sospechoso barman. La persecución nocturna, por unas húmedas avenidas que no presagian nada bueno, y el intento de asesinato en el metro, son muestras de una gran pericia técnica. Estoy seguro que estos planos se enseñan en las escuelas de dirección fotográfica.

Pero lo mejor está por llegar. En el episodio del músico, nuestra particular heroína se viste de prostituta para intentar sonsacarle al corrupto batería -estupendo Elisha Cook Jr.- toda la información que pueda. Y es que el personaje que encarna Ella Raines parece extraído de las tiras cómicas de la época, es decir la mujer intrépida que no duda en arriesgar su vida y enfrentarse a todo tipo de aventuras. Si ya de por sí es una mujer explosiva, en esta ocasión además sobreactua -en el mejor sentido de la palabra- para excitar a su victima. La secuencia de la "jam session", cuando Elisha Cook toca la batería de forma frenética y la Reines le incita a que lo haga más rápido, es lo más parecido a hacer el amor que he visto en una película sin escenas de cama.


Un último apunte, la supuesta estrella consagrada de la película, Franchot Tone, no aparece en escena hasta mediada la cinta. Es a partir de aquí donde el largometraje da un vuelco y sufre una metamorfosis de lo más original: pasa de ser una cinta claramente negra a convertirse en un thriller del mejor Hitchcock.

Creo que La Dama desconocida es un filme no suficientemente valorado. Desde estas líneas me gustaría aportar mi grano de arena para contribuir a hacer más grande este excelente largometraje de Robert Siodmak y para animar a los lectores que aún no lo hayan visto a que disfruten de él.


Ver Ficha de La Dama Desconocida.


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